Capítulo 29


Al abrir los ojos me encuentro con el rostro de Jaden a pocos centímetros del mío y con su brazo rodeando mi torso en un intento de ayudarme a conservar el calor. Verle tan cerca de mí y en estas circunstancias me recuerda a aquella noche en la que me entregué a él en la casa ubicada en primera línea de playa, proclamándole mi amor incondicional. Tengo tantos recuerdos con él que, revivir tiempos donde era inmensamente feliz, me entristece. Un nudo se forma en mi garganta al descubrir que ya poco queda de ese pasado mágico.

Aprovecho que está durmiendo plácidamente para quitar, con cuidado, su brazo de mi cuerpo, dejándolo junto a su tronco. Me pongo en pie una vez he obtenido mi ansiada libertad y recojo la ropa de las piedras, vistiéndome con ellas lo más rápido que puedo. Aunque el sigilo no es mi punto fuerte, de forma que acabo dándole varias patadas a pequeñas piedras que impactan contra la pared pétrea de la cueva.

—Buenos días.

—¡Ni se te ocurra mirar! — le recrimino, dándome la vuelta e intentando ponerme la camiseta bajo su intimidante mirada.

—Lo dice la chica que estaba mirándome embobada.

—Yo no te estaba mirando embobada. ¿Por qué querría mirarte?

—No sé. Quizás porque te gusto.

Ruedo los ojos y le miro con la mandíbula a punto de desencajarse.

—Si te estaba mirando era porque tenías la baba caída y parecías un abuelo.

—Yo también te he estado observando, ¿sabes? — anuncia, enfrentando su espalda a la mía para ponerse su camiseta del equipo de fútbol. Mi camiseta ha encogido un poco al permanecer bastante tiempo húmeda junto al fuego— estabas muy guapa.

—¿Se puede saber qué le has hecho a mi camiseta?

Doy media vuelta para enfrentarme a él cuando tropiezo con una piedra y me abalanzo directamente hacia su persona, dejándole caer boca arriba en el suelo. Jaden sonríe al ver mis mejillas sonrojadas, al tenerme tan próxima a su cuerpo.

—Me gusta esta forma de dar los buenos días.

—Vete a la mierda, Jaden.

Intento quitarme de encima cuando él también tiene la misma idea, de forma que acabamos nuevamente agarrados el uno al otro, rodando por el suelo de piedra haciendo algo así como la croqueta. Durante ese pequeño ensalzamiento, él me da sin querer un golpe en el pecho izquierdo, y yo una ligera patada en sus partes que no pasa desapercibida.

—¡Quieres quedarte quieto!

—Pero si eres tú quien no quiere separarse de mí.

—Agh.

Consigo quitarme de encima suya y ponerme nuevamente en pie. Jaden se incorpora tras esbozar una amplia sonrisa y recorrerme con la mirada, deteniéndose en mi ropa encogida y sucia. Me cruzo de brazos, hago un mohín y le miro muy seria.

—¿Te hace gracia mi camiseta?

—Me hace gracia lo adorable que te pones cuando te enfadas.

—¿Sabes? No tengo tiempo ni ganas para esto. Así que mueve ese precioso culito, tenemos que salir de aquí.

—¿Sigues teniendo mi trasero de fondo de pantalla?

Le enseño el dedo corazón y me marcho de la cueva con paso decidido. Jaden ríe a mis espaldas y opta por seguirme pisándome los talones. Nada más salir, miro de un lado a otro, intentando dar con algún camino que me saque de este bosque de mil demonios de una vez por todas.

—¿Sabes cómo salir de aquí?

—Por favor— añado, humedeciéndome el dedo índice con saliva y alzándolo para captar la brisa del viento y tener una idea de qué dirección viene—. Instinto de supervivencia.

—Eso funcionaría si hubiera viento— dice con autosuficiencia. Me hace una seña para que reúna con él junto a una pequeña colina. Voy hasta él a regañadientes, maldiciendo por dentro su capacidad de resolver lo irresoluble—. Podemos saber dónde está el norte usando un reloj de mano. Solo tenemos que asegurarnos de que la manecilla que marca la hora esté mirando al sol. Luego solo tenemos que fijarnos en el ángulo que se forma entre la manecilla de las horas y las doce del reloj.

—Hazlo, ya que eres tan listo.

Jaden hace lo propio, orientándose con los resultados obtenidos bajo mi mirada de fastidio. Realmente no estoy molesta porque sepa desenvolverse en estas situaciones y yo no, sino que me siento asombrada y al mismo tiempo atraída hacia su inteligencia.

—Es por aquí— señala con su mano la dirección a tomar y me indica que le siga. Caminamos hacia los pies de una pequeña cuesta que Jaden se ofrece a ayudarme a superar tendiéndome su mano. Primero, niego su proposición e intento subir por mis propios medios, valiéndome de una rama. Todo parece ir sobre ruedas hasta que la rama se parte y yo caigo hacia atrás, dándome en el pompis un buen golpe—. Déjame ayudarte.

—Puedo hacerlo sola, gracias.

—Como quieras.

Esta vez subo la cuesta aferrándome a las piedras que voy encontrando ancladas al terreno, ascendiendo prácticamente a cuatro patas, como si fuese un pequeño monito. Al llegar a la cima, suelto un suspiro y me seco el sudor que baña mi frente, dispuesta a alardear de mi hazaña. Pero todos mis planes de vacile se quedan en nada al ver a Jaden sentado en una roca, esperándome, tranquilamente. ¿Cómo narices ha subido tan rápido?

—Hay una pequeña caseta de vigilancia a unos metros de aquí. Podríamos ir hasta ella y ver si tienen algún teléfono o algo de comida.

—Genial.

Hago ademán de ir hacia el camino de la derecha cuando Jaden se pone en pie y llama mi atención para indicarme que no es la dirección correcta.

—Es por aquí.

—Ya lo sabía— rebato para intentar no quedar como una pringada—. Solo estaba inspeccionando el terreno.

Caminamos todo recto, perdiéndonos entre la maleza, salvando pequeñas piedrecitas que se presentan en el camino que dejan mis pies adoloridos. Mientras Jaden va un paso por delante, centrando en el reloj de su muñeca, yo le miro de soslayo, permitiéndome regresar a aquellos tiempos donde jugué en incontables ocasiones con su cabello, miré sus ojos como si pretendiera quedarme a vivir en ellos, y me refugié en sus brazos cuando tenía miedo o sentía que todo iba a salir mal. Él siempre fue mi refugio. Ese lugar al que llamar casa.

—Ya casi hemos llegado.

Jaden aparta unas ramas y deja al descubierto una caseta de madera con la puerta sellada. Me acerco a la pequeña casita con ganas de encontrar algo que llevarme a la boca o, al menos, con la manera de salir de este bosque de una vez por todas. Intento abrir la puerta, corriendo hacia ella para darle con el hombro, pero solo consigo hacerme daño.

—Esta caseta pertenece al Estado— comienza a decir Jaden—. Podríamos ganarnos una buena multa por cargarnos una infraestructura perteneciente a él.

—A la mierda el Estado. Esto es cuestión de vida o muerte— le doy una patada a la puerta, abriéndola de par en par. Sonrío, orgullosa por mi hazaña cuando la puerta vuelve en mi dirección, dándome en la cara, dejándome a cuadros. La agarro con mis manos y le hago a un lado—. Joder, qué hostia me ha dado.

—Deberíamos ver si hay hielo.

Entramos en la caseta abandonada y básicamente sumida bajo una capa de polvo. Mientras Jaden va hacia un frigorífico para encontrar algo de hielo y comida, yo me decanto por ir hacia la pared donde antaño había un teléfono. Al parecer, fue arrancado por alguna razón. Hoy en día hay hasta ladrones en los bosques. Caray, cómo está la delincuencia.

—No hay hielo, pero sí hay comida.

—¿Y cuál es el problema?

—El problema es que la comida está caducada desde hace diez años.

—Entonces no es comida, es un maldito moho viviente.

—Al final no va a ser tan mala idea eso de hacer un milhojas. Al fin y al cabo, tenemos hojas para dar y regalar.

Esbozo una media sonrisa.

—Pues tampoco hay teléfono.

—Menuda mierda de caseta de vigilancia. Ni siquiera hay vigilante.

—No me extraña. Ese hombre debió morirse de aburrimiento— voy hacia un mueble y lo abro, descubriendo una enorme araña custodiando un pan mohoso—. Vámonos de aquí antes de que nos coman los bichos. Este sitio me está dando mucha grima.

Jaden coge una chaqueta verde que encuentra sobre el respaldo de una silla y abandona la estructura justo después de mí, asegurándose de cerrar la puerta nuevamente. Le miro extrañada por su comportamiento.

—Que otra persona se lleve el fiasco.

—Buena idea. Y la multa también.

—Al final no va a ser tan malo estar perdidos en el bosque.

—No. Va a ser peor. Acabaremos con las cervicales hechas una mierda, además de hambrientos y muertos de aburrimiento como ese vigilante.

—Yo no podría aburrirme contigo, Mack.

Se aferra a una pequeña baranda y mira el camino que hemos recorrido, pensativo. Me ubico a su lado, pensando en lo que acaba de decir, intentando descubrir si lleva consigo alguna indirecta. Últimamente todo cuanto concierne a mi vida es un misterio. No sé qué pasará con Jaden ahora que ha llegado a mi vida, no sé qué siento realmente por él, no sé cómo es posible que las cosas entre nosotros sigan prácticamente igual a pesar de haber estado distanciados.

—¿Has escuchado eso?

—Sí. Es una mosca. Lleva dándome la tabarra hace un rato— replico, intentando apartar al insecto de mi alrededor con ayuda de mis manos—. Menudo día de mierda— como si el universo quisiese conspirar contra mí, un pájaro decide dejar su regalito en mi hombro. Miro la cagada con repulsión e intento limpiármela con una hoja de una rama cercana—. Nunca mejor dicho.

—No me refería a la mosca ni a... ¿te acaba de cagar un pájaro en el hombro?

—Mejor no preguntes.

—Lo que intento decir es que me ha parecido escuchar el motor de un coche. Tal vez estemos cerca de una carretera. Eso sería nuestra salvación.

Abro la boca y los ojos lo máximo posible. Luego comienzo a dar saltitos de alegría y a tocar las palmas, eufórica por haber dado con una solución a esta peligrosa aventura. Jaden se aferra a mi mano y me invita a recorrer el escaso terreno que nos salva de una nueva colina. Esta vez me dejo ayudar, de forma que alcanzamos la cima en un abrir y cerrar de ojos.

Ante nosotros se alza una carretera asfaltada y solitaria. Salvo el quitamiedos y camino hacia el centro de la vía, dispuesta a llamar la atención de algún coche que circule por ella, aunque la carretera está más sola que mi tía Wendy. La pobre no es agraciada ni muy simpática. Pero bueno, sin perder el hilo, lo importante es que estamos en una carretera que lleva a algún sitio y que probablemente demos con algún vehículo.

—Haremos autostop. Solo tendremos que esperar a que venga un coche. Será pan comido. Déjalo en mis manos.

—Está bien. Todo tuyo.

—Observa y aprende.

Una caravana blanca avanza a buena velocidad por la carretera. A medida que salva la distancia que le separa de mí, aprovecho para alborotarme un poco el pelo y ajustarme la camiseta que llevo puesta con tal de llamar la atención del conductor, bajo la divertida mirada de Jaden. Me acerco lo más sensual que puedo al lugar por el que va a pasar la caravana, levantando mi dedo pulgar.

—¡Quítate del medio, gilipollas! — grita el conductor a la par que pulsa el claxon repetidas veces para alejarme de la carretera.

—¡Será imbécil! — me quito un zapato y se lo lanzo a la caravana, dándole en la parte trasera—. No te doy en la cabeza por respeto al zapato.

—Menudo capullo.

Jaden va hacia el lugar donde ha caído mi zapato y lo recoge. Vuelve conmigo poco después, toma una de mis manos sin mi permiso y mi conduce hacia el quitamiedos. Tomo asiento sobre él mientras él se dedica a colocarme nuevamente el zapato y luego se pone una de sus piernas formando un ángulo recto, ubicando mi pie sobre su muslo para atarme los cordones con mayor facilidad.

—¿Estás bien? ¿te ha hecho daño?

—Estoy bien— contesto, perdiéndome en su mirada por unos segundos, sintiendo que pierdo mi centro de gravedad por unos instantes—. Gracias por coger mi zapato.

—De nada, Cenicienta.

—Si yo soy Cenicienta, te aseguro que tú eres el sapo.

—Bueno, Diana besó a un sapo que se convirtió en príncipe azul.

Muerdo mi labio inferior para reprimir una amplia sonrisa.

—Los príncipes azules no existen. Solo existen príncipes desteñidos que terminan siendo a una gran lección o a una enorme decepción. No existe la perfección ni los finales felices. Y eso está bien. Cada uno es diferente, tiene su esencia, y es ahí donde está la verdadera magia.

—Siempre puede haber segundas partes.

—Las segundas partes nunca fueron buenas.

—Puede que haya una excepción a esa regla.

Permanecemos inmóviles, mirándonos profundamente, como si pretendiéramos dejar a nuestros ojos revelar todo cuanto callan. Estoy a punto de salir corriendo tras mi corazón cuando el sonido de unos neumáticos nos alerta a ambos, sacándonos de esa burbuja fantasiosa que se había creado. Jaden se pone en pie y hace autostop.

Una furgoneta roja se detiene en un lado del arcén. Unos hombres de origen peruano nos saludan con una amplia sonrisa y preguntan por el problema que tenemos.

—Estamos perdidos. No sabemos volver a casa. Nos sería de gran ayuda que pudieran acercarnos a la ciudad de Portland.

—Sí, claro, Portland. Pasaremos cerca. Sin problema. Podemos llevaros. El único inconveniente es que tendréis que ir en la zona de carga.

—Sin problemas— repone Jaden, dándole la mano al hombre—. Gracias por la ayuda, significa mucho.

Vamos hacia la zona de carga para acceder a ella cuando descubro que hay un montón de jaulas donde yacen distintos tipos de gallinas que sueltan plumas. Miro a Jaden suplicante y él se encoge de hombros, dándome a entender que es nuestra única alternativa. Tomo asiento junto a unas jaulas, apoyando la espalda en el cristal trasero. Jaden se ubica a mi lado.

—Vamos a acabar con tantas plumas que vamos a parecer un plumero.

—Eso contando con que las gallinas no te picoteen. Si lo hacen, parecerás un colador— le doy un codazo que le arranca una amplia sonrisa. Jaden toma entre sus manos la chaqueta verde que se llevó de la caseta de vigilancia y me la echa por encima—. Así no pasarás frío.

Oculto la mitad de mi rostro en el cuello de la chaqueta, en parte para refugiarme del frío y en parte para esconder la sonrisa que surca mis labios. El coche se pone en funcionamiento y las gallinas sueltan algunas plumas que se apoderan del ambiente, enredándose en nuestras prendas y cabellos. En medio de la lluvia de plumas de colores pálidos y cálidos, reímos de la aventura que acabamos de vivir, y es que una aventura es más divertida si huele a peligro.

La familia peruana nos deja en el centro de Portland. Desde allí hasta mi residencia nos desplazamos con la moto de Jaden. Debo admitir que volver a rodear su cintura y enterrar mi cabeza en su espalda me trae muchos recuerdos relacionados con esa historia de amor que vivimos y que siempre vivirá en mí. Disfruto de ese paseo más de lo que me hubiera gustado. Todo cuanto tiene que ver con Jaden me pone de los nervios y al mismo tiempo hace dar saltitos de alegría a mi corazón. Odio que me haga sentir este gran abanico de sensaciones justo ahora cuando comenzaba a despegar.

—Así que esta es tu residencia— añade una vez detiene la moto junto a mi nueva casa—. ¿Qué tal te va en la universidad?

—Esa es la pregunta prohibida. La universidad es como una montaña rusa. Un día te crees el Dios por haber estudiado y al día siguiente en clase te das cuenta de que has perdido el tiempo porque no te sabes absolutamente nada.

—¿Y cómo te sientes ahora?

—Ni siquiera he empezado a estudiar.

Jaden se echa a reír.

—Por cierto, ¿has recibido la invitación a la fiesta de reencuentro?

—¿Te refieres a esa que pienso quemar?

—Creo que todos hemos barajado esa posibilidad. Ahora en serio, ¿tienes pensado ir?

—Aún no lo sé— me encojo de hombros y bajo la cabeza—. El instituto me trae muchos recuerdos. Gané, pero también perdí mucho.

Un silencio incómodo se forma entre nosotros.

—No te la pierdas. Iré y me gustaría verte por allí. Tal vez, incluso, podamos ir en parejas— hace amago de una sonrisa, aunque no sé con exactitud si realmente quería sonreír.

—Debería subir antes de que los paparazis se presenten aquí preguntando por la chica que se ha desmayado en pleno directo y luego ha salido de la ambulancia con un cubo en la cabeza.

—Sí... yo debería volver, el entrenador debe estar echando chispas.

—Bueno...

—Nos veremos en la fiesta o no, según lo que decidas...

Intento despedirme con dos besos y él con un abrazo. Ambos nos quedamos quietos, sin saber muy bien cómo reaccionar ante este pequeño incidente. Terminamos estrechando nuestras manos como si fuésemos dos conocidos. Aunque la realidad es que hubo una vez en la que fuimos todo el uno para el otro, un tiempo en el que compartimos sueños y secretos y nos quisimos con locura.

—Ah, y la próxima vez que quieras verme, no hace falta que te subas a un globo.

Le lanzo una mirada envenenada y él ríe. Despido a mi acompañante con mi dedo corazón y me vuelvo, dándole la espalda. Mientras me alejo de él, sin mirarle, esbozo una sonrisa ante su broma. La pequeña aventura que hemos compartido no ha sido tan mala después de todo. Estoy hecha un estropicio y aun así siento que estoy en una nube. ¿Por qué me siento así?

Entro en la residencia y subo por las escaleras, absorta a la mirada de los estudiantes. Voy directa hacia mi habitación y cuando estoy a punto de entrar me encuentro con Jasmine que me asalta con más de una pregunta. Ante el temor de ser interrogada en pleno pasillo, abro la puerta de mi dormitorio y le indico que me acompañe.

—¿Qué te ha pasado?

—De todo— suspiro y voy hacia un armario para coger ropa limpia—. Me subí en un globo aerostático con Jaden que, por culpa de la tormenta, acabó aterrizando en pleno bosque. No te haces una idea de por todo lo que hemos tenido que pasar para llegar hasta aquí.

—¿Os habéis acostado para entrar en calor?

—Joder, Jasmine, tú no tienes pelos en la lengua. Y no, no nos hemos acostado. Aunque eso sí, me ha faltado poco para sacarle los ojos.

—¿Y cómo ha ido todo? No os veíais desde el instituto.

Tomo asiento en la cama.

—Al principio estaba la cosa un poco tensa pero luego todo ha vuelto a la normalidad, como si no hubiese pasado nada entre nosotros.

—¿Y eso es malo?

—Muy malo. No sé si aún quedan sentimientos por medio. Quiero creer que no, pero ya no sé qué pensar. Nada está saliendo como pensaba. Yo no sé qué va a suponer para mí que Jaden haya vuelto a entrar en mi vida.

—Estás con Arthur, le quieres y eres feliz a su lado, ¿no?

—Sí.

—¿Cuál es el problema entonces?

Bajo la mirada a mis zapatos y recuerdo cuando Jaden me lo ha colocado como si fuese una princesa sacada de un cuento de hadas.

—El problema es que Jaden rompe mis esquemas y le da un giro de ciento ochenta grados a mi vida. Y eso me da miedo. Tengo pavor hacia la idea de tener que comenzar de nuevo.

—Jaden forma parte del pasado y Arthur de tu presente. Tú eres quien debe elegir a quien mantener en tu vida para el día a día.

—He apostado por Arthur. Le quiero y soy feliz a su lado. Jaden forma parte de mi ayer, nuestra historia ya acabó.

Jasmine arruga la nariz.

—Deberías darte una ducha. Hueles fatal. Y, ¿eso que tienes en el pelo es una pluma? — suelto una carcajada y me pongo en pie, poniéndome rumbo hacia el servicio con tal de darme una ducha. Jasmine se cuela en el baño conmigo una vez me adentro en la bañera y corro la cortina—. He conseguido recortar el fail que has hecho en directo y terminar el reportaje. Eso sí, no te he podido salvar de estar en primera página de los periódicos.

—Lo que no me pase a mí...

—Arthur ha preguntado por ti. Le dije que no sabía dónde te habías metido y ha ido a buscarte. Hace como media hora que ha vuelto.

—Iré a hablar con él, se lo explicaré todo.

—¿Incluso que estuviste en un bosque con tu ex?

—Arthur sabe que le quiero, no tiene nada que envidiarle a Jaden. Además, va siendo hora de que se conozcan personalmente.

Jasmine retira la cortina y asoma la cabeza. Me cubro mis partes íntimas con las manos y miro a la chica con expresión de fastidio.

—¿Tú te has vuelto loca?

—Aún no lo tengo decidido, pero puede que vaya a la fiesta del instituto. Si Arthur conoce a Jaden todo será más fácil. Además, yo también tengo curiosidad por conocer a la chica de Jaden.

—¿Jaden tiene novia? Eso sí que es una novedad.

—No hay necesidad de que nos llevemos mal. Podemos mantener una amistad. Los cuatro podríamos llevarnos bien sin dejar que el pasado se interponga.

—¿Estás segura de esto, Mackenzie?

Vuelvo a correr la cortina y me sumerjo bajo el chorro de agua caliente, masajeando mi cabello hasta el punto de dejar un hormigueo en mi cuero cabelludo.

—No puedo pasarme la vida huyendo del pasado. Tengo que enfrentarlo. Ahora mismo estoy en un momento de mi vida estable y feliz. Y tú deberías hacer lo mismo. Sé que eres una mujer de armas tomar, alguien que pisa fuerte y deja huella. No dejes de ser esa mujer por tu entorno social.

—¿Intentas decirme que vaya a la fiesta?

—Vayamos y divirtámonos, no está prohibido. Somos jóvenes y aún nos quedan muchos errores por cometer.

—Así que el lema es chicas al poder. Me gusta.

—¡Chicas al poder! — coincido con voz cantarina.

Abandono mi habitación y me dirijo hacia la residencia de Arthur para contarle acerca de lo sucedido estos días. Le encuentro en el interior de su dormitorio, sentado en la cama, inclinado hacia adelante, con los brazos flexionados y las manos sujetando su cabeza. Doy sendos golpecitos en la superficie de la puerta antes de entrar.

—¿Se puede?

—Mackenzie— viene corriendo hacia mí y me estrecha entre sus brazos con fuerza como si pretendiese comprobar que este encuentro es real—. ¿Estás bien? Estaba muy preocupado. Creía que te había sucedido algo.

—Es complicado de explicar, pero estoy bien— deposito un beso en su mejilla y luego le guío hacia la cama para terminar por tomar asiento sobre ella. Arthur toma una de mis manos y besa mis nudillos—. El día de la entrevista descubría que el jugador estrella era Jaden, mi exnovio. Verle fue como si me cayera encima un jarro de agua fría. El caso es que quise irme de allí y entre una cosa y otra acabé subiéndome en un globo aerostático con él.

—Eso fue muy peligroso. Hacía bastante viento y amenazaba con llover. ¿Dónde os llevó el globo?

—Caímos en picado en un bosque y desde ahí he tenido que dar con la forma de volver. Ha sido un alivio que apareciera un conductor dispuesto a llevarnos a Portland.

Arthur me mira con dulzura.

—¿Ha sido complicado estar con él?

—Bastante incómodo, pero no me ha quedado de otra que trabajar en equipo para salir adelante, para llegar hasta aquí. No te haces una idea de lo que había echado de menos esto.

—Han sido las peores horas de mi vida. Pensar que podrías estar herida me mataba. Menos mal que ahora estás aquí, bien. Si no fuese así, no sé qué habría hecho. Puede que me hubiera vuelto loco y hubiese decidido ir hasta los confines de la tierra con tal de encontrarte.

—Ahora estoy aquí, pero podemos volvernos locos e ir a los confines de la tierra juntos.

Acaricia mi mejilla antes de besarle románticamente.

—Anda, ven aquí— me envuelve con sus brazos y se echa hacia atrás conmigo en la cama. Con ayuda de una manta nos cubre a ambos—. Pienso quedarme abrazado a ti todo el día.

—Es un buen plan.

Enreda sus dedos en mi cabello y me propicia sendas caricias a la par que se pierde en mis ojos. Su respiración es lenta y sus latidos están desbocados ante mi proximidad. Acerco mi cara a la suya y termino por darle un beso en la punta de la nariz.

—¿Nos damos un beso de esquimal?

—Beso de esquimal a la una, a las dos y a las tres.

Unimos nuestras narices a la par que sonreímos ampliamente. Recuesto mi cabeza en su pecho mientras Arthur desliza sus dedos por mi brazo y deposita besos en mi coronilla.

—Estoy planteándome si ir o no a una fiesta de reencuentro con mis antiguos compañeros de instituto. Por un lado, quiero ir para volver a ver a viejos amigos y revivir momentos inolvidables, pero por otro no me hace ni pizca de gracia. Volver a ver a personas que fueron importantes para mí un tiempo atrás y que hoy en día no son nada es bastante duro.

—Quizás tengas oportunidad de volver a retomar la amistad, de aclarar aquellos asuntos que quedaron sin zanjar.

—No lo sé. ¿Qué puede cambiar ahora?

—Nada se mantiene siempre constante. Todo cambia. Quizás vuelvan a producirse giros inesperados en tu vida después de todo.

—¿Qué se supone que debo hacer? ¿tú qué harías si fueses yo?

—Yo me arriesgaría. No hay nada que perder. Al contrario, todo lo que puedes hacer es ganar. Podría venirte bien volver al instituto, ver a viejos compañeros.

Medito sus palabras por unos largos segundos.

—¿Vendrías conmigo?

—Te acompañaré si es lo que quieres.

—Es lo que quiero. Me sentiré más segura si estás conmigo.

—Mañana estaré a tu lado, y al otro y al otro— me echo a reír al oírle bromear. Alzo la vista y le doy un golpecito en el pecho con la mano, gesto que le saca una sonrisa—. Me quedaré todo el tiempo que quieras.

—Quédate siempre— concluyo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top