Capítulo 27


Una cartulina de color azul yace depositada sobre el suelo de la habitación de Arthur, siendo coloreada por ceras amarillas y verdes, donde dejamos constancia de la importancia de la evolución del periodismo a través de los años junto a los nombres e instantáneas de figuras destacables. El profesor Nicholson nos ha pedido que elaboremos una cartulina donde recojamos todos esos datos, dejando a libre disposición la elección del compañero de trabajo.

Alzo la vista y miro al chico que se halla al otro extremo de la cartulina, inclinado hacia adelante, mirándome, suspirando ante la distancia que nos separa. Sonrío al sentir su mirada sobre mi persona.

—Se te van los ojos...

—También se me escapó el corazón del pecho y aquí sigo, fascinado contigo. Es como si cada vez que te mirara lo estuviera haciendo por primera vez.

—¿Cómo te sientes cuando me tienes a centímetros?

—Siento como una bola asciende por mi garganta y me impide articular palabra. Las manos me tiemblan y sudan, un cosquilleo se apodera de mi estómago. Es mirarte y sentir que me paralizo. Es tenerte a centímetros y que el corazón se me dispare. Así es como me siento teniéndote al lado— salvo la distancia que nos separa, pasando sobre la cartulina y acaricio su nuca—. ¿Cuál es tu teoría?

—A ver, déjame escuchar a tu corazón— palpo su pecho y acerco mi oreja como si pretendiera oír sus más profundos y ansiados deseos. Arthur no puede evitar esbozar una sonrisa—. Ajá. El diagnóstico es claro. Estás enamorado.

—Estoy enamorado de un ángel— acaricia mi mejilla con ternura y entreabre los labios, liberando su aliento cálido y mentolado que no tarda en rozar mis comisuras—. Has acertado.

—Tú corazón y yo nos entendemos muy bien.

—¿Y qué hay del tuyo? ¿qué dice él?

Deposito un beso casto en sus labios.

—No necesito preguntarle, sé la respuesta. Te quiero, Arthur, y no hay nada que pueda hacerme cambiar de parecer. Siempre vas a ocupar un lugar en mi corazón.

—Tú siempre formarás parte de mí.

Va a besarme cuando le pongo la mano en la cara y me pongo en pie. Arthur sonríe pícaramente y viene hacia mí para acogerme entre sus brazos. Salto sobre la cama, intentando huir de sus garras, riendo a carcajadas, hasta que él se apodera de mi cintura y me deja caer sobre el colchón. Ambos quedamos recostados, enfrentados, intercambiado una mirada cómplice.

—Eres preciosa.

—¿No estás ni un poquito ofendido por haberte privado de un beso?

—Pienso cobrarme ese beso y otros mil más.

Le doy con una almohada en la cara y él responde dándome con otra en el torso. Nos enzarzamos en una guerra de almohadas que se extiende por toda la habitación, durante la que caemos al suelo, rodamos por él por unos segundos, dejamos caer algunas pilas de ropa y acabamos de pintura hasta las cejas. Cuando el cansancio nos puede, terminamos boca arriba en el suelo, mirando el techo, mientras escuchamos la melodía de la radio de fondo y comemos alguna golosina.

—¿Nos vamos al parque de atracciones?

—Sí, pero antes déjame hacer algo.

—¿Qué?

—Cobrarme todos esos besos que me debes.

Se abalanza sobre mí y comienza a darme una sucesión de besos repartidos por toda la cara que me hacen soltar alguna que otra risita. Cuando finaliza me mira con avidez y me ayuda a ponerme en pie, básicamente él me levanta porque estoy en modo perezosa. Dejamos la habitación medianamente ordenada y la cartulina sobre la mesa, y luego nos marchamos cogidos de la mano.

—El festival está aquí cerca y he pensado que podríamos ir haciendo un poco de deporte.

—¿Deporte? ¿qué clase de deporte?

—Ir en bici— ante mi expresión de terror hace ademán de intervenir para tranquilizarme—. Tranquila, puedes ir sentada sobre el manillar mientras yo llevo la bici.

—Haber empezado por ahí. Casi me da un infarto.

Al salir me encuentro con una bicicleta de color turquesa esperándonos con los brazos abiertos, cosa que a mí me echa un poco para atrás. El deporte y yo somos incompatibles. Arthur me lleva hasta el medio de transporte y me ayuda a sentarme en mi correspondiente lugar. Luego él hace lo propio y pedalea, poniendo en movimiento la bicicleta. Salimos del campus de la facultad y nos perdemos por una carretera a buen ritmo.

—¡Mírame! ¡Soy como un pájaro! — grito, emocionada, extendiendo mis brazos y simulando emprender el vuelo, echando hacia atrás la cabeza para que la brisa acaricie mis mejillas—. ¡Aquí viene la reina del desastre!

Arthur suelta una carcajada.

—Eres un desastre muy bonito, el mejor que ha podido ocurrirme— continúa, girando hacia la derecha para adentrarse por una nueva calle, en cuyo final se alza la entrada a un parque de atracciones, en el que destaca una noria—. Ya hemos llegado, princesa.

Bajo de la bicicleta de un salto y me reúno con Arthur que se encarga de dejar a buen recaudo nuestro medio de transporte. Luego nos perdemos en el interior del festival, donde las personas vienen y van, charlando animadamente, compartiendo golosinas y vivencias. En primer lugar, hacemos una parada junto a un puesto para comprar un algodón de azúcar que compartimos sin reparo, siendo yo quien coge una mayor cantidad.

—¿Por dónde quieres empezar?

—¿Qué tal por la noria? — sugiero, encogiéndome de hombros—. Un poco de adrenalina para el cuerpo no viene nada mal.

—Vamos allá.

Le cojo de la mano y le llevo corriendo hasta la noria, abriéndome paso entre la multitud, asegurándome de sujetar su mano con fuerza para evitar perderle de vista. Esperamos pacientemente en la cola hasta que es nuestro turno y subimos a la atracción emocionados. Cuando cierran el compartimento en el que nos encontramos, palpo con una de mis manos el cristal y espero ver las increíbles vistas. A medida que vamos cogiendo altura, la ciudad se distingue con mayor nitidez, se abre ante nosotros como un mapa.

—Es increíble.

—Sí, lo es— dice a mis espaldas. Ladeo mi cuerpo en su dirección para dedicarle una de mis mejores sonrisas, pues sé que ese comentario es en cuanto a mí—. ¿Sabes? Desde pequeño le he tenido miedo a las alturas.

—Oh, madre mía. Te he hecho subir a la noria y tienes miedo a las alturas. Por favor, dime que no va a darte algún chungo aquí arriba o voy a ponerme como una loca.

—Tú me has ayudado a superar ese miedo. Tenía miedo a las alturas, sí, pero lo perdí después de caer enamorado de ti. Mack, tú me has cogido de la mano cuando estaba en plena caída. Yo te he salvado cuando creías caer en un abismo.

Le envuelvo con mis brazos, atrayéndole hacia mí con ternura, acariciando su nuca. Tenerlo entre mis brazos me hace sentir inmensamente grande y afortunada. Cuando me separo de él, Arthur se aferra a mi mandíbula y presiona un poco, sacándome morritos que no tarda en besar más tarde. En ese instante no importa nada más. Con él soy mi mejor versión, con él puedo ser yo misma.

Bajamos de la noria y vamos a una nueva atracción. Los coches locos es una de mis atracciones favoritas. De pequeña siempre solía tener pequeñas rencillas con mi hermano Luke. Jugábamos a policías y ladrones en ellos, mientras uno intentaba huir con el supuesto tesoro, otro pretendía darle caza mediante un golpe seco.

—Tengo experiencia en esto— presumo, guiñándole un ojo—. Vas a conocer a la reina de los coches locos.

—Que gane el mejor.

Subimos a nuestros correspondientes coches locos y nos incorporamos a la pista, abriéndonos paso entre el resto de los cochecitos que van de un lado a otro a una velocidad de vértigo. Busco con la mirada a mi próxima presa y voy directamente hacia él, girando al llegar al final de la pista para luego ir en su persecución. Arthur recibe un golpe por la parte trasera e instintivamente se inclina hacia adelante. Aplaude mi jugada y se dispone a incorporarse nuevamente a la conducción. Realiza una serie de estrategias para despistarme y, cuando quiero darme cuenta, un coche impacta contra el lateral derecho de mi vehículo, y otros dos colisionan por detrás y por delante. He quedado literalmente atrapada. Poco a poco el espacio va haciéndose más grande, de forma que consigo salir y nuevamente voy tras Arthur, dándole una buena dosis de golpes.

Termina el tiempo y yo recibo el título de ganadora. Salgo de la pista dando saltitos de alegría y aplaudiendo ante la divertida mirada de mi chico que se alegra de verme tan feliz. Salto a sus brazos, envolviendo su cintura con mis piernas y le lleno de besos la cara.

—He ganado— admito con orgullo—. ¿Cuál es mi premio?

Deposito un beso en mis labios.

—Ven, vamos a comernos unas hamburguesas y luego te daré tu premio.

—Jo, mira que te gusta hacerme esperar.

—La espera merecerá la pena.

Vamos a un bar y tomamos asiento en una mesa. Un camarero nos atiende a los pocos segundos. Hacemos un pedido de dos hamburguesas completas y dos Coca Cola. Mientras la comida viene, nos entretenemos haciendo figuras con la servilleta como grullas, barcos de papel, muñecos.

—Hoy es el gran día. Tengo que hacer un reportaje en directo y estoy de los nervios. A este ritmo, voy a quedarme sin uñas y sin pelo antes de que acabe el día.

—Tranquila, todo va a salir bien. Confío en tus capacidades y sé que vas a bordar ese reportaje. Solo respira, puedes con esto y más.

—Es que es mucha presión si te paras a pensarlo. ¿Qué pasa si se me cae un satélite en la cabeza mientras estoy en directo? ¿o si un pájaro decide llenarme la cabeza de cagadas? ¿y si me resbalo con el césped y me rompo la crisma?

—Lo del satélite lo veo difícil— bromea. Le doy un golpecito en el brazo—. Confía en que todo saldrá bien. Y si no es así, no pasa absolutamente nada, de los errores se aprende mucho más que de los aciertos.

—Empiezas a hablar como mi padre.

—¡Oye!

—Es broma, es broma. De todas formas, te advierto, que mi padre es un tío muy enrollado. Con decirte que me dio un maletín sexual para un viaje con el instituto...

Arthur se echa a reír.

—Podría interesarle esa oferta al director.

—Dios, no me recuerdes eso. Quiero eliminar de mi cabeza ese recuerdo tan perturbador. Por un momento pensé que se iba a bajar la bragueta.

—Vamos a dejar el tema antes de que empecemos a tener fantasías sexuales raras con él— en ese instante el camarero nos trae las hamburguesas y las bebidas y se marcha—. Qué buena pinta. Hoy nos vamos a poner las botas.

Una vez terminamos de almorzar, Arthur me lleva hasta una cafetería y me compra un pastel de manzana para mí solita. Y me lo zampo como si no hubiera un mañana. No importa que esté llena por la hamburguesa, ni que me estén entrando un poco de náuseas y me cueste incluso moverme, da igual todo porque igualmente me como entero el trozo de pastel.

—Apártate, creo que voy a reventar.

—Ven aquí— me coge en volante con ternura y acurruca mi cabeza en su pecho—. Te llevaré en brazos hasta la bicicleta.

—Eres mi príncipe azul, ¿eh?

—Algo así.

Volvemos a la bicicleta y, esta vez, el camino de regreso a la universidad se pasa prácticamente volando, aunque apuesta a que a Arthur se le debe haber hecho eterno. Hacer deporte después de comer no creo que sea compatible. Una vez en nuestro próximo destino, despido a Arthur con un beso en los labios y me atrevo a ir a mi residencia antes de reunirme con Jasmine. Voy hacia la zona de buzones y me percato de que tengo correo. Vuelvo sobre mis pasos y me acerco a los buzones. Abro el que me corresponde y extraigo una carta perfectamente doblada, perfumada con aroma a vainilla y de color rosada. Miro en la parte trasera y me sorprendo al ver que se trata de una invitación para acudir a una celebración que va a tener lugar en mi antiguo instituto, con la temática reencuentro.

—Joder. No, no. Estoy no puede estarme pasando.

—Por lo menos, a ti te llega correo— dice un chico con aspecto de friki a mi izquierda. ¿De dónde ha salido este chico? —. A mí siempre me llegan revistas de cotilleos o folletos de salud dental.

—Te aseguro que esto es mucho peor.

—¿Qué pasa? ¿es una fiesta tórrida o qué?

Meneo la cabeza, contrariada, y me separo un poco del estudiante. Camino de un lado a otro, pensando en las personas con las que me voy a encontrar en esa celebración. Allí estará todo el mundo, desde Dave, Tamara, Billy, Walter hasta Jaden O'Neill. No sé si estoy preparada emocionalmente para reencontrarme con rostros conocidos que en el pasado significaron mucho para mí. Hoy en día he perdido el contacto con casi todos mis compañeros. No sé si es buena idea acudir a esa fiesta. Tengo que pensarlo detenidamente, valorar los pros y los contras.

Guardo la carta nuevamente en el buzón y salgo con tal de reunirme con Jasmine. Ambas decidimos desplazarnos hasta nuestro próximo destino en una furgoneta en compañía de los cámaras y encargados del sonido.

—¿Te ha llegado la carta?

—Sí, y he vuelto a meterla en el buzón. No sé si es buena idea que vaya. Es más, creo que es una idea horrible, inviable.

—Yo también estoy pensando detenidamente si ir. Hay más contras que pros. No quiero encontrarme con las personas que me han dado la espalda, ni ver como todo el mundo se burla de mí. Tampoco tengo nada medianamente decente que ponerme. Y el único pro que encuentro es el reencuentro con compañeros que quizás no volvamos a ver, volver al instituto y sentir que aún estamos anclados a esa época, que formamos parte de algo importante.

—Ya, pero yo no sé si podré estar allí viendo a quienes consideraba mis mejores amigos, sin poder acercarme a abrazarles o preguntarle por cómo les va. Además, allí estará Jaden. Él es el problema número uno. No me apetece verle tan pronto. Las cosas entre nosotros no acabaron bien y no sé si estoy preparada para mantener una amistad con él.

—El instituto, menuda mierda.

El reportaje va a tener lugar junto a un estadio en el que va a jugar esta tarde el equipo de fútbol americano más reconocido y aplaudido esta temporada, ubicado junto a un campo donde yacen globos aerostáticos de todos los colores. Jasmine y yo grabaremos desde una distancia de aproximadamente cincuenta metros el paisaje.

—Ya hemos llegado— anunciado el cámara—. Os ubicaréis a unos metros del estadio para que el equipo pueda abrirse paso sin problemas entre la multitud.

—Estoy hiperventilando.

—Bajémonos y demostremos de lo que somos capaces— propone Jasmine con decisión—. Valemos para esto, hemos nacido para ser periodistas y es nuestra oportunidad de demostrarlo. Dejemos a todo el mundo con la boca abierta.

—Espera, voy a rezar un padre nuestro.

—Vamos.

Salgo de la furgoneta refunfuñado y temblando de pies a cabeza. Avanzo hacia la posición en la que debemos situarnos para comenzar el reportaje, colocándome a la izquierda de Jasmine. Estoy tan nerviosa que el papel que sostengo entre mis manos está húmedo por las esquinas arrugado. Tener a un equipo delante grabando cada gesto que hago no ayuda en nada.

—El equipo está llegando— anuncia el encargado del altavoz—. Ahí viene el autobús. Sería una gran idea comenzar ya con el reportaje.

—Vamos allá— continúa el cámara, preparando el material—. Tres, dos, uno. Estamos en directo.

—Buenos días, Portland. Hoy trataremos los detalles que formen parte de la llegada y posterior partido del equipo de esta temporada— Jasmine habla con naturalidad, algo que me sorprende gratamente, es como si llevase años haciendo esto—. Si os fijáis, por mi derecha está llegando el autobús en el que viaja el equipo. Hoy van a jugar un partido muy importante contra unos adversarios muy cualificados. Desde aquí le deseamos mucha suerte.

El cámara pasa a grabarme a mí.

—Hoy, además, vamos a tener la oportunidad de conocer un poco más el jugador estrella del equipo. Ha sido el quarterback más joven y valorado en la historia del fútbol. Sus jugadas son prácticamente perfectas según apunta la prensa internacional. Se trata de un jugador con gran experiencia, con capacidades innatas, que ha conseguido levantar al equipo y llevarlo hasta la final— esbozo una sonrisa y me desplazo unos pasos, siendo seguida por la cámara—. Como podéis ver, los jugadores están abandonando el autobús bajo la influencia de decenas de flashes. Cientos de fans acuden al estadio para ver el partido debutante de la temporada. Nadie quiere perderse la final.

—Hemos preparado una entrevista para el jugador estrella que no dejará indiferente a nadie. Dentro de unos contaremos con la posibilidad de conocer un poco más al quarterback. Mi compañera se encargará personalmente de descubrir de dónde procede su pasión por este deporte, así como sus planes futuros.

—La masa de personas se va dispersando para dejar paso a los jugadores. Podemos ver la equipación roja y blanca con el logo del equipo, con el nombre y el correspondiente número en sus espaldas. En primera fila destacamos a Phineas Gold, Vincent Claire, Adam Jones y Justin Sandler, los mejores defensas del equipo. Vemos que los miembros se van separando hasta formar un pasillo, recibiendo con aplausos y vítores al jugador estrella— aprecio al chico con camiseta blanca y roja que porta un casco bajo su brazo derecho que se abre paso hacia el final del pasillo, sonriendo como si se le fuera la vida en ello, alentando a sus compañeros.

En cuanto alcanza el final del pasillo humano y alza la vista, retirando parte de su cabello de su frente, soy capaz de reconocer esa cara. Sus ojos se encuentran con los míos por unos segundos que se me antojan eternos. Ninguno de los dos dice o hace nada, simplemente nos contemplamos desde la distancia, desenterrando recuerdos y sentimientos pasados.

—Jaden— susurro.

En ese instante siento que todo mi cuerpo se viene abajo y mis piernas flaquean. Me desplomo en el suelo, cayendo de lado, ante la fulminante mirada de las cámaras que me graban en directo. Jasmine se apresura a cortar el reportaje y a arrodillarse para ofrecerme su ayuda. Los integrantes del equipo técnico consiguen llevarme hasta una ambulancia cercana para medir mis constantes vitales.

—¿Qué ha pasado? — pregunto poco después, algo desorientada—. Me va a estallar la cabeza.

—Te has desmayado.

—Dime que no he perdido el conocimiento en pleno directo.

—Mejor que te enteres ahora a que lo hagas por los periódicos o televisión— añade Jasmine, ayudándome a ponerme en pie—. Eso sí que ha sido una mala jugada del destino. Con la gran cantidad de equipos de fútbol que hay en el mundo y precisamente te toca entrevistar a aquel en el que juega Jaden O'Neill. No sé si existe alguien en este planeta que tenga más mala suerte que tú. Creo que te llevas todas las papeletas.

—Así que estoy en boca de todo el mundo y Jaden me ha visto desplomarme. Podría haber sido peor, imagínate que me hubiera salido un enorme chichón en la cabeza.

Me echo a reír, pero Jasmine se mantiene en silencio.

—Dime que no me he hecho un chichón.

—Te has dado un golpe bastante fuerte en la cabeza. No te ha salido un chichón sino una señora hinchazón.

Palpo mi cabeza, localizando un enorme abultamiento que sobresale. Rápidamente dejo entrever una expresión de terror unida a una de preocupación y le lanzo una mirada de socorro a mi acompañante. Me bajo de la camilla a toda pastilla y busco por todos los estantes algo que ponerme para cubrir mi pequeño incidente. Doy con un cubo metálico y me cubro la cabeza con él.

—¿Qué se supone que estás haciendo?

—No puedo salir ahí y dejar que Jaden me reconozca. Lo que menos me apetece ahora mismo es tener un encuentro con él, así que pienso darme el piro antes de que mi cabeza se convierta en un enorme y monstruoso bulto.

—¿Y vas a salir con ese cubo en la cabeza?

—Este cubo, ahora mismo, es mi mejor opción.

—¿Has pensado en cómo vas a salir de aquí con un cubo en la cabeza? Si no te das la hostia del siglo antes, acabarás arrestada y acusada de terrorista.

—Ya han salido demasiadas cosas mal en el día. He cubierto mi cupo por hoy. No hay nada que pueda estropear más el día de mierda que llevo.

Jasmine sonríe.

—Tu vida es como una tragicomedia. Te sale todo tan mal que, por estadística, ya debería haberte tocado un premio gordo.

—Sí, la verdad es que esto no está pagado. Bueno, voy a salir de aquí antes de que alguien decida llevarme a un psiquiátrico.

Hago ademán de enfundar mi cabeza nuevamente en el cubo e ir hacia la salida de la ambulancia cuando me choco con la puerta de lleno y la cabeza me retumba. Jasmine suelta una carcajada a mis espaldas y se propone venir a echarme una mano.

—Joder, eso sí que no me lo esperaba— admito, aferrándome al cubo para ayudarlo a dejar de vibrar como un poseso—. Está todo controlado, no te preocupes. Será pan comido.

—No sé si será pan comido, pero lo que sí te has comido ya es la puerta. Anda, sal, intentaré desviar la atención.

—Te debo una— coloco mi mano sobre un objeto pensando que es el hombro de Jasmine—. Era un desfibrilador, ¿verdad?

—Sí.

Hago un gesto con mi dedo índice y salgo con ayuda de Jasmine. Mientras ella entretiene a la prensa dando unas noticias fueras de contexto, yo corro hacia la primera dirección que tomo, avanzando a trompicones, insegura, palpando con las manos el aire.

—¡Hacia la izquierda, hacia la izquierda! ¡vas directa a una farola!

Cambio el rumbo de mi marcha y continúo avanzando hacia el frente, sin saber hacia dónde me dirijo, confiando en que Jasmine me ayude a descubrirlo.

—¡Cuidado! ¡vas directa hacia una rampa!

—¿Hacia qué?

Resbalo con el barro, cayendo al césped para más tarde rodar por él colina abajo. Durante el trascurso de mi caído siento que esto no va a acabar nada bien. Me imagino de barro hasta las cejas, con la cabeza hecha un cristo con tantos golpes, vamos, hecha un cuadro. Espero que mi temida y absurda aventura no salga en todos los periódicos.

Una vez consigo ponerme en pie, escucho una voz masculina a mis espaldas que me lleva a echar a correr hacia la nada, en búsqueda de algún medio de transporte que pueda llevarme lejos.

—¿Mackenzie?

—Te has confundido. Yo voy al casting de Monstruos S.A.

Me encuentro por el camino con una enorme estructura a la que no dudo en subir sin pensármelo dos veces y, al parecer, mi acompañante también ha tenido la misma idea. Camino de un lado a otro del medio de transporte, moviéndome como una loca, haciendo hasta lo imposible por huir de sus intentos de quitarme el cubo de la cabeza. Entre una cosa y otra termino soltando algo, provocando que una sensación de vértigo nazca en mí.

La inesperada sensación provoca que me abalance hacia mi acompañante, quien me sujeta sin dudarlo unos segundos, a pesar de hallarse cerca del abismo. Unas manos se encargan de quitarme el cubo de la cabeza, descubriendo mi cabello castaño y cara y cabeza hecha un cuadro. Puedo sentir como el corazón me late con fuerza al encontrarme con los ojos de Jaden.

—¿Se puede saber qué hacías con un cubo en la cabeza, niña?

—¿Y tú qué haces siguiéndome?

—No todos los días se ve a alguien corriendo con un cubo en la cabeza. Cualquiera que tuviera dos dedos de frente se daría cuenta de que intentabas huir de mí.

—Si, es justamente lo que hacía. Quería poner kilómetros respecto a ti— espeto, enfrentando mi rostro al suyo con valentía—. No habría salido corriendo si no hubieses aparecido. Tú tienes la culpa.

—Yo no esperaba encontrarme contigo. Ni siquiera esperaba que lo primero que fueses a hacer nada más verme fuese salir corriendo.

—Tengo mis motivos.

—¿Y cuáles son esos motivos lo suficientemente buenos?

—No tengo porqué darte explicaciones. No voy a quedarme aquí contigo— anuncio, intentando descubrir dónde me encuentro—. Se acabó, it's over, cést fini, ¿lo pillas?

Jaden ríe ante mi postura.

—Si no querías estar conmigo, tendrías que haberlo pensado mejor antes de subirte a un globo aerostático conmigo.

—¿Que yo me he subido a esta cosa contigo? ¡pero si has sido tú el que ha venido hasta aquí! Mejor busco la forma de bajar de aquí antes de que tenga un brote psicótico.

—Suerte con ello. Yo no he montado en mi vida en un globo aerostático, y a menos que tú lo hayas hecho antes, estamos atrapados en medio de la nada, viajando sin rumbo.

—Esto no puede estar pasando. Tiene que ser una pesadilla— intento mentirme a mí misma para hacer esta situación más llevadera, caminando de un lado a otro, mientras me palpo la frente—. Es imposible. Yo no puedo estar en un maldito globo contigo. Esa posibilidad es de una entre un millón, no puedo tener tan mala suerte.

El quarterback contempla desde su posición las vistas que se alzan unos metros por debajo mientras suelta algún que otro suspiro ante la situación.

—Se suponía que tenía un partido importante que jugar.

—No, si ahora voy a ser la culpable de que te pierdas tu querido partido. Hubiese sido tan fácil como no seguirme. Si no lo hubieras hecho, no habría salido corriendo como una loca, ni me habría subido a este globo sin saber cómo bajar de él.

—Hacía mucho tiempo que no te veía y quise saludarte.

—¡Yo no quería que lo hicieses!

—¿Por qué? ¿a qué tienes tanto miedo? A fin de cuentas, nuestra historia llegó a su fin. ¿Cuántas posibilidades hay de que volvamos a encontrarnos y sigamos enamorados? Apuesto a que menos del uno por ciento.

—Irrumpes en mi vida y lo descolocas todo. Yo no quería eso, no lo quiero.

Jaden toma asiento en el suelo y apoya su espalda en la pequeña pared del compartimento. Yo también decido hacer lo propio, abrazándome a mí misma para protegerme del frío que hace a tal altitud e intentando evitar cruzar mirada. Aun así, no puedo privarme del deseo que volver a perderme en su perfil perfectamente modelado, en esos ojos en los que tantas veces me perdí, en esos labios gruesos en los que pequé en el pasado.

—¿Tienes algún plan?

—Estamos perdidos en la nada, a merced del viento. Hay tantos destinos posibles como granos de arena en la tierra.

—¿Y si utilizamos nuestros teléfonos?

—Aquí arriba no hay cobertura.

—Tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

—Daré con la forma de llevarte sana y salvo a casa, ¿vale? Pero necesito que estemos juntos en esto, que colabores conmigo. Tenemos que ser un equipo— se desprende de la chaqueta azul que lleva justo encima de la camiseta del equipo y me la echa por encima con tal de ayudarme a conservar el calor—. Por lo que sé, la combustión de propano líquido origina el aire caliente que contiene la propia bolsa de nylon que forma del globo. El aumento del calor debe hacer que el globo suba y, el efecto contrario, hará que descienda.

Le miro asombrada por su razonamiento, dirigiendo posteriormente mi mirar hacia la llama que se encuentra prendida en la parte superior del globo. El cielo cada vez está más nublado y el sonido característico de la tormenta procede a manifestarse cada poco minuto, haciéndome estremecer ante la idea de estar en un globo, deambulando sin destino fijado, amenazado por una fuerte tormenta. Las cosas van de mal en peor y, espera, que puede que hasta empeoren.

—Parece que va a llover— Jaden me mira de soslayo, como si pretendiera ver mi reacción al oírle decir aquella expresión que utilizábamos para decirnos te quiero. Intento mantenerme indiferente, aunque mi cuerpo reacciona totalmente distinto. Mis mejillas se sonrojan y mis ojos brillan, incluso mi corazón ha decidido latir con fuerza ante los recuerdos que se presentan en mi mente—. Tenemos que hacer descender el globo y bajar de él antes de que la tormenta se desate.

—Hagámoslo.

—Espera— se aferra a mi antebrazo cuando me propongo dar con la forma de bajar del globo—. Tenemos que ir con cuidado. Nos hemos desplazado hasta una zona de montaña. Las corrientes de aire podrían llevarnos a impactar contra algún saliente.

—Si no reaccionamos, la lluvia podría apagar la llama y adivina qué, caeríamos en picado. No sé tú, pero yo no tengo especial ilusión en morir aplastada por un globo.

—No vas a morir.

—Siento no poder confiar en ti como solía hacerlo. Tengo miedo y está justificado. Estoy deambulando en un globo bajo la amenaza de una tormenta. Estoy aterrada y eso está bien. Me demuestra que soy humana.

Se acerca a mí y se aferra a mi rostro sin ningún pudor, robándome mis ojos que, en este momento, le pertenecen por completo. Ni siquiera puedo poner una denuncia por ello. Siento la necesidad de dar con la forma de escapar de ese callejón sin salida en el que, sin ninguna duda, me gustaría quedarme a vivir. Sus ojos me hipnotizan hasta el punto de sentir que la gravedad me abandona. Él es quien me sujeta, no Solo físicamente sino también emocionalmente. Una parte de mí, sin saber cuán grande es, continúa manteniendo fuertes lazos afectivos hacia el quarterback. Y eso me asusta.

—No es malo tener miedo. Sé que estás asustada y que no tienes motivos para confiar en mí, pero créeme cuando te digo que no dejaré que te pase nada.

—¿Por qué?

—Porque me siento muy protector cuando se trata de ti. Y, aunque nada nos una, hubo un tiempo atrás en el que fuimos un nosotros, en el que fuiste alguien importante para mí. Puede que ya nada exista de ese pasado, pero aun así quiero verte bien, feliz.

—No lo hagas. Eso solo lo complicará todo.

Aparto sus manos de mi rostro y le doy la espalda, enfrentándome a la estructura rígida que me separa de una caída de varios metros, y me dedico a contemplar las cimas de las montañas que conforman el paisaje, envueltas en una espesa niebla que se asemeja al color del cielo encapotado. Jaden hace exactamente lo mismo que yo, enfrentando su espalda a la mía. Pienso en esta aventura que nos está tocando vivir, en el destino que se ha empeñado en que nuestros caminos vuelvan a cruzarse, y me pregunto si se tratará de una lección por aprender o de un cambio inesperado en mi vida.

Nos perdemos en un paisaje montañoso y gris, en un globo adornado con todos los colores del arcoíris, comenzando una aventura que no sabemos qué nos deparará. Hasta entonces, seré dueña de mis propios sentimientos y me guiaré por mis convicciones.

Por un momento, mis cimientos se tambalean y temo no saber qué es lo que quiero. La llegada de Jaden a mi vida ha traído consigo todo un abanico de posibilidades, recuperando sentimientos y recuerdos que creía olvidados hacia bastante tiempo. Solo espero descubrir qué desea realmente mi corazón antes de que sea demasiado tarde, antes de que alguien salga herido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top