Capítulo 22
Respira, tranquila. Solo tienes que llamar, preguntar por Tamara y disculparte desde el corazón, haciéndole saber que no vas a dejar de intentar arreglar aquello que nos une. Estoy poniendo toda mi alma y esperanza en este intento, solo espero que valga la pena porque, de lo contrario, no sé qué sería de mí de ahí en adelante.
Pensar en positivo, esa es la actitud. Así que voy a aferrarme con todas mis fuerzas a la posibilidad de volver a recuperar la amistad con mi mejor amiga, creeré que es posible, que los lazos que nos unen son más resistentes que aquellos males que amenazan con distanciarnos. Todo saldrá bien. Somos mejores amigas desde que éramos dos mocosas. Algo tan mágico como lo que tenemos no puede acabar de la noche a la mañana, el amor no puede morir.
Vamos. Vamos. Ya casi lo tengo. Solo he de dar el último paso y habré alcanzado la meta.
Doy un paso hacia el frente y llamo con los nudillos a la puerta de la casa de la pelirroja, evitando no parecer desesperada por ser recibida. Esbozo una de mis mejores sonrisas y le dedico una última mirada al algodón de azúcar de color rosa que poseo en mi mano derecho. Ese es el ingrediente mágico. Nuestra amistad se fortaleció más si cabe a partir de ese pequeño dulce que compartíamos en el pasado.
La madre de Tamara abre y me mira sorprendida, como si no esperase mi visita, pero la desease con todas sus fuerzas.
—Señora Parker— saludo con nerviosismo—. ¿Está Tamara en casa?
—Sí. Está en su habitación. ¿Quieres que la llame?
—Me haría un gran favor. Necesito hablar de algo importante con ella...— bajo la cabeza y me esfuerzo en ocultar mi malestar emocional—. No he hecho las cosas bien y eso me mantiene en un sin vivir. Todo lo que quiero es arreglar lo que he hecho mal, si aún no es tarde.
—No sé qué ha pasado entre vosotras, pero estoy segura de que este no es el fin de vuestra amistad. Juntas conseguiréis salvar este bache.
—Ese es el problema. No sé si aún estamos juntas...
La madre de Tamara coloca su mano en mi hombro y me sonríe para levantarme el ánimo. Le devuelvo el gesto en cuanto puedo, aun estando totalmente devastada por dentro. La señora Parker me da la espalda y va hacia los pies de una escalera.
—Tamara, hay alguien que quiere verte— informa a plena voz—. No tardará en bajar. Últimamente se pasa la mayor parte del tiempo encerrada en su habitación.
—¿Quién es...?
La pelirroja se detiene en la cima de la escalera y me mira sin saber muy bien qué decir o cómo actuar. Parece cohibida y al mismo tiempo fastidiaba de verme nuevamente allí, intentando arreglar aquel mal que yo misma decidí causar. Baja los peldaños a buen ritmo y acude a mi posición. Una vez se encuentra ante mí se cruza de brazos y me mira con seriedad.
—¿Qué quieres?
—Intento remediar lo que hice. No sabes cuánto me arrepiento de haberte hecho daño. Vivo un infierno desde que no me diriges la palabra o me miras. Me siento como si fuese un monstruo, alguien que ha hecho algo tan horrible que merece ser castigada— los ojos se me encharcan de inmediato—. No sé qué más hacer para conseguir que me perdones. Lo estoy intentando todo, sin obtener resultado. Quiero decir que seguiré intentándolo, pero duele tanto que no sé si seré capaz de soportarlo. Te quiero, Tamara, esa es la verdad, y me encantaría que las cosas se solucionasen entre nosotras. Pero no puedo hacer nada más, solo esperar que algún día puedas llegar a perdonarme— la señora Parker intercambia una profunda mirada con su hija—. Dime qué debo hacer, así no avanzaré a tientas. Solo dime si vale la pena el esfuerzo o si, por el contrario, debería decir adiós.
Aprieta la mandíbula y pestañea un par de veces para evitar que las lágrimas que se están apoderando de sus ojos rueden por sus mejillas. No quiero mostrar cuanto le está afectado esta separación. Yo, sin embargo, no puedo ocultar el dolor que siento.
—Vete a casa, Mackenzie.
Coge el algodón de azúcar que sostengo en una de mis manos y a continuación se hace con el paragüero situado junto a la entrada. Lanza el dulce en su interior sin ningún pudor, sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento. Tiene claras sus ideas. Sabe qué hacer ante esta situación. Ella ha decidido hace tiempo, ya no hay nada que pueda hacer. Se ha acabado. He de decir adiós con el corazón roto y el alma deshilachada, por mucho que me duele, por mucho que me niegue.
No es fácil, pero he dejarle marchar. Le daré mis alas y le ayudaré a emprender el vuelo, si es realmente lo que dicta su corazón. Solo puedo desear que le vaya bien y que encuentre la felicidad que tanto merece experimentar.
—Lo siento— añade la señora Parker—. Si quieres, puedo intentar hablar con ella. Tal vez consiga que cambie de parecer.
—No— niego con la cabeza y me muerdo el labio inferior, sintiendo como las lágrimas escapan de mis ojos y se deslizan por mis mejillas frenéticamente—. Ella ha tomado una decisión y debo respetarla por mucho que me duela.
—Pero...
—Gracias por todo.
Doy media vuelta y me marcho de allí con el corazón en un puño, un nudo en la garganta y un sin fin de pensamientos acompañados de emociones apoderándose de mi ser por completo. Camino sin rumbo por la acera, sintiendo como el mundo se me cae a pedazos, como todo a mi alrededor pierde sentido, como lo colorido se vuelve oscuridad. Estoy desolada. Ni siquiera tengo fuerzas para caminar, para empezar de cero como se debe hacer. No estoy preparada para cerrar una etapa y decir adiós a alguien especial. Jamás podré desentenderme de todos los recuerdos vividos junto a Tamara Parker. Ella siempre va a ser mi mejor amiga, sin importar qué pueda suceder. Siempre reinará en mí.
No sé durante cuánto tiempo he caminado ni porqué he acabado en mi habitación, arrancando fotos de Tamara y mías de un tablón de corcho, lanzándolas a mis espaldas mientras lloro desconsoladamente, rompiendo algunas de ellas con ambas manos, cortando otras por la mitad, dejando únicamente a la vista mi propia persona. Estoy tan triste y al mismo tiempo furiosa que siento la necesidad de hacer desaparecer todo cuanto me une a la pelirroja para empezar a curar heridas.
Luke entra en la habitación, mientras mi padre yace bajo el marco de la puerta, con expresión desolada, intentando ocultar el poderoso dolor que siente al verme totalmente destrozada. Mi hermano se acerca a mí, envolviéndome por la cintura desde atrás, apartándome de la pared de la que aún penden algunas instantáneas. Intento forcejear con tal de liberarme, pero él no lo permite. Me lleva hasta la cama, toma asiento a mi vera y me envuelve con fuerzas, luchando contra mis impulsos por alejarme.
Mis fuerzas flaquean y me veo arrastrada por los gestos afectivos de Luke, quien me envuelve con sus fuertes brazos y me atrae a su pecho para invitarme a llorar en él, mientras hace todo lo posible por dar con la forma de reparar mi corazón roto. Aferro mis manos a su camiseta, encerrando parte de la tela en mis puños, y lloro como si no hubiera un mañana, sin importar mostrarme vulnerable. He callado tantos sentimientos que he llegado a estallar, salpicando a quienes me rodean.
—Duele...— balbuceo con un hilo de voz. Respiro de forma agitada y suelto un sollozo—. Duele mucho, tanto que siento que no podré soportarlo.
—Sé cuánto duele— prosigue Luke, estrechándome con fuerza entre sus brazos y repartiendo besos por mi coronilla para intentar tranquilizarme—. He estado viviendo en un infierno desde que papá y mamá se separaron. Y ahora, todo ese rollo de la boda me está afectando. Duele ver como mi familia se distancia de a poco. Tú me enseñaste a ver el lado bueno de las cosas, me ayudaste cuando estaba en plena caída y yo pienso hacer lo mismo contigo. Quizás ahora no seas capaz de verlo, pero existe un futuro feliz para ti más allá del dolor. Solo te llevará tiempo descubrirlo— acaricia mi cabello con ternura—. No estarás triste para siempre. Yo no lo permitiré. Te dolerá y habrá días que pienses en tirar la toalla, pero al final, descubrirás que hay luz tras la oscuridad. Yo te ayudaré a encontrarla.
Bill entra en la habitación y toma asiento a mi derecha. Acaricia mi espalda en sendas ocasiones, sin decir una sola palabra, simplemente se queda ahí, en silencio, compartiendo mi dolor. Termino tan cansada que no puedo evitar quedarme dormida sobre el colchón junto con mis acompañantes y, aunque no dormimos cómodos, sí arropados los unos por los otros, y eso me da la vida, esa que siento que me falta.
Cuando despierto descubro que me encuentro a solas en la cama, arropada por una manta naranja adornada por algunas fotografías en las que aparece la pelirroja sonriendo, mientras la otra parte de las instantáneas están en el suelo, rotas a pedazos. Bajo de la cama de un salto y me arrodillo en el suelo, recogiendo las fotografías e intentando arreglarlas con un poco de celo.
Guardo todas las imágenes en una caja de cartón junto con algunas prendas y regalos que pertenecieron a mi mejor amiga, empaquetando todos los recuerdos para más tarde abandonarlos bajo la cama. Una vez termino me desplazo hacia la entrada al dormitorio y contemplo la estancia algo más vacía, falta de recuerdos que marcaron mi vida. Una parte de mi existencia ha desaparecido, como si nunca hubiese existido.
Cierro la puerta de la habitación y voy hacia las escaleras. Tengo pensado salir a tomar el aire para despejar mi mente cuando recibo un mensaje por parte de Jaden, donde me pide que salgamos a tomar algo a una bolera cercana. Es un buen plan. Me vendrá bien salir y divertirme, olvidarme de todo por un rato y, simplemente, ser una adolescente que sale y disfruta de una quedada. Sin embargo, la adolescencia es más complicada que eso. Cada uno sobrevive a ella como puede.
En cuanto veo al chico del que estoy perdidamente enamorada junto a su moto, esperándome cerca de la entrada a la bolera, con una amplia sonrisa capaz de hacer desaparecer mis demonios, emprendo una carrera hacia él, salto a sus brazos y le envuelvo con mis piernas. Él me sostiene, eufórico, y besa mis labios apasionadamente, como si me hubiera echado de menos toda una vida. Una vez me baja al suelo, se aferra a mi rostro y me mira detenidamente.
—¿Has estado llorando?
—Sí— confieso avergonzada. Los ojos hinchados de tanto llorar no son fáciles de ocultar, mucho menos el brillo que suele vivir en mis pupilas que, por hora, ha desaparecido—. Me siento devastada, pero, cuando estoy contigo, todo es mejor. Soy feliz, me olvido de todo por unos instantes, es todo cuanto necesito, tenerte cerca.
—Esta noche quiero que sonrías tanto que te duela la boca— sugiere, curvando sus labios en una perfecta e inmaculada sonrisa—. Sonríe ampliamente y deja en evidencia a todas esas estrellas del cielo. Tú brillas mucho más que todas ellas juntas.
—Me gusta cuando te pones en plan Bécquer.
—¿Te parezco atractivo así?
Sonríe pícaramente.
—Nah, sigues siendo insoportable.
—Mentirosa— me coge en brazos, ubicándome en su hombro, con la cabeza boca abajo. Río con ganas, sorprendiéndome al escucharme siendo tan feliz. Siento que ha pasado una eternidad desde la última vez que sonreí de verdad—. Este insoportable va a ganarte en los bolos.
—Ya te gustaría. Soy la reina del desastre. Puedo, perfectamente, derrumbar varios bolos sin pretenderlo siquiera.
—En ese caso, necesitaré clases.
Me burlo de él sacándole la lengua. En cuanto vuelvo a estar en tierra firme voy hacia un pequeño banco para calzarme los zapatos adecuados y luego voy directa a coger una bola roja. Mientras Jaden observa mi jugada unos pasos por detrás, yo me sitúo en el inicio de la pista, con la esfera a escasos centímetros de mi rostro, cogiendo aire a la par que pienso en una estrategia.
—Allá voy.
Lanzo la bola que se desliza por la pista por escasos segundos, ya que se desvía hacia un lado y cae al vacío, dejando constancia de una de las peores jugadas de la historia. Jaden se muerde el labio a mis espaldas para reprimir una sonrisa.
—Solo estaba entrenando— justifico, cogiendo una bola de color azul—. Ahora vas a ver lo profesional que puedo llegar a ser.
Esta vez, la cosa va peor, si cabe. Ya que alguien me empuja sin querer cuando voy a lanzar la pelota, de forma que sale volando e impacta contra el marcador, provocando un fallo eléctrico. Abro la boca y empiezo a soltar lo más grande por ella. Jaden hace ademán de venir hacia mí cuando dejo caer el peso de mi cuerpo un estante donde descansan pelotas que se derrumba ante mi peso, de forma que todas ellas ruedan por el suelo, alertando a la multitud que corre de un lado a otro. Un señor con varios kilos de más se tropieza con una de ellas y cae hacia el suelo, dándose el tortazo del siglo.
—Creo que me he roto la columna— dice por lo bajo, intentando reponerse. Un grupo de personas tiene que acudir a él para ayudarle a levantarse, ya que su excesivo peso corporal le impide hacerlo por sí mismo—. Espero que para ir al cielo venga alguien a recogerme.
—Ese hombre es el rey del drama— suelto sin pensar, riéndome a carcajadas—. Espero que todo este destrozo no tengamos que pagarlo de nuestro bolsillo porque estoy más tiesa que una mojama.
—Salgamos de aquí antes de que ese señor nos haga pagarle su operación de espalda— propone Jaden, cogiéndome de la mano e invitándome a emprender una carrera hacia el exterior. Una vez estamos al aire libre, bajo el cielo nocturno, reímos al unísono de la situación tan extraña en la que nos hemos visto envueltos—. Voy a repostar comestible. Ahora vuelvo.
Deposito un beso casto en sus labios.
—Ten cuidado en la gasolinera. Hay muchas personas que podrían sentirse atraídas por ti y lo último que queremos es que la gasolinera estalle por un descuido.
—No me importa quién se fije en mí. Yo solo tengo ojos para ti.
—Ve, anda. Y no tardes. No se me da bien echarte de menos.
Sonríe y se marcha hacia la gasolinera situada a apenas a unos metros caminando, llevando consigo la moto ubicada a su lado. Mientras él se pierde en la oscuridad de la noche, me tomo la libertad de apreciar la bolera que se alza a mis espaldas con el fin de estar al tanto de las medidas que se toman a partir de lo ocurrido en su interior.
Una chica pelirroja sale del recinto acompañada de tres personas que causan en mí un efecto lejos de ser positivo. Jasmine echa hacia atrás su cabello de forma seductora y mira hacia el frente esbozando una de sus mejores sonrisas, mientras Stacey se pinta los labios con ayuda de un espejito de mano y Li mantiene enlazado su brazo con el de Tamara. No me puedo creer que esto esté pasando. Tamara considera a esas brujas sus amigas por haberle abierto los ojos.
La pelirroja me mira una milésima de segundo y luego me ignora por completo. Li le invita a poner distancia entre ambas, conduciéndola hacia el coche en el que han venido. Stacey le indica a Jasmine mi presencia y le hace un comentario al respecto que no logro escuchar. La rubia se reúne con sus amigas, dejando a la líder del trío a solas, caminando hacia mí con paso decidido.
Intento, con todas mis fuerzas, no liarme a mamporros con ella. Jasmine se detiene ante mí y me repasa con la mirada detenidamente.
—Mackenzie— dice con un fingido entusiasmo—. ¿Has venido sola?
—Estoy con Jaden. Él está en la gasolinera.
—Es una suerte que Tamara no te haya visto en su compañía. Ya están las cosas bastante tensas entre vosotras, ¿no crees?
—¿Qué quieres? — pregunto un poco borde—. Apuesto a que tienes millones de cosas mejores que hacer que estar aquí hablando conmigo. Así que, por qué no haces el favor de decirme qué quieres, y así evitamos tener que compartir el mismo espacio más tiempo del debido.
Fuerza una sonrisa.
—Siento que estés tan enfadada conmigo. A fin de cuentas, yo lo único que hice fue abrirle los ojos a tu pobre amiga. La tenías muy engañada y eso no está bien— enarco ambas cejas y miro en otra dirección para evitar abalanzarme sobre ella y actuar como una auténtica loca—. Creo que es hora de abrirte los ojos a ti también.
—¿No te ha bastado con destrozar una amistad?
—Estoy haciéndote un favor. Tú también estás viviendo en una mentira. Depende de ti seguir estando en ella o no. Tú decides.
—Adelante. Di lo que tengas que decir. Nada va a poder cambiar mi forma de ver las cosas, ni mis sentimientos.
Coge aire antes de hablar y me mira.
—No sé si lo sabes, pero Jaden tiene un hermano. Él nunca te ha hablado de él, ¿verdad? Jaden siempre ha sido a su lado el chico sin mérito. Todo cuanto conseguía su hermano era aplaudido y en cuanto a él, absolutamente nada. Eso le ha llevado a querer esforzarse por ser alguien mejor. Él siempre ha vivido a la sombra de su hermano y, ahora que tiene la oportunidad de brillar como deportista, quiere aprovecharla. Y déjame decirte que ni tú ni nadie va a frenarle— explica con superioridad—. No te lo dijo, ¿verdad? Supongo que, a fin de cuentas, no serás tan importante para él.
—¡Tú no sabes nada! — grito, enfurecida.
—¿A caso tú sí? ¿sabes que Jaden ha estado viéndose a escondidas con su exnovia? ¿y que han compartido más que palabras amigables?
Me quedo sin palabras al oírle decir eso.
—Él no me dijo que hubiese tenido novia.
—Eso es porque la cosa no acabó muy bien. Digamos que ella se terminó enrollando con uno de los amigos de Jaden. Debe dolerle hablar del tema e incluso enfadarle.
—¿Cómo sabes todo esto?
—He estado siguiéndole. Necesitaba algo que me confirmara que no todo podía ser de color de rosa. Y adivina qué, descubrí que hay mucha oscuridad en torno a vuestra relación. Sí, como oyes. Tal vez, a fin de cuentas, no seas tan especial.
Trago saliva para hacer desaparecer el nudo de mi garganta.
—Estás mintiéndome.
—Yo también quise creerlo. Pensé que Jaden era diferente. Al final ha resultado ser una decepción más. Como suele decirse, el chico equivocado, el príncipe desteñido.
—¿Cómo sé que dices la verdad?
—Aquí tienes.
Me hace entrega de una serie de instantáneas en las que se puede apreciar a Jaden con una chica rubia caminando por una avenida rodeada de árboles, charlando animadamente, compartiendo risas, mostrándose cercanos el uno con el otro. En otra imagen están sentados en un banco de madera, acurrucados. En la última están de pie, con las manos enlazadas, dándose un beso.
Siento como los pulmones me arden como consecuencia de la falta de oxígeno y las lágrimas recurren a mis ojos a una velocidad de vértigo. El corazón me late con fuerza, amenazando con salirme por la boca en cualquier momento. Las lágrimas caen al vacío, impactando contra la fotografía donde ambos jóvenes se besan románticamente.
—Te ha revelado la verdad. Ahora, toma una decisión.
Jasmine se marcha junto con sus amigas. Antes de que el coche desaparezca por la carretera intercambio una mirada con la pelirroja, quien me mira desde los asientos traseros, a través del cristal posterior. Intento reponerme del duro golpe que acaba de darme la vida, haciendo todo lo posible por no estallar en medio de la noche, salpicando a quienes me rodean. Ahora estoy sola. El motivo de mi felicidad se ha esfumado con la rapidez con la que se consume un cigarrillo. Ya no me queda nada.
—Ya estoy de vuelta— cierro los ojos con fuerza al oír su voz de nuevo—. ¿Vamos a casa?
—¿Qué casa? — inquiero, dándome media vuelta y salvando la distancia que nos separa a buen ritmo hasta quedar separada de él por escasos centímetros—. Te consideraba mi hogar. Acabo de descubrir que nunca lo fuiste.
—¿De qué estás hablando?
Le estampo las fotografías en el pecho.
—Qué vas a decir al respecto, ¿eh? ¿Que no es lo que parece? Porque yo creo que no hay nada más que decir, todo ha quedado muy claro.
—Mack, puedo explicártelo. Lo entenderás si me dejas expresarme...
—¡No me llames Mack! — rujo con todas mis fuerzas, retrocediendo un paso—. No hay nada que pueda arreglar esto. Maldita sea. Confié en ti, te quise con todo mi corazón, te di lo mejor de mí, y tú en vez de cuidarlo y valorarlo, te has limitado a jugar con mis sentimientos. Yo solo he sido una distracción para ti, una más en tu vida. Nunca he sido nada.
—Eso no es verdad— rebate, desesperado—. Tú lo eres todo para mí, Mackenzie. Yo jamás he jugado contigo, ¿cómo puedes pensar eso de mí?
—¡Es lo que aparentas! — la voz se me quiebra por el llanto—. ¿Qué explicación puede ser lo suficientemente bueno como para justificar un beso?
Baja la mirada y aprieta la mandíbula.
—Te aseguro que pensarás diferente si me dejas explicártelo.
—¡No! No quiero oír más mentiras— recorro con la mirada todo cuanto me rodea y, por un momento, siento que la cabeza me da vueltas y mi ser se viene abajo anímicamente—. Ya no sé quién eres. No sé si eres el chico que se metía conmigo siempre que tenía ocasión, o el anónimo que me escribía para sacarme una sonrisa desde la distancia, o el quarterback que decía quererme. ¡¿Quién demonios eres?! ¿eh? ¡dime!
Le doy un empujón y él retrocede, abatido.
—¡Dímelo de una vez!
—Soy yo...— susurra, encogiéndose de hombros, con las lágrimas abandonando sus ojos—. Siempre lo he sido.
—No te creo.
—Mackenzie, por favor, soy yo.
Niego con la cabeza, evitando mirarle. Duele demasiado.
—Duda de mí, si quieres, pero no de mis sentimientos.
—Una mentira pone en duda todas las verdades— confieso con más frialdad de la que me hubiera gustado mostrar—. Yo no puedo seguir con esto. No después de saber lo que sé.
—¿Quieres que esto acabe?
—Me has hecho daño, más del que soy capaz de expresar. Yo no puedo hacer esto. No puedo estar a tu lado— abre la boca para rebatir, pero le corto—. No quiero que me hables, ni que me escribas, ni que hagas por verme. No quiero saber nada de ti nunca más. Aléjate de mí todo lo que puedas, por favor, no me hagas más daño. Duele demasiado tenerte cerca.
Alza una mano para acariciar mi mejilla, pero ladeo la cabeza, dejando su intento en un mero amago. Baja su brazo y suspira profundamente, dolido por lo sucedido. Cierro los ojos con fuerzas y aprieto los labios, intentando acallar mis sollozos y mantener bajo control mis lágrimas. Jaden me mira con el dolor reflejado en sus pupilas, contemplándome como si fuese lo mejor que le ha sucedido en la vida.
—Hasta siempre, Jaden.
—No te vayas— suplica con la voz rota por el dolor—. Tú eres mi mundo.
—Ya no más.
Doy media vuelta y me marcho de allí con el corazón destrozado y las ilusiones hechas trizas. La felicidad se aleja de mí a una velocidad vertiginosa y apuesto a que tardará en volver. Un corazón no puede sanar de la noche a la mañana. Se trata de una cuestión de tiempo. Por primera vez soy capaz de sentirme como Tamara ante la traición. Comprendo su postura y su decisión. Si fuese ella, también habría puesto distancia entre ambas.
A veces, ser egoísta, puede ser lo mejor para uno mismo.
Entro a las apuradas en casa, subo las escaleras lo más rápido que soy capaz y me encierro en mi habitación bajo la mirada preocupada de quienes conviven conmigo. Salvo la distancia que me separa de la cama y me acuesto boca arriba en ella, aferrándome a un cojín y aproximándolo a mi pecho. Lloro sin pensamiento de dejar de hacerlo algún día, descargando todo lo que llevo dentro. Y cuando las lágrimas escasean, me pongo en pie y comienzo a destruir mi habitación, golpeando las paredes, lanzando cosas de un lado a otro, gritando de rabia, suplicando porque todo este dolor desaparezca.
Armo tanto jaleo que Bill y Luke acuden en mi búsqueda, pero, al haber echado el cerrojo, no pueden acceder a mí, de forma que se limitan a golpear la puerta y pedir que le abra. Yo, sin embargo, no cedo a sus peticiones. Únicamente me dedico a sentarme en el suelo, con las piernas flexionadas, próximas a mi pecho, y con las manos sosteniendo mi cabeza.
Bill echa abajo la puerta de un golpe con el cuerpo y entra a las apuradas. Al verme en pleno ataque de ansiedad viene hacia mí y me acoge entre sus brazos, haciendo hasta lo imposible por consolarme. Luke intenta entender cómo me siento, aceptando mi silencio. Me gustaría explicar qué ha sucedido y hablar acerca de cómo me siento, pero ahora mismo dudo que me salgan las palabras.
Entre los dos consiguen incorporarme y llevarme hacia la cama para ayudarme a recuperarme del ataque de ansiedad que me engulle por momentos. Yo, simplemente, me dejo vencer por el dolor.
Amanece pasadas unas horas. El sol ilumina mi rostro demacrado por el llanto. Llevo casi toda la noche sentada en una silla, encogida, mirando a través de una ventana como las nubes se desplazan en una dirección y otra del cielo, como los niños juegan al balón prisionero en el exterior y las parejas salen a la calle a comerse el mundo cogidas de las manos.
Miro la escena sin ver, ya que mis pensamientos están a kilómetros de allí. Concretamente, mi mente está en el aeropuerto junto con Jaden O'Neill, quien va a coger un vuelo hacia Canadá para comenzar a construir el futuro con el que sueña desde que es niño. Siempre pensé que estaría a su lado para despedirle y dadle mis más sinceros ánimos. Sin embargo, nada está saliendo según lo previsto. Nuestro amor no va a llegar a buen puerto, yo no estaré allí para despedirle, ni para recordarle cuánto le quiero u cuan orgullosa estoy de él.
—¿Cómo estás? — pregunta mi padre a mis espaldas—. Anoche me preocupaste. Estabas tan mal que temí por ti.
—No quieres saber cómo estoy, créeme. No será fácil de asumir que tu hija esté tan abatida que ni siquiera le quede fuerzas para pelear.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar?
—Hay tantas cosas que me gustaría decirte. Pero sé que, si lo hiciera, me rompería en mil pedazos y no sé si sería capaz de recuperarme.
Asiente una sola vez.
—No sé qué ha sucedido entre ese chico y tú— comienza a decir— pero creo que deberías probar a hablar con él, no sé, dale la posibilidad de expresarse. Recuerda cómo te sentiste cuando Tamara no quiso darte esa oportunidad— viene hacia mí y coloca su mano en mi hombro derecho—. No dejes que se vaya sin decirle aquello que tienes que decir o los silencios te harán ruido toda la vida.
—Tienes razón. He sido tan egoísta que ni siquiera le he dado la posibilidad de expresarse. Sé cómo se siente uno cuando recibe ese rechazo. Conozco esa sensación— me bajo de la silla de un salto y voy hacia mi padre para darle un fuerte abrazo—. Gracias por estar ahí.
—¿Adónde vas?
Salgo corriendo hacia la puerta, pero antes de salir por ella, doy media y le dedico una última mirada a mi progenitor.
—A evitar cometer el mayor error de mi vida.
Abandono mi hogar, cojo el coche de mi padre y conduzco hacia el aeropuerto a pesar de no tener mucha experiencia en cuanto a la conducción. Piso el acelerador todo cuanto puedo y me pierdo en el horizonte de la carretera a gran velocidad, levantando una nube de polvo a mis espaldas. Durante el trayecto de casa hasta el aeropuerto no puedo evitar darle vueltas a todo lo sucedido recientemente, así como a aquello que voy a hacer a continuación. No sé qué voy a decir o hacer. Lo único que sé con certeza es que quiero llegar allí y buscar a Jaden.
Aparco de cualquier forma frente el aeropuerto y entro en el interior de la estructura oyendo el claxon de algunos coches que intentan avanzar por la carretera. Ignoro las quejas y emprendo una carrera hacia el mostrador donde atiende una chica. No me importa lo más mínimo colarme en primera fila, ni los abucheos por parte de los pasajeros.
—¿Cuándo sale el vuelo hacia Canadá?
—Han cerrado ya el acceso al avión. Está a punto de despejar.
—¡Joder! — doy un manotazo en el mostrador—. ¿Sabe si ha subido un pasajero que recibe el nombre de Jaden O'Neill?
—Déjeme que lo revise— teclea en su ordenador varias veces y luego me mira—. Efectivamente, embarcó hace unos minutos.
—¿Hay alguna posibilidad de que pueda subir al avión?
Niega con la cabeza.
—Tendrá que esperar al siguiente vuelo.
—No puedo esperar.
—Deberá hacerlo, señorita, si desea ir a Canadá. No existe otra posibilidad— refunfuño e intento coger una pequeña emisora para comunicarme con el piloto del avión cuando unos guardias de seguridad aparecen por mis espaldas, me sujetan y me sacan del aeropuerto.
Una vez me encuentro fuera del aeropuerto me apresuro a subir hacia un mirador cercano, el punto más alto en cuanto a la zona donde me encuentro, donde yace un banco de madera rodeado de césped. Camino hacia él y tomo asiento, totalmente abatida. Miro hacia el horizonte, donde se abre paso un espléndido y despejado cielo azul, arropado por la ciudad de fondo.
Un avión con destino a Canadá emprende el vuelo a unos metros de mí. Observo detenidamente, con el corazón latiéndome con fuerza, como surca el cielo azul, abriéndose paso hacia el horizonte. A medida que va poniendo distancia con respecto a mí siento como el mundo se me cae en pedazos y todo cuanto sé carece de sentido. Todo lo que quiero va en ese avión. He perdido la oportunidad de decirle cuanto le quiero y cuanto siento no haberle dicho adiós.
Quizás nuestro destino fuese conocernos, no caminar juntos. Sea como fuere, la realidad es que él ya se ha ido y no hay nada que pueda hacer. Ahora toca aprender a volar en solitario. Tomará tiempo, pero sé que con dedicación y constancia seré capaz de conseguirlo. Siento que cuento con una nueva oportunidad de volver a empezar, aunque nunca quise enfrentarme a ella.
Hay historias que nunca empiezan, otras que quedan a medias y algunas que acaban. En cuanto a la que comparto con Jaden O'Neill, estoy convencida de que tuvo un final, aunque no fue feliz, aunque espero de todo corazón que solo se trate de una primera parte de algo increíble que está por llegar. Sea el desenlace o tan solo el principio, he de decir que Jaden me ha marcado de por vida y que, siempre, sin importar dónde esté o qué sea de nosotros, siempre formará parte de mí.
Y así es como tomé el camino de la dereche, mientras él se decantó por el opuesto, cada uno con el objetivo de comenzar de cero una vez más, olvidándonos por completo de que el mundo es redondo y cabe la posibilidad de que nuestros caminos vuelvan a encontrarse.
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