Capítulo 2
—¿Se te ha perdido algo, Jaden?
—Creo que esa pregunta debería hacértela yo a ti.
Río sin ganas.
—Ah, ¿sí? ¿y eso por qué? —le pregunto en tono vacilante.
—Porque estás en el servicio de los chicos.
Señala con su dedo índice el letrero de la pared. Sigo su mirada hacia el pequeño recuadro blanco que hay en la pared, donde se informa de que la puerta conduce al servicio de chicos.
—¿Qué pasa? ¿No puedo entrar en el servicio de los chicos?
—No he dicho que no puedas. Solo me pregunto qué se te ha perdido ahí.
—Estaba comprobando si teníais jabón— miento, aclarándome la garganta y enfrentándome a su divertida mirada.
—Comprobando si teníamos jabón...
—Sí. Eso es.
—¿Y qué hacías con esa grapadora?
Miro el objeto de mi mano y por un momento no sé qué responder. Jaden me intimida con la mirada, incrementando mis ganas de salir corriendo para poder ponerme a salvo. No sé cómo lo hace, pero siempre consigue dejarme en blanco, ocasionar un caos en mi cabeza. Mis neuronas parecen paralizarse, como si no supieran cómo reaccionar, y mi boca no para de soltar estupideces.
—Grapar. Es lo que hacen las grapadoras.
Ahí va la tontería del día. Me muerdo le lengua con fuerza, recriminándome por haber soltado semejante idiotez ante el chico al que tanto detesto. No puedo evitar sonrojarme.
—Ya sé lo que hacen las grapadoras.
Sonríe de forma pícara.
—Enhorabuena—me apresuro a decir con una falsa alegría y le doy una palmadita en el hombro—. Creía que no eras capaz de ver más allá de tu ego.
Humedece su labio inferior para posteriormente aprisionarlo entre sus dientes de una forma sorprendentemente sexy.
—Aún no has respondido a mi pregunta.
—Mira, yo no tengo por qué darte explicaciones, Jaden—suelto sin pensarlo, dejándome llevar únicamente por la impotencia que siento ante la situación—. No voy a perder el tiempo hablando contigo, así que puedes ir a buscarte a otra persona a la que fastidiarle el día.
Le doy un golpe con el hombro al pasar y me pongo rumbo hacia la salida del instituto con decisión. Estoy a punto de salir por la puerta cuando escucho a Jaden decir mi nombre a mis espaldas, la misma razón que me lleva a detenerme y a esperar oír alguna burla por su parte. Permanezco inmóvil, con la mirada perdida en el tono rojo de la pared, impaciente.
—Te queda muy bien la falda—bromea.
Aprieto la mandíbula con fuerza y me doy media vuelta.
Jaden deja ver una expresión divertida. Parece estar disfrutando de lo lindo de todo esto. Camino un par de pasos hacia delante, asegurándome de que tiene una buena panorámica de mí. Es ahí cuando instintivamente alzo mi mano derecha, le muestro mi precioso dedo corazón a modo de gesto obsceno y fuerzo una amplia sonrisa.
—Que te den, Jaden.
Vuelvo a emprender mi marcha, dejando al chico a mis espaldas, riéndose ante mi reacción, con la mirada perdida en mi persona.
Salgo y lo primero que hago es cerrar los ojos y dejarme llevar por el piar de los pájaros, la brisa cálida y el agradable olor a tierra que logra llegar a mis fosas nasales. Dejo que mi mente se embriague con las sensaciones tan maravillosas que me transmite la naturaleza, al mismo tiempo que mi cuerpo intenta recuperar la calma perdida por medio de un ejercicio básico de respiración.
Abro los ojos poco a poco, adaptando mis pupilas nuevamente a la luz del día, y me dejo llevar por las preciosas vistas que se observan desde mi posición. A lo lejos se alza un campo de juego, donde los miembros del equipo de fútbol americano entrenan para convertirse en grandes deportistas con futuro. Puedo localizar a Dave corriendo con el balón hacia el terreno enemigo, seguido por un grupo de rivales que intentan impedir que consiga la victoria. Permanezco anonadada observando la escena hasta que mi teléfono móvil comienza a sonar.
Extraigo el smartphone del bolsillo trasero de mi falda y miro la pantalla. Tengo una llamada entrante de un número desconocido. Acepto la llamada, temiéndome lo peor.
—¿Dígame?
—¿Es usted Mackenzie Evans? —pregunta una voz masculina al otro lado.
—Sí, lo soy.
—Verás, soy el director del centro de estudiantes Franklin. Le llamaba para comunicarle que Luke Evans ha sido expulsado durante un par de días por hacer generado un conflicto en el centro—comienza a decir el hombre. Maldigo internamente a mi hermano menor—. He intentado contactar con ambos progenitores, pero ninguno puede asistir a la reunión. ¿Podría venir usted?
—Claro. Dentro de quince minutos estoy allí.
Finalizo la llamada.
—¡Joder, Luke! —exclamo en voz alta, paseando la mano por mi frente—. ¿Por qué demonios has tenido que meterte en otro lío?
Dave trota hasta mi posición y se detiene a escasos centímetros de mí.
—¡Eh!, ¿ha ocurrido algo?
—Solo estoy a punto de matar a mi hermano.
—¿Qué ha hecho esta vez?
—No lo sé. —Pongo los brazos en jarra y suelto un suspiro—. El director me ha pedido que vaya a verle para explicarme lo sucedido.
—¿Quieres que te acompañe?
—¡Russell! —grita con todas sus fuerzas el entrenador desde el campo—. ¡Vuelve ahora mismo al campo! ¡No es momento para ligar!
Suelto una risita.
—Creo que deberías ir a entrenar. Tu entrenador no parece muy conforme.
—Va a hacerme recorrer el campo hasta fin de curso— bromea.
—No hace falta que me acompañes. Puedo apañármelas sola.
—¿Seguro?
Asiente una sola vez.
—Está todo bajo control—miento. La realidad es que nada está bajo control—. Ahora vuelve al campo antes de que te hagan recorrerlo durante lo que te queda de curso.
—Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamarme.
—Hecho.
Dave sonríe y a continuación se marcha trotando hacia el campo, recibiendo una reprimenda del entrenador, quien no parece ponerle las cosas fáciles a uno de sus mejores jugadores. Jaden se incorpora al terreno de juego poco después, portando un casco rojo bajo su brazo. Se desplaza valiéndose de una carrerilla hasta el centro del campo y una vez en él se pone el casco.
—¡Mack! —grita una voz femenina a mis espaldas. Me doy media vuelta y centro mi atención en la persona que se aproxima a mí a las apuradas—. ¿Dónde estabas? Te he buscado por todo el instituto.
—Es una historia larga de explicar—me limito a contestar para evitar tener que dar explicaciones en este preciso momento—. El caso es que el director del instituto en el que está mi hermano me ha llamado para informarme de que Luke ha vuelto a meterse en otro lío.
—Qué novedad—ironiza poniendo los ojos en blanco y soltando un suspiro—. ¿Y qué vas a hacer?
—Por el momento, ir a hablar con el director. Mis padres no pueden ir por motivos de trabajo. —O, al menos, eso quiero pensar. Espero que no influya el hecho de no poder compartir habitación por más de cinco minutos por miedo a recordar el pasado—. Así que vas a tener que inventarte por mí una excusa válida para el profesor de matemáticas.
—¿Estás de broma? —Abro la boca para replicar, pero Tamara me lo impide, mostrándome su dedo índice en un intento de pedirle que guarde silencio—. Soy tu mejor amiga y pienso ir contigo.
Asiento y le hago una seña para que nos vayamos.
—Un momento. —Detengo mi marcha a los escasos segundos de haberla iniciado y miro a la chica pelirroja—. No pensarás ir con esa falda, ¿verdad?
Respondo encogiéndome de hombros y ella pone los ojos en blanco al verme hacerlo. Se aproxima a mí, se aferra a mi mano y me conduce hacia los aparcamientos.
—Te compraré algo por el camino.
Finalizamos nuestra caminata en el centro del aparcamiento y cambiamos el rumbo de nuestra mirada hacia un todo terreno verde al que acaban de subirse dos chicos. Tamara alza una de sus manos y les pide a ambos estudiantes que se detengan
—Chicos, ¿podéis hacernos un favor?
—Sí, claro—contesta uno de ellos.
—¿Podéis llevarnos al instituto Franklin?
La pelirroja les sonríe ampliamente y yo le imito.
Entramos en el instituto a las apuradas y caminamos por el pasillo, dejándonos guiar por los carteles que vamos encontrando por las paredes de los corredores, con el fin de alcanzar el despacho del director.
Y sí, he dicho a las apuradas, porque ahora puedo permitirme caminar con normalidad gracias a los pantalones vaqueros que Tamara me ha comprado por el camino. Es una suerte que siempre sepa qué hacer ante las situaciones difíciles.
Yo, por el contrario, nunca sé cómo actuar. Es como si mi cerebro colapsara y me abordara mi faceta más idiota. A Tamara el miedo la despierta, a mí me bloquea.
—Es por aquí—informa, adentrándose en el pasillo de la izquierda—. Ahí está tu hermano.
Luke está sentado en un banco inclinado hacia adelante, con las manos suspendidas en el vacío y la cabeza cabizbaja. El chico alza la vista al percatarse de nuestra presencia y no puede evitar observarnos contrariado, preguntándose qué demonios hacemos nosotras allí. Yo, sin embargo, estoy intentando dar con la forma de mantener a mi hermano con vida antes de que acabe el día.
—Ya hablaremos tú y yo en casa—le advierto.
Camino hacia la entrada al despacho del director.
—Has metido la pata hasta el fondo, Luke—advierte la pelirroja señalándole con el dedo índice—. Cada vez te superas un poco más. Ahora ya te metes en líos el primer día de clases.
La chica toma asiento junto a mi hermano y le reprende con la mirada.
—Ya estás contándome en qué lío te has metido esta vez.
Cierro la puerta del despacho detrás de mí y avanzo hacia una de las sillas libres que hay justo enfrente de escritorio tras el que está sentado el director ordenando unos papeles.
—¿Es usted la señorita Evans?
—Puede llamarme Mackenzie.
—Por favor, tome asiento.
Me limito a hacer lo que me pide y a cruzar los dedos bajo la mesa.
—Usted dirá.
—Su hermano se ha peleado con un chico—comienza a decir, depositado un montón de papeles en un extremo de la mesa—. Sucedió en el intercambio de clases, en el pasillo. Fue una suerte que el profesor Hawkins estuviera por los alrededores. Su intervención fue crucial para evitar graves consecuencias.
—¿Por qué lo hizo? —inquiero saber, tragando saliva.
—Según nos contó Luke, Dereck, uno de los chicos más populares de la escuela, comenzó a incomodar a una compañera de clase con insinuaciones. Él intentó que dejara de comportarse así y, al recibir una negativa, perdió los papeles. Se abalanzó sobre Dereck y comenzó a golpearle—continúa masajeándose la frente—. Ambos van a ser expulsados un par de días y luego se procederá a implantarse una serie de medidas preventivas para evitar que algo semejante vuelva a ocurrir.
—Tome las medidas que sean necesarias—aseguro con firmeza—. Yo me encargaré personalmente de que reciba una buena reprimenda.
—Siento haberle citado en tales circunstancias.
—No se preocupe—contesto, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia—. ¿Debo firmar en algún sitio?
Asiente una sola vez y me tiende una hoja.
—Su firma es el paso que queda para la expulsión del alumno.
—Genial.
Con ayuda de un bolígrafo de tinta negra firmo en la esquina inferior derecha, dando mi consentimiento para garantizar la expulsión de Luke. Luego me incorporo y le estrecho la mano al director a modo de despedida, y sin decir una sola palabra más, salgo de la estancia con paso decidido.
Salgo y me enfrento a mi hermano, quien se pone en pie y me mira con cierto arrepentimiento reflejado en sus ojos.
—Felicidades, te han expulsado el primer día de clases—añado con frialdad, fulminándole con la mirada—. Vámonos a casa.
—Mack, si piensas recibir una disculpa por mi parte, no te molestes en esperarla, porque no va a llegar. No me arrepiento de lo que he hecho. Actué como creí conveniente.
—¿Golpeando a otro chico? Admiro tu lado pacifista, Luke—ironizo, caminando hacia el frente—. Lo que deberías haber hecho es informar a un profesor de lo ocurrido, no enzarzarte con ese tal Dereck.
—Eso no habría servido de nada.
—Al menos habría evitado que te expulsaran. Joder, Luke. Es el primer día de clases. No puedes ir por ahí golpeando a todo aquel chico que se comporte de forma incoherente.
—No necesito tus consejos, Mack.
—Eso Solo demuestra lo mucho que los necesitas.
—Tiene gracia que seas precisamente tú quien quiera aconsejarme cuando no tienes el valor suficiente para plantarle cara al chico que no para de molestarte desde el colegio.
Abro la boca para replicar, pero por ella no sale nada.
No esperaba que Luke fuese a sacar ese tema precisamente hoy, después de haber vuelto a tener que enfrentarme a una burla más por parte de Jaden. Aunque, lo cierto es que tiene razón. Nunca seré lo suficientemente valiente para enfrentarme a mis miedos. Siempre intento huir de las situaciones difíciles, como una cobarde.
—Quizás sea una cobarde, pero hay algo que sé y es que golpear a ese chico no va a hacerte más valiente ni va a solucionar nada.
Camino hacia la salida del instituto, dejando atrás a mi hermano mirándome con ojos cristalizados, acompañado de Tamara, quien recrimina su comportamiento. Avanzo rápidamente, con la mirada perdida en el frente y la cabeza a kilómetros de allí.
A medida que camino voy recordando mi enfrentamiento con el quarterback, rememorando cada palabra y cada vacío que se manifestó en mi cabeza. Quizás no he tenido el coraje suficiente para darle una patada en el trasero, pero he podido mostrarme reacia a seguir con sus jueguecitos y nada más que por eso, ya me siento orgullosa de mí. Pasito a pasito se termina haciendo mucho.
Entro en casa seguida por Luke, con quien no he dejado de discutir durante todo el trayecto hasta casa, y me detengo junto a una mesita que hay al lado de la entrada, sobre la que descansa un cuenco para las llaves y una nota escrita a las apuradas. Suelto las llaves de casa sobre el cuenco y me hago con el trozo de papel, en el que hay escrito un mensaje de parte de mi padre: Ha surgido un imprevisto en el trabajo y no voy a poner estar en casa para cuando lleguéis. No me esperéis despiertos.
—Quiero que aproveches estos dos días de expulsión para adelantar trabajos y estudiar para los exámenes, ¿me oyes?
Luke comienza a subir por la escalera, haciendo caso omiso a mis palabras.
—Y de paso recapacita sobre lo que has hecho—le sugiero elevando el tono de voz—. Espero que no vuelva a repetirse o seré yo quien te expulse de esta casa de una patada en el trasero.
Mi hermano da un portazo al encerrarse en la habitación, manifestando su desacuerdo con la situación y dejando fluir la rabia que corre por sus venas.
Yo, en cambio, siento indignación hacia su comportamiento. No está siendo racional. Y para colmo paga su enfado conmigo, la persona que ha tenido que saltarse las clases para asistir a una reunión con su director, quien con su buena fe ha intentado hacer entrar en razón a su hermano menor, aun sabiendo que era en vano. Solo intento asegurarme de que va en la dirección correcta y él no deja de recriminarme por ello.
Subo los peldaños de la escalera y una vez en la cima me desvío hacia la habitación de mi hermano. Aproximo mi oreja a la superficie de la puerta y descubro que tiene puesta la música a un volumen excesivo. Alzo una de mis manos hasta la altura del picaporte y lo acaricio con mis dedos antes de hacer ademán de abrir la puerta. No suceda nada. Luke se ha encargado de echar el cerrojo para evitar que continúe dándole la tabarra.
—Genial—digo en voz alta, en un intento de ser escuchada por encima de la música de fondo—. ¿Por qué no pones la música más fuerte? ¡Aún no se ha enterado todo el vecindario!
Bufo ante este hecho y me marcho en dirección a mi dormitorio temblando por la rabia. Me encierro en la habitación, cruzo mis brazos y dejo caer el peso de mi cuerpo sobre la superficie de la puerta. Acribillo con la mirada todo cuanto hay a mi alrededor en un intento de compartir mi enfado. Me atrevo a darle un codazo a la puerta, lastimándome temporalmente el codo.
Hago un mohín y camino enfurruñada hacia la silla que se sitúa justo enfrente del escritorio. Tomo asiento en ella y deposito el teléfono sobre la mesa. A continuación, muevo el ratón, provocando la inminente iluminación de la pantalla del portátil, y cliqueo un par de veces en el buscador, con la esperanza de meterme en la página oficial del blog del instituto.
Con ayuda de ambas manos comienzo a escribir una entrada en el blog, dejándome llevar por los sentimientos que han formado parte de mí a lo largo de todo el día y luego pulso publicar.
Mi primer día de clases ha sido horrible. No sé si el universo conspira contra mí o el karma se venga de mí por mi faceta odiosa en una vida pasada. Todas las opciones me parecen posibles. Aunque no me parecen la mejor forma de recriminarme. Me niego a aceptar que el resto de mis días se basen en ser una sucesión de desastres interminables.
¡Karma, universo o quién demonios seas, dame una tregua!
¿Soy la única que ha tenido un día horrible?
En ese instante recibo una llamada entrante por parte de Tamara. Acepto la llamada, pongo el altavoz y dejo el teléfono sobre la mesa. La pelirroja suele hablar a voz en grito y entre mis planes no está quedarme más sorda que una tapia.
—¿Estás metida en el blog?
—Sí, ¿por qué? —inquiero saber, echándome hacia atrás en la silla.
—Acaba de responder a tu entrada un anónimo.
Se manifiesta un puntito rojo sobre un símbolo de una campanita en la esquina superior derecha. Rápidamente llevo el puntero del ratón hacia dicho lugar y cliqueo sobre el símbolo un par de veces. Ante mí se abre mi entrada de blog, con el texto que he escrito hace escasos segundos, mostrando un comentario en la parte inferior del mensaje.
Anónimo: No eres la única. Este tampoco ha sido mi día.
—¿Quién es ese anónimo? —pregunta Tamara al otro lado de la línea—. ¿Tienes idea de quién puede ser?
—No tengo ni la menor idea.
—Quizás sea Walter.
—Walter no respondería en anónimo, le gusta demasiado mostrar lo valiente que es a lo hora de hablar con una chica.
—Sí, tienes razón. ¿Y qué me dices de Stephen?
—¿Stephen? —pregunto incrédula, enarcando una ceja y haciendo un gesto con los labios—. ¿Por qué se te ha venido a la cabeza su nombre?
—Porque ese friki va besando el suelo por el que caminas. ¿No te has dado cuenta de cómo te mira? ¡Si casi se le cae la baba!
Recuerdo al chico de cabello castaño enmarañado, con gafas cuadradas de pasta negra y granos repartidos por varias áreas de la cara.
—No lo sé. Todo es un poco confuso.
—Responde a su comentario. Así tal vez consigas saber más de él.
—¿Y qué le digo?
—Insinúale que tu día ha sido mucho peor y luego pregúntale por el suyo.
Mackenzie: no creo que pueda superar mi día.
Anónimo: cuéntame acerca de cómo ha sido tu primer día de clases.
Mackenzie: el día empezó mal desde que decidí usar una falda de hace tres años. Ahí comenzó a salir todo mal. Luego en el instituto se me desgarró la falda y para colmo tuve que salir a la pizarra a resolver un ejercicio de álgebra, cuando no tengo ni idea de matemáticas. La cosa pareció mejorar un poco cuando me grapé la falda en el servicio. Pero todo volvió a ir mal en el momento en el que descubrí gracias a un idiota que estaba en el baño de los chicos. Y, por último, he tenido que mantener una conversación con el director del instituto de mi hermano.
Anónimo: me da la impresión de que lo que más te ha molestado en el día ha sido el encuentro con ese idiota.
Tamara: no es un idiota, es un capullo integral.
—¡Tamara! —exclamo.
—¿Qué? Las cosas como son. —Se forma un silencio al otro lado de la línea, el cual se alarga por unos segundos—. ¿Qué ha pasado con Jaden?
—Me lo encontré cuando salí del servicio de chicos y digamos que volvimos a encararnos.
—¿Es que ese chico no tiene límite? A veces pienso que se pone el despertador únicamente para molestarte todos los días.
—No lo descartes.
Reímos al unísono.
Mackenzie: prefiero no hablar de eso o me tiraré por la ventana antes de que acabe el día. Bueno, chic@ misterios@, ¿cómo ha sido tu día? Me tiene intrigada.
Anónimo: veamos, le he roto el tabique nasal a un chico por un malentendido y ello me ha llevado a discutir con mi padre. Y he sido un capullo integral con alguien que significa mucho para mí.
Mackenzie: ¡Auch! Eso tiene que doler.
Anónimo: hay cosas que duelen más.
—¿Hay cosas que duelen más? ¿Soy la única a la que le ha sonado a frase Tumblr?
Río ante el comentario de Tamara.
Anónimo: creo que estoy en una clara desventaja. Has ganado con creces. Tu día ha sido horrible.
Sonrío ante su respuesta.
Cierro la ventana del blog y apago el ordenador.
—¿Quién podrá ser? —dice en voz alta, hablando para sí misma—. ¡Tengo una idea!
—Soy toda oídos.
—Mañana, en el instituto, tenemos que fijarnos muy bien en los detalles.
—¿Qué quieres decir?
—A ver, ese tal anónimo ha dicho que ha golpeado a un chico, por lo que su víctima debe tener la nariz vendada y el agresor la mano hecha polvo. Solo tenemos que fijarnos en esos detalles y así descubriremos quién es ese anónimo.
—¡Qué buena idea!
Me levanto de la silla de un salto.
—¡Lo sé! —exclama eufórica—. Soy la mejor y lo sabes.
—Te quiero, Tamara.
—Y yo a ti. Nos vemos mañana. Adiós.
Finaliza la llamada y con ello la pantalla vuelve a tonarse negra.
Abandono mi posición para apresurarme a la cama, terminando por saltar sobre ella, hundiéndome entre las sábanas. Acomodo una almohada bajo mi cabeza y me acuesto boca arriba, flexionando un brazo y colocándolo a la altura de mi nuca, manteniendo el otro depositado sobre mi abdomen. Pierdo mi mirada en el blanco impoluto del techo y comienzo a rememorar todos los momentos que han formado parte del día de hoy.
Creí que hoy sería un gran día y sin embargo ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba.
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