Capítulo 12
Cierro el equipaje con ayuda de mis manos y lo bajo al suelo. Aferro la mano a su mango y tiro de él en dirección a la puerta de la habitación con tal de marcharme. Apenas he salido al pasillo cuando soy invadida por una ola de nostalgia que me invita a recorrer con la mirada la estancia que dejo atrás, dejando grabado en mi memoria todos los detalles que forman parte de ella. Solo voy a estar dos días fuera, pero tengo la sensación de que van a ser eternos.
Bajo a la planta inferior, donde encuentro a mi padre junto a la puerta de entrada, cruzados de brazos, esbozando una espléndida sonrisa. Mi hermano Luke está bajo el marco que lleva al salón, con una sonrisa pícara, disfrutando del momento como el que más.
—¿Lo tienes todo? — pregunta Bill con ojos centelleantes—. No quiero que vuelvas a tener otro percance con la falda.
Suelto una risita.
—He cogido todo lo que voy a necesitar. No me preocupa demasiado. Allí tengo más ropa y lo más seguro es que no me falte de nada.
—Estos dos días sin ti van a como unas vacaciones rumbo al paraíso— bromea Luke—. Puede, incluso, que decida quedarme con tu habitación.
—Ni se te ocurra— advierto, fulminándole con la mirada—. ¿Por qué no vienes a ver a mamá?
—¿Y soportar como se ponen empalagosos delante mía? Lo siento, pero paso. Tengo cosas mejores que hacer.
Luke aún no ha superado la separación de nuestros padres. Creo que es quien peor lo lleva, aunque se esfuerza en ocultarlos bajo su apariencia de chico malo. Está dolido y teme que nos apiademos de él. No quiere ser tratado como un niño al que se le ha privado un caramelo, prefiere mostrar indiferencia ante la separación.
—En ese caso, nos veremos cuando vuelva.
Despido a mi padre con un beso en la mejilla y a mi hermano con un choque de nudillos. Salgo y camino hacia el coche verde que hay aparcado justo enfrente de casa. Una mujer de cabello castaño espera pacientemente mi llegada y se entretiene emperifollándose gracias al retrovisor izquierdo del vehículo. Al verme no puede evitar aplaudir, eufórica, y dar saltitos de alegría. Salvo la distancia que nos separa y me dejo ser presa de sus interminables muestras de afecto.
—Te he echado tanto de menos— coloca un mechón de mi cabello tras mi oreja—. Estás preciosa. Nunca voy a cansarme de decírtelo.
—Yo también te he echado de menos.
—Tu hermano no tiene pensado venir, ¿me equivoco?
Niego con la cabeza.
—Dale tiempo. Aún tiene que asimilar que ya nada va a volver a ser como antes. Sinceramente, no lo está llevando nada bien.
—Oh, oh— dice negativamente—. ¿Se está relacionando con malos influencias? ¿se está metiendo en líos?
—Un poco de todo— confieso al fin—. Le expulsaron del instituto por pelearse con un chico. Y últimamente no quiere salir de su habitación. Eso por no hablar de lo rebelde e insoportable que está.
—Me ha dicho un pajarito que no es el único que se ha metido en un buen lío.
Ignoro la afirmación de mi madre y me subo al coche, aunque ella no se da por vencida y decide alimentar su intriga volviendo al interrogatorio.
—Fue una tontería.
—Tu padre me contó el porqué del castigo, pero algo me dice que hay gato encerrado. Yo también he sido adolescente y sé cuándo echar mano de la mentira.
—¿Y por qué crees que hay un chico?
Mi madre frunce el ceño al oírme decir eso y suelta una risita. Al darme cuenta de mi error decido soltar un suspiro y golpearme la frente con la mano. Me he delatado.
—Así que hay un chico, ¿eh? — repite con expresión divertida—. Dime, ¿cómo es? ¿lo conozco?
—No hay ningún chico. Al menos, ninguno que me importe— explico mirando a través de la ventana—. Papá te ha contado que hay alguien, ¿verdad?
Asiente a regañadientes.
—Ese alguien es Jaden O'Neill, mi archienemigo desde el colegio. Créeme, no estamos saliendo, eso nunca va a pasar. Solo estamos trabajando en un proyecto asignado por el director para compensar el daño ocasionado al instituto la noche de las bromas.
—Nunca digas de esta agua no beberé porque el camino es largo y puede darte sed— recita animadamente el refrán a la par que da golpecitos con los dedos en el volante—. ¿Sigue siendo un idiota?
—No es cualquier idiota, es el idiota más idiota de la historia de los idiotas.
Ríe a carcajadas ante mi comentario.
—Salir con él no está dentro de tus planes. Queda entendido.
—Ni, aunque fuera el último chico en la faz de la tierra y la supervivencia de la especie dependiera de nosotros.
—Entonces, ¿quién es ese alguien especial?
—¿Por qué crees que hay alguien importante?
Me mira como si la respuesta fuera obvia y enarca una ceja, incrédula, al descubrir que no soy capaz de ver por dónde van los tiros.
—Por esa sonrisa tonta que tienes.
—No es nadie.
—Puedes engañar a todo el mundo menos a mí— rebate, mirándome—. ¿Vais en serio? ¿te trata bien?
—No le conozco en persona. Únicamente hemos estado hablando por redes sociales. Si todo sale bien, esta noche quizás le conozca.
—¿Sabes su nombre?
Me encojo de hombros y bajo la cabeza, guardando silencio. Mi madre debe pensar que estoy mal de la cabeza como para quedar con alguien a quien no conozco de nada. Quizás tenga razón y no sea una buena idea conocerle en persona sin saber nada acerca de su identidad.
—Prefiere mantener su identidad en secreto hasta que se dé el momento idóneo.
—Un chico misterioso. ¿Tienes alguna idea de quién puede ser?
—Tamara y yo intentamos seguir pistas que nos llevaran a él, pero no conseguimos absolutamente nada. No servimos para ser detectives. La única oportunidad que tengo de conocerle será esta noche. Me ha dicho que va a llevar una cinta azul para que pueda identificarle.
—Es buena idea. Podrías probar a jugar a ser la chica misteriosa, como si fuerais completos desconocidos, e ir averiguando cosas el uno del otro.
—Suena bien.
Llegamos a la casa que comparte mi madre con su novio en el otro extremo de la ciudad y abandono el coche acompañada de mi progenitora. Harry se acerca para saludarme con dos besos y luego le da la bienvenida a su mujer con un beso casto en los labios.
—He comprado las bases y los ingredientes necesarios para hacer unas pizzas— informa Harry regalándome una de sus mejores sonrisas—. Y he comprado palomitas por si nos apetece pasarnos la tarde viendo películas.
—¡Pizzas! — exclamo emocionada—. Un momento. ¿Intentas comprar mi cariño con comida? Porque de ser así te advierto que vas a gastarte una fortuna.
Ríe.
—La próxima vez compraré un menú grande en el Burger King.
Harry coge mi equipaje y se adentra en la casa con el propósito de subirlo a mi habitación. Mi madre me pasa el brazo por encima de los hombros y me guía hacia el interior de la vivienda, conduciéndome hacia la cocina para preparar las pizzas. Jenna se enfrenta a una encimera y se hace con los paquetes que contienen las bases para hacer las pizzas y las va depositando sobre unos moldes.
—Mamá, esta noche voy a necesitar algo de estilo ochentero— con ayuda de una cuchara unto tomate sobre la base—. ¿Tienes algo para dejarme?
—Los ochenta, unos años inolvidables— suspira al recordar aquellos tiempos—. Tengo algo que puede gustarte.
—Qué alivio. Pensé que iba a tener que hacerme un vestido improvisado con las cortinas de mi habitación.
Jenna vierte un poco de orégano en la palma de sus manos y lo sopla en mi dirección, enredándolo en mi cabello. A modo de venganza decido agitar la cuchara, manchándole la camisa blanca de salsa de tomate, y sonrío satisfecha por mi hazaña. Harry entra en nuestro juego cubriéndonos a ambas con mostaza y kétchup, apretando un bote amarillo y el otro rojo. Corremos por la cocina lanzándonos comida y nos ocultamos tras los muebles para evitar ser el blanco fácil. Entre una cosa y otra acabamos llenos de tomate hasta los ojos. Deberíamos plantearnos seriamente hornearnos y servirnos como cena. Todo ha quedado hecho un completo desastre. Va a costar recoger todo este estropicio.
Jenna y Harry recogen animadamente la cocina mientras yo decido ir a darme una ducha para quitarme el olor tan desagradable que desprendo y los trocitos de comida que se enredan en mi pelo. Paso un buen rato bajo el chorro de agua caliente, lavando a conciencia mi cabello hasta dejarlo limpio y suave, libre de enredos. Uso una toalla para secar mi cuerpo y otra para mi cabeza, y luego vuelvo a mi habitación para tomar asiento en la cama.
Unos golpecitos en la puerta me sacan de mi ensimismamiento, devolviéndome de golpe a la realidad, manteniéndome en estado de alerta. Le indico a mi madre que pase y ella hace lo propio. Lleva consigo una serie de prendas depositadas sobre su hombro, todas y cada una de ellas esperando a ser probadas. Jenna toma asiento a mi lado y me indica que me cambie en el baño, tendiéndome unos pantalones de campana y una camiseta con volante en la parte inferior.
Un par de minutos después exhibo el conjunto que tan poco me gusta y paseo delante de mi madre para recibir una opinión por su parte. Jenna contrae el rostro y niega con la cabeza. Esta vez me hace entrega de una falda de volantes con un cinturón de un rosa chillón y una camiseta azul. Nada más hacerme entrega de la ropa me niego a ponerme ese insulto a la moda.
—Te parecerá una ofensa a la moda, pero te aseguro que todos estos modelitos están volviendo a ponerse de moda entre la juventud de hoy día.
—Yo seguiré siendo de sudaderas y vaqueros.
Me tiende su última oferta y no la rechazo. Entro en el servicio y me deshago de la ropa que llevo puesta para ponerme el vestido de mangas cortas con lunares blancos y cinturón rojo en la cintura, acompañado de un lazo rojo para el pelo y unos tacones de aguja de la misma tonalidad que el complemento. Salgo del baño y me enfrento a mi madre, quien se emociona al verme con ese conjunto y no puede evitar esbozar una amplia sonrisa a modo de halago.
—Oh, mírate. Te sienta fenomenal.
—¿No es demasiado? Llevando este lazo me siento como Blancanieves.
—Para nada. Estás increíble— confiesa, acercándose a mí con un labial rojo para pintar mi boca—. Vas a dejar a ese chico impresionado. No va a poder quitarte los ojos de encima en toda la noche.
—¿Deberías tomarlo como un halago o como un posible caso de acoso?
Jenna me da un golpecito juguetón en el hombro y me mira.
—Será mejor que nos pongamos en marcha si no quieres llegar tarde.
—Sí, mejor— coincido—. Lo único que quiero es que estos tacones no acaben dejándome sin pies por una buena temporada.
—No te preocupes, con dos copas de más ni serás consciente de ello.
—¿Me estás incitando a beber?
—Prohibírtelo solo aumentaría las ganas de hacer todo lo contrario. Puedes beber, siempre que lo hagas con moderación, manteniendo un consumo responsable.
Abandonamos la casa y subimos al coche lo antes posible. Vamos a tardar un poco en llegar al instituto, así que tengo tiempo más que suficiente para entretenerme con el teléfono móvil. Es más, aprovecho para enviarle un mensaje a mi cita de esta noche, anunciándole que me muero de ganas de comenzar mi trabajo de detective, y él me responde con un emoticono guiñándome un ojo. Me recuerda que es él quien lleva la cinta azul en la muñeca, y yo a modo de dato le aviso que soy la que va con un lazo de Blancanieves en la cabeza.
Tamara está esperándome junto a la entrada del instituto. Lleva puesto un pantalón negro ajustado, una camiseta amarilla de volantes en las mangas y en la parte inferior y una diadema en el pelo. Al verme me saluda animadamente con la mano y acude a mí para recibirme con un abrazo sentido. Aprecio el perfume tan dulce que desprende su cuello por unos segundos que se me antojan una eternidad.
—¡Ese vestido te queda genial!
—Te diré un secreto. Los tacones son un horror y el lazo me hace parecer Blancanieves. Espero que a nadie se le ocurra preguntarme dónde he dejado a los siete enanitos.
—¿Has visto mi camiseta? Tiene más volante que un traje de flamenca— se aferra a mi antebrazo y me guía hacia el interior del instituto—. Espero no acabar esta noche haciendo una orgia.
—Aquella noche seguirá siendo un misterio— comento soltando una risita—. Y hablando de misterios. Esta noche he quedado con anónimo para conocerle en persona.
—¡No!
—¡Sí! — exclamo emocionada—. Va a llevar una cinta azul en la mano para que pueda identificarle con facilidad.
—¡Vas a conocer a tu admirador secreto! ¡quiero que me lo cuentes todo, sin dejarte ningún detalle, de todo lo que suceda esta noche!
—Serás la primera en saberlo.
Nos fundimos en un abrazo al alcanzar el gimnasio, donde hay cientos de adolescentes bailando al son de la música, exhibiendo sus mejores looks ochenteros, bebiendo y charlando animadamente con sus amigos, disfrutando de la noche como si no hubiera un mañana. La pelirroja le roba los vasos a un chico que está pasando por nuestro lado y me tiende uno. No sabemos qué lleva, pero parece ser fuerte. Bebemos el contenido de un solo sorbo y luego contraemos la cara y nos permitimos toser en alguna ocasión para dejar constancia de nuestro rechazo a la bebida.
Tamara se pone a bailar en la pista, imitando a los adolescentes de su alrededor, y a mí no me queda más remedio que adaptarme, aún sin tener ni idea de cómo bailar sin parecer un bicho raro. Por suerte consigo pasar desapercibida y marcar mi propio ritmo, deshaciéndome de los miedos e inseguridades, dejándome llevar por el alcohol que me embriaga. Giro sobre mí misma varias veces, mirando hacia el foco de colores que ilumina mi rostro, con los ojos cerrados. Cuando abro los ojos mi atención va a parar a Jaden, quien está en la barra, y me mira con una sonrisa en los labios.
Salvo la distancia que nos separa y le pido a un camarero que me sirvo un poco de ponche bajo la penetrante mirada del quarterback, quien me ayuda a sostener el vaso para que no se me derrame el contenido que vierto con un cazo.
—¿Volviendo a las andadas, niña? — pongo los ojos en blanco y le ignoro—. La última vez acabaste bastante mal.
—Ciertos— pongo mi dedo índice en su pecho y le doy un sorbo a mi copa—. Fuiste mi héroe aquella noche. No te preocupes, esta noche libras, no necesito que me salves.
—Tendré que hacerlo si continúas moviéndote como un robot.
—¿No tienes algo mejor que hacer? Apuesto a que debe haber decenas de chicas esperando que pases por delante suya para babearte los zapatos.
Jaden suspira y me mira.
—¿Y tú qué estás haciendo aquí? ¿has venido a hacerme compañía?
—Estoy esperando a alguien.
—¿Es importante?
No puedo creer que esté teniendo está conversación con Jaden. Qué más le da con quien haya quedado o si significa mucho para mí.
—¿Te importa? — guarda silencio ante mi pregunta—. No le conozco, pero por lo poco que hemos hablado estoy convencida de que es un buen chico, alguien que no se mete en líos, ni levanta pasiones allá adónde va.
—Todo lo contrario a mí.
—Para ser sincera, Jaden, jamás se me pasaría por la cabeza salir con alguien como tú, un chico malo, porque la historia no suele acabar bien.
—Ni, aunque fuera el último hombre en la faz de la tierra.
—Exacto— coincide—. De ahí Solo podría salir un desastre. Nosotros jamás podríamos tener una historia con final feliz. Estamos condenados a ser enemigos.
—Tú a mí no me interesas— su respuesta me deja petrificada. No sé muy bien a qué viene, incluso llega a preocuparme su reacción. Aunque todo temor desaparece cuando le veo sonreír—. Así que no te preocupes. No voy a enamorarme de ti.
—Volvemos a odiarnos el uno al otro.
Asiente una sola vez y se baja la manga de la chaqueta de cuero que lleva puesta para ocultar su muñeca y hace ademán de marcharse hacia la pista.
—Mack— ladeo la cabeza hacia él y le observo siendo el blanco de las luces de colores de los focos—. Espero que te salga bien tu cita.
Jaden se marcha, dejándome desconcertada. No entiendo a qué ha venido esa actitud tan comprensiva que ha tenido conmigo, ni tampoco comprendo por qué ha dejado clara nuestra relación. Tampoco sé por qué me siento mal al escucharle decir que no le intereso y que no se va a enamorar de mí. Esa afirmación me ha sentado como una patada en el estómago y no sé por qué. Quizás albergaba la esperanza de que algún chico se fijara en mí, que viera algo especial que le atrapara, pero él no es la prueba de ello.
Miro a mis espaldas y veo a Jaden hablando animadamente con Jasmine, halagándole acerca de su aspecto a la par que coloca un mechón de su cabello tras su oreja. Los ojos del quarterback se encuentran con los míos por una milésima de segundo, el poco tiempo que me permito estar perdida en su mirada, luego aparto mi vista y decido terminarme el ponche de una sola vez.
—¿Ahogando tus penas en alcohol? — pregunta Walter a mi lado—. Yo prefiero hacerlo en la comida.
—¿Quieres algo, Walter?
—Voy a ir al grano. Me preguntaba si querrías dar un paseo conmigo, ya sabes, solos.
—Oh— retrocedo un par de pasos—. Ya he quedado con alguien.
—En mi cabeza había salido diferente— se queda pensativo unos segundos—. ¿Me dejas leerte el poema que he escrito?
Asiento, sin prestarle mucha atención. Estoy intentando dar con mi cita, fijándome en todos los estudiantes, en búsqueda de una cinta azul.
—Qué bonitos ojos tienes, tan redondos como el sol. Se parecen a los ceros que me pone el profesor. ¿Te ha gustado?
—Sí, mucho— ironizo, alargando el "si" para no herir sus sentimientos—. Si sigues a así vas a convertirte en Adolfo Bécquer.
Aprovecho que se ha quedado absorto en su propia burbuja para irme hacia la pista de baile nuevamente, aunque esta vez para quedarme de espectadora. Tamara está hablando a gritos con una compañera de clase acerca del aspecto tan irresistible que tienen los chicos del equipo de fútbol, mientras que Jaden intenta liberarse de las chicas que le atosigan, mirando por encima de sus cabezas. Consigue dar con la excusa perfecta para salirse con la suya y se propone venir hacia ¿mí? ¿por qué Jaden está viniendo hacia mí, la chica invisible del instituto? Pocos pasos le separan de mí cuando Dave se interpone entre ambos y se aferra a mi muñeca.
Centro toda mi atención en su muñeca y descubro que lleva una cinta azul. Miro a mi mejor amigo sin saber qué decir al respecto, abrumada ante el hecho de haber dado con mi admirador secreto, quien ha resultado ser alguien a quien aprecio, pero con quien no llegaría a mantener una relación sentimental. No esperaba para nada que fuera él anónimo. Quizás tenía la esperanza de que fuera otra persona.
—¿Damos un paseo? Pareces estar deseando irte de aquí.
Asiento un par de veces y me marcho con Dave bajo la inquieta mirada del quarterback. Caminamos corriendo, cogidos de las manos, por los pasillos tras quitarme los zapatos, hasta alcanzar el campo de entrenamiento. Dave se acuesta boca arriba en el suelo y me pide que haga lo mismo. Ambos permanecemos en silencio contemplando el cielo estrellado.
—Estás preciosa.
Esbozo una sonrisa.
—Aunque supongo que eso ya te lo habrán dicho varias veces esta noche.
—Eres la primera persona que me lo dice— me encojo de hombros—. Solo he conseguido que alguien que dedique un poema un tanto extraño y que me confiesen que no tienen ningún interés en mí.
—Quien no esté interesado en ti es un idiota sin remedio. Cualquier chico querría estar a tu lado. Eres jodidamente increíble y quien diga lo contrario es que es tonto de remate y le falta un par de ojos en la cara.
—Llevaba bastante tiempo fantaseando con este momento.
—¿Y es cómo imaginabas?
—No— niego con la cabeza—. Es mucho mejor. Has sido mi héroe esta noche. Me has salvado de una fiesta mortalmente aburrida.
Dave se pone en pie y me tiende una mano para ayudarme a ponerme en pie.
—¿Sabes qué? — enarco una ceja a modo de pregunta—. Bailemos.
—No hay música.
Comienza a tararear una canción a la par que desliza sus brazos por mi cintura y me acerca a él, ejerciendo una leve presión en mi zona lumbar. Envuelvo su cuello con mis manos y enfrento mi rostro al suyo, dejándolo a apenas unos centímetros. Nos desplazamos por el césped efectuando giros lentos y acompasados a nuestro alrededor.
—Esto es lo más bonito que ha hecho nadie por mí— confieso, mirándole con avidez. Dave acerca sus labios a los míos y los roza con sutileza, dudando entre si dar el paso—. No es necesario que continuemos ocultando nuestras identidades. No necesito mantener una conversación por horas contigo para saber que eres alguien increíble.
—Puedo que te sorprenda, pero me gustas, Mack. Cuando he entrado en esa fiesta, me he fijado en ti entre toda la multitud y lo primero que he pensado es en lo perfecta que eres para mí.
Siento su aliento impactar contra mis labios y su respiración agitada acariciar mis mejillas con dulzura, invitándome a cerrar los ojos.
—¿Por qué no me lo has dicho antes?
—Porque tenía miedo de joderla contigo. Hay Solo un paso de la amistad al amor y no quería meter la pata al dar un paso en falso, no quería perderte.
—Tú nunca vas a perderme, Dave. Siempre vas a poder contar conmigo a pesar de todo. Incluso si llegamos a distanciarnos y a dejar de hablarnos. Si me necesitas, ahí estaré.
Acaricio la cinta de su mano y sonrío.
—Llevas la cinta azul.
—Tamara quiso que le llevara un complemento que le hiciera juego con su ropa.
—Un momento— dejo de bailar y retrocedo un par de pasos para poder tener una mejor perspectiva del chico que tengo justo delante—. ¿No eres anónimo? ¿el chico que ha estado comunicándose conmigo por mensaje todo este tiempo?
—No— su negación hace que me dé un vuelco el corazón. Mi cita no se ha presentado en el baile, me ha dado plantón por miedo a revelar su verdadera identidad. Siento como el mundo se me cae a los pies y los ojos se me encharcan. Quizás se haya arrepentido en el último momento, quizás no haya conseguido ver nada especial en mí—. Mack, ¿te encuentras bien?
—Quiero irme a casa.
Le doy la espalda a Dave, quien no se da por vencido y acude a mí para aferrarse a mi antebrazo, me encaro con él y le miro con ojos suplicantes.
—Te llevaré a casa.
Despido a Dave con un beso en la mejilla y entro en casa con pesadumbre, cabizbaja, sintiendo como todas mis esperanzas e ilusiones se hacen añicos dentro de mí. Inevitablemente las lágrimas escapan de mis ojos y se deslizan por mis mejillas sonrosadas. Subo las escaleras conteniendo mis sollozos, mordiéndome el labio inferior para evitar que se manifiesten, y me encierro en mi habitación. Salvo la distancia que me separa de la cama y salto sobre ella, sin importar el ruido que pueda hacer. Aprisiono con mis brazos una almohada y lloro hasta quedarme dormida, lamentando haberme ilusionado en vano.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top