Parte 4

Como si fuésemos dos animales salvajes, me toma en brazos y me acorrala contra la pared. Muerdo su labio inferior mientras mis manos luchan por quitarle su camiseta. A la mierda con el virus ese, no voy a perderme la oportunidad de follarme a mi crush.

Sus manos se cuelan bajo mi blusa, rasguñando la piel de mi espalda. Camina conmigo a cuestas hasta dejarme sobre el lavabo. Es como si nos estuviésemos comiendo las bocas. Con mis piernas hago amago de bajar sus pantalones, mientras que él logra deshacerse de mi camiseta, que lanza al suelo. A los pocos segundos, yo también he conseguido quitarle la suya.

Unas voces nos detienen en seco. Nos miramos en silencio, atentos. Las voces se alejan.

—Tal vez deberíamos... —Su voz se apaga. Oh no, no voy a perder esta oportunidad.

—Cerrar la puerta —sugiero.

Él sonríe. Estira su pierna y de un portazo cierra la puerta del baño. Tomo su rostro entre mis manos y vuelvo a besarlo como una desquiciada.

Sus manos bajan los tirantes de mi sujetador y expone mis pechos. Los masajea, haciéndome jadear. Muevo mis caderas, rozando su entrepierna. Muerde mi lengua y yo arqueo mi espalda. Su boca baja hasta mi cuello, y continua su camino hasta mis pechos. Entre jadeos, lucho con la pretina de su pantalón.

Su lengua traza círculos en mi pecho hasta detenerse en mi pezón, donde comienza a succionar y mordisquear. Suelto un gemido, y él cubre mi boca con su mano. Se separa un poco y, con una sonrisa traviesa y seductora, habla.

—Nos pueden escuchar —susurra, con una voz que reaviva los incendios de Australia.

Vuelve a agacharse, succionando, mordisqueando mis pechos. Gimo contra su mano, muerdo uno de sus dedos mientras siento como el torbellino de placer se forma en mi interior.

Logro bajar sus pantalones. La tela de su bóxer deja sentir al completo su miembro erecto. Cuelo una mano por debajo y lo toco. Gime contra mi pecho, y vuelve a atacar con su boca, esta vez con más rudeza.

Mientras su lengua sigue haciendo magia en mis pechos, y mi mano se mueve de arriba abajo, sintiendo como su miembro palpita, baja sus manos y desabrocha mis pantalones.

Voy a follar con Tom Holland, coño.

Esto es lo más tonto  y loco que he hecho en mi vida, o lo más increíble. Puede que ambas.

Se aleja y me mira. Saco mi mano de su bóxer y lo observo. No va a querer parar ahora ¿o si?

—No tengo preservativo —dice de pronto. Suelto un bufido.

—Tomo pastillas. Y no tengo ninguna enfermedad —replico apresuradamente, y me inclino a besarlo.

Me levanta ligeramente para deshacerse de mis pantalones, llevándose también mis bragas. Con mis piernas bajo de sopetón su bóxer. Vuelve a tomarme entre sus brazos, su pecho desnudo chocando contra el mío.

Me acorrala contra la fría pared de cerámica. Con los ojos abiertos, y nuestras bocas rozando, entra en mí. Nuestros gemidos se ahogan entre besos. Dios, esto se siente demasiado bien.

Se mueve con rudas estocadas. Estiro una mano para apoyarme del lavabo, sintiendo mis piernas perder fuerza con cada una de sus embestidas. Si esto es un sueño, mataré al que me despierte.

De pronto se depara, depositándome en el suelo, pero cuando miro confundida, él me voltea, coge mis manos y atrapa mis muñecas con su mano, dejándolas contra mi espalda. Apoyo mi cabeza en la fría cerámica. Vuelve a arremeter contra mí. Con su mano libre cubre mi boca, para que no me escuchen.

El torbellino de placer todo lo consume. Sus movimientos rítmicos, sus jadeos, todo es excitante. Todo es placer.

Libera mi boca y me coge del cabello, acercándome a su pecho.

—Ahora soy yo el que te mira el culo —susurra entrecortadamente.

Me sonrojo y muerdo mi labio, sintiendo como cada una de sus embestidas me acerca más y más al clímax.

Suelta mis manos, me afirmo en la pared. Arqueo mi espalda y muevo mis caderas, restregándome contra él. Aumenta su ritmo. Siento como comienza a jadear más y más fuerte. Estiro una de mis manos para acercar su rostro al mío y poder besarlo.

Se cierne sobre mí, aplastándome contra la pared. Con la otra mano cubro su boca un segundo antes de que suelte un gemido, indicando que ha llegado al clímax.

—No pares —suplico. Él continúa moviéndose hasta que echo la cabeza hacia atrás, sintiendo como explota en mí el torbellino de placer, arrasando con cada fibra de mi cuerpo.

Me besa apagando mis gemidos, mientras espasmos recorren mi cuerpo.

Me he follado a mi ídolo.

Gabriela 1

El mundo 0

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top