Capítulo 5: Reset
Era un precioso día. Yo estaba en Waterfalls como de costumbre sentada al lado del río viendo las pequeñas rocas brillantes que había en el techo de la cueva, las cuales se asemejaban a las estrellas de la superficie. Apenas recordaba cosas de allí afuera gracias a esa flor de loto que me había puesto en la cabeza después de caerme al agujero. Hacía bastante frío allí, pero no tanto como el que hacía en Snowdin. Se escuchaban las flores echo susurrando cosas una y otra vez. Cuando descubrí este lugar, escuché todas y cada una de los secretos que esas florecillas repetían constantemente, conocí a un par de monstruos y descubrí todos sus secretos, al menos, eso creía yo. Ese lugar era gigante y seguramente todavía hubiese algo que se me escapase. Ya habían pasado tres años desde que llegué al Underground. Todo era perfecto, pero siempre hubo algo que me llamó mucho la atención; cuando iba a Waterfalls no podía pasar unos límites, pues decían que era peligroso. Sabía que la jefa de la Guardia Real vivía por allí, y que ella intentaría capturarme a toda costa, así que no me acercaba allí. No tenía miedo de ella, pero no quería luchar. Además, seguramente era muy fuerte y quizá pudiese matarme. Estaba tan tranquila mirando al horizonte cuando vi una sombra parecida a la de un humano. No le presté importancia y seguí absorta en mis cavilaciones. Quizá solo fuese alguien gastándome una broma. Como yo conocía a todos los de esa zona, solían gastarme bromas o sentarse a charlar un rato conmigo. De repente, sentí una presencia justo detrás mía; estaba muy cerca de mi. Un escalofrío recorrió mi espalda, pero no me atreví a darme la vuelta.
-Hola. Tú debes ser Beatrice, ¿verdad?-me dijo una voz. Sonaba algo chillona, como si fuera una niña quien me estaba hablando. Sin embargo había algo que me perturbaba en su tono. Me giré asustada y, efectivamente, vi a una chica que tendría alrededor de 10 años. Ésta vestía una camiseta verde con una raya amarilla, unos pantalones grises y unos zapatos marrones. Sus ojos eran de un color rojo intenso. Su pelo era castaño y liso. Se acercó aún más a mí y me preguntó:
-¿No crees que se te ha olvidado algo muy importante?
Yo pensé, pero no me acordaba de nada. Hasta que de pronto lo recordé:
-¡Aah! ¡Se me olvidó decirles a los monstruos la guerra que estaban preparando los humanos! Espera, ¿tú cómo sabes eso? ¿y qué haces aquí? ¿y por qué eres algo transparente?
-Da igual. Menos mal que han decidido aplazar la guerra hasta estar lo suficientemente preparados para ganar seguro... De no ser por mí, estaríais muertos todos. Pero de todas formas, ya no podéis hacer nada. Aunque se lo dijeses a todos, no os daría tiempo a prepararos tanto como los humanos. Ganarían de todas formas.
-E-entonces, ¿q-qué puedo hacer?-le pregunté, al borde de la desesperación y la angustia.
-Sólo puedes hacer una cosa; resetear. Si no lo haces, morirán todos por tu culpa.
-Espera, ¿qué es eso de resetear? Ni siquiera sé cómo te llamas, ¿debería de hacerte caso?
-Resetear es hacer todo de nuevo. Es como si estuvieses en un videojuego. Borrarías toda tu partida. Por cierto, me llamo Chara. Ahora, ¿me vas a hacer caso o prefieres ver como mueren todos tus amigos?
-Está bien... ¿Nadie se acordará de mí?
-...Creo que no. Mira, tú solo dale a este botón.-me dijo Chara mientras aparecía frente a mí un cartel donde ponía; RESET. Vacilé unos instantes y luego le di. Oscuridad.
-¡Aaagh!
Estaba tumbada en mi cama antigua. Miré mi reloj; Eran las siete y media. ¿Acaso todo había sido un sueño? No entendía nada. Me levanté de la cama y me vestí; era la hora de ir al colegio. Sí, definitivamente todo había sido un sueño. Pero de repente, escuché una voz que me hizo cambiar de opinión:
-¡Hey! ¿Te has olvidado de mí?-me dijo Chara, cruzando los brazos.
-¡Cómo me alegro de verte de nuevo!-le respondí, mientras corría a abrazarla. Pero fue en vano, ya que la atravesé y me estampé contra el armario.
-¡Au! ¡Te he atravesado! ¿C-cómo es posible?-le pregunté.
-Eso es porque soy un fantasma. Tú eres de las pocas personas que me pueden ver.
-Ah, que bien. Es lo más normal del mundo tener una amiga fantasma. No te tomarán por loca ni nada...-murmuré irónicamente.
-Bueno, pues no le digas a nadie que me conoces y listo. Ni siquiera me pueden ver.
-Está bien.-le respondí mientras me dirigía al colegio.
Era un precioso día para todos, menos para mí. Las flores florecían, los pájaros entonaban una hermosa canción y el sol brillaba intensamente. Yo estaba debajo del ciprés que había en el patio de mi colegio debatiendo con mis amigos un tema.
-Digas lo que digas, los monstruos seguirán siendo unos seres sin corazón. ¿Por qué los defiendes tanto?-preguntaba Anna, una compañera de mi clase.
-Si pudiera bajar al Underground los mataría a todos.-decía William, otro chico que se había unido a la conversación.
-¿Beatrice? ¿Nos estás escuchando?-me preguntó Sally, otra compañera.
-Eh, sí, sí.-murmuré yo. Esta conversación ya la había tenido antes. No quería repetir todo, así que decidí irme a dar una vuelta por el patio. No necesitaba la compañía de viles humanos como ellos.
-¡Hey! ¿A dónde vas? ¡Todavía no hemos terminado?-gritó uno de mis compañeros, cortándome el paso.-Aún nos falta mucho que decir sobre tus estúpidos y malvados monstruos.
-Cállate ya. Ni siquiera sabes como son.-le respondí, con mala leche.
-¡Tú tampoco lo sabes niñata! ¡Así que será mejor que tú te calles porque no llevas la razón!-me amenazó, pegándome un empujón.
-¿Sabes qué? ¡Desearía que no existiese la raza humana! ¡Aunque eso significase que yo desapareciera también con vosotros!-bufé. Me fui tan rápido como pude y me senté en el bordillo de las escaleras.
-Ojalá estuviese con los monstruos ya.-susurré.
-Te comprendo.-me dijo Chara, sentándose a mi lado.
Regresé a casa después del colegio. Esta vez no me molesté en leer el periódico; sabía lo que iba a pasar. No preparé otra vez la mochila, puesto que la última vez no la había necesitado y me fui a la cama. Estaba deseando que fuese mañana.
Al fin eran las 6. Me levanté de la cama y me puse a andar. Ya había vivido todo esto antes. Estuve charlando por el camino con Chara sobre el Underground. Cuando llegamos al agujero, Chara dijo que me detuviese.
-¿Por qué no pruebas a hacer algo nuevo antes de empezar a prepararse con la guerra, Beatrice? ¿Por qué no matamos a todos los monstruos esta vez? Luego resetearemos y no pasará nada.
-Está bien, ¿por qué no?-le respondí yo.-A fin de cuentas nadie se va a acordar de lo sucedido...
Y así es como empecé la Ruta Genocida.
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