Eras tú

Prompt: Halloween

La invocación había sido un éxito. Frente a él, un fantasma de hermosos ojos verdes lo observaba expectante. No pensó que ocurriría, lo había hecho en un impulso de enojo luego de su última ruptura amorosa, por lo que dio un salto y corrió hacia la esquina más cercana de su casa, rezando y rogando no morir en aquella noche de Halloween.

— Genial, no podré descansar en paz hasta que te ayude con algo, ¿qué es lo que quieres? — dijo el fantasma, arqueando una ceja al ver a la persona que lo trajo de vuelta al mundo terrenal.

— Ah... no pensé que funcionaría, no tengo nada que... espera...

— No iré a atormentar a tu ex.

— ¿¡Tú como sabes eso!?

— ¿Acaso le acerté? That's crazy.

Rojo de vergüenza, Vegetta respiró hondo para mantener la compostura.

— No lo necesito, ¡pero me ayudarás a conseguir un nuevo amor!

— No soy un mago.

— Pero has vivido años, ¿verdad? Debes tener algunos consejos. — el fantasma bufó.

— Bien, ¿es eso en lo que quieres que te ayude?

— ¡Sí!

— Muy bien. — extendió su mano — esto es un contrato, te ayudaré a encontrar un nuevo amor y, cuando eso suceda y encima sea correspondido, yo volveré a mi eterno descanso y tú olvidarás que alguna vez me conociste.

Vegetta asintió, se acercó a él y, cuando quiso tomar su mano, simplemente la traspasó y casi se cayó. El fantasma rió, feliz de que el humano haya caído en su broma y Vegetta quiso ser capaz de poder agarrarlo para devolverle la jugada.

— Soy Foolish, por cierto. — dijo, y la luz de la luna en aquel Halloween iluminó sus ojos haciendo que se parecieron a unas esmeraldas. — Tendrás que aguantarme en tu casa hasta que consigas el amor.

— Vegetta — se presentó, aun anonadado por la vista que había tenido. — entonces espero que hagas rápido tu trabajo.

Los días de los dos conviviendo a partir de entonces iniciaron. Durante un año, Vegetta tuvo un sinfín de citas a ciegas con la esperanza de olvidar con rapidez a su ex, y recibiendo de paso consejos del fantasma que no podía evitar reír cada que lo veía nervioso antes de cada cita. No podía negar que los consejos de Foolish eran buenos, ¡algunos funcionaban incluso! Pero los cortos encuentros que tenía con otras personas no lograban hacerlo sentir esa llama que alguna vez su corazón sintió. Llegaba cada noche desesperanzado, creyendo que no encontraría otra vez aquel amor apasionado, solo para ser recibido por el fantasma y una noche de películas, conversaciones hasta el amanecer y karaokes que, a pesar de todo, lo hacían sentir mejor. La convivencia con Foolish era exquisita, siendo esa la verdadera razón por la que poco a poco dejó de importarle ir a buscar un amor y prefería pasar el resto del día con él, aunque de vez en cuando continuó yendo, pues si no hallaba a su media naranja Foolish no podría descansar en paz.

Es por eso que un año después, la noche de Halloween, vestido como un mago y mirando el reloj impaciente, Vegetta esperaba que la puerta de su casa suene y que el muchacho que había conocido hace unos días apareciera para ir a una cita. Los minutos pasaban y él odiaba la impuntualidad, suspirando pesadamente cada vez que las manijas del reloj se movían y no había rastros de él.

— Vegetta... él no va a venir. — susurró el fantasma, enojado con esa persona incluso más que el mismo Vegetta — Ya es tarde y alguien así no merece tu tiempo, la verdad.

— ¡Ni siquiera un maldito mensaje! — respondió, con la voz ronca de la frustración. — Esto es estúpido, ¡me cansé! — se paró de su asiento y abrió la puerta, dirigiéndose ahora a Foolish — ¿Vienes?

— ¿Eh?

— Tengamos una cita, tú y yo. — dijo, saliendo de casa — no voy a desaprovechar este día solo porque un idiota nunca se apareció.

— No me verán y parecerás loco hablando solo.

— A estas alturas me da igual, solo quiero pasarla bien contigo.

El fantasma sonrió, asintiendo y siguiéndolo. Los dos caminaron por las calles de ese barrio, viendo a los niños con múltiples trajes yendo de hogar en hogar pidiendo dulces, o haciendo travesuras. Vegetta le contó como él pasaba esas festividades de niño, con múltiples anécdotas e historias que le contaban que en un inicio le asustaban. Fue una de esas historias la invocación que hizo para traer a Foolish, maldiciendo este último entre risas y diciendo que entonces estaban destinados a encontrarse. Vegetta lo llevó a una heladería, pidiendo dos helados, aunque los demás solo lo veían a él sentado en una esquina. No le importó, se divertía hablando y riendo con el fantasma y las horas pasaban tan rápido que se dio cuenta de que había anochecido lo suficiente como para volver a su casa.

— De todas las citas que he tenido este año, creo que la que he tenido contigo ha sido la mejor. — los dos ya habían llegado al hogar de Vegetta y el fantasma se sintió alagado ante tales palabras — De hecho... creo que siempre ha sido contigo con quien la he pasado increíble cada vez que me rompen el corazón — rió.

— Ellos no te merecían, tómalo como un paso más cerca del verdadero amor.

Vegetta se detuvo y lo observó de arriba abajo, dedicándole una sonrisa satisfecha.

— En ese caso diría que tú eres el paso final de todo, Foolish. — el aludido lo miró estupefacto — creo que, al final del día, eres tú con quien más tiempo he pasado y con quien he compartido tanto en poco tiempo... ¡Cómo no me di cuenta antes! Foolish, yo estoy...

— Estás diciendo sinsentidos, Vegetta. — le interrumpió, evadiendo su mirada para no ponerse nervioso — Estoy aquí para ayudarte a encontrar a tu amor, no ser tu amor.

— Pero, ¡quizá es por eso que no lo encuentro! Porque lo he tenido frente a mí en estos instantes.

El fantasma se sorprendió ante tal declaración. Vegetta esperaba su respuesta, mas este no estaba seguro de qué decir. Por un lado, una parte de él se encontraba radiante de regocijo, feliz de ser correspondido al fin por aquel muchacho con quien convivió por todo un año; por otro, la impotencia de saber que una relación entre los dos era imposible lo llenaba de frustración.

— Yo estoy muerto, lo sabes. — murmuró, flotando hasta acercarse frente al ojimorado — ¿Cómo explicarías que estás en una relación con un fantasma?

— ¡Debe haber una solución! — miró hacia el techo, esperanzo que una idea iluminase su mente — ¡Lo tengo! Tu contrato es hasta que yo encuentre el amor, ¿verdad? Si admito que lo hice... ¿no crees que al fin podrías ser libre? No recuerdas tu pasado, puede que ni seas un fantasma y solo estás atrapado aquí por mi culpa.

— Recuerda que lo primero que recuerdo es que, apenas conozcas al amor de tu vida, yo me iré y olvidarás todo rastro de mí. No podemos arriesgarnos.

— Si no nos arriesgamos, no ganamos. — refutó — aunque... he sido un egoísta, declarándote mi recién descubierto amor cuando ni siquiera sé si tú sientes lo mismo.

Foolish flotó y lo rodeó, llenándose de valor.

— Sería estúpido negar que yo también siento algo por ti. — los ojos de Vegetta se iluminaron como cada vez que estaba a su lado.

Sin embargo, apenas y terminó de decir esas palabras, el fantasma notó como sus "piernas" comenzaron a brillar, en un inicio creyó que, cual cuento de hadas, se transformaría en una persona real, pudiendo estar al lado de su amado. No obstante... Foolish entendió que el dorado que comenzó a extenderse por su cuerpo era sinónimo de que el fin, su fin, se acercaba.

— ¿Qué está pasando? — dijo el pelinegro, asustado por el repentino brillo.

— Encontraste el amor y es correspondido, por lo que mi trabajo aquí se terminó, puedo descansar en paz.

Vegetta intentaba agarrarlo, pero era imposible, sus manos inútilmente se acercaban a las de Foolish, atravesándolas y haciéndolo gritar de impotencia.

— ¡Esto es injusto! — se quejó, con las lágrimas cayendo en su rostro — si hubiese sabido esto, ¡jamás...!

— Jamás hubiera sabido que tú también me amabas. — Vegetta lo observó con asombro luego de esas palabras. Foolish, al contrario de él, no estaba enojado, sonreía mientras no dejaba de mirarlo y el dorado se expandía por todo su cuerpo.

— Foolish, no te despidas.

— Está bien, en serio, es un modo genial de irme. — rio, volviendo a flotar alrededor del pelinegro. — Aunque yo tampoco quisiera decir adiós.

— ¿No hay manera, cierto?

— No que yo sepa. — el dorado chispeante cubrió su torso y poco a poco sentía que llegaría a su totalidad. Vegetta intentó tocarlo nuevamente, mas era imposible — Vegetta... ¿me prometes que serás feliz?

— Si tú estás a mi lado.

— No necesitas de alguien más para ser feliz.

— Ay, calla. — sonrió.

— Te hice sonreír y eso es lo que importa — se sintió satisfecho — Quizá en otra vida podamos encontrarnos.

— De ser así, haré lo que sea para encontrarte.— ¿Y cómo siquiera me recordarás?

Vegetta sonrió. Se acercó una vez más y volvió a intentar tocar a Foolish, quien ya tenía parte de la cara brillante. Esta vez, para sorpresa de ambos, pudo hacerlo, sintiendo el contacto de sus pieles como un triunfo doloroso al ser los momentos finales del rubio.

— Estoy seguro de que reconocería esos ojos esmeraldas donde fuera.

Acercó sus labios a él y lo besó por primera y última vez, ambos con los ojos llorosos pero felices de por fin poder sentir al otro. El brillo se intensificó más, terminando por cubrir todo el cuerpo del fantasma y, tristemente, haciéndolo desaparecer. Vegetta se quedó viendo el vacio por unos minutos, parpadeando varias veces y con una opresión en el pecho.

— Yo... ¿qué...? ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estoy llorando?

El resto de la noche solo fue Vegetta confundido, preguntándose por qué sentía que le faltaba algo en su vida.

Los años continuaron pasando, el hombre de ojos amatistas siguió con su vida, terminó su carrera, encontró un buen trabajo y, por cosas de la vida, conoció a una persona de la que se enamoró y con quien terminó casándose. Era feliz, no lo podía negar, pero en el fondo, cada vez que Halloween se acercaba, a su corazón llegaba una sensación nostálgica que no comprendía y que lo llevaba siempre a aquella heladería cerca a su hogar. Incluso cuando sus años pesaban, él iba sin falta cada año ahí, ya sea acompañado o solo, sintiendo que era el lugar más cercano donde su corazón podía estar calmado.

Y cuando sus ojos se cerraron para no volver a despertar, lo único que apareció en su mente fue un intenso verde esmeralda.

***

Era Halloween, un año más de esa fecha, con la gente de aquí para allá, pero en especial unas amatistas cansadas luego de un día de trabajo, esperando llegar a casa para por fin descansar. Miraba a los niños disfrazados de todo tipo de monstruos pidiendo dulces o haciendo travesuras, recordando sus épocas de infancia haciendo lo mismo. Sin embargo, lo que más le trasmitía Halloween era la sensación agridulce de estar olvidando algo. Desde pequeño, su corazón se sentía vacío cada vez que esa fecha llegaba, ocultándolo bajo un rostro sonriente para no preocupar a los demás. Aprovechaba ahora el tener que trabajar para excusarse en ir directo a casa y dormir, deseando con fervor que la noche pasara y el nuevo mes le diera un soplo de aire fresco.

Tan perdido estaba en sus pensamientos que cruzó la pista sin pensar y no volteó hasta escuchar el claxon de un carro y las luces centellantes que le avisan que el vehículo estaba cerca. Se quedó quieto, estupefacto, sabiendo que era imposible evitar el golpe. Cerró los ojos, culpándose por tal descuido y esperó lo peor... pero lo único que sintió después fueron unos brazos que lo rodearon y un cuerpo que lo empujó de nuevo hacia una zona segura.

— ¡Ten cuidado! — la voz de su salvador lo sacó de su ensimismamiento, observándolo y sorprendiéndose más que nada por aquellas esmeraldas por ojos que hicieron su corazón saltar. Por primera vez desde que nació, sintió que el vacío que cada Halloween le traía estaba lleno, hipnotizado por el rostro de aquel otro hombre que también parecía verlo como si hubiese hecho el descubrimiento de su vida. — Yo... ¿por qué siento que te conozco? ¿Nos conocemos?

— Mi nombre es Vegetta. — dijo, acariciando su mejilla y sintiéndose extremadamente feliz de poder hacerlo, más cuando el otro muchacho acarició su mano y le sonrió, con lágrimas inesperadas saliendo de sus ojos — Y, por algún motivo, siento que he visto tus ojos alguna vez.

— Ojos verdes son más comunes de lo que parece. — respondió entre risitas, sintiendo ambos que el mundo no importaba nada ni que las demás personas que los observaban luego de ese acto heroico no se encontraban.

— No, no, tus ojos son únicos, eh...

— Foolish.

— Foolish, sí, incluso tu nombre, es como si en otra vida te hubiese conocido, eres demasiado familiar para mí. — limpió las lágrimas del rubio, con el regocijo de haber encontrado algo que estaba buscando por tanto tiempo — Foolish, esto puede sonar repentino pero, ¿quieres ir a cenar?

El otro hombre se paró y le dio la mano para que Vegetta hiciese lo mismo.

— Me encantaría, Vegetta. — respondió — quizá así podríamos aclarar lo que sentimos.

— Me parece un plan perfecto.

Los dos asintieron y se encaminaron al restaurante más cercano, con la sensación de que este era el inicio (¿o la continuación?) de algo muy hermoso.

Muchas gracias por leer! Y también a quienes lo vuelven a leer XD los quiero muchísimo. Comentarios y votos se agradecen <3

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