Deseo del corazón

Prompt: Criaturas mitológicas

Vegetta camina por la arena de la playa, observando el mar. El atardecer está próximo a acabar, la marea no estaba a nada de comenzar a subir, pero él seguía avanzando, dejando atrás el área pública de la playa y metiéndose en las zonas más solitarias, donde la arena escaseaba y las rocas dominaban. Se sube a una de las piedras, casi resbalándose y suspirando aliviado de seguir con vida, sacando de su mochila casi descosida una botella que contenía dentro una carta que había escrito con anterioridad. Le da vueltas, como si estuviese hipnotizado, y recuerda el contenido que hace tan solo unas horas atrás escribió con toda la ilusión del mundo.

"Querido tritón o sirena a quien le llegue esta carta. Mi nombre es Vegetta de Luque, y te escribo porque quiero demostrarte que soy digno de saber la ubicación del deseo oculto entre los corales luminosos..."

Aquel día, durante las clases escolares, la maestra había contado un mito de dicho pueblo durante la hora del almuerzo. Ella dijo, con un aire misterioso, que existían unos corales, coloridos y demasiado brillantes donde, si un humano lograba encontrarlos y ponerse en el centro, podría ser capaz de pedir un deseo, el que sea. Los otros niños dejaron pasar la historia como un cuento más, pero Vegetta no, pidiéndole más información a su maestra, quien le dijo que era una historia viejísima por lo que no había tanto de donde buscar. No obstante, si Vegetta quería probar suerte, podía ir a la playa durante el atardecer, cuando el Sol estuviese a punto de irse para darle pase a la Luna, y lanzar una botella con un mensaje en ella. De ese modo, había una pequeñísima posibilidad de recibir respuesta por parte de un tritón o una sirena, quienes podían darle más información y ¿quién sabe? Ayudarle a encontrar aquellos corales.

— Pero es solo un mito, no lo tomes tan en serio.

Vegetta sí se lo tomó en serio.

"Si realmente este mensaje llega a alguno de ustedes, me gustaría encontrarme contigo mañana cuando el atardecer esté a punto de culminar. Estaré en la parte rocosa de la playa de isla Quesadilla, esperando por usted con muchas ofrendas y mis razones por las que considero ser un digno merecedor de ese deseo."

Lanza la botella al agua y ve como esta flota hasta perderse en el mar.

Al día siguiente, Vegetta vuelve a la playa y espera por horas, esperanzado en que su mensaje diese frutos. Se sienta entre las rocas y observa el mar en busca de una señal, un movimiento diferente en este o algo que le avise que se acercaba alguna de dichas criaturas de las que solo sabía por libros. Sin embargo, al pasar el tiempo y ya siendo el anochecer, sus esperanzas se desvanecen.

— Era solo un mito al final.

Como si sus palabras hubiesen sido escuchadas, Vegetta nota algo saliendo del mar. Da un salto para estar lo más cerca posible de la orilla, revelándose a una criatura mitad humano y mitad pez, observándolo mientras se acerca. Tiene el cabello rubio y los ojos muy verdes, siendo su cola dorada y las aletas también, esmeraldas como los ojos. Vegetta queda impresionado... pero más que nada porque el tritón, quien ahora ladeaba la cabeza al verlo, era quizá de la misma edad que él, ¡un pequeño de alrededor diez años!

— Saludos, ser de la superficie. — dice la criatura, fingiendo un tono formal — ¿Es usted aquel que pidió la ayuda de un ser como yo? ¿En búsqueda del deseo prometido de los corales coloridos más allá de la bahía?

— Eres... eres real... ¡tienes una cola de pez!

— ¿Dudabas, ser de la tierra? — el rubio no podía aguantar la risa por fingir ese tono — ¿Por qué enviar un mensaje de quien dudas su existencia?

Vegetta sacudió su cabeza. El tritón tenía razón: era real y el pelinegro solo debía seguir actuando acorde al plan. No importa si se veía pequeño, Vegetta abrió el saco que llevaba consigo y, de entre las cosas, sacó un origami que había hecho ese mismo día en clase con forma de pájaro y se lo dio.

— No creo que en el mar haya papel. — dijo, nervioso — así que hice esto para que veas las creaciones que los humanos podemos hacer.

El rubio tomó el papel y lo examinó. No parecía muy convencido hasta que jaló la cola y vio las alitas moverse, ahora con los ojos iluminados y sin dejar de hacerlo "volar".

— ¡Increíble! — gritó.

— ¿Sabes dónde se encuentran los corales que cumplen deseos? — yendo al grano, Vegetta se sentó en la arena y esperó por una respuesta — ¿De algún tritón o sirena mayor que pueda decirme el camino?

— Te puedo llevar yo, sabemos el camino a esos corales desde que nacemos.

— Eres muy pequeño. — le responde, decepcionado — Seguro que los guardias nos atacarían muchos metros antes de siquiera ver los corales.

El tritón suelta una carcajada ante la mirada de confusión de Vegetta.

— No hay guardias vigilando ese sitio porque no hay nada que cuidar, duh. — le responde el pequeño tritón, jugueteando con el origami y haciendo que moviese sus alas.

— Eso quiere decir... ¿que los corales y el deseo no existen?

— Sí existen, descuida, pero aún faltan veinte años para que el coral tenga la energía necesaria para cumplir un deseo.

— Ah, qué bien... ¿¡Veinte años!?

¡Su profesora no le había dicho nada al respecto!

— Yep! — responde — Necesita esa cantidad para ello, incluso si nadie pide un deseo cuando está activo lo necesita, por lo que tienes esa cantidad de años para convencerme de llevarte.

— ¿Y cómo saber si al final no le pedirás un deseo tú?

— Porque ni los tritones ni las sirenas podemos usar su poder. — responde — ¿Por qué crees que ninguno de nosotros lo vigila y solo somos guías? No tiene sentido proteger algo que no podemos utilizar. En fin, ¿qué más trajiste para convencerme? Me gustan las cosas brillantes, primer aviso.

Vegetta arquea una ceja mientras analiza toda la información que aquel tritón le acababa de dar. Tenía un ser mitológico frente a él, ¡uno real! Que decía y perjuraba que aquellos corales realmente existían, aunque debía esperar. Frunció el ceño, un poco decepcionado de que el margen de tiempo era larguísimo, pero tampoco estaba desesperado por conseguir su deseo ya. Se acercó al ser, abriendo nuevamente su saco y revelando una lámpara que, al ponerla cerca a unas rocas, podían ver distintas figuras gracias a la luz.

— ¡Increíble! — dice el tritón, saltando a la arena y arrastrándose hasta poner sus manos en el objeto.

— ¡Eres muy descuidado! Si un marinero pasa ahora y te ve tan vulnerable podría cazarte.

Los ojos esmeraldas del tritón lo miran con diversión.

— Tú lo impedirás si realmente quieres que te lleve a esos corales.

¡Touché!

— Eres más inteligente de lo que pareces, eh...

— Foolish, ese es mi nombre. — dice, altanero y ofreciéndole una de sus manos.

— Vegetta, un placer. — responde, tomándole la mano y sintiendo lo escamosa que era, sorprendido aún de que fuera real — Vendré mañana y te traeré más cosas, te contaré todo lo que quieras saber sobre el mundo y te convenceré de que debes llevarme a los corales a pedir un deseo.

— Trato hecho, ¡esto será divertido! — acepta — Y por cierto, ¿cuál es tu deseo?

— Quiero... ¡Ser millonario!

— ...Ese es un deseo muy cliché.

La cara de Vegetta se torna roja de la vergüenza.

— ¿Pero lo puede cumplir, no? — responde — Y no es solo por mí, así podría darle lujos a mi familia y ayudar en el pueblo.

— Pues sí. — se encogió de hombros. — muy bien, ser humano Vegetta, ¡convénceme de llevarte hacia los corales!

— Reto aceptado.

El plan de Vegetta inició de ese modo. Cada día, le explicaba las razones por las que él debía ser considerado para pedir un deseo y Foolish solo lo escuchaba, más maravillado por preguntarle cómo era ser un ser humano, caminar y pasarse todo el tiempo en escuela, trabajo y demás. Cada mes, Vegetta traía algún objeto que no se encontraba en el mar y le enseñaba sus funcionalidades, maravillando al tritón. Foolish hacía un puchero cuando intentaba hacerlos funcionar en el mar y fracasando en el intento, recibiendo solo risas del otro muchacho y promesas de que, algún día, podría llevarlo a esos lugares. Cada año, Vegetta le relataba anécdotas de sus viajes en la ciudad, trayendo más regalos pero ahora solo conformándose con pasar la tarde con el tritón, quien también le relataba su vida en el mar.

Sin darse cuenta, los veinte años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Vegetta ya era todo un hombre, aventurero que se dedicaba a apoyar en el negocio familiar y era popular entre la gente del pueblo, mas este estaba enfocado en llegar a sus pequeños encuentros en la playa donde el tritón, también ya mayor, lo esperaba siempre. Este también había crecido, siendo ahora muy fuerte, agraciado, pero aún con la personalidad juguetona y divertida que alegraban los días de Vegetta cada vez que se veían. Los dos habían formado una amistad maravillosa con el pasar de los años, incluso dejando varias veces de lado la unión inicial del deseo de los corales coloridos y solo centrándose en conocer más de la vida del otro.

Así mismo, Vegetta había comenzado a desarrollar sentimientos románticos por Foolish. No tenía idea de cuando iniciaron, pero ya apenas lo veía aparecer en el mar su corazón se alegraba y ansiaba poder pasar más tiempo con él conocer su mundo o presentarle más el suyo ya no solo por historias. Pero él era un humano y Foolish un tritón, no estaba seguro de si ello podría funcionar, por lo que estaba bien al seguir pasando los días simplemente disfrutando de la compañía de Foolish, quien más de una vez le dijo que conocerlo había sido de lo mejor que le había pasado en su vida.

— Mañana es el día. — dice el humano, sentándose en una de las rocas y observando a Foolish, quien lo miraba desde el mar — Ya tengo el barco y algunas provisiones si demoramos en regresar más de lo esperado.

— ¡Sabes que puedo cazar peces para ti!

— Pero no pienso comer pescado crudo, Foolish. — dice entre risas, mientras escucha los pucheros del tritón al decirle que esa comida era deliciosa. — Traje algo hoy para que nos relajemos antes de lo pesado que será mañana.

El muchacho entonces le muestra una radio, logrando volver a ver los ojos iluminados del tritón. Pone un disco y aprieta un botón, haciendo que una música lenta pero relajante comience a sonar aquella noche.

— ¡Suena muy bien! — responde el rubio.

— ¿Me harías los honores de bailar conmigo?

El tritón lo mira confuso, pero Vegetta ignora ello y comienza a dar vueltas gráciles encima de la roca, sin dejar de mirarlo.

— Sé que sería imposible tú bailando conmigo en la tierra o yo bailando contigo en el mar. — dice, aun moviéndose — así que... yo estaré aquí, y tú puedes dar vueltas en el agua, es lo más cercano a un baile entre ambos, ¿no te parece un buen modo de celebrar?

— Un poco de comida lo haría mejor. — Vegetta finge quejarse y Foolish solo sonríe — pero sí, me gusta la idea.

Esa noche, con el humano bailando entre las rocas y el tritón saltando en el mar, Vegetta se da cuenta de que no necesitaba más, mientras Foolish estuviese a su lado él ya era millonario en su corazón.

— Vegetta, ¡cuidado!

Tan perdido estaba en sus pensamientos que resbala entre las rocas y comienza a caer al mar. Foolish se dio cuenta al instante, por lo que nada lo más veloz posible y logra llegar a tiempo para recibirlo entre sus brazos y evitar que se ahogue.

— Tarde o temprano iba a suceder. — dice el pelinegro mientras tose por la poca agua que entró en su boca, mientras el tritón lo llevaba a la arena y lo recostaba ahí. — gracias por salvarme, mi héroe.

— Cuenta conmigo cuando de cosas del mar se traten. Pero ten más cuidado la próxima vez. — responde, sin dejar de mirarlo

— ¿Tengo... algo en el rostro?

— No. — el tritón sale de su ensoñación, volviendo a acercarse al mar — Solo... te veías bien, con el cabello mojado y la camisa así... eh... estoy diciendo tonterías.

— Foolish, vuelve aquí — el tritón le hace caso, nervioso por sus últimas palabras — hay algo que quiero hacer, pero no sé si tú también lo querrás.

— Sorpréndeme, confío en ti. — responde, con medio cuerpo nuevamente en tierra.

Vegetta toca los brazos de Foolish, mojados por el agua, y toma el impulso para acercar su rostro y besarlo en los labios. Siente las manos escamosas del otro ser tomando las suyas, abriendo los ojos y terminando el beso por la impresión de estar siendo correspondido.

— No... vuelve a besarme. — dice el tritón, agarrándolo del brazo. — Vuelve a hacerlo, por favor.

— ¿Lo dices en serio?

— He estado esperando esto por mucho tiempo.

Los dos vuelven a besarse bajo la luz de la luna, con la arena en sus cuerpos y las pequeñas olas del mar mojándolos. Da igual, ambos se encuentran tan perdidos en su mundo que solo siguen demostrándose el amor que había nacido sin querer durante todos esos años de amistad. Minutos después, con los dos echados en la arena, suspiran por lo que acababan de hacer, sin dejar de mirarse con los ojos más enamorados que alguna vez pudieron apreciar.

— ¿Entonces tú y yo ya no somos amigos? — pregunta Foolish con inocencia.

— Seguimos siéndolo, pero si quieres también podemos ser más que eso — responde él — Incluso después de la expedición... me gustaría seguir viéndote, haré mi casa cerca al mar y así podríamos vernos más seguido durante varias horas, tú y yo, queriéndonos como ahora, si es lo que también deseas.

— Me gusta eso, lo quiero. — le responde — Aunque un humano y un tritón... ¿cómo lo haríamos funcionar?

— Tampoco lo sé, pero encontraremos la forma. — susurra.

— Estoy dispuesto a encontrarlo si eso me permite seguir a tu lado — el tritón lo tomó de la mano, feliz — Oye, Vegetta...

— ¿Sí?

— ¿Podemos seguir besándonos?

El muchacho rió, mirando los ojos esmeraldas expectantes por la respuesta.

— Por supuesto que sí.

Continúan besándose, ya incapaces de imaginarse una vida sin ese ser que tanto quieren a su lado.

El día de la exploración llegó. El barco comandado por Vegetta se alzó al mar apenas y amaneció, con Foolish guiándolo sin detenerse. Las horas pasaban, pero Vegetta confiaba ciegamente en él, con quien no dejaba de hablar y hacerse bromas para hacer de ese viaje más ameno. Tanto humano como tritón sentían que era el mejor momento de sus vidas, simplemente los dos, en el mar, conversando como las tantas noches en la playa y simplemente disfrutando la compañía del otro.

— Estamos aquí.

Los ojos de Vegetta se iluminan al ver los brillosos y coloridos corales a solo ya unos metros de distancia de él. Se maravilla y Foolish solo lo ve y sonríe mientras se adelanta.

— Es real... — susurra, con el barco ya encima de los luminosos corales — De verdad es... real.

— ¡Claro que lo es! ¿Por qué te hubiese mentido por veinte años? — el tritón vuelve al barco de un salto, orgulloso de haber llevado a su compañero a su destino.

— Eso es sencillo, Foolish: no podías resistirte a dejar de verme. — dijo, riendo.

— Bueno... eso tiene pizca de verdad.

Los dos se quedan observando por unos instantes más, con las ganas fervientes de volver a probar los labios del otro. Terminan mirando para otro lado en su lugar, aun nerviosos al recordar la maratón de besos que tuvieron la noche anterior.

— Sabes, Vegetta — dice Foolish de repente, captando su atención — Al final creo que los corales sí pueden conceder deseos a los tritones.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque me permitió conocer el amor al encontrarte a ti.

— ¡Bobo! Hablas como si nos fuéramos a despedir. — Vegetta no puede evitar acercársele de nuevo y besarlo como la noche anterior. — Y ya que sé que me quieres no pienso dejarte ir. — ríe.

— Ni yo a ti.

Sonríen. Ya habría momento para disfrutar, por ahora, debían concentrarse en su misión.

— Ya es momento de pedir tu deseo. — el tritón se vuelve a lanzar al mar.

— Eh, ¡sí! ¡Es momento!

— No te olvides del... — empero, Foolish se pone alerta y comienza a mirar a todas partes — algo no anda bien...

— ¿Foolish?

Y entonces un primer golpe al barco casi bota a Vegetta de ahí. El tritón se sorprende, notando a un par de tiburones golpeando el medio de transporte. Foolish intenta razonar con ellos, pero los animales no le hacen caso y algunos incluso se lanzan a atacarlo. El rubio nota el brillo incesante de los corales, dándose cuenta del por qué las criaturas se lanzaron al ataque sin pensárselo dos veces.

— ¡No son tiburones normales! — grita, mientras atrae a algunos para que se alejen lo posible del barco — ¡están controlados por los corales!

El de ojos púrpuras se agarra como puede del barco pues los tiburones no dejan de golpearlo y esperarlo con las bocas abiertas. Foolish los golpea, alejándolos y molestando a todo el cardumen para que sus ojos se fijen en él.

— Vegetta, ¡pide tu deseo!

Pero Vegetta no puede pensar con claridad. Ve, impotente, como Foolish lucha y esquiva los ataques de esos animales, quienes se centran en lastimar al tritón para poder acercarse al humano. Foolish sigue defendiéndose, soportando las mordidas en su cola, la sangre cayendo de sus brazos y el cansancio que llega por intentar alejarlos más. El tritón se niega a matarlos, pero logra amenazarlos lo suficiente como para que el primer cardumen se aleje por unos instantes. Con unos segundos ganados, el rubio se acerca al barco nuevamente, pero poco a poco su vista se nubla y comienza a hundirse en el mar.

— ¡Foolish! — Vegetta se lanza al agua y usa todas sus fuerzas para subir al tritón al barco. La sangre mancha el rostro del tritón, y los cortes en su aleta y demás parte de su cuerpo parecen mortales. El pelinegro se altera, buscando el botiquín de primeros auxilios, pero sabiendo dentro suyo que nada de lo que tenía ahí sería suficiente para salvar a Foolish. — Por favor... no me dejes.

— Vegetta... Lo siento. — su respiración se vuelve lenta y sus ojos luchan por no perder el brillo. — no conté con que los corales pudiesen... lo siento.

— No, no, ¡no digas eso! Vas a estar bien y nos veremos cada atardecer en la playa — lo toma de la mano, echándose en su pecho mientras escucha nuevamente el chapoteo del agua debido a los tiburones que rodean el barco, quienes habían regresado y esperaban cualquier momento para atacar — Te contaré más sobre la vida en la tierra, veremos el modo de llevarte a esos festivales de los que tanto te hablé.

— ¿Y podríamos... podríamos besarnos en la noria?

— ¿Es todo lo que puedes pensar en este momento? — sonríe, con lágrimas en los ojos.

— Sí...

— Mira qué curioso, yo también — responde el pelinegro — Entonces sí, en todos los lugares que tú desees.

— ¿Cómo ahora?

— Solo si me prometes que no será el último beso entre los dos.

Foolish no puede responderle eso. Con más lágrimas en los ojos, Vegetta opta por besarlo en la frente y acariciar sus dorados cabellos para que pueda descansar. Este es el fin, se imagina, ¿qué sentido tenía seguir si Foolish ya no estaría con él luego de ese viaje?

— Debes apurarte y pedir el deseo ahora — menciona el tritón con la voz muy baja — los tiburones no se detendrán hasta que te vayas...

¡El deseo! Vegetta no tenía tiempo. Los tiburones comenzaron a golpear el barco y ambos no dejaban de tambalearse. Si no pedía algo ahora, la ayuda de Foolish para buscar lo que Vegetta tanto ansió por años sería en vano. Vuelve a observar al tritón, quien ya había cerrado los ojos debido a la debilidad de su cuerpo, y Vegetta no puede dejar que su vida termine así.

— Lo siento. — susurra para su yo niño, aquel que se imaginaba con riquezas, los ropajes más lujosos y en las fiestas más importantes antes de pedir el deseo que su corazón le pide con súplica.

"Deseo, por favor, por favor, que salves la vida de Foolish y lo dejes estar a mi lado para siempre"

Sus amatistas se entrecierran al ver el brillo intenso que los corales muestran en esos instantes. Se aferra nuevamente al cuerpo del tritón, pero debe alejarse al notar como este, al igual que los corales, comienza a brillar. Sus heridas en su parte humana comienzan a borrarse, sanar con cada brillo que poco a poco desaparece. El pelinegro sonríe ante esto, emocionado de saber que aún tendrá una segunda oportunidad con él. Nota que la cola sigue brillando, por otra parte, seguro en un inicio que se debía a que era la parte más dañada. Empero, sus ojos se agrandan al ver como la ahora aleta brillante comienza a partirse en dos y, cuando el brillo desaparece (al igual que el brillo en los corales), lo que sus amatistas ven son dos piernas, humanas, sin heridas ni daño alguno a primera vista. Mira al rubio de pies a cabeza, notando asombrado lo que su deseo había ocasionado.

Foolish era un ser humano.

Sus ojos esmeraldas se abren nuevamente. Vegetta lo mira desesperado, moviendo su mano con rapidez frente a su rostro para saber que está consciente.

— ¿Vegetta? — susurra — ¿He muerto y tú eres un ángel?

— ¡Foolish!

El muchacho lo abraza, incapaz de creer lo que acababa de ver. Se saca la camisa y se la tira al ahora hombre, pidiéndole que se tape pues ya no tiene la cola. Los tiburones se van, para sorpresa de ambos, teorizando luego que debió ser debido a que la luz de los corales se apagó luego del deseo y ellas ya no tenían nada que proteger. Vegetta recuesta su cabeza en el pecho de Foolish, quien aún juguetea moviendo sus piernas y maravillado al ser ahora un humano.

— ¡Esto es increíble! — decía el rubio, intentando pararse, casi cayéndose en el intento y siendo recibido por los brazos de Vegetta — Y estoy vivo, ¡me siento renovado!

— ¿Estarás bien siendo humano? — le pregunta, aun preocupado de haberle quitado una parte de él por salvar su vida.

— Aunque no lo parezca, siento que una parte de mí todavía pertenece a los mares — dice — pero por ahora, quiero ir a tu mundo y disfrutar de todo lo que nos prometimos.

— Entonces deberíamos irnos ya, aquí no hay más deseos que cumplir. — Vegetta lo ayuda a pararse y sirve de bastón para que el rubio pueda caminar hasta el asiento más cercano.

— ¡Sí! — continúa, aunque ahora se agarra el cabello con nerviosismo — Lamento... que tu deseo se haya gastado en mí.

Vegetta lo mira con enojo y le tira una toalla a la cara. Foolish, confundido, pregunta si ha dicho algo malo.

— ¿¡Bromeas!? — grita, como si Foolish hubiese dicho lo más horrible del mundo — ¡Renunciaría a todos los deseos del mundo por salvarte! ¿Mi amor por ti no es obvio?

— Tu amor...

— Sí, Foolish, ya lo sabes, no te hagas — se le acerca — te amo. Eres todo lo que necesito, el mejor deseo.

Y esta vez sí lo besa en la boca. Foolish le corresponde, por supuesto, y ambos pueden dejarse llevar por unos instantes más.

— Pero tú querías riquezas — susurra el rubio entre besos — hablaste de eso durante tantos años...

— Por años pensé que la mejor riqueza era ser millonario y tener todo lo material a mi alcance para ser feliz — responde, continuando con los besos fugaces por toda la cara de Foolish — Pero en ese momento, viéndote al borde de la muerte, entendí que yo no tenía mejor riqueza en este mundo que tu amor.

— Vegetta...

— Porque... lo tengo, ¿verdad?

Foolish rió al notar la pizca de duda en el muchacho. El pelinegro hizo un puchero al notarse descubierto, pero no pudo hacer nada más al recibir los labios del rubio en los suyos.

— Te amo desde hace muchos años, Vegetta, nunca dudes de eso. — se vuelven a besar.

— Perfecto. — Vegetta sonríe, poniendo en marcha el barco mientras es rodeado por los brazos de Foolish y más besos en su cabello y cuello — Entonces sigamos disfrutando de nosotros cuando estemos ya en tierra firme, hay mucho que mostrarte.

— ¡Sí! ¡Mundo humano, ahí vamos!

Los dos entonces se encaminan a isla Quesadilla, preparados para su nueva vida juntos.

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