8: Nightmare
Ya han pasado varias semanas desde que Félix se vino a vivir conmigo, avanzamos mucho el cambio de color del hilo, en la mañana juntamos nuestros meñiques y nuestros orbes brillaron de un tono entre morado y rojo, era lento pero avanzábamos bien, de eso estoy Seguro.
No solo avanzamos en eso, también nuestra confianza ya era bastante aunque claro, no tanto como para besarnos.
Porque si, a pesar de saber que terminaremos juntos no hemos dado nuestro primer beso, solamente abrazos y uno que otro besito en la frente o en la mejilla, en los labios ya era algo más íntimo.
Minho me dijo que cuando él y su novio encontraron su hilo todo se le hizo más fácil, me explicaron que tenían le necesidad de verlo a todas horas, hablarle, abrazarlo y llenarlo de amor, cuando disfrutaron que sus vidas estaban destinadas a estar juntas sus ganas de estar con él aumentaron y fue cuando le pidió una relación formal.
Tal vez eso tenga algo que ver con lo que estoy sintiendo.
Sé que se notaba a kilómetros lo embobado que me dejó la belleza y ternura de Lix, todos en el trabajo me decían que no era bueno disimulando y no lo voy a negar, él es alguien muy lindo y cuando comenzamos a simpatizar fue cuando me atrajo más, no en ámbito amoroso, sino más bien, en curiosidad.
Lix es alguien con el que puedes hablar de una manera sencilla, la conversación parece nunca acabar ya que siempre surgían temas.
11:30 pm y yo aún seguía despierto, estas semanas me estuve cuestionando lo que no hice al principio.
¿Me siento cómodo al estar con un hombre?
Sé que le dije a Félix que no lo vio por su género, si no por la magnífica persona que es pero la verdad, siempre hay espacio para este tipo de inseguridades.
Las sábanas de mi cama estaban totalmente arrugadas por todas las vueltas que él dio en ellas, estoy tratando de conciliar el sueño pero me es casi imposible con Félix metido en mi cabeza.
Di más vueltas en la cama y lo haré hasta acabar dormido o quizás en el suelo, cualquiera de las dos me pareció buena si de esa manera mis pensamientos desaparecen.
Bueno, tal vez la segunda no fue buena porque de tantas vueltas en verdad terminé en el piso.
— Auch — me quejé cuando la mitad de mi cuerpo terminó en el piso de madera y mis piernas aún seguían en la cama. Ni siquiera con ese golpe mis pensamientos se dispersaron, inclusive me concluyeron más, recordé cuando Félix y yo jugamos en la lluvia la otra vez, nos enfermamos tanto que faltamos a la universidad tres días, incluso tuve que faltar al trabajo.
Dejé que mi cuerpo entero caiga al piso para poder levantarme y justo cuando me apoyé de la cama para quedar de pié, unos ruidos provenientes de la cocina me alertaron.
Genial, un ladrón.
O podría ser Félix pero lo dudo, como se despierta temprano también duerme lo más temprano posible así que la idea de que Félix sea el causante de semejante ruido quedó descartada.
Miré toda mi habitación buscando algo con qué protegerme por si llegaba a ser un ladrón, ubiqué un jarrón de barro que mi madre me había regalado, estoy seguro de que no se enojará si lo uso como arma para salvar mi vida y la de Lix.
Tomé el jarrón con una mano y con la otra abrí lentamente la puerta escuchando su crujido, maldije internamente por hacer ruido. Al parecer, lo que sea que esté ocasionando ruido no me escuchó pues seguía con su bullicio, claramente escuchaba como movía platos y tal vez vasos, imagino que quiere buscar algo de valor.
Caminé lentamente por el pasillo, pasé por la puerta de la habitación de Félix encontrándola cerrada, el ruido no era tan fuerte por lo que no me sorprende que no lo haya escuchado considerando que Félix tenía el sueño pesado.
Con pasos sigilosos me adentré a la cocina, se encontró en total oscuridad pero a pesar de ello, pude distinguir la silueta de alguien. Tomé el jarrón con más fuerza y junté toda mi valentía, encendí las luces y estuve a punto de golpearlo con el jarrón en la cabeza de no ser porque se volteó y se cubrió con sus manos.
Ahí es cuando pude ver que solo estaba paranoico y solamente era Félix.
— Mierda Félix, creí que eras un ladrón, casi te rompo el jarrón en la cabeza — dije más calmado. Puse el jarrón en la meseta esperando la respuesta del castaño.
Félix bajó lentamente sus manos de su rostro y fue cuando pude verlo bien, sus ojos se encontraron hinchados y rojos al igual que su nariz, sorbía de esta cada cierto tiempo.
— Oye ¿estás bien?
Su respuesta fue un abrazo, no sé qué demonios estaba pasando pero supe que no era algo bueno por cómo se aferraba de mí.
(...)
— Ten — le tendí un vaso de agua, eso era lo que él buscaba.
Lo llevé a mi habitación para hablar más cómodo de lo que le había sucedido, en estas semanas no había vuelto a llorar pero al parecer, algo lo dañó mientras dormía.
Algo llamado pesadillas.
Cuando me abrazó en la cocina me dijo que no me preocupara, que solamente había tenido pesadillas.
Y mierda, como quiere que no me preocupe si literalmente me estaba abrazando como si su vida dependiese de ello.
— Gracias — tomó el vaso y bebió la mitad de su contenido, me senté a su lado y comencé a sobarle la espalda, descubrí que eso le hacía sentir mejor.
— ¿Me dirás que sucedió?
— Ya te dije, tuve pesadillas — bebió más del agua sin mirarme.
— Eso lo sé, lo que no sé es que clase de pesadillas.
— Solo... Solo pesadillas.
Suspiré, en verdad quería saber que lo atormentaba pero si él no estaba listo para contarme no debía presionarlo. Acabó su agua y puso el vaso encima de una cajonera al lado de mi cama.
— Ven aquí, Lixie — la mano que se encontró en su espalda se deslizó hasta su hombro y lo atraje a mí en un abrazo, su rostro quedó oculto en mi cuello y sus manos rodearon mi torso.
— ¿Puedo dormir contigo hoy?
Esas simples cuatro palabras me dejaron aturdido, en mi vida él dormía con alguien a parte de mi mamá cuando era pequeño. No ronco, no me muevo, no soy sonámbulo, nada impide que pueda dormir conmigo solo esta noche ¿o sí?
Con mi brazo libre hice que sus piernas quedaran encima de las mías y me deslicé por el colchón hasta que mi cabeza tocó las almohadas — si puedes, puedes hacerlo cuando quieras.
Él solamente se acomodó más, sus piernas se enredaron con las mías y sus brazos soltaron mi torso para atrapar mi cuello, su cabeza fue lo único que no se movió. Por mi parte me dediqué a abrazar su cintura con el brazo izquierdo y con mi diestra continué con mis caricias en su espalda, mi cama era pequeña, demasiado pequeña para que dos durmiesen en ella por lo que no queda de otra que acomodarnos uno encima de otro.
— Sabes que puedes confiar en mí ¿verdad?
— Lo sé.
— Sabes que yo no te juzgaré ¿verdad?
— También lo sé.
— ¿Sabes que te quiero?
Félix levantó su cabeza de mi cuello, me miró con los ojos bien abiertos y podría jurar que también tenía las mejillas sonrojadas.
— ¿No lo sabías? pues ahora sí — empujé su nuca con mi mano para que su cabeza volviera a descansar entre la curvatura de mi cuello y hombro — puedes desahogarte, Félix. Si algo te hace mal dímelo, no peleéis tú solo con tus demonios, si puedo ayudarte entonces dime, no te presionaré si tú no quieres hablar pero en verdad quiero que sepas que no estás solo, estoy aquí contigo.
Su pequeña mano se deslizó por todo mi brazo y capturó mi mano entre sus dedos, hizo un puño con su mano dejando solo su dedo meñique levantado el cual, estuvo acariciando mis nudillos. Su dedo se detuvo en mi meñique y los entrelazó.
También descubrí que cuando se sintió inseguro o con miedo hacía eso, entrelazaba nuestros meñiques y dejaba que el brillo morado se apodere de nuestros orbes.
— Lo sé — respondió bajito. Nuestros meñiques siguieron juntos pero Félix no miró mis ojos como siempre lo hace, solo se quedó ahí, acurrucado en mi cuello haciendo leves movimientos inconscientes con su nariz.
Estar así junto a él creaba una rara sensación de paz en mi, una paz que hace años no sintió, la última vez que la experimenté fue cuando tenía alrededor de diez años, estaba sentado en el sofá de mi casa viendo la lluvia por la ventana, mi madre estaba sentada al lado mío sobando mi cabello mientras veíamos las gotas que impactaban contra el cristal para luego resbalar en este mismo.
No podía simplemente explicar la paz que siento ahora, solamente espero que él sienta lo mismo que yo.
Y creo que tuvo la misma sensación que yo ya que, en cuestión de minutos, su respiración se volvió lenta y tranquila indicándome que se había quedado dormido. No separé nuestros dedos, no quería hacerlo, es relajante y desestresante tenerlo tan cerca de mí.
Tal vez esta noche podría ayudar con sus pesadillas y él me ayudó a aclarar mis dudas.
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Todos los créditos a la autora original @Diamoshi
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