13: Confidence

Siempre he hecho notar mi esfuerzo y desempeño, cuando creo que algo es injusto lo digo, me han premiado por mi valentía, honestidad y por el coraje a enfrentarme a mis superiores sí creo que algo no es correcto.

8 p.m. y ya estaba de regreso a mi hogar con Lix, era verdad que nos aumentaron considerablemente el salario por las horas extras que nos agregaron pero eso no podía cambiar que también nos estresamos. Pude convencer a mi jefe de que todos hacemos un trabajo limpio y con esfuerzo, merecíamos unos descansos.

Era algo difícil que nos den o autoricen descansos pues el restaurante era demasiado popular haciendo que se llene en poco tiempo, teníamos que atenderlos de la mejor manera posible al igual que teníamos que hacerlo rápido. Mi jefe decidió cerrar el restaurante por dos semanas, los ingresos subieron considerablemente por lo que no abría pérdida si se cierra esos días.

Tenemos catorce días para descansar.

Últimamente ha estado lloviendo en demasía, Félix me obligó a llevar un impermeable todos los días y lo agradecía en estos momentos, el autobús no venía a estas horas por lo que tuve que caminar y buscar un taxi en medio de la lluvia, lo encontré a los pocos segundos, le di la dirección y tomamos rumbo a mi hogar.

La noche ya había caído bañando a todo Seúl con su obscuridad, los faros ya se habían encendido proporcionando iluminación a todos aquellos que se encontraban en las calles. Abrí un poco la ventana del taxi y de inmediato el delicioso olor a lluvia inundó mis fosas nasales, no podía explicar la razón, pero este aroma siempre lograba calmarme al igual que la sinfonía de las gotas impactando en distintos lugares causaba que mi cuerpo se relaje.

Por un momento me olvidé de todo, la universidad, el trabajo, incluso me olvidé de mis propios padres o de que estaba en un transporte público, lo único que no pude olvidar fue la existencia de mi Lix, si, mío.

Me costaba aceptar que tenía pareja, no porque creí que nunca tendría, sino porque nunca creí sentir algo como esto, nunca me imaginé que se sintiera tan bien estar en los brazos de alguien, probar los labios de otra persona, tampoco creí normal que me emocionara por una llamada o un mensaje suyo, Félix en serio era alguien fundamental para mi desolada vida.

— Hemos llegado, joven — el conductor me sacó de mis pensamientos con su aviso, le agradecí y pagué para después salir del taxi y dirigirme a mi casa.

Algo me extrañó, la casa estaba en total obscuridad, no habían luces prendidas ni aparatos electrónicos encendidos.

Félix debió llegar hace unas ocho horas a casa ¿habrá salido? Revisé mi teléfono para ver si tenía algún mensaje de él pero no, ninguna llamada perdida, ningún mensaje, nada.

Ingresé a la vivienda importándome poco que esté mojando todo. Me quité el impermeable y aventé mi mochila a uno de los sillones.

— ¿Félix? — hablé pero no recibí respuesta alguna.

Siempre me he considerado una persona que piensa cosas positivas antes que negativas, alguien que conserva la calma pero... por alguna razón, esta vez no fue así. Miles de escenarios de dónde podría estar Félix o que le había sucedido en el transcurso de su universidad a casa aparecieron en mi cabeza, ninguno era bonito.

La casa no era grande por lo que me decidí primero a revisar bien si estaba o no aquí antes de hacerme más ideas alarmantes. En la sala no estaba, es un hecho, revisé la cocina, cada rincón, inclusive abrí los compartimientos de abajo (en los que podía caber una persona con facilidad) y también debajo de la mesa.

Una vez me aseguré de que Lix tampoco estaba aquí caminé hasta el pasillo, la primera habitación era la suya, la puerta se encontraba cerrada, siempre que se mete ahí cierra su puerta, le pregunté por qué no la dejaba abierta y él me contestó que se le volvió costumbre eso.

Encerrarse en su habitación.

— ¿Estás ahí, Lixie? — pregunté con la oreja pegada a la puerta, mis dedos dieron toques a la puerta, respetaba su privacidad y siempre le pedía si podía ingresar a su habitación.

Me alejé de la puerta y en la parte de abajo pude observas una luz casi nula saliendo de esta ¿a caso nos habían cortado la luz y por eso estaba todo apagado?

Para responder mis dudas giré la perilla y puse un pié en su habitación, lo vi ahí, sentado en su escritorio con audífonos puestos, la lámpara de su teléfono estaba encendida, el artefacto se encontraba en el mismo escritorio en donde su libreta y libros descansaban, encima de su móvil había un... no sabría decir que era, parecía una botella de plástico vacía, tal vez era de detergente por lo grande que era.

Encendí las luces y recién ahí se dio cuenta de mi presencia, se quitó los audífonos y me miró sorprendido.

— ¿N-no regresabas en dos horas? — preguntó.

— ¿Quieres que regrese en dos horas más? — Igual pregunté mirando extrañado su lámpara improvisada — ¿qué haces? ¿Por qué todo está obscuro?

— Y-yo... — jugueteó con su gran suéter mientras bajaba la cabeza, avergonzado.

Puede darme cuenta de que pensaba que lo iba a recriminar o algo por el estilo, me acerqué a él en una velocidad rápida, me puse de cuclillas y tomé sus manos entre las mías — no estoy enojado si es lo que piensas, solo dime ¿por qué no encendiste las luces? — desde mi posición podía ver sus orbes achocolatados ya que tenía la cabeza gacha.

– Y-yo no... Yo no quería consumir mucha luz — comenzó a temblar en su lugar después de decir eso.

Entonces por eso el recibo de luz no había subido casi nada, Félix se quedaba a obscuras con tal de no consumir energía.

— ¿Hace cuanto haces esto?

— Desde que vivo aquí.

Mis ojos casi se me salen de mis cuencas al escuchar eso.

— A partir de hoy, si no veo que la luz a subido lo que debería subir dormiremos separados de nuevo — y aunque eso a mí no me gustaba sabía que a él mucho menos, tenía pesadillas muy a menudo, me aseguraba que cuando duerme conmigo las pesadillas no regresan si no hasta que haya pasado mucho tiempo.

— Pero-.

— Pero nada, estas dañando tu vista y aunque sé que te verás hermoso con lentes no me gustaría verte con ellos si la causa es porque cansaste demasiado tus ojos. Félix, sabes que te quiero mucho, no soportaría verte enfermar o que alguna parte de tú no funcione — le había dicho a Félix que si no gastaba demasiada luz podría pagar lo que ambos consumimos pero no creí que se lo tomara en serio – quiero que olvides lo que te dije, yo pagaré todo así la comida, el agua y la luz suban lo cuádruple, consume comida, agua y luz como una persona normal ¿de acuerdo?

Asintió despacio y le di un apretón a sus manos para que me mirara. Levantó la vista y sus bellos ojos estaban cristalizados junto con sus mejillas sonrojadas.

— Oye no, no llores, lo siento, no fue mi intención hacerte llorar — me puse de pié rápidamente y tomé su rostro en mis manos. Pareciera que le dije que llore más porque eso fue exactamente lo que hizo, gruesas gotas saladas caían de sus ojos e hipidos y sollozos salían de sus labios — Félix...

Él solamente se colgó de mí cuello y por inercia mis manos se sujetaron de la silla en la que Lix estaba sentado para no aplastarlo, comenzó a soltar más sollozos en mi oído y creí haber escuchado un te amo en medio de sus hipidos.

— Te amo, te amo, te amo, maldición te amo mucho — decía atropelladamente a causa de su llanto, mentiría si dijera que no me sorprendió eso, siempre me decía te amo en mensajes o hasta en llamadas, me dijo que no podría decírmelo en persona ya que le daba vergüenza, pero ahora lo estaba haciendo, se estaba aferrando de mi cuello y cada que podía soltaba un te amo.

Comprendí que estaba llorando por el hecho de que me preocupé por él y me sentí feliz, había cumplido mi cometido el cual era hacerlo sentirse querido por alguien.
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— Rápido que se va a enfriar ¿no querías ahorrar todo lo posible?

— ¡Pero no me refería a esto! — Lix ocultó su rostro rojo (porque en serio estaba más rojo que su peor enemigo, los tomates) en sus manos.

Cuando Félix logró calmarse me dijo que podría consumir un poco más de las cosas que le pedí que consuma pero no en demasía, aún seguía con la inseguridad de que yo lo tomase como una carga. Traté de convencerlo y llegamos a un acuerdo.

Encendería las luces solo cuando no pueda ver absolutamente nada y solamente en la habitación en la que él estaría, eso lo sugirió él para no gastar más de lo necesario, comería hasta que su estómago esté lleno porque come bastante poco y puedo notar como cada día está más delgado así que no se movería de la mesa hasta estar lleno, eso yo lo sugerí con la excusa de que si no gastaba todo lo que le sirviera se irían esos restos a la basura y sería desperdicio.

Luego llegó el tema del consumo de agua. Félix me dijo que cada vez que se duchaba, trataba de no tardar más de lo necesario para no desperdiciar y fue cuando se me ocurrió una fantástica idea para que no sienta remordimiento.

¿Por qué no nos bañamos juntos?

De ahí la situación actual, yo estaba en la tina y Félix estaba aún con toda su ropa cuestionándose mentalmente por qué aceptó mi propuesta.

— Vamos Félix, no es para tanto, yo tengo lo mismo que tú.

— Oh por Dios, sólo cállate — suspiró tratando de calmarse. Le hice caso, guardé silencio en lo que él pensaba no sé qué tantas cosas, esperé unos segundos más por alguna respuesta, no lo iba a obligar si no quería — cierra los ojos.
— ¿Entonces te ducharas conmig...

— ¡No digas nada, solo cierra los ojos! — su rostro de nuevo tomó un color rojo demasiado notable.

Reí ante su timidez y cumplí su petición, cerré los ojos esperando por Félix, escuché como deslizaba su camiseta por su cabeza, también escuché el cierre de su pantalón y el sonido sordo de este cayendo al piso, momentos después sentí en agua moverse indicándome que estaba ingresando a la tina.

— ¿Ya?

— No.

Y seguí esperando, él ya estaba dentro pero aún así no me permitía abrir los ojos. Sentía en suave movimiento del agua en mi torso y brazos, Félix se movía demasiado ¿haciendo qué? no tengo idea.

— Listo.

Abrí mis ojos y al observarlo pude comprender por qué se movía tanto. Se había sumergido casi por completo en el agua, apenas y lograba ver un poco de su clavícula seguidas de su blanco cuello y su cabeza, el agua estaba enjabonada y con espuma por lo que no me permitía ver lo que había debajo de ella.

— Deja de mirarme, solo dúchate — bajó la mirada avergonzado, se veía gracioso con sólo su cabeza fuera.

— Lo siento — reí una última vez para comenzar a enjabonarme, pasé mis manos llenas de jabón por mi cuello y mi pecho frotando suavemente y bajé hasta mi abdomen. Félix se quedó quieto aún mirando un punto fijo en el agua — ¿puedo lavar tu cabello? — pregunté con el shampoo en manos.

Cualquier cosa para romper el silencio estaba bien para mí.

— Y-yo...

— No tienes que salir del agua, solo acércate un poco y déjame frotar el shampoo — para ser sincero, siempre había querido hacer esto, su cabello olía y se sentía tan bien entre mis dedos, lavarlo sería satisfactorio.

— E-está bien.

Se acercó unos cuantos centímetros a mi aun con todo su cuerpo dentro del agua, parecía que se abrazaba a si mismo pues cuando se acercó no sentí ni a sus piernas ni a sus manos tocarme.

— Cierra los ojos — pedí y él lo acató, dejé un chorro de agua caer en su cabello mojándolo por completo, sus mejillas ya no estaban tan rojas como antes pero seguían con el leve color rosado en ellas. Besé su frente cubierta por su cabello al estar adherida a esta por el agua, con eso abrió sus ojos y los volvió a cerrar cuando sintió mis manos con shampoo pasearse por su cabello.

Pequeños montículos de espuma se formaban en su cabeza, Félix se veía más relajado, casi parecía dormir ante mi toque, su cabello era largo pero muy bien cuidado, a veces podía observar como lo peinaba con esmero, como le aplicaba cremas para que se viera bonito, suave y oliera bien, a él realmente le gustaba cuidar de su cabello.

— No te duermas — bromeé cuando terminé mi labor de llenar su cabellera con espuma.

Se rió con mi comentario, algo que me tranquilizó ya que me indicaba que no están incómodo — quería pagar la mitad de los gastos — habló aún con los ojos cerrados — pero no quería gastar rápido el dinero de mi abuelo, él me dijo que algún día iríamos juntos a Japón y comeríamos mucho takoyaki — sonrió de una forma triste — antes de morir, me dijo que me daría su dinero para que uno de nosotros cumpla nuestro sueño de ir a Japón.

Félix apartó algunos mechones que caían en su frente y abrió sus ojos — entonces querías gastar lo menos posible para cumplir ese sueño ¿no?

Él asintió lentamente.

— Cumplirás ese sueño, como ya te dije, no tendrás que pagar nada más que tu universidad porque los gastos de la casa los pagaré yo.

Dejé un suave y corto beso en sus labios antes de que diga nada, Félix tenía unas intenciones lindas y no soy nadie para arrebatarle su sueño.

— Baja la cabeza — me dijo con una sonrisa.

— ¿Para qué?

— Solo bájala.

Arqueé una ceja.

— Por favor — y me puso ojos de cachorro que en definitiva no pude resistir.

Bajé la cabeza curioso a lo que iba a hacer, tomó el shampoo (con mi ayuda ya que por nada del mundo quería mostrar más piel de la necesaria saliendo del agua) y vertió un poco en mi cabeza, dejó caer el bote en la tina y comenzó a masajear mi cuero cabelludo como yo lo hacía con él hace un momento.

Sus dedos se enredaban en mis tibias hebras, su toque era sutil y lento, masajeaba por atrás, los costados y por enfrente, su rostro se veía concentrado en esparcir todo el shampoo en mi cabello tratando de que su cuerpo siempre se mantuviera bajo el agua.

No soy un pervertido ni nada por el estilo, pero Félix me daba curiosidad, nos tenemos confianza, si él no está cómodo con algo sé que me lo dirá, si alguien o algo le hace daño también tengo la certeza de que lo consultará conmigo porque prometí cuidarlo. No sé si no quiere que vea su cuerpo por vergüenza o más bien es por inseguridad a su persona, tenía la esperanza de ver su blanca piel, que tal vez me dejara pasar el jabón por ella y sentir su suavidad entre mis dedos, no en plan morboso, solo quería descubrir un poco más de él, tener más de él entre mis manos porque sé que nunca podría cansarme al tener a Félix junto a mí.

Terminó de aplicar el shampoo y bajó sus manos hasta mis hombros mezclando la espuma del shampoo con el jabón, sus suaves manos siguieron su recorrido por explorarme, bajaron un poco más llegando a mis pectorales, no tenía músculos demasiado marcados pero se podía ver a qué me dedicaba en mi tiempo libre. Con timidez hizo círculos con sus pequeñas manos hasta que en un momento paró en un lugar en específico.

Mi corazón.

Levantó su vista a mi rostro y nuestros ojos chocaron, nuestros meñiques no estaban entrelazados pero podía ver y recordar el brillo casi totalmente rojo en sus orbes. No sabía en qué momento nos habíamos acercado tanto al punto de que la punta de nuestras narices se rozaron. Miré sus labios y luego sus ojos, él hizo lo mismo conmigo hasta que no soportamos la tentación y nos acercamos aún más.

Para mi mala suerte nos resbalamos por la cantidad de jabón en nuestros cuerpos, el cayó hacia atrás pero pude sostener su nuca antes de que se golpeara, quedé en su encima con una mano apoyada en el fondo de la tina, para su fortuna su cuerpo no salió un milímetro del agua. Reímos ante nuestra torpeza, era casi común que nos caigamos, no sabíamos por qué, tal vez teníamos una atracción con el piso o que se yo.

Sus manos que anteriormente se sostenían de los bordes de la tina pasaron a mis mejillas y dejó un piquito en mis labios, sonrió y dejó otro y otro y otro, estuvo así, dándome amorosos besos que claramente correspondía.
— Te amo — ahí estaba otra vez esa frase que tiene mal a mi cabeza y corazón — sé que a mi abuelo le encantará que vengas conmigo a Japón.

Sonreí bobamente, me encanta el hecho de que me una en sus planes — a mi me encantaría comer takoyaki contigo — sin poder soportarlo más presioné mis labios contra los suyos y a pesar de que lo tomé por sorpresa pudo corresponderme moviendo lentamente sus labios. Pequeños chasquidos se escuchaban y, si se hacía el debido silencio, también se podía escuchar el compás de nuestros corazones al estar latiendo juntos.

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Todos los créditos a la autora original @Diamoshi

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