#30 hot hot pics
SAN HWA ────── ¿Qué tan mal estaba, si le gustaba tanto?
―¿Vas a ayudarme? ―Seonghwa hizo pucheros.
San rodó los ojos, riendo fuerte. Seonghwa era un chico caprichoso y pícaro disfrazado de un angelito dulce e inocente.
―Por favor, Sani ―Seonghwa frotó su pecho contra el brazo musculoso del menor, exagerando su tono coqueto―. Necesito las fotos para ayer.
San volvió a reír y sujetó las caderas ajenas con firmeza, deteniendo los movimientos ajenos que descaradamente se frotaban contra él. Los pequeños saltitos de Seonghwa disminuyeron al instante. Cualquiera que los viera y no los conociera, pensaría que eran una pareja melosa jugueteando, pero sólo eran dos mejores amigos con una terrible tensión sexual.
―Está bien, Florecita. ―San masajeó la pelvis de Seonghwa con su pulgar por unos segundos antes de soltarle―. Me lo debes, otra vez.
Seonghwa sonrió en grande, completamente feliz.
―Te lo puedo pagar con una mamada.
Aquella oferta hizo que San se sobresaltara, pero pudo recomponerse inmediatamente. No necesitaba otra imagen de Seonghwa entre sus piernas, suficientes sueños húmedos había tenido ya, con las mejillas rojas entre sus muslos y esos pomposos belfos cubiertos de semen haciéndolos brillar como bálsamo labial.
―Mejor una cerveza.
Seonghwa rio, tomó la mano de San y entrelazó sus dedos. Ambos comenzaron a caminar dirigiéndose hasta la casa del mayor. San no podía negarlo, estaba entusiasmado, mucho.
No era la primera vez que cumplía la ardua tarea de ser el fotógrafo íntimo de Seonghwa, de hecho, pero antes no había tenido esos pensamientos molestando.
(...)
San ingresó a la habitación de Seonghwa detrás de este. Las paredes teñidas de color crema estaban repletas de posters, desde sus películas y sus bandas hasta sus series infantiles favoritas. Negro y rosita por todos lados. Una dualidad muy notoria. Sin embargo, no era allí donde Seonghwa se tomaba fotos, sino una habitación especial, decorada de una manera ―mucho― menos infantil.
―¿Qué vas a ponerte, Florecita? ―preguntó San dejándose caer sobre el puff junto a la ventana.
Seonghwa juntó sus manos y, entusiasta, dio grandes zancadas hasta su armario. De allí tomó una enorme caja blanca a la cual San miró con excesiva curiosidad. De repente se sintió mucho más ansioso.
―Compré arneses, más ropa interior y... ―Seonghwa mordió su labio inferior, mostrándole rápidamente todo lo nuevo, hasta que el ruido de una bolsa de plástico llamó más la atención de San―. Estas... cosas.
Juguetes sexuales. Y no, no era un masturbador o una muñeca inflable, sino dildos, muchos, de distintos tamaños y colores, bolas chinas y... eso probablemente era una fusta. San abrió la boca y no pudo volver a cerrarla.
―Sani, cierra la boca, o entrarán... moscas. ―Seonghwa se rio con picardía.
Supo inmediatamente que había llamado la atención de San, y lo que haría a continuación, quizás marcaría un precedente en su ―ya rara― relación. Seonghwa estaba dispuesto a volverlo loco, necesitaba desde lo más profundo de sus entrañas que San se lo follara, fuerte, pero también quería esa dulzura que tanto caracterizaba al menor. San era todo lo que Seonghwa había buscado alguna vez, solo hasta entonces se dio cuenta de ello.
Buscó que el amor y la pasión fueran de la mano, por mucho tiempo, pero nunca tuvo suerte. Había pasión, habían hombres encantados con su cuerpo, pero no había amor. Seonghwa se sentía patético y desafortunado, pero sentía en San una diferencia. Tenía que haberla.
―Carajo ―San maldijo, incapaz de callarse.
―Es algo nuevo, ¿verdad? ―Seonghwa tomó un dildo rojo, más largo que el tamaño de su mano, hizo una seña obscena con él al llevarlo a su boca y rio.
―¿Qué vas a hacer con eso? ―Choi preguntó en un tono agudo.
―Lo voy a meter en mi... ―Seonghwa se calló, sonriendo.
San rio tímido.
―P-pero... ―Moviendo sus piernas nerviosamente, San titubeó―. ¿Ya lo has hecho antes? No- ¿no te dolerá? Es decir...
Seonghwa asintió varias veces.
―Claro ―contestó con obviedad, desviando la mirada, incapaz de decirle que, en efecto, había estado con otros hombres y esos dildos no eran nada en comparación; de alguna manera, se sentía bochornoso que San supiera que no era virgen―. Pasé toda la semana probando algunos...
San boqueó nuevamente.
―O sea que... ¿voy a tomarte fotos en tanga, amarrado, y con un dildo en el culo?
―Ah ―Seonghwa sintió calor en las mejillas―, sí... ¿No vas a poder? Está bien si no puedes, se lo pediré a alguien más... pero ya sabes, se siente más cómodo contigo.
Seonghwa esperó pacientemente. San estaba en shock.
―Dije que voy a hacerlo ―contestó pocos segundos después, demasiado rápido como para modular bien―. Lo haré. No quiero que otro te tenga así, enfrente ―negó con la cabeza.
Seonghwa sonrió, muy feliz.
(...)
El infierno, eso era. En el cuarto especial de Seonghwa hacía calor, quizá porque al ser invierno, la calefacción estaba al máximo. Sudor corría por su espalda, bajaba por su frente, la tensión entumecía sus piernas.
Armaron el escenario. Un colchón king zise en el suelo con un acolchado blanco puro encima, algunas florecillas esparcidas por ahí de color blanco y azul, con ramitas perdidas por ahí. Seonghwa era lo mas llamativo, él en el centro, un body masculino de encaje vestía su delgado cuerpo, cruzaba sus piernas largas y bellas ocultando su erección.
―¿Sani? ―Seonghwa habló al no escuchar el clic de la cámara.
San carraspeó.
La habitación estaba en penumbras, y sus pantalones negros ocultaban bien su erección, pero estaba comenzando a doler. Y eso que apenas estaban empezando.
―Lo siento, me distraje. Estas fotos están buenísimas ―comentó.
Seonghwa se sonrojó notoriamente.
―Te pagarán una fortuna.
Seonghwa mordió su labio inferior. Diablos. Hace meses que no vendía ninguna fotografía nueva, y no porque no hubiera demanda ―era la persona con más ventas en la plataforma después de dos chicas―. Seonghwa sólo quería que San le viera así. Las últimas sesiones no habían sido más que un engaño, una excusa para que San pudiera verle.
―¿Tú pagarías por ellas? ―preguntó cambiando la pose.
San tosió.
―Sí, lo haría. ―San tomó una última foto antes del cambio de prendas―. Eres adorable y caliente. Tus ojitos brillantes y tímidos, tan inocentes, no pegan en absoluto con tu actitud tan sensual.
San rio adorablemente.
―Y eres... sensible y llorón y juguetón, pero eso sólo yo lo sé ―San continuó, feliz, sabiendo que había algo que nadie podía comprar: lo que él tenía con Seonghwa―. Nadie más.
―¿Ah, sí? ―Seonghwa se levantó de la cama y comenzó a quitarse el body, sin importarle que San le viera, después de todo, no había rincón que San no hubiera visto ya―. ¿Y qué más? ¿Qué más soy?
―¿Aparte de un bebé llorón? ―San rio, desviando la vista para no invadir la privacidad del mayor, aunque ya le hubiera visto desnudo antes―. Eres un algodón de azúcar.
Seonghwa rio. Bien. Jamás le habían dicho "algodón de azúcar".
―Eres lindo... y me gusta cuidarte.
Seonghwa intentó ignorar el tono del menor, para no ponerse tímido.
―Vas a ponértelo... ―dijo San con incredulidad, viendo que Seonghwa regresaba con un dildo entre sus manos.
―Sí. ¿Me ayudas? ―bromeó.
La tanga blanca fruncida, con moñitos, era adorable, y también tenía ligues en las piernas del mismo color, junto a unas medias hasta las rodillas. Una vez preparado, San tenía que atarlo, pero saber que el menor le tocaría cuando estuviera tan caliente, le ponía los pelos de punta.
Seonghwa tomó un pote de lubricante y se sentó en la cama, comenzó a bañar el dildo con la sustancia transparente hasta que estuvo lo suficientemente mojado. Lo dejó a un lado y se recostó, ante la atenta mirada de San. Sus dedos empapados se hicieron camino en la tanga abierta y tanteó su agujero, emitiendo suspiros casi inmediatamente. Con su otra mano, acomodó su erección y, entonces, continuó tocando los bordes de su entrada.
San encendió la cámara y tomó una fotografía. Enfocó el rostro excitado del mayor, y tomó otra. Estaba parado frente a Seonghwa, con los pies a cada lado de sus piernas.
Seonghwa ingresó uno de sus dedos, San gimió bajito, impresionado.
―Hwa... ¿te duele? ―San preguntó asustado, pero su entrepierna palpitó entusiasta por la escena tan caliente frente a él.
Seonghwa negó con la cabeza, apretando su labio con fuerza entre sus blancos dientes. Movió cuidadosamente su mano y luego de un par de segundos, largos y silenciosos (más allá de los bajos suspiros de Seonghwa), volvió a meter otro. Ambos estaban a la expectativa. San, ansioso, continuó observando lo que Seonghwa se hacía a sí mismo, sin moverse un sólo centímetro. Las rodillas de Seonghwa estaban alzadas, sus piernas abiertas a cada lado, sutilmente, sensualmente.
―¡Agh!
El gemido de Seonghwa alteró a San. Pegó un pequeño salto en sitio, volviendo a la realidad, saliendo de esa ensoñación que lo mantenía preso con tanta fuerza. San se dio cuenta entonces que estaba... embobado.
―Eso no parece doler. ―San, inocente, preguntó―. ¿Se siente bien?
San llevó una mano a su entrepierna, acomodando su erección, la humedad de sus pantalones ni siquiera llamó su atención. Estaba duro y mojado.
¿Cuánto ansiaba follarse a su querida Florecita? ¿Cuánto ansiaba meterse entre sus piernas y llegar hasta el fondo? Definitivamente perdería la cabeza, perdería la razón si continuaba así. ¿De verdad quería hacerlo? San no estaba seguro de que pudiera sentirse tan caliente con otro hombre que no fuera Seonghwa. Alguna vez, desde que llevaba conociendo esta faceta del mayor, había pensado en su sexualidad. Había dudado, pero ¿qué era? Sino un hombre excitado por otro hombre. Le gustaba, en efecto, le gustaba Seonghwa.
Seonghwa asintió a la pregunta.
―¿Me veo bien? ―inquirió, ladeando ligeramente su cabeza.
―Te ves bien, sumamente sensual.
Dudó, porque estaba caliente y pronto la razón se iría al demonio. San titubeó y casi dejó caer la cámara, pero no lo hizo.
―Sani...
San apretó la mandíbula, tenso. Seonghwa llevó el dildo cubierto de lubricante a su entrada y amagó con introducirlo, jugueteando con sus bordes. San abrió la boca, expectante.
Lo introdujo con cuidado, lento, hasta el fondo. San suspiró.
―Lo metiste... todo.
Seonghwa sonrió.
―Ahora átame, Sani. Átame, y tómame fotos mientras finges que me pegas con la fusta.
¿Era posible correrse en sus pantalones sólo con esas palabras?
San siguió las instrucciones, viendo cómo sus manos temblaban patéticamente. Rozó la piel caliente con sus manos y todo su cuerpo se contrajo ansioso y deseoso, ni siquiera pudo ver a los ojos del mayor.
―Sani...
San volvió a incorporarse.
Seonghwa estaba atado, inmóvil, su culo abierto y mojado, estaba tan... tan indefenso. Estaba listo para él.
San trató de tranquilizarse. Tomó la cámara nuevamente y la fusta en su otra mano, la apoyó en el glúteo de Seonghwa y tomó varias fotos en diferentes ángulos. No podía pensar en qué estaría pensando el mayor, qué lo tenía tan duro y lloroso, qué hacía que se viera así...
―Carajo, Seonghwa. Es demasiado ―jadeó.
El verde de sus lentillas se enfocó en San. Sus mejillas estaban rojas, sudaba y tiritaba (no de frío, claramente). Seonghwa titubeó también.
―Deja la cámara a un lado y ven aquí, Sani ―Seonghwa rogó.
San no fue lento. Dejó la cámara, tal como Seonghwa se lo pidió y se arrodilló frente al mayor. Su dureza tocó los muslos de Seonghwa, haciéndole notar lo excitado que estaba.
―Muévelo por mí.
San llevó su temblorosa mano al dildo y, sin vacilar, comenzó a moverlo. Seonghwa se retorcía a medida que San lo movía dentro suyo, y jadeos y gemidos se escaparon indecorosamente.
La punta sobresalía por la tanga de encaje blanco, goteaba semen a montones, San la observó. No había visto demasiadas pollas en su vida, pero la de Seonghwa era realmente bonita. Delicada, como él.
Sus testículos llenos rebotaron cómicamente cuando San fue más rápido. Se encontró notándolo adorable.
―¿P-puedo tocarte más?
Seonghwa asintió sin dudarlo.
San sonrió. Desató la mitad inferior de Seonghwa y apoyó las piernas ajenas sobre su regazo, tocándolas con caricias delicadas. Largas, pálidas, suaves, San amaba tocarlas. Tomó su polla fuera de la ropa interior y la bombeó tímidamente al principio, sin dejar de penetrarlo con el plástico. Oyendo atentamente cada suspiro y fuerte gemido que salía de esa linda boca.
―De verdad lo estás disfrutando. ―San se inclinó más y, lento, repartió besos por los muslos internos de Seonghwa―. Carajo, cómo me encanta.
(...)
Seonghwa mordió su labio inferior.
Tirado en su cama, perdido en sus pensamientos. No podía sacar de su cabeza todo lo acontecido el día anterior. Estaba ansioso por volverlo a hacer, pero no sabía cómo demonios pedirle aquello a San.
Seonghwa hubiera hecho lo que fuera porque San llegara más lejos, pero cuando apenas estaban comenzando, el teléfono del menor comenzó a sonar.
¿Habrían ido más lejos, en primer lugar? Seonghwa sólo quería abrir sus jodidas piernas alrededor de sus caderas y no soltarlo más.
El teléfono comenzó a sonar. Seonghwa lo tomó con aburrimiento, entonces vio el nombre de San en la pantalla y rápidamente contestó.
―Sani ―dijo coqueto.
―Florecita.
Un gemido. Sólo eso bastó.
San haciendo manualidades todo el día culpa de la estrellita aka florecita 🤣🤣
Para mi querida:
Limonverde29
Tengo pensada una segunda parte, porque sí, hay más, pero no me gusta que tengan mucho mas de 2.5k por capítulo porque siento que es mucho ajajaja
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