dos

Algunas personas si comparten su futón.

         Cuando desperté, los rayos del sol avisaron que ya era de mañana y estaba en algún tipo de habitación, un tanto oscura si no hubiera sido por la ventana que dejaba entrar la luz del exterior. Fue ahí donde conocí de manera correcta a Dazai Osamu, ya que el intento de suicidio doble ni siquiera contaba como una presentación.

         A la par en que revisaba el lugar en donde estaba, encontré el cuerpo de un hombre no muy alejado de mi tirado en otro futón. No cabía en mi sorpresa con los ojos bien abiertos y la mirada temblorosa al verle de espaldas y sin camisa alguna; vendas le rodeaban el torso y algunas otras partes. Pensé enseguida, que lo peor ya había pasado siendo tan pesimista. ¿Qué esperaba estando en la calle en una ciudad a la que se le conoce por sus peligros? Con diecisiete años apenas, no tarde mucho en echarme a llorar a pesar de haber manifestado antes que no lo volvería hacer porque no valía la pena.

         —¿Qué... sucede? —murmuró adormilado.

          Por mucho que intenté no llorar en alto, desperté al hombre y con ello mi miedo creció sin limitación alguna.

         —Mira que tarde es. Kunikida-kun va a pegarme por llegar tarde otra vez —lamentó poco después.

         Se colocó de rodillas sobre el futón mientras me daba la espalda y revisaba algunas cosas en su celular. Le vi de pies a cabeza, primero corroborando que llevaba el pantalón puesto.

         —¿Tienes hambre? —bostezó luego de decir, tan casual que fue extraño incluso para mí.

         Dejé enseguida mis lamentos atrás cuando le escuché hablar con ese tono relajado. Su voz era realmente agradable.

          —¿Quién eres? ¿Qué es este lugar? —me atreví a cuestionar, alejándome un poco mientras tanto. Como había mencionado, no estábamos lejos, apenas y los futones estaban separados en aquel tatami.

          Terminó por levantarse, se estiró, y luego me observó pensando en lo que iba a decirme. Mientras, yo me mantuve a la defensiva con la sábana que me cubría y apretándola contra mi pecho. De ropa, llevaba una camisa de tallas exageradas y nada debajo.

          —Mi nombre es Dazai, Dazai Osamu, mi bella señorita suicida, y estamos en mi casa —se presentó, desbordando carisma pese a la situación.

          No supe que contestar a su tono juguetón, pero me hizo recordar porqué había perdido el conocimiento. A mí mente vino aquella escena dramática de los dos sobre el barandal del puente, ahora recordaba su aspecto. Pareció que pude oír el río molesto como si estuviese ahí de nuevo.

           —¿Por-por qué estoy aquí? —Mis palabras apenas salían audibles.

           —Por la madrugada... —se interrumpió, caminó hasta la pared y encendió la luz de la habitación—. Te encontré intentando suicidarte en aquel puente del parque y vi la oportunidad perfecta para cometer un suicidio doble con una bella dama. No estoy para contarlo ni tú para saberlo, pero ese es ahora mi sueño. Infortunadamente, para ti y para mí, un colega nos encontró y sacó del río —levantó los hombros al terminar e hizo una mueca. Fue un gesto muy infantil.

           No respondí nada, solo lo observé con atención. Era un joven de cabellos castaños a la par con sus ojos audaces; sus hebras eran onduladas y le llegaban antes de los hombros. Seguía sin camisa, pero las vendas casi le cubrían todo, así que no había de que preocuparse.

          Dazai me dejó muy impresionada con su deseo. Lo decía tan a la ligera y con gracia que pensé que estaba loco. No me tomó mucho percatarme de que, en efecto, era un demente suicida, pero uno bastante inteligente.

         De no ser por aquel encuentro, hubiera muerto antes o tal vez...

          —Pero dime —volvió a hablar juguetón cuando no le respondí. De alguna manera tenía mucha vergüenza, ya que la idea con la que había despertado no había sido cierta—. ¿Cuál es tu nombre y por qué intentaste suicidarte en mi lugar favorito?

          Tragué duro sin saber que contestar.

          —Me llamo Ishinomori Ren y escapé de casa hace un mes. Como estaban por encontrar mi paradero, pensé en suicidarme —le conté la verdad porque Dazai me había inspirado confianza siendo un total desconocido. Eso no lo conseguía nadie así de fácil.

         —Así que, Ren-chan —mencionó contento—. ¿Qué te parece si vamos a desayunar fuera?

          Me negué enseguida, aunque debía darle las gracias al castaño por salvarme la vida y darme un lugar donde dormir sin frío, no quería hacerlo. ¿Por qué le iba a dar las gracias si mi deseo era morir?

          Él no tardó en arrastrarme fuera cuando me di un baño y coloqué mi ropa harapienta en su lugar, pues no esperábamos más si había durado un mes entero en la calle. Tuve mucha suerte por tener mi cabello casi intacto.

          —Trabajo en el cuarto piso, soy un detective —comenzó a decirme con orgullo en esa cafetería solitaria, solo el dependiente estaba detrás del mostrador y una camarera iba y venía sin hacer nada con una charola en las manos.

          Había perdido totalmente mis modales, así que le di cara con la boca llena de comida. Un "enserio" bastante distorsionado salió de mis labios y el asintió tomando de su taza de café. Cuando la bajó y me vio, señaló mi mejilla y enseguida la limpié con una servilleta.

          —¡Dazai-san! —Escuché que le llamaban, pero como le estaba dando la espalda a la puerta, no vi al dueño de la voz hasta que se situó por el costado de la mesa.

           Nakajima Atsushi me observó con sorpresa mientrasseguía engullendo mi desayuno. No era por halagar, pero posiblemente, Atsushiera el joven más bonito que había visto, sobre todo porque el color de sus orbesinocentes no tenía comparación con ningunos otros.

          —Kunikida-san está muy enfadado con su retraso y me envió a buscarlo —mientras decía, su mirada vacilaba entre Dazai y yo.

          —Dile que no me encontraste y ya —este respondió despreocupado.

          —Me dijo que no volviera a la agencia a no ser que me acompañara. —El joven detective se veía preocupado.

          —Bueno, entonces solo dame cinco minutos, Ren-chan está por terminar su desayuno —pidió terminando su taza de café.

           —Sí, entiendo —Atsushi solo respondió y Dazai le hizo lugar por un lado de él para que tomara asiento.

          Tener de frente al joven me hizo sentir diferente. La compañía del castaño podía sobrellevarla y solo tal vez porque tenía hambre, pero la mirada colorida del joven tigre me hacía encogerme en hombros como con todas las demás personas. En conclusión, cuando conocí a Atsushi, no le tuve la más mínima confianza.

          —Dazai-san, ¿quién es esta chica? —escuché como susurraba a la oreja del mayor para que no escuchara.

          —¡La personificación de mi deseo, Atsushi-kun! —aun así, este respondió en alto haciendo al menor sonrojarse—. Ishinomori Ren-chan.

          Me observó apenado al escuchar mi nombre.

          —Yo soy Nakajima Atsushi, un placer, Ishinomori-san —saludó, mas como no me sentía muy segura, solo asentí haciendo que tuviera un semblante de vergüenza.

          Dazai y Atsushi me llevaron al piso en donde la agencia hacia sus labores, el cuarto, allí, conocí a los demás personajes. Kunikida, Rampo, Tanizaki, Naomi, Kyōka y Kenji. Los faltantes como Yosano y Fukuzawa los conocí más tarde.

          Mis ojos presenciaron una escena de violenciaprotagonizada por mí salvador y el sujeto de cabellos rubios. Poco después,todos estaban al pendiente de las palabras que salían de la boca de Dazai, yaque contaba lo que había tenido ocasión por la madrugada. Me enteré de queAtsushi era el que había interrumpido aquel suicidio doble y nuevamente menegué a dar las gracias.

          —¿No puedes ser más malvado, Kuninkida-kun? ¡Ren-chan no tiene a donde volver! —Dazai exageró el tono cuando el rubio se negó a su petición de que me quedara ahí hasta ver que hacían conmigo.

          —No somos caridad, no podemos ir por la vida dándole un lugar a las personas desdichadas sin uno, tenemos trabajo que hacer. —Sus palabras eran duras, pero las entendía a la perfección.

          Tomé la gabardina color arena de Dazai para llamar suatención. Este me vio sorprendido y hacia abajo ya que era considerablementemás baja que él.

           —Déjalo así —le pedí, sincera.

          Para comenzar, habían comenzado a discutir sin fundamento, pues jamás mencioné que necesitaba ayuda y lo menos que deseaba era quedarme con la agencia dependiendo de Osamu o Atsushi, pero de alguna manera, entre Jun'ichiro, la chica pegada a su espalda, Atsushi y sobre todo Dazai, terminaron convenciendo al idealista.

         —No diré nada más, si es lo que quieren, entonces pregunten al jefe —declaró molesto al darme una seria mirada.

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