cuatro

En medio de la búsqueda, podrás encontrar algo no planeado  

          Por cosas tan absurdas como mi ingenuidad y la vida, de alguna manera terminé en terreno de la Port Mafia.

          Como si el señor Dostoyevsky fuera un tonto. Yo era la tonta rebajándolo a mí nivel. A lo lejos, la información que la agencia poseía era una vil trampa. Fyódor no estaba en ese lugar, pero a cambio, tuve la oportunidad de conocer a Nakahara Chuuya, un hombre de baja estatura, orbes color azul como el mar y cabellera pelirroja; un hombre bastante interesante incluso a primera vista.

           —Una niña no debería estar husmeando por estos lugares. Es peligroso. —Su voz era hostil, carismática y llena de presunción.

          Con miedo, di la vuelta sobre mi lugar, ya que le estaba dando la espalda. No le vi muy bien porque era de noche y solo algunas luces de aquel puerto abandonado funcionaban correctamente, aunque, sin duda, llevaba un sombrero elegante.

         —Ahórrame tener que seguir el protocolo y dime, ¿a qué organización perteneces? —cuestionó, siendo serio al respecto.

         Me quedé sin habla. No pertenencia a ninguna organización y lo más probable era que si decía que en efecto, no trabajaba para nadie, él no me creería.

         —Si no vas a hablar...

         —¡Espera! —exclamé asustada cuando comenzó a caminar hacia mí, pero solo bostezó sin hacerme caso. Era esa clase de hombre terco que solo seguía su propia palabra, sin embargo, así estaba bien.

          Comencé a retroceder.

          —¡Ahhhhh! —escuché que alguien se quejaba—. ¿Ahora tu hobby favorito se basa en molestar a jovencitas? Has caído bajo, Chuuya.

          Tanto como para el mafioso y para mí, la voz de Dazai en un techo perteneciente a las diferentes estructuras relativamente cerca al suelo, nos sorprendió en demasía; por su parte, el hombre de baja estatura lo observó con enojo.

          —¿¡Qué se supone que haces ahí, venda andante!? —le gritó, afortunadamente desviando su atención de mí.

         El castaño bajó de un solo salto y se situó frente a Chuuya. No comprendí en ese momento que estaba sucediendo, pero a la par de una sonrisa y cuerpo inclinado, sus rostros quedaron muy cerca.

         —¡Aléjate de mí, bastardo! —Nakaharafue el que puso distancia y el detective rio por su reacción tan dramática.

         Chuuya ya no mostraba esa actitud calmada y rebosante de imponencia, sino más bien se le veía un tanto trastornado con la llegada del más alto.

         —Me gustaría quedarme a conversar un poco más, pero ahora estoy ocupado. —Su tono grácil solo hacia a su excompañero mostrar un gesto molesto tras otro—. Vamos a casa, Ren-chan.

         —Pero, Dazai-san...

         Guardé silencio, ya que la sería mirada de mi "tutor", una que no había visto antes, me causó incluso más temor que el pequeño mafioso. No entendía el porqué, pensaba que en el repertorio de miradas de Dazai, esa faceta no existía, pero ya veía que me equivocaba.

          Tenía un serio problema conmiradas purpurinas, penetrantes, y en ese momento se le sumó una más sin brilloalguno.

          Hui lo más rápido que pude en un ataque de pánico, haciendo caso omiso a sus palabras, y antes de perderme entre los pasillos de esas fábricas supuestamente abandonadas, escuché claro como suspiraba cansado y Chuuya le decía que me alcanzara.

         No entendía como había descubierto mis planes ese miércoles por la noche, pero sin saber lo mencionado antes sobre que Fyodor no estaba allí, me di a la tarea de buscarle hasta por debajo de las rocas.

         —Si lo encuentro antes de que Dazai-san a mí, posiblemente pueda estar ya sin vida —me animé con esas palabras. Definitivamente tenía un problema con seguir viviendo.

          No me rendí, pero el castaño y pelirrojo bonito me acorralaron dentro de una esquina oscura.

          —¡No gastes más mi paciencia, niña! —Chuuya me regañó al ver que seguía en mi plan rebelde.

         —Vamos a casa —Dazai volvió a repetir, esta vez severo.

         Cuando estuve totalmente pegada a la pared, un leve bulto topó con mi espalda, así que asustada, me volteé en mi lugar. Ahí, sobresaliendo se encontraba un pedazo de hoja blanca mal cortado y hecho rollito. Sin pensarlo, como la mayoría de mis acciones, lo tomé y escondí en el abrigo azul marino que llevaba puesto.

         Sin salida, me vi obligada a seguir a Dazai fuera del puerto. No me regañó ni dijo una sola palabra acerca de mi visita indirecta a la Port Mafia. Pensé que estaba molesto, pero descarté la idea al ver su semblante despreocupado de siempre caminando con los brazos detrás de su cabeza.

         —No cenaste nada —habló cuando llegamos a uno de los lugares más concurridos de Yokohama por la noche—. ¿Quieres comer conmigo en algún lugar? Te dejaré escoger.

          Condescendiente, asentí y terminamos cenando ramen en un restaurante cercano mientras Dazai al parecer había olvidado la escena anterior y hablaba con total normalidad.

         El rollito de hoja que encontré "oculto" en la pared, no lo di por perdido en ningún instante y cuando tuve la ocasión perfecta, lo desenrollé con cuidado ya que estaba muy arrugado; parecía que iba a deshacerse. Con aquello, mi visita al puerto y encuentro con Nakahara Chuuya no habían sido en vano.

         Andando por la calle tres días después con una dirección específica, tuve esa cosa que llaman "una corazonada". Muy a parte de lo ingenua que podía llegar a ser la mayoría del tiempo, eso no habría que dejarlo de lado.
         Cuando me encontré de frente con la misma dirección del papelito arrugado, a mis ojos se alzaba una casa bastante normal situada en un vecindario común y corriente.

         No era pobre, ni tampoco rica, solo era algo que se ve todos los días.

         No tenía valla, por lo cual pararme frente a la puerta fue fácil. Tengo que quedarme con el crédito al decir que dude en sí llamar o no, pero de igual manera, tenía que quitármelo por mí siguiente acción.

         Sin pensarlo más, toqué, pero nadie atendió. Intenté tocar con más fuerza y al hacerlo la puerta se abrió haciéndome retroceder por la sorpresa, y tal como al gato lo mató la curiosidad, a mí me mató -no literal, no en ese momento- la escena que encontré al meterme dentro de la casa sin permiso alguno.

         No había nadie en la sala, todo estaba oscuro, antes bien, no había muchos muebles adornando el lugar y de eso me di cuenta enseguida. La casa por dentro, a pesar de no parecerlo, era muy espaciosa, por lo que mi mirada tardó en darse cuenta del pasillo en donde se encontraban las habitaciones. Allí, por el largo corredor, se avistaba una pequeña luz perteneciente a un televisor, y tal como una polilla seguí adentrándome siguiendo esta.

         Cuando me sitúe frente a la puerta corrediza totalmente abierta, frente a mí se encontraba un hombre sentado en el suelo de espaldas viendo un computador, de donde provenía la luz. Me quedé sin habla, de alguna manera la presencia de aquel hombre que no se daba cuenta estaba allí me causaba temor. Sería mi cabeza dando vueltas en ese momento, pero el aire que aspiraba olía a hospital.

         Entonces se dio la vueltasobre sí, y a pesar de la oscuridad, cuando pegó su mirada en mí, supe quehabía encontrado al hombre que no me había tomado tanto tiempo buscar. ¿Eraaquello el destino? Me pregunté todavía de pie petrificada, pero la respuestaera: no, eso no era el destino. Alguien con la inteligencia de aquel hombre nopodía permitirse dejarle el trabajo pesado al destino.

         —Bienvenida. —Fue el primero en tomar el habla, aunque para mí no tenía sentido aquella palabra que había dejado escapar.

         —¿Er-eres tú, Dostoyevsky Fy-Fyodor? —me atreví a preguntar.

         —En efecto, ese soy yo.

         Su voz era agradable. Transmitía sus palabras con algún tipo de sentimiento indescifrable o simplemente era ese su tono regular y yo lo estaba confundiendo. Pero nadie que lo hubiera escuchado antes, podía negar que se comunicaba plagado de tranquilidad.

         —Estoy sorprendido —continuó cuando notó que no iba a decir nada—. Has encontrado mi escondite, tal vez eres más inteligente de lo que pensé, Renashiko.

          Mis ojos se abrieron sorprendidos por el nombre saliendo de sus labios, pues ese no era el que me pertenecía, mientras el tranquilo siguió sentado observándome desde su lugar.

         —¿M-me conoces? —No podía dejar pasar aquello—. ¿Te acuerdas de mí? —esa pregunta había tomado un tono alterado a comparación de la anterior.

         Desvío la mirada y coloco su uña del dedo pulgar entre sus dientes.

        —Yo asesiné a tus padres...  

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