7. Corre tras la oportunidad, y si te preguntan, tú no has visto nada.

Corre tras la oportunidad, y si te preguntan, tú no has visto nada.

Cuando me senté sobre la mesa con mi desayuno, él ya se había metido otra vez en su habitación y me limité a pensar en cómo escapar. Era lo único que hacía siempre.

La cuestión era: ¿Como escapar si Fyódor no pega el ojo en ningún momento y tampoco abandona el lugar?

En la casa no había nada más que lo que se necesitaba, por lo tanto, no había teléfonos, lo único que podría servirme, era la computadora que estaba en su habitación, pero ya veíamos que era imposible acceder a ella.
Había ventanas, pero estaban enrejadas, lo único a mí disposición era la puerta de entrada sin el pestillo todo el tiempo, pero siempre que ponía una mano en el picaporte Fyódor aparecía en el pasillo...

— Será mejor que no lo hagas — me decía. La segunda vez que me había encontrado también había dicho: — Si escapas, te encontraré otra vez y tus allegados pagarán la cuenta por tí.

Y con esa amenaza, ¿quien querría intentar escapar?

En conclusión, no iba a poder poner el pie fuera hasta que no me sacara él mismo en una bolsa negra de basura. Si tenía suerte.

— ¿Desayunando? — escuché como me hablaban desde la puerta de la cocina. Enseguida levanté la mirada para ver a un hombre de cabellos plateados.

Sabía que alguien había estado trayendo la comida y lo que necesitaba, pero no había tenido la oportunidad de verlo hasta ese día.  Su nombre era Iván Goncharov, quien más tarde sería asesinado por el mismo Fyódor frente a mis ojos.

— Si se lo pregunto al amo Fyódor, me dira que haga lo que quiera, así que señorita, ¿preferiría que siga trayendo ingredientes? — su tono refinado me mataba en ciertos sentidos.

— S-si — contesté enseguida. Él asintió y se marchó sin decir algo más.

Más tarde, en la habitación que solía ocupar, me senté sobre el suelo aburrida. No tenía nada que hacer y era una fortuna no ser de ese tipo de personas que no pueden estar sin mover las manos todo el tiempo, porque de ser así, mi estancia en la casa del ruso habría sido peor.

De esa manera comenzaron a pasar los días, llegue a estar incluso más tiempo en esa casa que con la agencia y Dazai. Tras dos meses encerrada, extrañaba ver la luz del sol que las cortinas cerradas me impedían ver. Estaba perdiendo mi vida, mi miedo aumentaba con cada palabra que Fyódor soltaba y deseaba volver más que nunca a la agencia. ¡Incluso extrañaba a Chuuya y a Akutagawa!

Me encontré de igual manera, comprendiendo y agradeciendo lo que las personas a mí alrededor habían hecho por mí.
¿Quien lo diría? Aplicaba totalmente ese lema de: "nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes".
Por si fuera poco, extrañaba a mis padres más que nunca.

Una mañana cuando desperté paralizada como otras tantas veces, Fyódor estaba como de costumbre por un lado de mi sentado en el suelo y con la misma posición de siempre.

— Eres tal como una muñeca — cerré los ojos al escucharle porque no quería que me hablara — Piel pálida, ojos grandes y coloridos, boca pequeña y labios rojizos...

Yo podría haber dicho lo mismo de su aspecto. Si se quedaba callado y con la mirada perdida, también podría afirmar que era una muñeca.

— Te falta la sonrisa medía.

— N-no... me... fal-falta... na...da. No s-soy... una muñe... ca — articulé como pude devolviéndole la palabra que muy pocas veces hacia.

Le ví levantar las cejas suponiendo que estaba sorprendido de que pudiera hablar en ese estado. Yo también lo estaba, pero después de dos meses inyectandome esa droga, nada era imposible.

No me respondió nada, solo llevo la jeringuilla a mi brazo y me durmió como acostumbraba.

Dos días después, revisando la habitación, encontré unas tijeras de medicina bastante filosas y, si me corté las venas al cuidado de Dazai, porque no lo iba a hacer al cuidado de Fyódor. Estaba de más decir que si quería vivir, pero de esa manera no. Encerrada y atormentada por esa mirada purpurienta... definitivamente era un no.

— Ese hombre te inculcó su hábito diario.

Escuché, pero los ojos me pesaban y no podía abrirlos. Sentía una de mis manos sujetada con la misma pinza de siempre, supuse que me estaba vendado.

— No lo vuelvas a hacer, si mueres, tendré que comenzar de cero con el experimento.

— ¿Ex-perimento? — murmuré.

Había parecido un sueño, pero cuando volví en sí, mi mano estaba vendada, un poco machada de sangre, pero estaba curada.

No le di más vueltas al tema, ahora estábamos seguros de que Dazai me había pegado su "buena" suerte para no morir.

Tiempo después, la oportunidad de oro se hizo presente.

Fyódor tenía 4 días enteros sin salir de su habitación, al principio lo agradecí, pero después, -no quería decirlo tan abiertamente- me encontré preocupada por su ausencia. Iván no sé presentó en ningún momento, por lo tanto, me asome por la puerta entreabierta encontrandolo todo oscuro. La computadora no estaba encendida, las cortinas estaban cerradas y el ruso estaba tirado boca abajo en el tatami.

— ¿Dostoyevski-san? — pregunté cómo una tonta. ¿Que me sucedía?

No me respondió, así que me acerqué hasta donde estaba. No sé movía y no me atreví a tocarlo por respeto. Si él me tocaba con pinzas, entonces yo también lo haría. Parecía que incluso no estaba respirando.
Una luz iluminó literalmente sobre mi cabeza llegando con ella una gran idea.

¡Era mi momento de escapar!

Corrí fuera de la habitación y sin reparar en nada, también corri fuera de la casa.

No lo había pensando, pero durante esos meses, nunca ví a Fyódor comer y ese físico que tenía solo mostraba su debilidad. El seguro tenía anemia y si es que no lo había dejado muerto sobre aquel tatami. Me hubiera gustado que eso último fuera la verdad.

Corrí lo más lejos que pude por el vecindario con la paranoia de que me venía siguiendo y así, increíblemente llegué al puerto al anochecer.
Arribar a la agencia no era una opción, porque él ya lo había dicho, ellos pagarían mi cuenta, pero si increíblemente por lo que estaba ahí, en ese puerto, funcionaba, entonces la agencia estaría a salvó junto con Dazai.

— ¿Por qué no apareces? — me pregunté a mi misma y seguí buscando entre las fábricas que una vez ya había visitado.

De pronto, escuché algo que me dejó con la boca abierta. Eran gemidos y sollozos provenientes de alguna esquina del lugar lúgubre. Como una tonta, seguí la pista...

— ¿Te gusta, Chuuya...? — el murmuro de una voz que conocía bastante bien se escuchó a la par de algunas risas y gemidos.

La escena que encontré después, fue bastante sorprendente con esa edad que tenía, totalmente inocente si de esos temas hablábamos.

La gabardina arenosa del castaño eran lo único que mis ojos vieron, además de su cabello. Los gemidos y sollozos pertenecían al pelinaranja pegando las manos abiertas a una de las paredes sucias.

— S-se más gentil, desgraciado... ¡Ah!

Tuve que cubrirme la boca para evitar hacer notable mi presencia y me fui a paso lento queriendo borrar esa escena de mi memoria.
Comprendí en ese momento la actitud que tomaba Dazai con Chuuya y porque Akutagawa se quedaba callado cuando ellos se marchaban en plena cena.

Salí de la fábrica ansiando un poco de aire que recibí acompañado con la brisa del mar. Respire anonadada intentando pensar en algo.

¿Me quedaba hasta que terminaran? ¿Me iba al apartamento de Dazai? ¿Iba directamente a la agencia? ¿Buscaba a Akutawaga? Incluso el volver con Fyódor sonaba buena idea para que no me atraparán con esa imagen en la cabeza.

— ¿Que hago? — me pregunté preocupada al punto de tomarme el cabello y jalarlo.

El plan original, era buscar al hombre de baja estatura para que informará a Dazai que estaba sana y salva a pesar de haber sido drogada durante meses y privada de utilizar mi sangre para mí propio beneficio. También iba a pedirle un poco de dinero para abandonar Yokohama esa misma noche y huir a donde sea.

— Vamos a casa.

Nakahara Chuuya y Dazai Osamu, eran pareja y yo los había encontrado teniendo sexo.


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¿Hay alguien aquí a quien no le guste el Soukoku?

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