51. El amor de un padre, es una bendición; el amor de un desconocido, no lo es.

El amor de un padre, es una bendición; el amor de un desconocido, no lo es.

— Tal vez otro día — terminó encerrandose.

Suspirando con cansancio, me quedé por al menos otros veinte minutos sentada sin hacer nada más que pensar en el bebé, aunque realmente no podía pensar claramente, había un ruido dentro de mi cabeza que no me dejaba centrar mi atención en algo específico, por lo que todo estaba revuelto. Entonces, un teléfono en la mesita ratonera que tenía enfrente, comenzó a sonar y Misha escapó como un cobarde a esconderse.

—¿Ren-san? Necesito que pongas al teléfono a Nikolai-san, es una emergencia.

¿Sigma-san? — enseguida, reconocí la voz del albino del cabello largo y bonito.

Si, soy yo. Lo lamento en serio, me gustaría preguntar que has hecho, pero necesito hablar con Nikolai-san enseguida — se disculpó apresurado. Su voz además transmitía miedo.

— Está bien, está bien, le llamaré enseguida — intentando que se tranquilizara un poco, le dije.

Corrí con el teléfono en la mano hasta la puerta de la habitación de Gogol y toqué como demente. ¿Cuál era la emergencia?

— ¿Que sucede...? — no le dejé terminar, puse el móvil en su cara nada más me la dió.

— Es Sigma-san, dice que es una emergencia — le pase el mensaje sin perder más tiempo, y haciendo lo mismo él, me arrebató el teléfono con un semblante diferente, como si hubiera estado esperando la llamada.

— ¿Si? — se puso al teléfono y se metió de nuevo en la habitación sin dejarme escuchar nada más.

¿Cuál era la emergencia?

Más tarde, cuando volvió a salir de la habitación, iba cambiado como antes. Con esa media máscara en la cara y atuendo de payaso. Pensé en lo peor.

— Ren... — me llamó y le puse toda la atención que tenía — Saldré un rato, cierra bien la puerta y no le abras a extraños, tampoco a Dazai-kun.

— ¿A-a dónde vas? — se me salió sin querer y dí unos cuantos pasos hasta él, pero por algún motivo, mejor me detuve en medio de la sala.

Entonces Nikolai Gogol me miró. Su mirada... él estaba llorando y eso me hizo retroceder aún más.

— ¿Papá? — con mi tono de voz, adivinó como un rayo que lo había descubierto.

— Dimitri se llamará, no olvides decirle lo increíble que era su abuelo. Te amo, eso, te lo pido, tampoco debes olvidarlo jamás... — sonrió como despedida.

Huyó. Huyó sin dejarme pista o huella para seguirle, porque ni siquiera cruzó la puerta, solo desapareció con ayuda de su increíble habilidad. Desapareció de mi vida así como llegó, como un gran espectáculo.

No hice caso a sus anteriores palabras, sabía que algo sucedía, algo que no debía ignorar. Salí de la casa lo más rápido que pude y tumbé a patadas la puerta del castaño nada más me pare frente a ella. Era hora de confortar al hombre que nunca nadie había podido descifrar, esperaba tener suerte por fin.

— ¿¡Qué demonios está pasando ahora!? — irrumpí gritando en esa que había sido mi casa antes.

Él estaba esperando en el sillón con un libro en las manos. Su manual del perfecto suicidio. Era justo decir que me estaba esperando y que mi corazonada era correcta al pensar en la acusación que le hacía.

— No se de qué hablas, caramelo.

No lo hagas, por favor... — mi voz bajo considerablemente, supliqué una vez más una respuesta — No te hagas el desentendido porque se que tú lo sabes. No fue Dostoyevsky-san el titiretero... Fuiste tú todo el tiempo — afirmé.

— ¿Cómo puedes estás tan segura? — desafió con una sonrisa. Su mirada se tornó obscura.

— Fui una tonta, claro que habías previsto que él se enamorara de mi; habías previsto que él se dejaría llevar y perdería el control de todo. Control que nunca tuvo. No debí creerte una palabra, tú no fuiste bueno conmigo al recogerme de la calle. ¿Qué es lo que estás buscando exactamente, Dazai Osamu? — con hostilidad, le di la mirada.

— No ganarias nada sabiendolo — aceptó — Ya que después de todo, tú destino ya es irreversible, ni aunque lo hubieras notado antes. Estamos acabados — pluralizó haciéndome entender menos.

— ¿Estamos? — no me detuve al preguntar.

— Tu y yo, Ren-chan. Estamos — repitió con tranquilidad señalandonos.

— TÚ estás loco — enfaticé molesta haciendo que riera con ganas.

— Mira quien lo dice, la princesa que se enamoró de su pesadilla. ¿Que sucedió con ese "quiero morir"? Ah, ya se, esa rata te lo arrancó a mordidas — se burló haciéndome rabiar por tales palabras.

Baje la mirada cuando se levantó del sofá y me miró. Era un caso perdido discutir con él, no tarde más de dos segundos en darme cuenta. Él era algo que jamás entendí y realmente no quería hacerlo porque sabía sería más complicado que incluso entender al mismo Fyódor. En el fondo me dolía, saber que la persona que creí movía ficha en el tablero por mi bien, era en verdad la que me hizo recorrer todo ese camino de espinas y lodo, sin embargo, también comencé a sentirme mal por su persona y por todas aquellas que le rodeaban. Le arranqué la culpa como si me hubiera equivocado al tirar el dardo al tablero en la pared; como si el error hubiera sido de mi autoría.

— Entiendo ya porque Chuuya-san no trato de quedarse, el porque se cansó. Todo para ti es una ficha de ajedrez desechable. ¿Qué clase de vida debiste tener para convertirte en esto?

Cuando pregunté aquello, su rostro se deformó como nunca antes en una mueca molesta.

— ¿¡No tienes ningún derecho a preguntar!? — explotó de repente. Caminó hasta mi lugar y me lo gritó en la cara.

Solo pude verle con lástima, pero no aparté la mirada.

— Tu, que fuiste despreciada desde tu nacimiento por traer al mundo lo que todos nosotros deseamos. Él, que fue despreciado por traer la habilidad que nadie deseaba... No tienen derecho a comportarse como deidades...

Le callé, pero no a palabras. Solo pase mis manos por detrás de su nuca, una se quedó ahí y la otra se extendió por todo su cabello rebelde. Le acerqué hasta mi pecho haciendo que se inclinara en un abrazo lleno de amor incondicional.

— Te lo daré, lo que deseas, si con ello eres feliz genuinamente... te daré todo lo que tengo, con la condición de que llores como quieras hacerlo. No te escondas, no huyas nunca más...

Y así, cuando sus manos tomaron los lados de mi suéter azul con fuerza, escuché como sollozaba. Dazai se echó a llorar tal bebé con hambre y me quedé hasta que se cansó de hacerlo que me recordó a mí.

— Ahora podemos marcharnos, Dazai-san, sin ningún arrepentimiento.

Los días comenzaron a transcurrir con normalidad después. El detective y yo nos llevábamos incluso mejor que antes, como si nada hubiera ocurrido. Nikolai no volvió, pero a pesar de ello no extrañaba su presencia ni me preguntaba día con día en dónde se había metido como solía hacer. Inconsciente sabía que era el adiós definitivamente.

— Si seguimos así, el bebé nacerá en perfectas condiciones. ¿No te emociona? — preguntaba Yosano.

Tras un mes, la doctora me hizo otro chequeo meramente de rutina, aunque personalmente, no quería saber nada acerca del bebé, y no porque no le quisiera, sino porque me negaba a tomarle cariño y que el resultado fuera el mismo. Todo lo que amaba peresia, ya podíamos entenderlo bien, así que de esa manera, me mantuve al margen en cuanto al embarazo.

— ¿De verdad está bien? — se me escapó de los labios sin querer — Si no ha crecido nada desde la última vez.

A pesar de lo mencionando antes, no podía evitar sentirme preocupada por algunas cuestiones. Cómo por ejemplo, esa del tamaño.

— Creo que lo dije la última vez. Ren, no esperes a que la panza se te hinche como un globo, como mucho un pequeño bulto podrás sentir en el siguiente mes, pero es totalmente normal y es debido a tu complexión. Los cuerpos son diferentes incluso siendo mujeres, no te preocupes más — informó con una pequeña sonrisa.

Por lo menos sus palabras me tranquilizaban un poco, e inconsciente, mis manos fueron a parar a mi vientre mientras suspiraba con alivio. No debí haber querido a ese niño.

— Yosano-sensei — le llamé poco después por su nombre — ¿Puedo hablar con usted acerca de algo? — pregunté avergonzada.

— Seguro, puedes contarme — con confianza, tomó un banquillo para ponerlo frente a mi y sentarse.

No había vuelta a atrás, ya tenía toda su atención.

— ¿Q-qué debería hacer cuando el bebé nazca? — cuestioné, pero luego negué. No era exactamente lo que quería preguntar — Es decir... — nuevamente me interrumpí y terminé con una mano en la frente cubriendo un poco mi rostro.

— Tranquila, estoy aquí y trataré de darte una respuesta — alentó quitándome con delicadeza la mano de la cara.

— No quiero quedarmelo — finalmente confesé con lágrimas a punto de resbalarse de mis ojos — Se que soy su madre y que es egoísta lo que digo, pero solo mireme, no estoy segura de poder cuidarlo como lo merece y además de todo aún sigo estando en la lista de fichados del gobierno. No quiero una vida igual que la mía para él, ni aunque Fyódor volviera.

🌧️

¿Final? ¿Dónde?

Me apena decir, señoras y señores, que el próximo lunes público el final. Espero que estén aquí y enserio lo disfruten.

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