34. El primer acercamiento es el peor, no podrás vivir sin el.
El primer acercamiento es el peor, no podrás vivir sin el.
— ¿¡Dazai-san, que... !?
Fue todo lo que pronuncié antes de ser empujada al asiento por el mencionado, y cuando el ruso se colocó por un lado de mi, el automóvil arrancó dejando atrás al albino que intentó alcanzar el auto, pero fue detenido por el castaño.
Estos se quedaron viendo en medio de la calle como nos separaban nuevamente.
— ¿Da... Dazai...? — decía mientras miraba a través del vidrio salpicado por las gotas de lluvia. Cuando el auto dió vuelta, perdí totalmente de vista a los detectives y al mafioso.
— Ese hombre, ¿porque tiene que complicarlo todo? — se quejó el ruso mordiendo su dedo señalador como de costumbre.
— Entonces es cierto... — me acomodé en el asiento y miré hacia abajo deprimida.
¿¡Cuantas pruebas más necesitaba!? ¿¡Quién más vendría a decírmelo para entenderlo de una buena vez!? Dazai Osamu me había vendido a un maldito demonio ruso del que jamás tuve escapatoria. Me odiaba tanto a mi misma por ser tan ciega, pero me odiaba aún más por no poder odiarlo a él.
— Era mentira todo ese cuento de que me amaba como a una hermana menor, posiblemente las únicas persona que me ha amado sinceramente son Nikolai-san y Nakahara-san, pero aún así fueron manipulados — apreté los ojos y los puños.
— No irás a volver a empezar en el tablero, ¿cierto?
Tras su comentario, le ví con ira mientras mis ojos se llenaban de lágrimas que pronto se desbordaron por mis mejillas.
— ¡Dejé de burlarse! — por fin le pedí — Usted es la principal razón... — me interrumpí a mi misma con el llanto.
Saber lo de Osamu realmente me afectó. Definitivamente debí decirle que salir era una mala idea. ¡Miren como terminó todo!
— ¿P-por qué? — pregunté al aire mientras mis manos limpiaban con terquedad mis mejillas.
El seguía viendo por la ventana mientras se mordía el dedo, lo que me molestó aun más, así que no supe lo que hice que de pronto mi mano le tomo por el cuello para que me mirara y sintiera lo desgraciada que me sentía en ese momento.
No era justo ser yo la única afectada. No era justo tener que sufrir por el capricho de alguien más.
— ¡Mireme! — a jalones, hice que me mirara. Mis rodillas ya estaban en el asiento, por lo que fui más alta que Fyódor por ese momento — ¿¡Le parece malditamente justo que yo sufra por sus caprichos!? — simplemente le dije lo que sentía.
Sus ojos entrecerrados jamás cambiaron el semblante indiferente que tenía, por lo que me enfurecí aún más.
Vaya show que estaba escuchando el chófer, porque gracias al cielo, el auto tenía algo que separaba los asientos de atrás con los de en frente. Solo te podías comunicar con el conductor si deslizabas una ventanilla polarizada que había allí.
— ¡Estoy harta de usted y sus palabras! — de alguna manera quise desahogarme — ¿¡Que demonios está intentado con su actuar!? ¿¡Que son esos malditos besos que me da!? ¡No estaremos juntos para siempre así que deje decirlo, porque nadie en su sano juicio le extendería la mano ni daría su vida para salvarle de la mierda en la que está metido por voluntad!
El problema ahí, era que yo no estaba en mi sano juicio. Él me había hecho una demente.
— ¿¡Que sucede!? ¡Diga algo, sea condescendiente por una vez en toda su jodida vida para tranquilizarme!
Por fin había estallado. La granada le había detonado justo en la cara al ruso, y que era lo que hacía, ni siquiera cambio el semblante ni dejó salir palabra.
Debo aceptar que eso había sonado muy bien, nadie lo podía negar, por fin había dicho lo que sentía verdaderamente sin importarme amanecer sin vida por veneno al día siguiente, ni incluso la gravedad de su habilidad me pasó por la mente un segundo. Me había lucido, pero lo siguiente que hice opacó mi acción anterior y me género unas buenas ganas de darme unas bofetadas a mi misma.
Mi mirada llena de cólera y la suya tranquila seguían chocando, y así, con las mejillas aún mojadas me acerqué a besarlo con una fuerza que pensé no tenía. Fyódor se dejó besar de esa manera tan animal apenas siguiendo el ritmo que establecí, aunque no duró mucho, porque después de que cayera sentada una vez más en el largo asiento, me empujó lentamente hasta que mi espalda quedó recostada. Se subió encima mío y se escabulló entre medio de mis piernas cuando estás quedaron encima de las suyas, fue él quien está vez se sentó sobre sus rodillas para seguir besándome.
Todo se salió de control en segundos, este, se escapó de mis manos y de las suyas también.
Aguanté la respiración todo lo que pude, todo lo que él me obligó a hacerlo, así que cuando se separó de mi boca comencé a respirar agitada con esta abierta levemente mientras un hilo de saliva llegaba hasta mi barbilla.
No quise verle a los ojos, no creí poder volver a soportar su mirada, pero lo sentí, sentí perfectamente como buscaba con esta la mía de una forma desesperada, algo que nunca imaginé viniendo de él. Entonces le ví, sus mejillas pálidas habían tomado un color carmesí disimulado, sus labios entre abiertos también estaban del mismo color, pero más intenso, además de claro, brillosos por el beso. Su mirada purpurienta resplandecía con misterio y juré haber visto en ella algo que desconocía en ese momento. Lujuria y deseo en su estado más puro.
Desvíe la mirada hacia abajo y noté como su capa nos cubría perfectamente en esa posición en donde su entrepierna no estaba muy lejos de la mía.
Poco después, me hizo volver a verle cuando su mano tomó mi mentón y admiró ese hilo de saliva mencionado antes, para después acercarse y pasar su lengua por este hasta mis labios en donde dejó un pequeño beso al que no me pude resistir, y elevé un poco mi cabeza ansiando que no se separara una vez más. Fue entonces cuando todo su cuerpo se pegó al mío y sus labios fueron directamente a mi cuello. La sensación fue placentera aún si su ropa blanca y mi gabardina rosa estuvieran de por medio.
Cerré los ojos y mi semblante se relajó al igual que todo mi cuerpo en su dominio.
Como era la primera vez que experimentaba el placer de esa manera, todo en lo que pude pensar fue en nada, todo en mi cabeza se tornó de color negro y mis sentidos se elevaron al máximo haciendome imposible razonar sobre lo que estaba dejándome hacer por el hombre encima mío.
Mi cabeza se hizo haca atrás cuando mi cuerpo se estremeció por los besos húmedos que el ruso estaba dejando, por lo que le dejé aún más expuesto mi punto dulce. Además, junto con esto, mi espalda también se arqueó juntando nuestros cuerpos aún más.
Fyodor iba a dejar incontables marcas de su visita a mi cuello, lo sabía, ya que sus labios comenzaron a chupar y sus dientes a morder sin tener consideración, esto, a pesar de doler, provocó que suspiros y pequeños quejidos salieran de mi boca.
Cuando volví a tener un poco más de control sobre mi, coloqué mis manos en sus hombros y comencé a alejarlo, aunque estas le apretaban más que empujarlo. En una de esas mordidas, dió una que fui incapaz de soportar, entonces mis manos le abrazaron fuerte por los hombros mientras de mi boca salía un gemido como tal ya que también sus manos, que no noté, se escabulleron a tomar mis caderas para hacer presión.
¿Como habíamos llegado hasta ahí? Literalmente hacía minutos había casi dicho odiarlo con mi alma en su cara, pero en ese momento estaba siendo manipulada por sus caricias de demonio. Tenían que perdóname, pero era joven aún, ni yo sabía que sentía con aquel toque ni que consecuencias iba a traer consigo.
Se separó por fin, con la vista en mi cuello rojizo, deslizó uno de sus dedos por este y sonrió. Poco después, se separó completamente dejándome recostada con las piernas abiertas y respiración hasta los suelos. Estaba acalorada, molesta, triste, exitada, todo me sucedía.
Fyódor se había detenido al compás del auto que llegó a su gran casa, se acomodó la ropa y salió como si nada hubiera sucedido una vez abrió la puerta. Yo me quedé ahí, a reflexionar sobre lo sucedido, o eso intenté.
— Dios mio, definitivamente voy a matarte, Dos-kun — escuché a Nikolai expresarse con enojo cuando se asomó al auto por la puerta abierta y me miró en ese estado.
Fyódor me había hecho un desastre con la ropa y el cabello.
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