33. Intenta ver más allá de lo que tienes frente a ti.

Intenta ver más allá de lo que tienes frente a ti.

— Igualmente, es un gusto, puede llamarme Ren — incliné mi cabeza, y cuando la levanté, noté que Fyódor me veía con molestia.

En ese momento me fue dificil adivinar que decía su mirada, así que la ignore por la situación siendo educada con el hombre de cabellos largos y bonitos.

— Bien, Ren-kun — pronunció pensativo, desvío la mirada un poco al ruso entretenido con su té para luego mirarme con determinación — Hace tiempo que necesito hablar contigo acerca de tu situación.

No entendí. Lo que yo no sabía, era Sigma pertenecía a la Decadencia de los Ángeles, en dónde Fyódor y Gogol también estaban afiliados. Lo único que pude saber acerca de la organización, es que sus integrantes eran personas muy poderosas, tanto en estatus económico, inteligencia y fuerza. Su objetivo era la novela en blanco sellada en algún recóndito lugar de Yokohama.

— No entiendo — simplemente expresé lo que pensaba dejando de lado mi café y pan.

— Hablo de tu lugar actual — pausó para tomar de su té con elegancia. Cuando dijo esas palabras, menos le entendí — Vengo a ofrecerte venir conmigo — dijo por fin — Verás, el lugar del que vengo, es totalmente diferente a lo que has conocido en toda tu corta vida. Puedes olvidarte ya de tu situación de secuestro, no necesitaremos nada de eso nunca más; serás tan libre como desees, pero no podrás abandonarme, es la única condición. ¿Que dices? ¿Es una buena oferta?

Era una buena oferta, nadie podía negarlo, y a diferencia del ruso, Sigma parecía más sincero, por lo que la idea de que estuviera mintiendo no estaba ni cerca de ser una opción. Entonces supe porque Fyódor le subestimaba tanto, porque no eran iguales; porque no estaban ni cerca de tener los mismos pensamientos a pesar de compartir un meta en común.

Esperé... esperé a que el ruso dijera algo, que se opusiera, pues me parecía que estaría en contra de su idea por las ya sabidas confesiones de antes sobre que me quedara con el para siempre y sus deseos de besarme, pero no dijo una sola palabra, incluso parecía muy relajado probando el pan de naranja que tanto a mí me había gustado, y bebiendo el té. Estando en lo suyo, ni siquiera me miró.
Así que aquel era su plan, pensé enseguida sentada en aquella silla frente a la mesita adornada; deshacerse de mi iba a ser pan comido, de seguro pensó creyendo que con una oferta tan tentadora como aquella que mencionaba la palabra libertad con todas sus letras, iba a convencerme en dos segundos e iba a borrar todo lo que me había dicho y hecho con anterioridad. Para eso me había llevado a escuchar su conversación.

— ¿Está diciendo la verdad? — a pesar de haber dicho que parecía sincero, quise hacerme la desconfiada esperando tontamente a qué la otra persona en la mesa por fin interfiera.

También estaba la posibilidad de que todo aquello fuera una broma y en cuanto yo aceptara, las risas no iban a tardar en escucharse como siempre solía hacer el ruso. Como siempre solía burlarse de mí, eso si era una opción.

— Por supuesto, desde un principio estuve en contra de qué Fyódor se quedará con tu custodia, desgraciadamente fue la mejor opción que tuvo la organización para comenzar con el plan — admitió sin importarle la presencia del quien estaba en contra.

Desgraciadamente, adoptando su palabra, sus palabras solo lograron confundirme. Sigma pensaba que yo lo sabía todo, déduje enseguida, pero en mis manos la única información que tenía, era que Las Ratas en la Casa de Muerte eran las únicas culpables de mi desdicha.

Así que siempre fueron cuatro organizaciones jugándosela por mantenerme de su lado.

¡Que afortunada vida!

— Sigma-san, si entonces usted dice la verdad... — estaba a punto de aceptar, pero pause para hacerme a la idea de las consecuencias que está decisión fuera a traerme en el futuro.

De todas formas, si el ruso no intervenía cuando la conversación estaba llegando a ese punto, podíamos decir que en efecto, ese era su plan, deshacerse de mí.

— No te arrepentirás de venir conmigo, te daré todo lo que te hace falta — prometió.

Tal vez Sigma podía darme lo que me hacía falta, podía ser libre, pero perdería lo que ya tenía: Nikolai y mi extraña relación con el señor Dostoyevsky.

— Bien, ya he escuchado bastante de tus incoherencias... — por fin tomó la palabra el oji-purpura.

— Te recuerdo que esta meta no es solo tuya... — el joven de cabellos largos interrumpió enseguida, pero también fue interrumpido...

— Y yo te recuerdo que dejes de meterte con mis posesiones — sonó exactamente como una amenaza y no me equivocaba.

Los ví mirarse con hostilidad bien reflejada a través de sus ojos, pero a diferencia de Fyódor que no retrocedía, Sigma comenzaba a poner la mirada vacilante y las cejas hacia abajo mostrando molestia por no poder soportar su mirada indiferente.

Definitivamente, había un pasado entre ellos dos del que nunca me llegué a enterar del todo.

— Al final vas a arrepentirte, Dostoyevsky, recordarás mis palabras — también amenazó él.

— Ah, que curioso escuchar esas palabras viniendo de alguien que se arrepiente a cada paso que da — retiró la taza de té y acomodo un codo en la mesa para verle con burla — Dile a la Decadencia, que Gogol y yo tenemos bailando a la chica tal como una muñeca... Una hermosa y fina muñeca de porcelana...

Me miró, el enojo se esfumó de su mirar, y lo que me hizo sentir, fue exactamente lo que había manifestado. Mis manos, mis piernas, mis ojos... Cada parte de mi cuerpo estaba hilada hasta sus manos de titiretero.

Ni siquiera me importó que dijera eso de mí.

— Este es mi número, Ren-kun... — levantándose de la mesa, el alto dejó una tarjeta de presentación junto a mí — Llámame cuando necesites ayuda o simplemente hablar con alguien.

Después de decir, tomando su abrigo, se fue a paso rápido a dejarle con enojo un billete de extremo valor a la mesera; luego salió por la puerta principal y se perdió entre la gente de la acera caminando en diferentes direcciones.

— ¿Para eso me trajo? ¿Para llamarme muñeca y hacer enojar a su compañero? — pregunté con la tarjeta de Sigma en la mano.

— Exactamente — contestó restándole importancia.

No lo entendía y no quería hacerlo, para comenzar, acababa de conocer al hombre de ropas peculiares, por lo que no era de mi incumbencia para que motivo Fyódor había hecho tal cosa. Ya sabíamos que toda acción tenía un fin.

— Intentan separarnos, Ren — dejó salir en bajo y no tardó en tener mi miraba encima — Los miembros restantes de la Decadencia de los Angeles son tercos, más que tú. Volverán a intentarlo... no lo voy a permitir.

Ese era el Fyódor real, el que hablaba sin detenerse a pensar que decía. Ese de la casa, él que apenas decía dos palabras y me miraba con desdén, era otra cosa no identificada.

— Te quedarás conmigo para siempre — soltó con molestia aún más bajo que antes, por lo que me costó escucharle entre todas las voces de los demás comensales del lugar — Ya es hora de irnos, ponte tu abrigo.

Salimos del local una vez pagó a la mesera, está, preguntó por Sigma, pero Fyódor simplemente contestó que así era siempre.

La lluvia no cesó, así que tuvimos que caminar bajo el mismo paraguas una vez más hasta el auto negro.

— Sube — ordenó mientras me abría la puerta. Aún no cerraba el paraguas.

Acaté sin problema, pues aún pensaba en sus palabras anteriores, pero, al levantar la mirada, mis ojos se toparon con unos heterocromáticos que conocía muy bien.

El albino, se quedó de pie en la acera observando a Fyódor, luego a mí, y después al auto. Me fue imposible no quedarme estática en mi lugar al ver que venía acompañado. El joven alto de ropas negras era el encargado de protegerlos de la lluvia con un paraguas negro. Akutagawa, no tardo mucho en tomar su teléfono y ponérselo al oído, por lo que entre en pánico.

— ¡Ishinomori-san! — Atsushi salió del radio que le cubría y comenzó a correr en mi dirección. Raramente, luego observó con sopresa algo detrás de mí.

— Entra al auto — volvieron a ordenarme, pero esta vez no fue Fyódor el que lo hizo.

— ¿¡Dazai-san, que... !?

Fue todo lo que pronuncié antes de ser empujada al asiento por el mencionado, y cuando el ruso se colocó por un lado de mi, el automóvil arrancó dejando atrás al albino que intento alcanzar el auto, pero fue detenido por el castaño...

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