17. Invitación directo a la locura. Siéntete como en casa.
Invitación directo a la locura. Siéntete como en casa.
¿Qué cuánto tiempo había transcurrido? ¿Y qué había sucedido exactamente?
En primera, debido a que Mori me mantuvo dormida la mayoría del tiempo en esa habitación que, cuando abría los ojos en variadas ocasiones reconocía como un quirófa
no, no tenía idea del tiempo que había transcurrido y no me molestaba en revisar un calendario debido a la nula existencia de estos en los lugares en que terminaba. Inclusive, ni siquiera estaba al tanto de que mi cumpleaños ya había pasado y tenía los dieciocho cumplidos.
En segunda, tenía los recuerdos muy borrosos, pero recordaba despertar en distintas ocasiones captando imágenes realmente raras a mí alrededor, como por ejemplo: lo antes dicho de la habitación que parecía quirófano, Mori observandome como a una rata de experimento, Elise diciéndome que no me preocupara más mientras flotaba de alguna manera, pasos, voces, pasos y más voces; y por último, Fyódor sonriéndome mientras colocaba en mi rostro una mascarilla de la cual salía algún tipo de vapor. Fue algo que me perturbó en cierto sentido, ya que durante los pocos segundos que ví esa imagen, mi cuerpo se retorció asustado en la camilla.
Cuando recuperé el conocimiento certero sobre mi me encontré en una habitación distinta, una que jamás había visitado, más comprendía que nuevamente le hacia compañía al ruso debido a algunas pistas que encontré en la habitación como las vitaminas en forma de pandita sobre un mueble. A diferencia de la casa anterior que era normal, esta era elegante, no tanto como el apartamento de Chuuya, pero lo era. Ya no desperté en un futón, sino en una cama y no parecía ser la casa clásica japonesa, por lo que por un momento, me asusté, pero no, resultó que seguíamos en Yokohama aún.
Lo primero que hice fue salir de la habitación tambaleándome de un lado a otro debido a que mis piernas no me respondían como deseaba, suponía que era por tanto tiempo en cama y sin usarlas. Seguí mi camino por el largo pasillo que encontré en donde solo estaba la puerta de la habitación donde desperté.
— ¿Esto es un laberinto? — me pregunté en voz alta escuchando mi voz ronca.
No era yo caminando despacio, sino más bien eran los pasillos enormes que tuve que recorrer hasta llegar a una escalera bastante amplia en donde se veía a simple vista después de la sala de recibimiento, la gran puerta de entrada.
¿Que como supe que era la puerta de entrada? Pues fue bastante facil, ya que sería una broma o no, pero cuando coloqué un pie en los escalones, está se abrió dejándome ver hacia fuera, pero fue por poco tiempo porque mi mirada se centró en el ruso que entraba a la casa con lentitud. Llevaba puesto su gorro y ropas blancas, además de ese "abrigo" en color café sobre sus hombros.
No tardó mucho en devolverme la mirada, pero esta vez no sonrió.
— Es peligroso que intentes bajar esas escaleras en tu condición, te caerás y dolerá — me avisó sin moverse de su lugar.
— ¿En donde estamos? — ignoré su advertencia y pregunté bajando otro escalón.
— En mi casa — contestó sin ocultar nada — Siéntete bienvenida a ella, pero ya conoces las reglas.
Que bienvenida ni que nada, mi meta en ese momento era llegar a la puerta, ya que sabía estaba sin seguro y él no se atrevería a detenerme porque no quería tocarme.
— Lo siento por usted, Dostoyevski-san — me apresuré a bajar y decirle — Pero no pienso quedarme en este lugar, tu-tuve suficiente de esto en la otra casa — advertí esta vez yo.
Una vez me encontré en la primera planta de la casa, me apresuré a caminar entre la sala de estar que estaba a pasos de la escalera, entonces sin decir más, le pasé por un lado.
Cometí un error.
Justo cuando pase del largo, su mano atrapó mi brazo.
Cometí el error de pensar que no me detendría porque no iba a tocarme, pero su enguantada mano, envolvió con facilidad mi brazo y me jaló hacia él. Cuando le ví a la cara, ya estaba sonriendo.
— Dos veces el mismo error para mí y oportunidad para ti... — comenzó con burla — No lo creo posible.
Me quedé sin habla. ¿Entonces que era todo aquello de antes de tocarme con pinzas y la extraña escena donde lo descubrí queriendo acariciarme inútilmente? Algo había sucedido con el, lo sentí, pero no logré averiguarlo.
Mi cuerpo respondió en automático y comencé a forcejear, no me tomó mucho ya que él me soltó y caí al suelo sobre mi trasero gracias a mí propia fuerza.
Me vi el brazo que había mantenido sostenido.
— ¿Sorprendida? — llamó mi atención. No era la primera vez que le veía desde abajo — No se de que lo estas, después de todo somos seres humanos los dos... con sus diferencias, pero lo somos — sentí que me estaba haciendo menos y no me equivocaba. Fyódor y su complejo de Dios que hasta ese momento no sabía que tenía.
De pronto, se inclinó hacía mi con las manos en la cintura. Mi rostro se torno asustado, o más que eso, ya que el suyo, había quedado muy cerca. No me dió tiempo para retroceder.
— He sido bastante amable contigo, Ren, ya que después de todo soy una rata, incluso te quitaré la vida una vez me seas inservible, ¿es demasiado pedir que te comportes como la niña que eres?
Desde que lo había visto en la entrada, había logrado ver en su rostro un matiz de molestia y toda esta había sido descargada en sus palabras. Casi me escupió cada una de ellas.
Negué enseguida, fue de nuevo una acción automática debido al miedo recorriendo desde mi cabeza hasta los pies.
— Eso pensé — tras decir, se volvió a su posición anterior y se marchó escaleras arriba dejándome tirada en ese piso de loseta blanca.
El señor Dostoyevsky me trataba como a una simple niña y eso se notaba. De alguna manera estaba molesta por ello. Era pequeña en edad y anatomía, lo sabía, pero aún así, no me consideraba una niña después de todo lo que mis ojos habían visto desde que había cumplido los diesiseis. La muerte de mis padres, el sitio de los jóvenes huérfanos, los secuestros, la sangre de Iván, la relación que había descubierto del antiguo "Soukoku"... ¿Se me podría considerar de alguna manera inocente con toda aquella lista? En realidad no lo creía, más tampoco me consideraba una persona madura.
Durante los días siguientes, me dejé llevar por la marea viviendo "cómodamente" en esa casa y recibiendo el mismo trato indiferente del ruso. Las agujas, drogas y momentos extraños volvieron.
La diferencia, era que ahora, en vez de estar encerrada en la habitación pensando, me la pasaba observando por una de las grandes ventanas no muy alejada de la puerta principal de la casa, que resultó ser algún tipo de mansión en un barrio adinerado de Yokohama. Había arrastrado una silla alta, y ahí me la vivía observando hacia afuera día tras día por un tiempo indefinido.
Como era de esperarse, fuera había un gran jardín y la calle estaba muy alejada de la puerta detrás de las rejas, a menudo, los autos pasaban de largo y muy pocas veces ví a los vecinos ya que había otras casas. Lo único que llamaba mi atención todos los días, era la pareja que salía de la mansión de en frente. El hombre siempre llevaba traje, la mujer vestido y una pequeña niña les acompañaba con un uniforme de escuela privada. Siempre se iban en su auto. Se veían muy felices siendo una familia.
Fue en uno de esos momentos que, mientras observaba hacia fuera después de parpadear, un extraño hombre apareció detrás de la ventana. Era rubio y llevaba un atuendo que me recordaba a un payaso de circo.
Su nombre era Nikolai Gogol.
Este me saludó con una sonrisa diciendo palabras que no alcanzaba a escuchar por la separación de la ventana, así que sin pensarlo mucho me alejé de la ventana y corrí escaleras arriba en busca de Fyódor, pero no fue difícil encontrarlo en la gran casa ya que estaba al final de las escaleras.
— Hay un hom-hombre en la ventana — avisé enseguida observando el rostro nada agradable del ruso.
De pronto sentí como alguien me tocaba el hombro por detrás y al voltearme solté un chillido ya que el excéntrico rubio estaba dentro de la casa.
— Eres una mal educada, podrías haberme abierto la puerta...
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