15. No deseas tú propia salvación, entonces hundete en tu propia miseria.
No deseas tú propia salvación, entonces hundete en tu propia miseria.
Estaba perpleja. No estaba acostumbrada a ese tipo de cariños y absolutamente no esperaba eso del detective. ¿En serio era él?
— Sabía que estarías bien — me susurró al oído con ese tono serio tan desconocido.
No me soltó del todo, solo me alejó un poco de su cuerpo mientras me tomaba de los hombros y me miró a los ojos. Estos parecían aliviados.
Nuevamente, la situación carecía de coherencia.
— No tenemos mucho tiempo, todo lo que tengas que decir que sea rápido — increíblemente, Chuuya no terminaba con un insulto cada oración que le dirigía.
— Dazai-san — le gané la palabra al castaño - ¿Que está sucediendo? Tú lo sabes, ¿verdad? — mis palabras sonaban entre una súplica dudosa y una afirmación.
Cuando le ví desviarme la mirada, supe que no iba a ser sincero conmigo.
— No es el momento adecuado... — dijo después de un momento.
— ¿Momento adecuado? — el pelinaranja le interrumpió intentando mantenerse calmado, entonces se levantó de igual manera del césped — Mis bolas, Dazai, ahora mismo nos dices que demonios se traen tú, el jefe y esa rata rusa. ¿Entiendes que Ren no puede vivir de esta manera, verdad? Necesita respuestas.
Dazai dejó caer las manos con cansancio y dirigió la mirada al suelo con un suspiro que me costó entender.
— No, no puede vivir así, eso más que nadie lo entiendo, Chuuya, pero ya te he dicho que tengo las manos detrás de la espalda — manifestó con cierta amargura está vez con su mirada pegada en él.
— De camino acá, vimos demasiados afiches con su cara en ellos. Sus padres adoptivos la están buscando desde hace tiempo, pero tu no la devolviste he intentaste jugar al hermano mayor. Si está en este problema es solamente por tu culpa, así que intenta arreglarlo con ese inteligente cerebro que tienes como siempre.
Se miraban desafiantes. No pensé que esa reunión fuera a convertirse en una discusión, pero dada la respuesta de Dazai sobre que no era el momento, entendía porque Chuuya se había metido. Aún así, no se estaban gritando y eso era para abrir bien los ojos.
— Lo solucionare, te lo aseguro — afirmó el castaño con fuerza haciendo que Chuuya lo observará con una ceja arriba — Pero necesito que Ren-chan vuelva a la agencia para eso — tras decir, me miró por un segundo.
— La niña no volverá a la agencia — Nakahara sentenció como amenaza, sus palabras fueron completamente hostiles.
Nunca me había sentido tan asustada en su presencia. Dazai y Chuuya se la vivían peleando donde fuera que se encontrarán, no era una mentira, pero esta vez era diferente, lo sabía por la mirada que se estaban sosteniendo.
El castaño, de pronto, se metió las manos a los bolsillos de la gabardina, su mirada tomó ese brillo juguetón y una sonrisa le adorno levemente. Sabía lo que estaba por venir y no quería estar presente.
— No me digas, Chuuya-kun, ¿acaso Ren-chan te gusta?
Era muy similar a lo que me había preguntado en su casa después del primer secuestró del ruso.
Chuuya no estalló, pero poco le faltó para hacerlo. También comprendía que el detective se estaba burlando de él. Logró ver a través de su semblante.
— ¡No comiences con tus estúpidas bromas, bastardo! — le alegó con enojo.
— ¡No es una broma, estoy hablando en serio!
La cara de Chuuya y la mía fueron las mismas cuando volvió a ponerse serio de repente. Totalmente descuadradas. Incluso uno de sus pies se colocó detrás del otro como retrocediendo, pero no lo hizo.
— Porque a Ren-chan le gustas, y muchísimo, además... — se interrumpió y desvió la mirada — me sentiría bien si al igual que yo la vez como tú hermana menor, pero si estás haciendo todo esto de mantenerla segura por orden de la Port Mafia, me temo que no voy a poder perdonarte, Chuuya.
Cuando ví al ojiazul, su mirada hostil había cambiado a la de una persona preocupada incapaz de creer las palabras de su ex-compañero de trabajo. En esta parte, tampoco había que olvidar su relación detrás de bambalinas.
— Me gusta — de pronto le contestó. Sus mejillas se sonrojaron a la vez que el castaño le veía con emoción — Hago esto por tí, Dazai, porque sé que a pesar de cometer los errores que cometiste con ella, intentas mantenerla segura. También lo hago por ella, porque la veo como una hermana menor al igual que tú — confesó con vergüenza sin ver a ninguno de los dos.
Yo era segundo plano en esa conversación. Sobraba. Nada más los observaba sin articular ningún sonido, parecía que no estaba ahí.
Me preguntaba porque esos personajes tan increíbles ahora estaban involucrados directamente en mi vida. ¿Por qué de pronto me convertí en alguien incapaz de ser independiente? Hacia mucho que no tomaba una decisión por mí cuenta, la última vez que lo hice murieron treinta y seis personas y mi "tutor" había salido herido.
Lo sabía de antemano, era desdichada, pero ya era extrema la lastima que tenían por mí las personas que me rodeaban. Definitivamente era un perro perdido sin suerte, tal vez por ello, ellos empatizaban armoniosamente conmigo.
En medio de aquel silencio, de pronto escuchamos unos aplausos relativamente cerca. Mi piel se erizo cuando mire a la sombra del árbol donde nos cobijabamos antes Chuuya y yo, porque ahí, sin darnos cuenta, alguien había tomado asiento.
— Es demasiado conmovedor, no lo soporto — manifestó con burla dejando poco a poco la intensidad del aplauso hasta que finalmente lo dejo.
Dazai y Chuuya abrieron los ojos como platos, por mí parte yo me alejé hasta estar detrás de ellos.
— Dostoyevski-san... — murmuré presa del miedo.
Eso tenía que ser una broma. ¿Por qué nadie advirtió su presencia?
— Tenemos una rata infiltrada — Chuuya sonrió con sadismo al igual que él que mencionado. Estaba sorprendido, pero no tenía miedo del anemico.
— Lamento haber interrumpido un momento tan íntimo, pero he venido por lo que me pertenece — dijo, y después me miró con esos ojos púrpuras y sonrisa de loco.
— Nada aquí te pertenece, demonio — Dazai por fin habló. Sonaba bastante amenazante, además también sonreía con maldad.
— Lo unico que viniste a buscar es una muerte segura — amenazó el ejecutivo de la mafia portuaria.
— Quiero ver qué lo intentes, Nakahara-san — el ruso le retó sin cambiar el semblante.
¡Otra oportunidad de oro! Era bastante claro. Fyódor no parecía tener un As bajo la manga, tampoco parecía que pudiera hacer algo por su cuenta. Si Chuuya le atacaba con su increíble habilidad de controlar la gravedad, sería el final del líder de Las Ratas en la Casa de la Muerte. Los conflictos terminarían, la novela en blanco terminaría por ser olvidada dejando de ser la fuente del conflicto en Yokohama. Todavía mejor, mi custodia se reduciría a dos organizaciones dejando fuera la más problemática, incluso, ya que había un alto al fuego entre la Port Mafia y la agencia, podrían estos llegar a un acuerdo. Definitivamente era mi oportunidad para abandonar esa vida indeseada y volver con los Tsukishima arrepentida de mis acciones y con ganas de vivir.
Tendría una vida totalmente nueva. Ya estaba decidido.
Aún así, cuando Chuuya iba a lanzarse a atacarle, se detuvo repente.
Todas las miradas terminaron en mi, parecían sacadas del teatro y no lo entendí hasta que me di cuenta de mi mano tomando la del ojiazul con el objetivo de retenerlo en su lugar.
— Ren, ¿q-que haces? — me preguntó asustado el pelinaranja al ver que me negaba a soltarle.
La risa del ruso llegó a mis oídos haciéndome volver a la realidad. Comencé a temblar y dirigí mi mirada al césped verde.
— ¿Ren-chan? — está vez fue Dazai el que me llamó aturdido — No me digas que...
No termino de decir, pero sabía perfectamente como terminaba esa oración, por lo tanto, mi mirada afligida terminó en la suya suplicando por ayuda, más no sabía exactamente para que la pedía.
— No les he dicho que me pertenecía — las palabras de Fyódor me atacaron con burla desbordante y me sentí una basura.
Durante mi idealización sobre mi vida nueva y el término del conflicto, detrás había algo escondido. Algo que me avergonzaba confesar, pero se me escapó con acciones.
No deseaba la muerte de Fyódor Dostoyevsky aunque está fuera mi salvación.
— ¡Es mentira! — Dazai se acercó, yo no le pude apartar la mirada, entonces me sacudió por lo hombros para hacerme entrar en razón — ¿Verdad? — terminó.
Había algo en las palabras y mirada de Osamu que no cuadraban. Sentí que por primera vez en su vida, algo se había salido de control, y al ser la primera vez, no sabía cómo obtener la respuesta de cómo había sucedido.
Como una cobarde, incapaz de soportar la tensión, colapsé en el mejor momento.
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