13. Los sentimientos florecen, incluso en invierno.

Los sentimientos florecen, incluso en invierno.

Le tomé la palabra al ruso y me quedé en su habitación por días sin pegar el ojo, y al igual que yo, Fyódor tampoco lo hacía. Parecía que esa habitación era la única que existía en esa casa, o más bien, parecía esa ser la casa, pues con algunas excepciones, los dos no quedamos ahí compartiendo silencio y respiraciones. Fyódor no abandonaba la habitación y yo tampoco estaba dispuesta a hacerlo, por ello, lo único que hacía, era pegarle la mirada en la espalda cuando estaba ocupado en su computador.

Hasta que un día, colapsé a mitad de la tarde tanto de sueño como de hambre. Quedé enredada en la misma sábana que el ruso me había dado el día que murió Iván, tendida en el tatami de una forma bastante incómoda.
Durante mi corta siesta, soñaba que Fyódor me tenía entre sus brazos murmurando palabras de consuelo por mí miserable vida, más jamás pude ver sus ojos cubiertos por su cabello negro, solo esa sonrisa de loco que acostumbraba a poner. Sus manos acariciando mi cabello no estaban enguantadas y lo peor fue que me vi a mi misma cómoda con su toque.

Cuando desperté, lo primero que observé fue la mano abierta del ruso frente a mí rostro solo a unos cuantos milímetros. Estaba sentado sobre sus rodillas y su cuerpo entero estaba temblando.

Así que aquello era lo que él había vislumbrado cuando yo intenté acariciarlo.

La sopresa hizo latir mi corazón con desenfreno y el miedo recorrió todo mi cuerpo, pero teníamos razones totalmente diferentes para sentir lo mismo. Por mí parte, había entendido que era un usuario de habilidades y que está era, como pudimos descubrir, asesinar a alguien con tan solo tocarlo, más no era todo; por su parte, todavía no lograba comprenderlo, pero ya no era el asco una razón.

A diferencia de sus acciones, me levanté sobre mis rodillas con las manos abiertas sobre el suelo, pero no me alejé, sino que me quedé observando su mano frente a mí. Fyódor parecía haberse quedado congelado en su lugar, pues no se movia, solo seguía temblando.
Una vez aparte la mirada de su mano, está cayó sobre su rostro que tenía esa misma mueca de asombro y miedo observando lo que también había estado apunto de hacer.

Cuando volvió en sí, alejó su mano con rapidez asustandome en el acto y me miró a la cara.

Sus ojos grandes y purpurientos, me miraron con terror, su boca comenzó a temblar al igual que su cuerpo, más de repente, sonrió como desquiciado. Poco después, agachó la mirada, levantó las manos y se las observó con el mismo semblante.

¿Que debí haberle dicho en ese momento? ¿No me toques al igual que él hizo? No, era imposible que de mí boca hubieran salido esas palabras, porque justo en ese momento deseaba que me tocara por lo menos un mechón de cabello como lo había estado haciendo en mis sueños fantasiosos.

— ¿En serio deseas morir? — me preguntó casi audible sin despegarse la mirada de las manos — Porque parece que lo estás pidiendo a gritos.

No entendí a qué se refería en ese momento.

— No — contesté al igual que él. Parecía que nos estábamos escondiendo cuando la casa literalmente estaba vacía — Deseo volver con la agencia y Dazai-san — pronuncié decididamente.

Entonces me miró un poco más tranquilo dejando poco a poco de temblar.

— ¿Por qué? Entiendes que ese hombre te lanzó en mi dirección sin considerarlo un poco — seguía mirándome tan fijamente que parecía querer penetrar en mi interior.

Trague saliva duro. Aún si eso era verdad, yo necesitaba volver a lado del suicida.

— Para mí, Dostoyevski-san, vivir en la ignorancia es mejor que la sabiduría. Por ello, mi único deseo al encontrarlo era mi propia muerte — le conté con sinceridad y este dejó de sonreír.

Atenta a sus ojos, no me di cuenta cuando dirigio su mano a mí hombro derecho, y sin importarle la tela de la ropa, encajó una aguja con líquido amarillo y comenzó a regarlo dentro de mí cuerpo. No pasaron dos segundos cuando comencé a sentirme mareada y sin fuerza.

— Estuve a punto de cometer una atrocidad...

Fue lo último que escuché antes de perder el conocimiento.

Tuve pesadillas durante mi reposo en donde todos los que había conocido antes, morían frente a mis ojos de una manera natural. Solo cerraban los ojos y se despedían de este mundo lleno de pecado. Dazai, Atsushi, Chuuya, incluído Fyódor, todos murieron y yo les lloré dramáticamente.

Estaba comenzado a perder la poca cordura que me quedaba.

Cuando desperté, la superficie debajo de mi cuerpo era blanda, tan cómoda que me sentí en las nubes. La almohada, las sábanas, todo era muy suave. Me encontraba en una cama bastante grande y en una habitación en la que no había estado jamás.

Me senté sobre el colchón con cuidado ya que mi cabeza seguía dando vueltas y ví todo con atención.
Los acabados y los muebles eran obscuros y le daban una buena vista elegante al cuarto.

No me sorprendía, pues al haber pasado antes por situaciones similares, ya nada me causaba intriga y mucho menos miedo. Aunque claro, quería saber en qué lugar me encontraba en ese momento. Bastante contradictorio.

Tal como si este lo hubiera imaginado, la persona que entró después por la puerta contestó un poco a mis cuestiones.

— Me preguntaba cuando te ibas a dar el lujo de despertar, niña.

— ¿Nakahara-san? — mi cara desencuandro y él pareció notarlo ya que río un poco — ¿Que sucedió?

Un fuerte dolor azotó en mi cabeza y tuve que tomarmela con las manos inútilmente. Cuando lo vio, Chuuya se acercó hasta mí y me ayudó a recostarme sobre el colchón otra vez.

— ¿Donde estamos? ¿Por qué? ¿Donde esta él? — comencé a preguntar sin reparar en que estaba siendo una histérica.

— Tranquila, no te pongas así, ahora estás a salvó.

Cuando dijo, mi mirada se pegó en él pidiendo que hablara antes de ponerme a preguntar nuevamente.

— Supe que estabas desaparecida desde hacía un tiempo, ese bastardo de Dazai no me lo contó ni a mí ni a Akutagawa, así que comenzamos a sospechar cuando las salidas entre los cuatro se hicieron nulas. Según la agencia, habías vuelto a la calle por segunda vez desde que te habían encontrado en el puente, aún así, parecía bastante sospechoso — me contaba con lentitud — Ese suicida no estaba preocupado por ti en absoluto cuando antes había manifestado que eras como una hermana menor para él, así que le hice escupir todo lo que sabía. Terminó contado, que esa rata rusa te tenía en cautiverio en esa casa de vecindario y que tenía las manos detrás de la espalda, por eso no podía hacer nada.

— Entonces él, Dazai-san, ¿sabía dónde estuve todo este tiempo? — pregunté increíblemente adolorida y Chuuya me vio con lástima.

— Si — contestó quitandose el sombrero y dejándolo sobre el mueble por un lado de la cama — Pero, no lo mal interpretes... — enseguida se justificó — Si existe algún rival para Dazai en este mundo, ese es Fyódor. Me temo que decía la verdad al decir que tenía las manos detrás de la espalda.

Me sentí consolada, pero no podía creer del todo en sus palabras. Había algo que no me parecía lo suficientemente coherente, pero, ¿quien era yo entre esas dos mentes de genio? No me quedaba más que bailar entre estas.

— Una vez me dijo todo lo que sabía, no me importó y fui a buscarte con la ayuda de Akutagawa.

Una vez escuché, caí en cuenta de algo.

— Entonces, e-eso, quiere decir que Dostoyevski-san... él...

— Esa rata no estaba cuando irrumpimos en la casa, solo estabas tú, envuelta en sábanas sobre un futón — aclaró.

Por alguna extraña razón, sentí un alivio incomparable. Supuse que si Chuuya y Akutagawa habían ido en mi rescate y en efecto, lo lograron, entonces tendrían que haberse deshecho de Fyódor, y conociéndolo, este no tenía fuerza ni para abrir una lata de elote, por lo tanto, solo nunca iba a poder hacerle frente ni siquiera a Dazai.

— Todavía anda suelto... — se me escapó con miedo — ¡Chuuya-san! — le llamé y alcancé a tomarle de la camisa con fuerza. Unas extrañas sensaciones se habían dado paso en mi interior provocando mis acciones desesperadas — ¡Necesito volver a esa casa, si no lo hago, te pasará algo realmente malo, ese hombre es malvado y no duda, ya lo me lo demostró una vez...

— ¡Tranquila, Ren! — me interrumpió sacudiéndome por los hombros...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top