10. No des nada a cambio, o al menos no más de lo que puedes recibir.

No des nada a cambio, o al menos no más de lo que puedes recibir.

Me sentí realmente ofendida. Tenía 17, no 4 años, Fyódor me veía como a una niña por su aspecto y años, que si no me equivocaba, robandaban los 22 o 23, pero está información jamás la tuve.

Tocando el tema sobre la apariencia física del ruso, me recordaba bastante a Dazai, así como sus planes, su apariencia también tenía similitud. Eran como de la misma estatura, sino es que igual; llevaban el cabello arriba de los hombros, y si, el castaño también, pero como su cabello era entre ondulado y rizado, era por ello que le quedaba más corto. Enfoncadonos más en el ruso, lo ya sabido era que su complexión era muy delgada y era portador de unos enormes, pero rasgados, ojos púrpuras.

Observándolo bien mientras seguía esperando a que tomara un pandita...
¿Como lo veían mis ojos, o más bien, como lo percibían? No podía negarlo, Dostoyevski Fyódor, no era feo, aún con esas ojeras debajo de sus ojos, era todo menos molesto para la vista.

No fue algo que pensé inmediatamente, sino mucho después.

— No soy una niña — alegué dejando el tenedor sobre el plato de comida ya vacío.

Dejó el botecito muy animado -para niños- en medio de los dos sobre la barra.

— Pero te gustan los dulces — atinó. Eso no podía negarselo, si había algo que jamás rechazaba, eran los dulces. Dazai y Chuuya a veces me condicionaban con ellos en las cenas.

Con la mano temblorosa, pronto tomé un pandita, pero más que nada lo hice para que dejara de insistir y se metiera en su habitación, que ya tenía bastante con haberlo visto semidesnudo, por cierto que aquello, parecía ya olvidado por él, pero claro que por mí no. Era una imagen que jamás se borraría de mi nube.

Una vez estuvo dentro de mí boca, comencé a masticar la gomita con su mirada encima.

— Desde ahora te comerás una todos los días, sin falta — avisó como mi madre, cerró el frasco y comenzó a guardar todas las medicinas regadas.

No pregunté, no dije nada más. Solo recogí mi plato, lo lave sin hacer menor caso de su presencia, y cuando menos me di cuenta, ya no estaba en la cocina.

Al día siguiente, cuando desperté, la intravenosa estaba en mi brazo, pero mi cuerpo no estaba paralizado. Entonces me senté y revisé la habitación percatandome de que estaba sola.
Me quedé sentada sobre el futón con mi mano detenida sobre la aguja. Odiaba esa sensación que me provocaba tener aquello en el brazo, además ese tubo color carmesí que recorría hasta el catéter del mismo color... no era débil ante la sangre, pero algún sentimiento de aborrecimiento comenzó a crecer muy dentro de mí.

De pronto, la puerta fue abierta y Fyódor entro a la habitación con una taza de porcelana entre las manos. Le mire con terror; cuando se llevo la taza a la boca, llevé mi mano a la intravenosa y la arranque de mi brazo con fuerza.
Caí en cuenta de mi estupidez cuando la sangre comenzó a regarse por toda mi extremidad hasta el punto de manchar las sábanas debajo de mi.
Fyódor me veía con una sonrisa mientras tomaba de su té, y pronto perdí el conocimiento.

¿Por qué todo se tornaba tan extraño cuando la intravenosa se hacía presente? Eran como sueños, pues cuando volvía a despertar, parecía que nada de aquello había sucedido.

Lo primero que hice al despertar, fue vomitar en el tatami como si no existiera un mañana. Mi cuerpo se sentía sin vida; estaba mareada, con náuseas y no sentía la mitad de mi anatomía. Quise morir en ese momento y maldecí al ruso por mantenerme en esas condiciones.

Después de limpiar con la fuerza que me quedaba, salí de la habitación, y, decidida a preguntarle porque no había día en que no me robara la sangre, entre a su habitación sin tocar.
Todo estaba oscuro, la luz del monitor de la PC era lo único que alumbraba un poco, pero solo un poco ya que el cuerpo del ruso impedía que está llegará hasta mi.

— ¡Por qué ha...

Fue lo único que pronuncié antes de caer medio cuerpo en el tatami y medio cuerpo sobre su futón que tenía extendido, pero no usaba para dormir.

— Tal como pensé, así que no moriste — le escuché hablar, y poco después observé sus pies descalzos.

Como había caído de frente, no podía verle.

— Déjeme... déjeme volver con la agencia... Dostoyevski-san — supliqué inquieta por no poder mover mi cuerpo como deseaba.

— ¿Devolverte a las manos de esos detectives de 4ta? No lo creo, mucho menos dejaré que tú Dazai-san mueva su ficha primero.

No entendía nada, pero eso solo aumento mis sospechas sobre la implicación del castaño en el asunto.

— Si me lo pide... —

Las palabras que pronto saldrían de mi boca, me condenarían a mi final; un final del que nunca me arrepentiría.

— ...le daré lo que desea de mí.

— No es tan fácil — su estado neutral me ponía de los nervios.

— Solo tiene que pedirlo — insistí mientras colocaba las manos abiertas en el suelo por un lado de mi cabeza para comenzar a levantarme.

Estaba segura de que esos sintomas no tenían nada que ver con la extracción de sangre. Estaba drogada nuevamente.

¿Me darías tu vida, a cambio de mi salvación?

Me congelé en mi lugar tras sus palabras, pues no esperaba algo como aquello. Tal vez antes, -como 3 o 4 meses atras- no me hubiera importado morir, aún así, ¿quien era yo para garantizar su salvación a cambio de mi vitalidad? No era nadie. ¿Como eso iba a ser posible?

— Eso pensé — dijo irónico al ver que no contestaba — Ah, Ren, no puedes ir por la vida diciendo que puedes complacer a otros si no estás dispuesta a darlo todo por ellos.

Tenía razón, pero no tenía necesidad, hasta ese día, de intentar complacer a nadie. Lo hacía por mero instinto de sobrevivencia.

Aún así, con esas palabras me hizo recordar a los señores/jóvenes Tsukishima, de quién todavía era legalmente su hija.
No valoré todo lo que dieron por mí y terminé en las garras de Fyódor por ser egoísta.

— Puedes quedarte aquí en lo que te recuperas, pero no hagas mucho ruido — decía mientras se sentaba de nuevo frente al monitor encendido.

Le ví la espalda nuevamente mientras estaba en su "habitat natural". Mientras estuve ahí, le escuché gruñir unas cuantas veces con la uña de su dedo pulgar en la boca, pero la mayoría del tiempo, lo único que se escuchó fueron las teclas y botones del ratón.
Me quedé mucho tiempo, más del que espere, pues mi cuerpo estaba sin fuerza, podía moverme, pero no lo suficiente para arrastrarme fuera de la habitación, además, no perdí la consciencia ni me quedé dormida. Fueron horas enteras hasta que él se acercó, se compadeció de mi, y tras inyectarme con una jeringuilla como siempre, me quedé dormida.

Desperté en la habitación que ocupaba, como nueva y lista para correr el maratón japonés.

Cuando mi mirada recayó en el suelo por un lado de mí, en un pequeño traste, había dos gomitas de panda, una verde y una roja.
No me daban nada de confianza, pero tampoco podía deshacerme de ellas, así que me las eché a la boca tras pensarlo seriamente y mi "día" comenzó.

Salí de la habitación, y al llegar a la cocina encontré a Iván ocupado con esta, así que me di la media vuelta para esperar a que se desocupara para hacer mi desayuno.

— Su desayuno pronto estará listo — sus palabras me detuvieron.

— No tenía que molestarse, Ivan-san, puedo hacerlo yo misma — contesté nerviosa.

— Ah, no se preocupe, la cocina es algo que se me da muy bien y me gusta — me informó mientras el sonido de la comida en el sartén resonaba en la habitación.

No había comido nada el día anterior, pero tampoco era como si me estuviera muriendo de hambre. Aún así, olía muy bien, así que el lacayo del ruso no mentía.
Curiosa, detrás de la barra, me asomé un poco al contenido del sartén.

— Además... — continuó — Fyódor-sama fue el que me ordenó que hiciera esto para usted.

Le mire la espalda tras sus palabras.

El señor Dostoyevski, parecía comenzar a tenerme un poco más de compasión tras 4 meses compartiendo lugar.

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Uff, vean esa imagen... No shippeo el Fyozai, pero no sé, algo hay entre ellos que no lo puedo ignorar♥♥💜♥

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