23


   Esta expedición no había sido planeada a detalle más que una simple llamada al teléfono fijo de su amigo pidiendo compañía además de coordinar la fecha y hora. Mientras el sol estaba en su punto más alto ambos se encontraron y manejaron hasta su destino. En el transcurso hablaron sobre asuntos personales en lugar de que harían al llegar a la casa en ruinas, o mejor dicho mansión. 

   —Tendremos que avanzar sin el auto— dijo Oscar al ver que lo que quedaba de camino estaba obstruido por baches y piedras por lo cual se detuvo.

   —¿Acaso no quieres que tu pintura se ensucie con tierra? —dijo Carla irónicamente.

   —Es que esta parte del camino ya es muy angosta. Si no podemos avanzar ahí tampoco dar la vuelta.

   —Esta bien no lloriquees, tampoco es para tanto —dijo abriendo la puerta para bajarse—. Desde aquí ya se la ve —mostró señalando el techo de esta.

   —Bueno, entonces ya no falta mucho — le respondió bajando se también.

  Si era verdad que el camino estaba muy abandonado. Llegaron a ver hasta tierra agrietada en la que incluso las ruedas se atascarían. Eso sí no se le pinchaban antes con una de tantas piedras y vidrios rotos tirados. Aun así fueron solo pocos minutos caminando hasta llegar a la puerta.

   —¿Enserio un familiar tuyo vivía aquí? —le preguntó mientras analizaba la enorme fachada con pintura desquebrajada y vegetación creciendo sobre sus húmedas paredes.

   —Si, la tía de mi abuela era dueña de todo esto. Ni yo me lo puedo creer. —le afirmó Carla.

   —Parece que era muy ermitaña para elegir un lugar tan alejado para vivir.

   —Si, desde sus veinte años hasta su vejez vivió sola aquí. Claro, hasta que ocurrió lo del terremoto.

   —Lo lamento por ella —compadeció mientras forzaba la entrada.

   —La verdad ni mi propia familia la conocía bien. Me contaron que las pocas veces que la vieron fue cuando asistía a entierros. Pará otra cosa la señora no salía… ni se molestaba a contactarse con mi bisabuela por cartas —añadió al ver el buzón polvoriento y oxidado.

   La antigua cerradura se rompió y lograron entrar. Contemplaron el ambiente mohoso de madera crujiente. Alzando la vista miraron como parte del suelo del segundo piso se había colapsado dejando un enorme agujero. Más al fondo había unas escaleras viejas en espirar. Y solo eso, no tenía grandes muebles, pinturas y candelabros como esperaban. Su interior era simple y maltratado por el tiempo.

   —¿Y en serio era millonaria?

   —Tal vez vivía con lo justo. Lo que tenía era bastante pero heredado. Y no consiguió ningún empleo estable. No encontraron nada más en su testamento más que daría quince dólares para un hospital.

   —¿Crees que era una tacaña?

   —Tengo mis dudas, pero a lo mejor encontramos algo de valor.

   Caminaron lentamente revisando estantes y cajas vacías. En la primera planta no había nada más que escombros y basura. En el patio había estructuras derrumbados y vegetación seca en su mayoría.

   —¿Por qué su hogar quedó abandonado?

   —No encontré mucha información al respecto. En un periódico viejo vi que si se repararon las otras estructuras dañadas por el terremoto. Por lo que veo nadie quiso comprar esta y así ase quedo.

   —Pues esta muy lejos de la ciudad.

   Investigando el sótano tampoco encontraron nada interesante que no esté cubierto por un mantón de telarañas. Subieron hasta la habitación principal. Donde encontraron una cama sucia y ropa vieja.

   —Oye Clara, este lugar te da miedo. No te pusiste a pensar que como a tu familiar la aplastó una columna por lo menos veríamos su espíritu.

   —No, soy escéptica a esas cosas ¿Más bien a ti no te da miedo que el suelo se quiebre y caigamos?

   —Eso si sería malo. Pero aquí no hay nada interesante.

   —Cierto, al parecer su vida era muy aburrida al igual que todo aquí. Aquellos mitos seguro son falsos y la señora no hizo nada.

   —¿Qué, acaso sus vecinos decían que era una bruja?

   —Por su raro comportamiento decían que tenía gustos muy siniestros. Incluso corría el rumor de que contrataba saqueadores de tumbas para conseguir cuerpos.

   —¿Con qué propósitos?

   —Esa era el misterio, durante un período de tiempo desaparecían personas e incluso muertos de los cementerios. Seguro querían causar chisme al ser ella la señora solitaria que vive en un lugar espeluznante. Pero aquí no hay ni olor a descomposición.

   —La gente inventa cada locura.

   —Si, esas debieron ser locuras para asustar a los niños.

   La misión de encontrar algo valioso fue vana. Pues no había ni una copa entera ni un insignificante cenicero para llevarse. Con todas esas horas invertidas su única suerte fue que no les caiga una pared para encerrarlos. Concluyendo como una insípida aventura.

   —Larguémonos ya —suspiró Carla.

   —¿Estas segura?

   —O acaso vez algo más para  revisar. Si, estoy segura.

   —Esta bien.

   Caminaron tranquilamente hasta el auto, con la moral un poco baja por su fracaso. Pará un próximo encuentro mejor irían al cine o algo similar, algo que por lo menos sea divertido. Tenían el camino a casa para discutir que hacer.

   —¿No tienes las llaves? —preguntó Oscar al no encontrarlas en sus bolsillo.

   —No me las diste, revisa bien.

   Revisaron bien en el auto  un poco confusos pues sin estas estarían varados. Dándolas por perdidas después de rato.

   —Estupendo, ahora tenemos que volver a buscarlas.

   —Tu las tenias, no es mi culpa que se te cayeran. Presumes tanto de tu amado auto y eres muy descuidado.

   Volvieron sobre sus pasos minuciosamente para buscarlas, un poco molestos por la ridícula situación. Y más frustrante por no encontrarlas en ninguna parte sin importar sus esfuerzos.

   Antes de empezar una discusión en la sala un crujido sonó bajo sus pies. La inestable estructura se tambaleó un poco y las maderas del piso se quebraron en muchas partes. Tomando por desprevenida a Carla que cayó en un instante hasta el ático en un grito de pánico. Su compañero alterado se asomo al agujero viéndola inconsciente pero sin ninguna herida notoria. Se apresuró a bajar y socorrerla.

   Para su suerte no había sido un accidente tan grave. Al rato abrió los ojos y se sentó confundida a pesar del dolor. Oscar le hacía muchas preguntas preocupado sin recibir respuesta. Miró a la misma dirección que ella y se petrifico por lo que vio.

   Emergente de la oscuridad al otro extremo del sótano había una silueta pálida y fina. Un cuerpo tirado como una muñeca de trapo abandonada, carente de sangre y alma. Aún así hipnotizadora por su estética de un cabello bien arreglado, y un fuerte labial rosa en sus labios. En su piel desnuda se destacaba una cicatriz dejada por una autopsia que se le había efectuado hace años.

   Oscar quería irse corriendo temiendo lo peor. Pero su amiga estaba perdida con lo que veía.

   Aquella joven mujer se levantó como una marioneta jalada por hilos quedando de pie delicadamente. Abrió los ojos.

   —Buscabas esto cariño —dijo suavemente tras abrir su mano y aventar las llaves del auto cerca de ellos.

   —¡Vámonos! ¡Salgamos de aquí ahora mismo! —advirtió muy asustado sacudiendo a Carla que no reaccionaba. Pues ella sentía algo inexplicable en su interior. Una fantasía recóndita de su mente que jamás había sentido.

   Con cada paso que daba ese cadáver la tensión crecía. La morbosa situación no le agradaba en lo más mínimo. Ahora su amiga parecía obsesionada. Se mordió el labio y empezó a caminar locamente enamorada por el hecho de que este muerta. Algo prohibido e incorrecto pero a su vez atrayente.

   —Hemos estado muy solos aquí —dijo mientras seguía avanzando y un olor a putrefacción nauseabunda se empezó a hacer cada vez más fuerte en el aire.

   Ambas se abrazaron.

   —Tu familiar no dejó ninguna riqueza aquí —le susurro suavemente—. Pero lo que hay aquí te gustara aún mucho más.

   Carla inhalo para sentir aquel olor a muerte.

   Hubo un escándalo pues parte del tercer piso se empezó a derrumbar, aunque ninguno de los daños llegó hasta donde se encontraban. Al ya no soportar nada el chico alzó las llaves y tomó la decisión de marcharse de esta locura dejando a ambas ahí. Avanzó lo más rápido posible intranquilo al ver huesos humanos que se asomaban de la tierra. Una vez que pudo encender su vehículo arrancó sin mirar atrás. Aplastando un cráneo al salir de la propiedad. Ya sabía que había perdido a Carla como persona. Lo único que esperaba sinceramente era que todo se derrumbe de una buena vez, aunque sea necesario otro terremoto.

Palabras: 1421

Zandworm

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