Epílogo
Había pasado un año y medio desde aquella tarde, y las cosas habían cambiado bastante. No mucho después nos fuimos a vivir juntos a su apartamento. Además, Christopher me pidió matrimonio en donde menos me lo esperaba, pero donde más ilusión me hizo.
Habíamos ido a pasar una semana al parque de atracciones de Disney World Orlando, Chris y yo éramos amantes de las atracciones, y además, el parque albergaba temáticas que nos gustaban, así que parecíamos niños de diez años a los que habían soltado sus padres.
Un día, Chris me dijo que íbamos a ir al de Universal, donde se encontraba todo lo de Harry Potter, es decir, Hogsmeade, el Callejón Diagón y Hogwarts. Yo iba contentísima, iba a visitar varios lugares donde se desarrollaba la trama de mi saga favorita, aunque fuesen falsos.
Tras visitar los dos primeros y tomarnos una cerveza de mantequilla, fuimos al castillo, donde juré que iba a perder el equilibrio de la emoción. Chris estaba igual que yo, solo que lo disimulaba mucho mejor.
Una vez dentro, yo estaba alucinando y tenía la lagrimilla asomando, pues era simplemente precioso y emotivo, mi adolescencia había transcurrido allí indirectamente. Al llegar al Gran Comedor, tras revisar todo, fuimos al centro, justo donde la silueta de Dumbledore, y yo me quedé embobada mirándolo. Al menos, hasta que sentí que el cuerpo de Chris había desaparecido. Busqué a los lados, pero no fue hasta mirar al suelo que lo vi arrodillado frente a mí, con una caja abierta donde había un anillo de compromiso. En ese momento no pude aguantar más y me eché a llorar.
- Alyssa –comenzó mi novio-, hemos pasado por mucho y hemos atravesado un verdadero infierno hasta llegar aquí. Solo sé que no podría estar más orgulloso de ti ni más feliz que contigo.
«Desde que te conocí, y aunque ya te lo he dicho, he deseado poder decir que estamos juntos, y por fin es cierto, mi amor, por fin ha sucedido. Y no voy a dejar pasar la oportunidad de pedirte matrimonio, pues quiero despertarme cada día a tu lado y quiero que todo lo mío sea tuyo legalmente, porque de por sí, ya lo es.
«Y qué mejor sitio que 'Hogwarts' para declararme, un lugar en el que los dos hemos soñado estar y que representa una parte fuerte de nuestra unión, pues los libros unen a las personas, hacen que se entiendan y se comprendan, las hacen mejores. Y yo soy mejor por ti.
«Así que, Alyssa, ¿quieres casarte conmigo?
No podía dejar de llorar, era la declaración ejemplar, el hombre perfecto y el lugar idóneo, no podía ni quería pedir más. Me lancé a sus brazos, gritando que sí una y otra vez, y la gente comenzó a aplaudir ante mi respuesta. Entonces, Christopher puso el anillo en mi dedo y me besó, causando aún más aplausos y vítores.
Sonreí abiertamente al recordarlo, él siempre pensaba en cada detalle, y creo que era una de las cosas que más me gustaba de él, que incluso a lo más pequeño le sacaba provecho para convertirlo en gigante.
En la familia Lewis hubo cambios, y es que Katherin decidió divorciarse de Samuel de una vez por todas y acabar con el terror que ese hombre había implantado en su familia durante décadas. Se había quedado con el apartamento y con la mitad de la fortuna familiar, asegurando así que Christopher heredara algo de la familia sí o sí.
La empresa había pasado a manos de Arthur una vez su padre estuvo totalmente arruinado ante la prensa, especialmente al salir la noticia de su divorcio y del por qué.
El rubio ya no estaba tan enfadado, de hecho, habíamos quedado los tres para hablar varias veces, y cada vez asimilaba más la realidad. Conservar a Arthur como amigo fue maravilloso, pues durante un tiempo pensé que no me volvería a hablar, y yo le tenía mucho cariño. Y ni contar Chris, que era su hermano. Saber que Arthur estaba menos cabreado le tenía por las nubes.
Sin embargo, una acción que hizo Arthur nos sorprendió a los dos, y fue hacer de Chris co-propietario de la empresa, justificando que él también era un Lewis y que tenía el mismo derecho de dirigir y de poseer los bienes de Falconfast. Así pues, Chris le comentó su idea a Arthur, la del negocio que había pensado, y ambos se pusieron manos a la obra para ampliar Falconfast a otro sector, a las pantallas de cine y efectos especiales. La calidad de esa empresa en tecnología era la mejor del mundo, con lo cual, tenían asegurado el mercado en el mundo cinematográfico. Efectivamente fue así, y no me esperaba menos de ellos. Habían llegado a líderes en Estados Unidos, en Australia, la mitad de Sudamérica y gran parte de Europa y Asia.
La otra Lewis, Natalie, había sido aceptada por Katherin, sin embargo prefirió conservar el apellido Sanders y continuar trabajando en el JPMorgan Chase & Co., rechazando la oferta de su madre de llevar con ella su empresa. Natalie adoraba su trabajo, y no la veía haciendo otra cosa que siendo contable.
Mientras, Evelyn y yo habíamos obtenido la dirección de Lightningbright, siendo las mujeres más poderosas y ricas del mundo, o al menos, eso decían las revistas. Habíamos renovado la empresa, metiendo más tecnología, que comprábamos a Falconfast, y ampliando el sector a coches más económicos para que la clase media pudiese acceder a ellos. Incluso incluimos los coches eléctricos, pensando en el medioambiente y en el futuro.
Nos las arreglábamos bien, nuestros padres habían tenido suerte de que Evelyn y yo tuviésemos buena relación, pues nunca decidíamos sin la otra, evitando muchas peleas o daños colaterales a la empresa. Y lo que más me gustaba, era cuando íbamos a visitar colegios e institutos de visita a dar charlas y todos los niños y adolescentes nos decían que querían ser como nosotras, pues éramos dos mujeres de poder, dando un ejemplo al mundo de lo que éramos capaces de hacer.
Dos meses después de ser dueñas de la empresa, Evelyn se quedó embarazada y la noticia llegó para alegrarnos la mañana a todos, tendríamos un nuevo miembro en la familia, y yo sería tía y madrina de la criatura, que sabíamos iba a ser un niño.
El embarazo no la privó de trabajar, es más, dio todo su potencial y la empresa creció aún más, asombrando a todos aquellos que pensaban que dos mujeres hundirían el negocio de los Wright.
Cuando nació Hayden, se nos nombró oficialmente a Arthur y a mí como padrino y madrina de la criatura, ya que Arthur e Ethan eran amigos muy cercanos. Durante ese periodo, me hice cargo de la empresa, aunque siempre llamaba a mi hermana cuando había que hacer una decisión. Me asombró lo bien que lo pude hacer sola, pero estaba deseando que Evelyn volviese al trabajo para poder descansar un poco, estaba llegando muy tarde a casa, y mis horarios de comida habían variado para poder seguir el ritmo Lightningbright, pero estaba contenta.
En cuanto a nuestros amigos, Luke y Owen se habían ido a vivir juntos, y se veía que esa relación iba a ser duradera. Todos esperábamos a que anunciasen que había boda, pues creíamos que era más que posible. Y en cuanto a Lucy, pues se echó novio. Un chico hijo de un empresario de Seattle, lugar donde vivía su madre. Se habían conocido en el parking de un centro comercial, y de ahí, a estar juntos.
Pero, debía centrarme en quedarme quieta para el maquillaje, ya que me iba a casar en dos horas con Christopher. Estaba muy emocionada y nerviosa, y no podía dejar de pensar en mi vestido de Amalia Carrara, que era simplemente precioso, pero me lo pondría después de maquillarme y de peinarme.
Mi cabello estaba recogido en un moño bajo, y por encima había una trenza que salía de la entrada derecha hasta llegar a la izquierda. Encima del moño y sin tapar la trenza, tenía colocada una pequeña tiara, más parecida a las coronas de laurel de la Antigua Roma, pero esta era de oro con diamantes.
Por fin me pusieron el vestido, el cual tenía vuelo de princesa. Era de un blanco perlado; el corpiño era una serie de flores y hojas que se fundían entre los colores del vestido y el plateado, y los tirantes, en lugar de colocarse sobre mis hombros, estaban debajo de estos, haciendo un efecto de enredadera. La falda, por su parte, tenía desde la parte de abajo hasta el medio los dibujos de rosales, también en plateado, y sobresalían la tela del vestido, dejando que los detalles de rosas plateadas dibujasen el suelo a mi paso. Y el velo era tan largo, que hacía un pasillo y actuaba de cola.
Me miré y no me pude creer lo perfecta que me veía, jamás me habría imaginado tener tanta luz en mí, pero era a causa de Chris. Me avisaron de que debíamos salir ya, pues la ceremonia comenzaría en media hora, y teníamos que llegar hasta el hotel The Plaza. Sí, me casaría en el mismo lugar que mi hermana, aparte de porque adoré el lugar y porque era un sitio perfecto para casarse, también era por la causa pendiente que teníamos mi prometido y yo.
Nos metimos en la limusina blanca, cortesía de mi empresa, y viajamos a lo largo de todo Manhattan, camino al día más maravilloso de mi vida hasta la fecha. Evelyn sería mi dama de honor principal, pues también tendría a Lucy y a Natalie conmigo; mientras que Chris tenía a Arthur, a Luke y a Ethan con él. Owen simplemente se quedaría mirando desde los asientos.
Al llegar, sentí que me iba a dar algo, pero me di impulso, y de la mano de Evelyn y Lucy, llegué a la sala donde esperaría para salir, y allí estaba ya mi padre, esperando por mí. Sonrió en cuanto nos vio entrar, y se acercó a nosotras.
- Lucy y yo nos vamos ya –me comunicó mi hermana-. Disfruta de tu dia, hermanita, vívelo bien.
- Va a ser genial –comentó Lucy, abrazándome.
Ambas se marcharon, dejándome a solas con mi padre, quien me miraba con orgullo y nostalgia a la vez. Le sonreí, y él me la devolvió, pero mucho menos amplia. Pensé que se iba a poner a llorar.
- Estás preciosa, cariño –dijo de pronto.
- Muchas gracias, papá.
- ¿Estás nerviosa? –me preguntó, y yo asentí-. Pues tranquilízate, porque créeme que cuando Christopher te vea, se le va a caer la baba –reí, sabiendo que era muy probable que eso pasase-. Y lo le mataré por mirarte demasiado.
- Papá –le reproché, y él rio.
- Está bien, está bien, no lo haré –Alcé una ceja, no creyéndomelo-. Bueno, una amenaza y ya basta.
Negué con la cabeza, riendo a la vez, a minutos de mi boda mi padre estaba pensando matar a mi novio por razones muy tontas, pero me había relajado, que era el propósito.
De pronto, las puertas se abrieron, y nos comunicaron que debíamos salir ya. Yo suspiré, y mi padre me tendió su brazo, el cual yo cogí con seguridad y avanzamos hasta poder ver la sala de frente.
La decoración era parecida a cuando se casó Eve, con las luces tenues y la luz morada alumbrando el The Grand Ballroom. Sonó la música, había elegido el himno de Hogwarts en lugar de la tradicional, pues me parecía que iba más acorde a mí y a mi prometido. Evité llorar con la melodía, y lo conseguí por poco. Me fijé en los invitados, desde familia y amigos a relaciones laborales.
Finalmente, clavé mi vista en Christopher, quien iba con una traje negro y corbata azul marino; el pelo revuelto, como siempre, y sonreí al ver que lo había dejado tal cual. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos, los cuales me miraban con adoración, y juraba que yo tenía la misma expresión en mi cara.
Al subir las escaleras, la música fue parando poco a poco, al igual que yo había bajado el ritmo para no carme o tropezar, hasta por fin alcanzar el lugar donde se encontraba Chris. Mi padre le entregó mi mano, y mi novio la cogió con cuidado y cariño.
- Trátala bien –le dijo mi padre en tono amenazante, y yo rodé los ojos.
- No dude de eso, señor Wright –respondió Chris, mostrando su perfecta sonrisa.
Mi padre lo miró un segundo, luego volvió a mí, me sonrió y se marchó a su sitio en primera fila junto a mi madre. Yo centré mi atención en el moreno, quien me miraba de arriba abajo.
- Estás preciosa –comentó, y yo agaché la cabeza, riendo levemente.
La ceremonia comenzó, y el sacerdote dio su sermón, al cual no le presté gran atención. Yo lo había intentado, pero no podía, me había aburrido al de dos minutos, así que me dediqué a contemplar la belleza de mi novio, al cual le veía más guapo que nunca. Estuve observando su rostro un buen rato, hasta que me di cuenta de que Chris me estaba mirando de manera burlona, y es que había llegado el momento del consentimiento y no me había enterado.
- Perdón –murmuré, y Chris se rio a carcajada limpia.
- Christopher Harrison Lewis –comenzó el sacerdote-, ¿quieres recibir a Alyssa Marggaret Wright como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida, hasta que la muerte os separe?
- Sí quiero –respondió Chris, sonriendo y con seguridad, y yo cogí la alianza del cojín que sujetaba mi pequeño sobrino, que apenas tenía un año, con la ayuda de mi hermana, quien lo sujetaba. Miré a los ojos a Chris, y él asintió, todavía con la sonrisa plasmada en la cara; así, coloqué el anillo en su dedo anular izquierdo.
- Alyssa Marggaret Wright, ¿quieres recibir a Christopher Harrison Lewis como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida, hasta que la muerte os separe?
- Sí quiero –contesté, asintiendo y con lágrimas en mis ojos. Chris repitió el mismo proceso que yo, y me acarició la mano antes de poner el anillo.
- Pasamos a los votos –dijo el hombre, mirando a Christopher.
- Alyssa, recuerdo que te dije que estábamos destinados a estar juntos y que tú te reíste en mi cara –todos los invitados rieron, incluida yo-. Pero yo tenía razón. Básicamente, porque que los números de la clase a la que iba en el instituto multiplicados por seis den la fecha de tu cumpleaños, pues no es muy normal –todo el mundo jadeó sorprendido y enternecido, y yo sonreí ampliamente-. Y que el número de la habitación en la que nací multiplicado por dos dé el año en que te conocí tampoco –se volvió a oír el mismo sonido, y Chris rio.
«Esto es solo el comienzo de nuestra historia, a pesar de todo lo que ha habido detrás. Hoy te convertirás en mi esposa, y por fin todo lo que soñé se hará realidad, porque Alyssa, eres un sueño hecho realidad. Jamás podría querer a nadie tanto como te quiero a ti –todo el mundo soltó un «aww» colectivo, y yo estaba a punto de llorar, pero debía aguantar hasta decir mis votos.
- Chris –comencé, notando un nudo en la garganta-, al principio no te aguantaba –todo el mundo rio-, pero creo que era porque presentía que ibas a ser un peligro para mi cordura. Y vaya que acerté.
«Pero sí, tenías razón, porque que el número de la habitación en que nací multiplicado por dos sea igual al año en que comenzamos nuestra historia como tal, o que el número de mi clase del instituto multiplicado por cinco dé la dirección del Empire State, lugar donde nos conocimos, pues no, no es normal –la gente volvió a jadear, no esperaban que nos hubiese pasado lo mismo a los dos.
«Una vez te dije que nuestra relación era puro delirio. Hoy te lo repito, pero con distinta connotación, porque este tiempo contigo ha sido como un maravilloso espejismo, que se hará realidad en cuanto crucemos esa puerta. Te quiero, Christopher, y doy gracias al destino por haberlo escrito así.
La gente volvió a corear un «aww», y me sonrojé, pues acababa de plasmar mis sentimientos ante cientos de personas. Pero lo pensé bien, estaba dirigido a Christopher, el cual me miraba con ojos brillosos y emocionados, y eso era todo lo que debía importarme.
- Por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer –habló el sacerdote, y yo no podía contener más mi emoción-. Puede besar a la novia.
Empecé a lagrimear, Christopher y yo estábamos casados y aún no me lo podía creer. Chris, sonriendo de oreja a oreja, procedió a retirarme el velo, me miró a los ojos, y se inclinó hasta que sus labios tocaron los míos, besándome apasionadamente.
Los aplausos retumbaban en la sala, y al separarnos, yo no podía dejar de sonreí, al igual que él. Cogidos de la mano, salimos de la sala, recibiendo pétalos y arroz en nuestra caminata hasta la puerta. Solo quedaba esperar a que se volviese a recoger y organizar todo para poder realizar el banquete.
No me separaba de Chris, ni él de mí, y aprovechamos para saludar a los invitados, los cuales nos felicitaban y nos comentaban lo maravillosa que les había parecido la ceremonia; sin contar su curiosidad por los datos numéricos de nuestra relación. Pero eso era algo que, aunque hubiesen oído, quedaba entre él y yo, porque solo nosotros sabíamos de dónde venía.
- Dios, estoy tan feliz –murmuró Chris, y yo le besé la mejilla.
- Yo también –él me abrazó, pero me aparté levemente-. Te voy a manchar de maquillaje.
- Me da igual –y consiguió lo que quería, aunque hice malabares para no ensuciarle el traje.
Al de un rato, nos llamaron para entrar ya a la sala, y verlo decorado igual que en la boda de Evelyn. Era simplemente perfecto. Así pues, Chris y yo nos dirigimos a la mesa principal, que compartíamos con nuestros padres, incluyendo Samuel, nuestros hermanos.
La comida fue amena y agradable, y Arthur se notaba que estaba mucho más cómodo que antes, aunque todavía había algo de tensión. Pero Chris y yo nos asustamos bastante al ver a Owen, Lucy, Luke y Natalie en el escenario. Nos miramos mutuamente, sabiendo que nada bueno podía traer aquello.
- Por favor, señoras, señores, préstenme atención –habló Owen por el micrófono, con su tono de diva-. Están a punto de presenciar el mayor espectáculo visto hasta la fecha –antes de que pudiese seguir hablando, Natalie le quitó el aparato.
- No es cierto, exagera –suspiré aliviada, al igual que Chris, al menos hasta que dijo la siguiente frase-. Venimos a avergonzar a los recién casados.
- Dios mío, ¿qué hemos hecho para merecer esto? –exclamé, y Chris asintió atónito.
- Procederemos con un vídeo de cinco minutos de cada uno de ellos con imágenes penosas –comentó Lucy, y le pasó el micro a Luke.
- Y después, cada uno de nosotros contará una anécdota graciosa de uno de ellos.
Todo el mundo aplaudió encantado, salvo Chris y yo, que estábamos con los ojos como platos. Lo peor fue cuando empezaron con mi video, en el cual salía en fotos con el pañal mal puesto; otras eran de la época de preadolescente donde me creía una diva e iba con los ojos pintados hasta las cejas de color azul chillón; otras de mi época adolescente, tanto en el colegio haciendo el tonto como con un cubata en la mano en fiestas; en otras estaba dormida en posturas raras; en algunas simplemente me habían pillado desprevenida y se me veía un moco...
Chris no para de reírse, pero no me molesté, porque me tocaba a mí ver su vídeo. Y no me pude reír más al ver una foto de Chris con un pañal en la cabeza; en la moto derrapando, y en el vídeo siguiente cayéndose; con un cigarro en la boca creyéndose guay; en otra le habían pillado haciendo pis en la pared; pero sin duda, mi favorita fue la de su yo de quince años, en la que estaba con una gorra al revés, un cigarro hecho con el papel de la propaganda del supermercado, un collar de rapero que era más grande que él, y los brazos cruzados con las manos debajo de las axilas. Casi me ahogo con esa foto, quería imprimirla y ponerla en la mesita de noche, porque no tenía desperdicio ninguno.
- Y ahora, las anécdotas –sonrió malévolamente Owen.
Su propósito era dejarnos en ridículo, y lo consiguieron. Pero debía admitir que me lo había pasado realmente bien, y Chris y yo nos habíamos reído tanto de las propias como de las del otro. Nuestros amigos se lo había currado, y había sido sencillamente maravilloso.
Poco después cortamos la tarta, algo que Lucy llevaba tiempo pidiendo, y cuando la gran mayoría había acabado de comer, se nos invitó a realizar el primer baile como marido y mujer. Estaba muy emocionada, pues la canción inicial la habíamos escogido ambos, y además, fue nuestra primera opción desde el principio.
Chris me tendió su mano, y yo la acepté gustosamente, para luego dirigirnos a la madera barnizada que era la pista. La música comenzó a sonar, escuchándose la voz de Zac Efron cantando el principio de Rewrite the Stars. Esta canción era la banda sonora de nuestra historia, y qué mejor manera de representarla que bailándola frente a cientos de personas.
El moreno me agarró de la cintura con su mano izquierda, y yo puse mi derecha en su hombro, para luego entrelazar nuestras dos manos libres y empezar a mecernos al son de la música, tranquilamente y disfrutando del momento.
- Te quiero, Alyssa Lewis –susurró en mi oído Chris, orgulloso de que ahora llevase su apellido, aunque para la empresa y para firmar, seguí teniendo el mío.
- Yo también te quiero, Christopher Lewis –dije de igual manera y nos besamos, justo en el momento en el que la canción decía que sí que era posible.
Y es que, el destino nos había llevado a ese momento, y las estrellas lo llevaban escrito desde hacía millones de años. Estaba segura de que vivíamos más de una vida, y siempre nos volvíamos a encontrar con la misma persona. Chris y yo nos habíamos encontrado en esta, pero daba por hecho que había ocurrido lo mismo en la Edad Media o en el Renacimiento, y que sería lo mismo en el futuro. El lazo que había entre él y yo nos tenía unidos para toda la eternidad, y nos estaríamos buscando siempre, hasta lograr estar juntos de nuevo.
Porque un amor así no es casualidad, hay una complejidad detrás que tardó años en forjarse hasta poder llegar a ser lo que es. Y hay que ver si es complejo, que los números, las letras, incluso el título de tu libro favorito, marca el lugar y momento en el que te encontrarás con quien estás destinado a estar.
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