Capítulo 7
- Venga, Alyssa, tírate –rogó Arthur desde el agua de nuestra piscina-. No está fría.
- No te creo –fruncí el ceño, con miedo a acercarme por si me mojaba.
- ¿No te fías de mí? –alzó una ceja con diversión, y cuando menos me lo esperé, me salpicó.
Jadeé con sorpresa, pues estaba bastante alejada y aún así había logrado mojarme. La verdad es que el agua no estaba fría, pero igualmente me daba pereza meterme. Escuché la risa de Arthur cerca de mí, no me había percatado de que había salido del agua; y para cuando me quise dar cuenta, me había cogido por detrás.
- Ten piedad, por favor –supliqué, intentando aferrarme a su cuerpo para evitar que me tirase-. Por favor, Arthur.
- Lo siento, cariño –dijo antes de tirarme.
Sentí cómo me hundía en el agua y tocaba el fondo con los pies, para después salir a la superficie y coger aire. Algo me salpicó, y había sido que Arthur se había zambullido a mi lado. Rodé los ojos y me acerqué a él; en cuanto sacó la cabeza del agua, lo volví a hundir, haciéndole una aguadilla. Reí levemente cuando volvió a salir y me miró con los ojos entrecerrados.
- Ven aquí –ordenó juguetonamente.
- No, que me vas a hacer lo mismo –reí nadando hacia el bordillo.
- Claro que no –se acercó a mí a una velocidad inhumana y me cogió de la cintura, atrayéndome a él-. Tienes solo una manera de librarte –ronroneó en mi oído.
- ¿Cuál?
- Tienes que decir: «Arthur Lewis es el chico más guapo y el mejor novio del mundo».
- ¿Esto va en serio? –le miré estupefacta-. ¿Qué tenemos, trece años?
- Tú lo has decidido –se encogió de hombros, preparado para hundirme.
- ¡Está bien, está bien! –grité a tiempo-. Arthur Lewis es el chico más guapo y el mejor novio del mundo.
El rubio me retuvo en sus brazos y me besó la mejilla, yo le abracé por los hombros. Era sábado por la tarde, y tal y como me prometió, habíamos pasado el día juntos. Habíamos paseado por Manhattan, comprado algo de ropa, incluso habíamos comido un helado. Después decidimos ir a nuestra piscina climatizada, y nos había llevado a aquella situación.
- Te quiero, Alyssa Wright. Más de lo que crees.
- ¿Qué te pasa hoy? Estás muy cursi –murmuré confundida, Arthur no solía ser tan cariñoso.
- ¿No puedo consentir a mi novia?
- Hombre, no te digo que no, porque me gusta que lo hagas –admití y él sonrió-. Pero estás muy raro.
- Es solo que te vi tan triste porque ya casi no pasábamos tiempo juntos, que quería hacerte sentir mejor.
Me morí de amor en ese instante, Arthur era con diferencia el chico más dulce y adorable de todo Nueva York. Le acaricié la mejilla y le besé, tomándolo por sorpresa. Al separarnos, juntó nuestras frentes y rozó su nariz con la mía.
- Eres el mejor novio del mundo –dije esta vez con total sinceridad-. No te merezco.
Aún me sentía muy culpable, y más sabiendo que había quedado con Christopher y que esa salida se iba a repetir el lunes. Aunque solo quedábamos como amigos, tenía la sensación de engañar a mi novio una y otra vez.
- Quién no te merece soy yo, Lis. Eres simplemente perfecta.
Si solo supiera la que había liado, no pensaría lo mismo. Suspiré y le devolví la sonrisa, negando. Comencé a tiritar ligeramente, mi temperatura corporal había bajado y Arthur lo notó cuando me estremecí.
- ¿Tienes frío? –asentí y él nos acercó a la escalera-. Venga, vamos a cambiarnos.
Salimos de la piscina, nos secamos con las toallas y entramos a nuestra casa. Ambos nos dirigimos a la habitación y fui preparando el pijama para ponérmelo después de la ducha. Arthur se quedó mirándome mientras dejaba la ropa encima de la cama, y alcé una ceja.
- ¿Qué?
- ¿Te parece si nos duchamos juntos? Ya sabes, para ahorrar agua y tiempo –su vana excusa me hizo reír y me acerqué a él.
- Ya, claro, ahorrar agua –me miró inocentemente y le cogí de la mano, llevándolo al interior del baño-. Venga, rubio, que te pesa el culo.
La ducha duró una hora por lo menos, y ambos salimos bastante relajados. La falta de sexo se había notado muchísimo, pues la desesperación de Arthur se había hecho presente. Me terminé de secar el pelo y me dirigí a la cama, donde Arthur me esperaba sin camiseta y con los brazos abiertos. Me tumbé a su lado y me abrazó, besándome la cabeza.
- Ha sido un buen día –susurró en mi oído.
- Ni que lo digas –reí.
- La próxima vez podríamos ir al cine –sugirió con voz adormilada.
- Por mí bien –murmuré-. Ahora duérmete, que mañana te espera un día duro.
Le di un beso en la frente y me coloqué bien para dormir. Al de poco sentí la respiración de mi novio profundizándose, haciéndome comprender que ya se había dormido. No mucho después, yo también me quedé dormida en sus brazos.
Por fin era lunes, el domingo había sido un día muy aburrido, y tenía ganas de salir aunque fuese a la oficina, donde había pasado toda la mañana y parte del medio día. Me fui a casa, y me encontré con que Arthur aún no había llegado, el pobre estaba hasta arriba de trabajo.
Decidí prepararme para ir al Frisson Espresso a las cinco, y esta vez, ir mucho más informal. Me decanté por unos pantalones y una blusa, nada fuera de lo normal, y de maquillaje únicamente me eché la base, colorete y rímel. Llamé a Charles como la última vez y condujo hasta el café, dejándome justo en frente, donde me esperaba Christopher.
Me sonrió en cuanto me vio, y me pregunté a mí misma el por qué de esperarme fuera del local. Como siempre hacía, me miró de arriba a abajo, ladeando la cabeza al ver mi atuendo casual.
- No pensaba venir otra vez vestida de marca.
- No he dicho nada –se defendió.
- Veía tus intenciones.
Entrecerré los ojos, divertida, y él me tendió la mano para entrar al local. Arrastré mi mirada de él a su mano, y al revés, para pasar directamente ignorándolo. Lo sentí seguirme y llamarme por lo bajo. Me giré hacia él y me choqué con su pecho, sin saber cuán cerca en realidad estaba.
- ¿Qué pasa? –pregunté.
- Me has dejado con la mano tendida –lloriqueó y rodé los ojos.
- Sé andar sola, no necesito de tu ayuda para entrar a un local.
- Tus cambios de humos me van a matar –suspiró frustrado-. Siéntate, que ya pido yo.
- Quiero pagar a medias –exigí.
- Te he invitado yo.
- Me da igual, quiero pagar mi parte.
Me miró unos segundos, para finalmente asentir, rindiéndose. Sonreí orgullosa y fui a una de las cuatro mesas para sentarme. Desbloqueé la pantalla de mi móvil y me encontré con un mensaje de Lucy de hacía menos de dos minutos. Lo abrí y me asusté al ver lo que ponía.
Lucy Lu ;)
« ¿Qué haces con Christopher Lewis en un café?»
17:03 p.m.
Miré a mi alrededor, buscándola entre los clientes del Frisson Espresso sin éxito. A través de la cristalera, divisé una cabellera pelirroja, y unos ojos grises que me miraban penetrantes. Comencé a escribir una respuesta para ella, intentando explicar lo que ella veía de una manera que no era.
Yo
«Hemos quedado a hablar como amigos. No pienses mal.»
17:06 p.m.
La vi fruncir el ceño y con una mirada confundida. Volvió su vista a mí y me hizo una seña que no logré entender. Comenzó a escribir en su móvil de nuevo y recibí otro mensaje.
Lucy Lu ;)
« ¿Para qué? Me alegra que os llevéis tan bien como para esto, pero pensé que te caía mal.»
17:07 p.m.
Me encogí de hombros y le sonreí levemente, dándole a entender que ni yo sabía qué hacía allí. Con mis pulgares, volví a responder a mi amiga la pelirroja, la situación era bastante incómoda y no quería que Chris supiese lo que estaba ocurriendo.
Yo
«El viernes quedamos para arreglar nuestras diferencias y descubrimos que teníamos bastantes cosas en común. Entonces decidimos quedar de nuevo para pasar el rato.»
17:08 p.m.
Lucy Lu ;)
« ¿Arthur sabe sobre esto?»
17:08 p.m.
Yo
«No, ni es necesario. Es como cuando quedo contigo o con Owen.»
17:08 p.m.
Lucy Lu ;)
«Tranquila, fiera, que no lo decía a malas. Simplemente estoy sorprendida.»
17:09 p.m.
Chris se sentó frente a mí y me miró interrogante. Entonces, me di cuenta de que estaba arrugando el entrecejo mirando el móvil. Respondí a Lucy rápidamente sin mirarla a través de la cristalera, no quería que Chris supiese que ella nos había visto.
Yo
«Hablamos luego.»
17:10 p.m.
Dejé el teléfono en la mesa con la pantalla boca abajo y centré mi atención en el cappuccino que había dejado el moreno frente a mí. Esta vez, el dibujo parecía un árbol y las hojas tenían forma de corazón. Comenzaba a sospechar que era idea de Christopher.
- ¿Va todo bien? –preguntó el chico, sacándome de mis pensamientos.
- Sí.
- No parecía –añadió, señalando mi móvil.
- Una discusión en un grupo. Nada importante –sonreí y él hizo lo mismo.
- Bueno, ¿sabes la razón por la que Arthur llegó cantando ayer y esta mañana a la oficina?
Yo acababa de dar un sorbo al café y casi lo escupo. La ceja alzada de Chris me presionaba a responder, mientras yo solo estaba sorprendida y algo avergonzada. Suponía que lo que estaba insinuando era que había sido por mi causa.
- ¿Arthur cantando? Te lo acabas de inventar –afirmé incrédula.
- Ya te digo yo a ti que no –tenía una sonrisa pícara en su rostro, pero no le llegaba a los ojos-. Supongo que lo pasasteis bien.
- Eso no es asunto tuyo –espeté, bastante molesta.
- No te estoy pidiendo que me lo cuentes. Solo estaba preocupado por Arthur. Llevaba unos cuantos días viniendo bastante gruñón al trabajo –explicó rápidamente-. Es mi hermano, ¿sabes? Quería asegurarme de que estuviese bien.
- ¿Me estás echando la culpa de que él llegase enfadado al trabajo? –murmuré indignada.
- ¿Qué? ¡No! No has entendido nada –suspiró e inspiró con fuerza.
- Creo que es mejor que me vaya, esto no ha sido buena idea al final –cogí mi bolso, le tendí lo que costaba el cappuccino y me levanté, dispuesta a irme.
- ¿A dónde vas? –preguntó sorprendido-. Alyssa, estás sacando las cosas de contexto.
- Yo creo que no.
- Sí, sí lo estás haciendo –me sujetó por los hombros y me volvió a sentar-. No quería decir eso, ¿vale? Dudo mucho que tengas la culpa de su mal humor. Nadie en su sano juicio que te viese al despertar podría estar de mal humor.
Me ruboricé hasta las orejas, intenté decir algo, pero no encontré las palabras adecuadas. Él me miraba impaciente, esperando una reacción que tardaría en llegar debido al shock. No me esperaba para nada esa última frase. Bajé mi vista al café, intentando que el calor de mis mejillas no fuera tan notorio, pero ya era tarde, sabía que Chris lo había visto.
- Lo siento, no quería incomodarte –susurró, inclinando la cabeza hacia el suelo.
- No lo has hecho –admití-. Solo me has pillado por sorpresa.
Nos quedamos en silencio, de esos incómodos en el que la tensión puede cortarse con una tijera. Por el rabillo del ojo detecté movimiento, la mano de Chris había bajado al bolsillo de su pantalón y estaba sacando algo. Parecían ser entradas, sin embargo, no conseguía apreciarlas decentemente.
- Voy a cambiar de tema, ¿te parece? –asentí, impaciente por saber qué era lo que realmente sujetaba-. Sé lo mucho que te gusta el teatro, me lo dijiste el viernes, y lo pone en tu biografía de Twitter –solté una carcajada y esperé a que prosiguiera-. Así que, pensé que hoy podríamos ir a ver uno.
- ¿Dices de ir al teatro? –abrí la boca asombrada, eso sí que no me lo esperaba.
- A ver El Rey León en Broadway.
Pareciera que mis ojos iban a salir de sus órbitas, mi boca se secó y casi empecé a dar saltitos de emoción. Quería haber ido a verla unos meses atrás, pero no había tenido la oportunidad; y ver que Chris había conseguido entradas para él y para mí me dejó temblando de impresión.
- Dime que no estás bromeando –conseguí decir, lagrimeando.
- No –rio levemente y me miró con cariño-. No pensé que te iba a hacer tanta ilusión.
- Dios mío, Chris, ¡gracias! –me levanté y me lancé a sus brazos, empezando a llorar. Hacía tiempo que nadie tenía un detalle tan bonito conmigo.
- Tenemos que estar allí en hora y media –me avisó, acariciando mi pelo-. Así que termínate el café, que son unos cincuenta y dos minutos de viaje desde aquí.
Asentí y me bebí el café de un sorbo, levantándome rápidamente y casi sacando a rastras a Chris del local. Me di cuenta que no sabía si íbamos a ir en su coche, si con mi chófer o en transporte público; así que le miré y esperé a que me diese algún indicio de si su auto se encontraba cerca.
- Vamos –me cogió de la mano, ruborizándome, y llevándome hasta su vehículo-. Suponía que era esto lo que estaba cruzando tu pequeña cabeza.
- Lo primero, soy un genio, mi cabeza no es pequeña –repliqué-. Y lo segundo, ¿cómo podías saberlo?
- Eres un libro abierto, Lis –me abrió la puerta del copiloto, me senté en el interior, y antes de cerrar la puerta, me dijo-. Al menos para mí.
Sonreí y esperé a que arrancase para encender la radio. Repetimos el mismo procedimiento de cuando me llevó a mi casa tras nuestro encuentro en el hotel Pennsylvania y cantamos por un buen rato. Tenía la garganta rasposa al de media hora y paré para evitar dañarla más, así que optamos por conversar.
- Y dime, Alyssa, ¿cuál es tu género favorito de música?
- El pop –respondí segura y él me dio una mirada de incredulidad-. A ver, que escucho de todo, pero opto por lo comercial.
- Vendida –susurró en broma y le pegué en el brazo derecho-. ¡Oye!
- A ver, intelectual, ¿tú qué escuchas?
- Un poco de todo, desde grupos indies como The Killers hasta preludios de Bach.
- Vaya, qué amplitud –dije sorprendida, este chico era una caja de sorpresas.
- Espero de corazón que no escuches el género ese que se escucha en los países hispanohablantes.
- ¿Cuál? ¿El reggaetón?
- Sí, ese –hizo un gesto de disgusto bastante divertido.
- Siento decirte que sí, de vez en cuando –reí al ver su cara de pánico-. No soy lo que esperabas, ¿eh?
- Siempre pensé que los defectos podían ser virtudes vistos desde otra perspectiva –comenzó, y alcé una ceja no sabiendo a qué quería llegar-. Pero eso es un defecto tan grande que no hay por donde cogerlo.
- ¡Eres un capullo! –exclamé riendo a carcajada limpia, y él me siguió.
El resto del camino hasta Broadway estuvo lleno de risas, me agradaba la compañía de Chris cada vez más. Finalmente llegamos y conseguimos aparcar, incluso estábamos sobrados de tiempo. Nos dirigimos a nuestros asientos una vez dentro y yo no podía parar de moverme de emoción. Christopher, por su parte, mi miraba con picardía y se burlaba de mi actitud poco apropiada para una adulta a punto de dirigir una de las empresas más importantes del mundo. Pero me daba igual. Por una parte, la emoción podía conmigo y era incapaz de evitar mi ligero temblor; por otra, con Chris podía ser tal y como era, sin tener que preocuparme de dar una imagen demasiado infantil.
- Pareces una niña a la que sus padres acaban de llevar a Disneyland –susurró Chris.
- Si me llevas allí también, no me voy a quejar.
Soltó una pequeña risilla, que se apagó cuando el espectáculo comenzó, robándome el aire que quedaba en mis pulmones y atrayéndome a él desde la primera canción. Siempre he adorado las películas de Disney, y El Rey León era una de mis favoritas; así que entre que me sabía todas las canciones, que no canté por razones obvias, y la ilusión de que Chris hubiese pensado en esta obra precisamente, mis lágrimas no tardaron en salir. Estaba completamente fascinada.
La mano del moreno buscó la mía y no me alejé, de hecho, entrelacé nuestros dedos mientras seguía absorta en lo que sucedía en el escenario. Tenía una mezcla de sentimientos indescriptible, y cada vez tenía más ganas de seguir pasando tiempo con mi cuñado.
Al finalizar, nos levantamos, aún con nuestras manos unidas, y caminamos al exterior. La temperatura había bajado y ya era de noche, aún así, no me importó por lo emocionada que seguía. Chris me miraba profundamente, y yo analicé cada rincón de su rostro, encontrándome con sus ojos marrones repletos de un brillo especial difícil de encontrar en cualquier persona.
- ¿Te ha gustado? –preguntó de pronto.
- ¿Estás de coña? ¡Me ha encantado! –exclamé, dando un pequeño salto. Él rio y puso un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
- Me alegro de que te lo hayas pasado bien. Ahora, debería llevarte a casa antes de que Arthur se asuste porque todavía no has llegado.
El nombre de mi novio me entró por una oreja y me salió por la otra, Christopher me había fascinado con el detalle de llevarme a ver el musical que más ganas de ver tenía. Caminamos hasta su coche todavía de la mano, hasta que nos soltamos para que pudiese entrar en el coche.
El camino se me hizo corto, aunque duró una hora mínimo, pues, como cuando vinimos, estuvimos cantando; eso sí, hay que añadir que comentamos toda la obra sin dejarnos ni un pequeño trozo de guión de lado.
Antes de salir del coche, respiré hondo y me decidí a hacer lo que llevaba pensando desde que habíamos iniciado el camino de vuelta. Solo que me arrepentí en el último momento, y me incliné para darle un beso en la mejilla. Él me sonrió y yo salí a la calle, la fría brisa erizando mi piel.
- Vamos a volver a quedar, ¿no? –le pregunté esperanzada.
- No lo he dudado ni un solo instante –dijo, con la sonrisa aún plasmada en su rostro.
- De acuerdo, ¿me mandas un mensaje?
- En cuanto llegue a mi casa.
Reí ante lo tonto que podía ser, cerré la puerta y me despedí con la mano antes de entrar al portal. Miré la hora y era bastante tarde, las diez de la noche para ser exactos. Arthur iba a estar muy cabreado. Pero me daba igual, me sentía feliz y con más ganas de vivir que nunca gracias a Christopher Lewis.
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