Capítulo 18

Según llegamos al apartamento de mis padres, estos me llevaron al sofá, pidiéndole a la chica de la limpieza y a las personas que atendían la casa que por favor nos dejasen solos. Tragué saliva al ver como se retiraban y miré a mis padres, quienes se sentaron frente a mí. Hubo un momento de silencio, pero como siempre, la calma precede a la tormenta.

- ¿Te das cuenta de lo que esto puede significar, Alyssa? –preguntó mi madre, entre dientes.

- Sí, es por eso que no íbamos a decirlo... -Antes de poder seguir mi padre me cortó.

- ¡Has hecho que todo lo que habíamos conseguido se pierda! –gritó mi padre, perdiendo los estribos-. ¡Teníamos un negocio, una estabilidad con los Lewis, y la has mandado a tomar por culo simplemente por querer jugar a ser la más guay de tus amigos por tirarte al hermano de tu novio!

- ¡Deja de gritarme, ya sé que la he cagado hasta el fondo! –Solo quería explicarles mi situación, pero ellos seguían echándome en cara que la relación tan cercana que teníamos con los Lewis se había perdido.

- ¡Su hubiese sido al revés, si hubieses engañado a Chris con Arthur, no habría pasado nada! ¡Incluso mejor para nosotros! –seguía mi padre, y yo me ofendí. ¿Realmente creía que las cosas iban así?- ¡Pero Chris es precisamente el hijo no querido!

- ¡Me da igual quien sea, yo le quiero igualmente! –grité, harta de escuchar las constantes referencias a las pérdidas que podría tener Lightningbright-. ¡Me da igual nuestra empresa, me da igual la suya, me da igual de qué familia venga o deje de venir!

Ambos me miraron asombrados, y yo intenté recobrar el aire que había perdido gritando sin descanso. Miré a mi madre y creí que se desmayaría ahí mismo, y que a mi padre le daría un infarto, ninguno se esperaba esa declaración.

- ¿Cómo que le quieres? –preguntó mi progenitora-. Pero tú a quien querías era a Arthur, ¿no?

- En su momento le quise –afirmé y asentí con la cabeza-. Pero la relación... simplemente era tóxica. Para él solo existía su empresa y el fútbol, yo era una mujer de la cual presumir y que daba la casualidad de ser quien era.

- Eso no es lo que parecía cuando os veíamos –comentó mi madre, extrañada.

- Le gustaba aparentar –Suspiré y observé la calle a través de la gran ventana de la izquierda-. Pero llegó Chris, e hizo todo lo que Arthur no había hecho como novio. Me llevó al teatro, quedaba conmigo, compartíamos opiniones...

«Lo que quería deciros es que sí, lo he hecho todo de la forma incorrecta, y por ello he dañado a muchos seres queridos. Pero en ningún momento pensé que lo mío con Chris llegaría tan lejos, de hecho, corté para evitar todo lo que ha pasado hoy –reí amargamente y les miré-. Ya veis que no ha funcionado.

- Igualmente, pagarás las consecuencias de tus actos, Alyssa –comentó mi padre, todavía enfadado.

- Está bien –acepté-. Tan solo, no me odiéis, por favor.

Mi madre se levantó de inmediato, se sentó junto a mí y me abrazó. Sollocé en su hombro, liberando la tensión que llevaba acumulando tanto tiempo en mí. Mi padre poco después, se sentó a mi otro lado y colocó su mano izquierda en mi hombro derecho, apretándolo un poco.

- No podríamos odiarte nunca, Lis –murmuró mi madre-. Eres nuestra hija al fin y al cabo.

- Y da igual cuántas veces metas la pata –habló mi padre-. Siempre estaremos a tu lado para ayudarte.

- Gracias –susurré, sonriendo levemente.

- Eso no quita que estemos muy decepcionados –dijo mi madre-. Aunque, después de lo que nos has dicho, en cierta parte es entendible, pero...

- No eran las formas –la corté, continuando lo que ella iba a decir.

- Exacto.

- Ahora, ¿qué vas a hacer? –preguntó mi progenitor.

- Pues, aquí no tengo ropa, pero no me apetece ir a casa, Arthur estará allí y debe estar muy enfadado, y con razón.

- Te compraremos nosotros ropa para que estés aquí lo que necesites.

Sonreí a mi madre y me levanté para irme a lo que fue mi cuarto durante mi infancia y adolescencia. Seguía todo igual. Era un cuarto espacioso pintado en rosa claro, porque yo siempre había sido muy de rosa. Los muebles estaban en color crema con los pomos de los cajones o los sillones de las banquetas en el mismo tono que la pared, dejando un bonito conjunto.

Mi cama estaba pegada a la pared de la izquierda, con un cabecero y un pie de cama que tenían la forma de un arco apuntado, con detalles de hojas de acanto. La colcha era de color cobre, aunque no desentonaba del resto de la habitación. A la cama la rodeaba un gran armario que la pasaba por arriba, formando un cuadrado perfecto y espacioso para mi lecho, donde colgar fotos y cuadros encima del cabecero. Al cada lado del gran mueble había dos mesillas bastante altas, con peluches y una lámpara de noche. Tanto el techo, donde había una lámpara de araña, como al alfombra eran blancos, dando más luminosidad al espacio. Frente al pie de cama había una banqueta donde solía sentarme, y el suelo, de color marfil, estaba cubierto de peluches, aunque había orden en el desorden.

En la pared de la derecha se encontraba una gran librería, un mueble repleto de estantes que acogían los numerosos libros que ya había leído y que me quedaban por leer. Y en la pared del fondo, unas puertas francesas en color blanco daban al gran balcón de fuera.

Me tumbé en mi cama y decidí dormir, estaba agotada y no me apetecía darle más vueltas a lo ocurrido. Ya no solo era el hecho de que mi vida se había ido por el retrete en menos de lo que canta un gallo, sino que la vida de Chris se había arruinado por mi culpa. Y el tema de Natalie era la gota que colmó el vaso, los Lewis y los Wright no estábamos en nuestro mejor momento.

Pasaron dos semanas en las que mis padres intentaron que fuese a mi casa aunque fuese a disculparme con Arthur, pero no podía mirarle a la cara y tampoco me apetecía salir, ni hacer nada en general. Lucy y Owen se habían pasado a visitarme y ver cómo estaba; se quedaban a ver películas conmigo y me traían helado. Lo bueno es que siempre era sorpresa, pues había apagado mi móvil por un tiempo por miedo a ver si Willow Moore, con sed de venganza, había decidido contarle a los medios lo que había pasado en casa de los Lewis. Aunque también puede ser que Samuel la hubiese sobornado. Igualmente, no quería mirar.

Tan solo lo encendí una vez para hablar con Natalie y Luke, los cuales me contaron que Chris estaba encerrado en casa, como yo, y que apenas comía. El tema de Natalie había causado que Katherin se marchase de casa por un tiempo a nadie sabe dónde, y se había peleado con la señora Sanders.

Pero lo que más me preocupó fue saber que, para un día que Christopher salió de casa, se chocó con Arthur y terminaron propinándose una paliza de nuevo. Al parecer, Arthur tenía la nariz rota y le habían tenido que poner puntos en la ceja derecha, mientras que Chris acabó con el ojo izquierdo morado y el labio roto. Todo se me había escapado de las manos.

Volví a mi cama después de coger otra tarrina de helado y me senté a comer, esperando a que viniese Evelyn, quien hacía unas horas había regresado de su luna de miel. Lo sabía porque había oído a mi madre contarle todo a mi hermana, y luego echarle la bronca porque la rubia teñida ya lo sabía.

Cuando ya levaba medio helado, escuché que la puerta se abrió y casi me caigo al tropezar con mis zapatillas, para después salir corriendo, aún con el helado en mano, a abrazar a mi hermana mayor. En cuanto me vio, abrió sus brazos y me recibió en ellos, susurrándome al oído que todo estaría bien.

- Evelyn, cariño –saludó mi madre, abrazándola cuando me separé de ella.

- Hola, mamá.

Luego llegó mi padre y nos sentamos todos en la sala, preguntándole a mi hermana sobre su viaje. Nos dijo que lo había pasado en grande, que habían visitado muchísimos lugares y que estaba encantada. Nos enseñó fotos incluso, mostrándonos la magia de La Toscana.

Después, salió el tema de la comida con los Lewis y yo me hundí en el sofá, me sentía muy culpable, y aunque Lightningbright todavía no había notado las consecuencias, no tardarían mucho en aparecer.

- Pues, mira, ahora que sacáis el tema –comenzó Evelyn, sonriendo-. He estado hablando con Lucy y con Owen para ver si podíamos hacer algo por Alyssa.

- ¿Y qué es? –pregunté en un susurro.

- ¡Irnos a Bilbao! –exclamó entusiasmada, mientras que a mí casi me da algo, ¿quería solucionar las cosas con un viaje?

- ¿Dónde el Guggenheim? –preguntó mi padre, frunciendo el ceño.

- Exactamente. Es ciudad europea del año, ¿habrá que comprobar por qué, no?

- Sí, Eve, pero no estoy de ánimo.

- Me da igual –me cortó y sonrió-. Ya tenemos el viaje, nos vamos en cinco horas.

- ¿Perdón?

Creí haber oído mal, pero no, me mandó corriendo a hacer la maleta, pero por mucha ropa que me hubiesen comprado mis padres, la gran mayoría de mis cosas seguían en mi casa. Se lo comenté a Evelyn y ella se mordió el labio, pensando en algo.

- Vamos juntas y entras sin más, al fin y al cabo, sigue siendo tu casa.

Asentí, no muy de acuerdo, y bajamos a la calle para coger el coche de Evelyn. Me sudaban las manos solo de pensar que vería a Arthur después de lo que pasó, y posiblemente todavía tuviese los puntos en la ceja y la nariz rota. Temblé al ver el edificio en el que llevaba viviendo tanto tiempo, y Evelyn me animó a salir, consolándome con palabras reconfortantes.

Saludé a mi portero, el cual me dejó pasar, y subimos a mi apartamento. Saqué las llaves, y con un pulso como para robar panderetas, conseguí abrir la puerta. Inspiré y Evelyn me empujó, adentrándome en mi piso y quedando de frente con un Arthur desdeñado y ojeroso tumbado en el sofá. Levantó la vista y me miró con cansancio y desprecio.

- ¿Qué haces aquí? –murmuró, apartando la vista a la televisión.

- He venido a por parte de mis cosas –respondí con suavidad, entendía su hostilidad hacia mí.

- Ah, vale.

Miré a Evelyn y ella se encogió de hombros, quedándose en la puerta en lo que yo iba al cuarto que solía compartir con Arthur y cogía mi maleta más todo lo que necesitaría para el viaje. Vi una foto de mí y de Arthur en la mesilla de su lado, tenía marcas en el cristal, que al acercarme vi que eran lágrimas. Se me quedó el corazón en un puño al ver el daño que le había causado, él también lo estaba pasando mal.

Dejé el marco en su lugar y salí de allí, maleta en mano hacia donde estaba mi hermana. Ella hizo un gesto que indicaba que debíamos marcharnos ya, pero yo la hice esperar un segundo y me acerqué a Arthur. Me puse de cuclillas frente a él, y pude apreciar su nariz rota, al igual que su ceja. Fui a tocarla, pero él se apartó, gruñendo.

- Lo siento mucho, Arthur –susurré, intentando que sus ojos se conectasen con los míos.

- Un perdón no lo arregla todo –repitió las palabras que yo una vez le había dicho, y se me cayó el alma a los pies-. Al final, tenía razón en estar celoso.

- Al principio no, en aquellos momentos no había nada. Pero más adelante, sí, tenías motivos para estarlo –confesé.

- Y aun así me hiciste disculparme contigo.

- Lo lamento, de verdad, pero no quería que lo supieras –Suspiré y por fin conecté sus ojos con los míos-. Nunca quise que esto acabase así.

- Ni yo –murmuró, dolido-. ¿Puedo hacerte una pregunta?

- Por supuesto –asentí, sonriendo con tristeza.

- Si no me querías, ¿por qué no me lo dijiste? –Cerré mis ojos con fuerza y aguanté mis ganas de llorar, realmente lo había herido.

- Te quise Arthur, muchísimo –comencé-, pero llegó un momento en el que el 'nosotros' se convirtió en 'mi empresa y yo, y luego si eso mi novia'.

- ¿Fue culpa mía que te fueras con Chris? –cuestionó, y vi cómo se moría por dentro.

- No, cielo, no fue tu culpa. Fueron las circunstancias –expliqué, acariciando si mejilla, y esta vez, se dejó-. Tú y yo no estábamos en nuestro mejor momento, y Chris... -Suspiré y sonreí-. Chris apareció como un ángel caído del cielo, y acabé enamorándome de él.

- O sea, que realmente tenéis sentimientos el uno por el otro...

- Así es –afirmé-. Pero creo que si ha sido así, es porque tú y yo no estábamos hechos el uno para el otro –Me di cuenta de lo que había dicho, y continué-. Me refiero, no me quito la culpa, porque yo te engañé, y no lo merecías. Pero, quizá esta relación no era lo que pensábamos que iba a ser.

Se quedó callado un momento, mirándome profundamente. A pesar de los últimos momentos que fueron catastróficos, lo demás no había sido tan malo, de hecho, había sido una experiencia bonita, e iba a echarle de menos, muchísimo, además.

- Puede que tengas razón –habló al fin, en un hilo de voz-. Al menos sé que me quisiste.

- Y mucho, Arthur, no dudes de eso.

Le di un beso en la frente y me levanté para marcharme. Le miré por última vez y no pude evitar que una lágrima rebelde se escapase de mis ojos, sabiendo que dejaba este capítulo de mi historia de lado. Abrí la puerta, Evelyn salió y yo, sin girarme, le pedí un favor.

- No te pelees con Chris por mí, no merece la pena enfadarte con tu hermano, con tu sangre, por una mujer.

- No te lo puedo prometer –dijo, e intuí que había sonreído de lado-, pero lo intentaré.

Sonreí, y así, cerré la puerta de mi antiguo apartamento y volví al coche con Evelyn. Esta sonreía, pero no de forma sarcástica ni con picardía, sino que era una sonrisa sincera, dándome a entender que había hecho lo correcto. Eso me aliviaba, porque llevaba tantos errores seguidos que tenía miedo de cometer otro más.

Después de unas horas, cuando estuvimos los cuatro juntos y preparados, fuimos al aeropuerto, y después de horas y de todos los protocolos de seguridad, montamos en el avión que nos llevaría rumbo a Bilbao, la cual había oído que la llamaban la capital del mundo, y tenía muchas ganas de saber por qué.

Fueron más de nueve horas de vuelo, pero al fin llegamos. Al salir del aeropuerto de Bilbao, cogimos un taxi que nos llevó hasta nuestro hotel, el hotel Carlton, que se encontraba en la plaza Moyua. Era simplemente precioso, blanco y de carácter antiguo, aunque fue construido entre 1919 y 1926.

Al salir del automóvil, sentí frío, la brisa era notable y las nubes en el cielo indicaban que iba a llover. Según sabía, era bastante frecuente la lluvia en el lugar, incluso en verano. Sin embargo, si mirabas alrededor hacia las montañas, era de un verde tan intenso que parecían pintadas.

Después de alojarnos y de dejar todo, a pesar de estar agotados y con jet lag, decidimos ir a visitar un poco la ciudad. Salimos del hotel, y la plaza era una rotonda que daba paso a ocho calles distintas. Además, estaba rodeada de tiendas, y si tirabas hacia Abando, por la Gran Vía, era todo bastante comercial y de muy buen ambiente.

Debido al cansancio, no quisimos avanzar más, y eso lo dejamos para el resto de días. Visitamos el estadio de fútbol del Athletic, San Mamés; el Casco Viejo, que era muy bonito; el teatro Arriaga, que estaba entre Abando y el Casco Viejo; El Guggenheim, con su Araña y Puppy, el perro guardián hecho de flores; el Palacio Euskalduna; la Torre Iberdrola y bastantes lugares más que nos dejaron con la boca abierta. Bilbao era maravilloso, y aunque su cielo era gris y había riesgo de lluvia, no le faltaba encanto. Además, era una ciudad muy limpia y con mucho ambiente, ya que en la Gran Vía, justo cerca de Abando, bastante gente se ponía a tocar y a cantar, dando alegría a las calles.

Una de las cosas que más nos llamó la atención fue la forma que tenían las bocas del metro, pues parecían caracolas, y eran enormes y transparentes. Y esa era otra cosa buena, el transporte público era muy amplio, lo mismo podías coger un autobús que el metro. Obviamente, yo venía de Nueva York, y en sí, Bilbao como tal no era la ciudad más moderna ni la más avanzada, pero tenía algo que te invitaba a querer saber más, y que sin duda, me había dejado con ganas de volver el día que nos fuimos de nuevo a Nueva York. Y al parecer, lo mismo les había ocurrido a mi hermana y mis mejores amigos.

Sin embargo, no todo fue turismo. Una noche, Owen, Lucy y Evelyn pensaron que era el momento de hablar sobre lo que había pasado con Chris, y, a decir verdad, necesitaba saber qué rumbo tomar, así que dejé que hablasen.

- Bueno, Alyssa –comenzó Evelyn. Los cuatro estábamos sentados en mi cama, pues habíamos cogido habitaciones de dos en dos.

- Dime, Evelyn –la imité, y mis dos mejores amigos rieron.

- ¿Qué vas a hacer ahora? –Su pregunta me hizo fruncir el ceño. Me lo pregunté a mí misma, pero tampoco lo sabía con seguridad.

- No sé –Me encogí de hombros.

- Es que, hemos estado hablando –intervino Owen-, y creemos que, ya que todo ha salido a la luz, que Chris ya no está con Willow y que tú ya no estás con Arthur, Lewis y tú podríais hablar.

- No está el horno para bollos, Owen –le corté-. Eso podría enfadar aún más a Samuel Lewis, y bastante mal está ya Chris como para que su padre siga torturándolo.

- A ver, eso es decisión tuya –dijo Lucy-. Pero ahora que Evelyn y tú vais a manejar la empresa, deberías intentar tener la cabeza en su sitio. Y pues, creímos que quizá, la mejor manera era teniendo a Chris a tu lado, aunque sea como amigos.

- Ese es el problema –comenté, bajando la mirada-. Que no puedo estar cerca de Chris sin ser nada más que amigos, me es imposible.

Hubo un silencio sepulcral durante varios minutos. Pensé que la conversación se había acabado, pero me equivoqué, porque Evelyn habló de nuevo.

- Solo quiero que estés bien.

- Y lo voy a estar –aseguré.

- Hombre, pues claro que lo vas a estar –afirmó Owen, sonriendo-. Alerta hombres del mundo, Alyssa Wright vuelve a estar soltera, repito, Alyssa Wright vuelve a estar soltera.

- No tienes una idea sana –replicó Lucy, riendo.

- Es que por favor, es Alyssa Wright, el terror de los nenes.

Todos soltamos grandes carcajadas, y en ese momento sentí que podía rehacer mi vida lejos de los Lewis, que quizá todo había pasado para darme un escarmiento y hacerme madurar para poder llevar las riendas de Lightningbright. Que quizá, Chris y yo no estábamos destinados.

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