Capítulo 16

Un mes más tarde de mi último encuentro con Chris en la despedida de soltera de mi hermana, me encontraba en la boda de esta misma, con la ceremonia a punto de acabar. Yo estaba al lado de mi hermana, ya que era la dama de honor, con un vestido rosa palo de encaje en la zona del torso y con mangas hasta los hombros, mientras que la falda caía en vuelo hasta mis tobillos de un color un poco más oscuro; mis tacones eran del mismo color que el torso; y mi pelo estaba recogido y con un tocado parecido a hojas de acanto. Mi hermana, por su parte, iba preciosa. Su vestido era de tirantes, pegado al torso y caía en vuelo hacia el suelo, formándose una larga cola que caía por las escaleras del altar; estaba repleto de detalles dorados, sobre todo en los tirantes y en el torso, de cintura para abajo aparecían de vez en cuando en forma de enredadera y de flores. Su pelo caía por su espalda en una trenza compleja, siendo más un remolino de rizos juntos, decorada con cuatro flores blancas a lo largo de todo su rubio cabello. Estaba radiante de felicidad.

El lugar era The Grand Ballroom, situado en el hotel The Plaza, uno de los más lujosos de Nueva York y donde muchísimos famosos se habían casado. La sala estaba rodeada de arcos de medio punto y de columnas corintias bancas, cuyas hojas de acanto estaban en dorado. Se podría decir que la estructura estaba en tres niveles, que eran los pilares, una simple pared que hacía curva en varios lugares, toda en blanca y en dorada; los arcos y las columnas anteriormente mencionadas; y lo que en las iglesias eran vidrieras, aquí podría considerarse más un friso en media curva, decorado con figuras geométricas. El techo era una maravilla, pues aunque era entero blanco, las luces moradas que ambientaban el lugar lo convertían en un espectáculo de claroscuro digno de Caravaggio. En él había dos grandes lámparas de araña de cristal, que caían con gracia, y en las cuales se encontraban unas cuantas velas en círculo. El suelo estaba dividido en tres, como las naves de una catedral, pues en los dos extremos eran azulejos, y en el medio se cernía una gran 'nave' de madera barnizada, perfecta para la pista de baile. Sobre el suelo estaban colocadas todas las sillas para la boda, que luego serían retiradas por mesas redondas de unas doce personas cada una, que se colocarían únicamente en las zonas de azulejos para el banquete, dejando libre la madera barnizada.

Me fijé en Ethan, el cual llevaba un traje, nada fuera de lo normal, y su padrino era Arthur, que vestía parecido a él, solo que con pajarita en lugar de corbata. Busqué a Christopher con la mirada, pero no lo encontré en la sala. También era cierto que yo no llevaba lentillas ni gafas en aquel momento, y era un poco miope. No conseguí distinguirlo entre la masa de caras borrosas, así que me di por vencida y escuché lo que quedaba de la ceremonia, que eran aplausos por el beso entre Evelyn e Ethan. No me había dado cuenta de en qué parte estábamos debido a que mi aburrimiento me llevaba a pensar en mis propias cosas, pero me giré a tiempo para ver el tierno momento entre mi hermana y mi cuñado, y sonreí, feliz de que al menos una de las hermanas pudiese ser feliz y estar con la persona que quería.

Salimos a hacer fotos por el hotel en lo que se redecoraba el salón, y me junté con Lucy y Owen, quienes habían sido obviamente invitados. Mi mejor amiga llevaba un vestido cuyo torso era blanco y de tirantes, y la falda era rosa palo, cayendo cual columna griega y abriéndose en la pierna izquierda, dejando a la vista sus tacones parecidos a las sandalias romanas, solo que en dorado, igual que su collar; el pelo lo llevaba recogido en una trenza que se cernía como una diadema sobre su coronilla. Owen, por su parte, iba a juego con Luke, con quien iba de la mano; ambos en traje granate y con corbata negra. Se besaron y Luke se dirigió al grupo donde estaban Arthur e Ian, mientras que mi amigo se dirigía hacia mí, igual que la pelirroja.

- Ha sido una ceremonia preciosa –comentó Lucy, con lágrimas en los ojos.

- La verdad es que sí –concordó Owen, sonriendo ampliamente-. ¿Tú qué opinas, Lis?

- Pues que no me he enterado de casi nada –admití, riendo levemente. Mis amigos me miraron con reproche, y yo me encogí de hombros-. No es mi culpa que el lugar que han escogido tenga tanta riqueza artística.

- La verdad es que el sitio es precioso –asintió el moreno-. Han hecho una elección exquisita.

- Y tanto –afirmó Lucy-. Cuando me case, será aquí.

- ¿Con quién? si estás más sola que la una. –Me carcajeé con el comentario de Owen, mientras que Lucy nos miró mal a los dos.

- Venga mujer, no tengas prisa. Ya llegará –la consolé-. Mejor asegurarte de que es el adecuado.

- Tienes razón –dijo ella, sonriendo de nuevo.

Por fin llegó la hora del banquete, me estaba muriendo de hambre y tenía ganas de sentarme. Sin embargo, cuando vi en qué mesa me había tocado, casi mato a Evelyn. De por sí, debería estar en su misma mesa por doble partida, es decir, por ser su hermana y por ser su dama de honor; pero tanto a Ethan como a Evelyn les había dado igual y nos habían puesto a Arthur y a mí en la de al lado. Hasta ahí era pasable, pero no creí que la mala leche de mi hermana llegase a niveles tan extremos. Chris estaba en la misma mesa que yo. De hecho, estábamos en frente.

Antes de juntarme con Arthur, hablé con Evelyn, exigiendo una explicación de por qué hacerme eso, sabiendo lo que había pasado. Ella me dijo que intentó evitarlo, pero que Ethan había puesto así las mesas porque había querido y no había permitido su intervención. Quise llorar, pues no quería tener que estar frente a Chris teniendo a Arthur al lado, no sabía lo que podría pasar.

Me encontré con mi novio en la puerta de The Grand Ballroom, apreciando que, exactamente, habían dejado las mesas tal y como había dicho antes. La luz morada llegaba a la madera barnizada y a las mesas también, y el ambiente era tan relajante que por un momento olvidé lo que se me venía encima. Pero todo se volvió un caos cuando vi la mesa que nos tocaba. Lucy, Owen y Luke estaban en la misma, junto con algunos tíos y primos que llevaba sin ver bastante tiempo. Chris ya estaba allí, y casi me da un infarto al corazón al ver quien estaba a su lado.

Sentí que me moría ahí mismo, quería gritar, pero no debía. Miré a Owen y a Lucy, que tenían una expresión de horror al no esperarse esa situación. La mujer rubia estaba pegada al moreno como una lapa, y me dieron ganas de vomitar. Willow Moore había logrado entrar a la boda de mi hermana siendo la pareja de Christopher; se me ocurrió llamar a seguridad o decirle a mi hermana que la echase, pero Arthur me empujó hasta mi asiento, obligándome a sentarme y no poder realizar ninguno de mis planes.

Me sentía temblar, no pensé que Chris se fijaría en alguien sin cerebro, en lo que se conocía como mujer florero, alguien que vivía de los padres hasta poder vivir de la fortuna del marido. Moore era esa clase de persona, la odiaba sin conocerla, solo deseaba tirarla del pelo hasta dejarla calva para que se alejase del pequeño de los Lewis.

- No pegan ni con cola –murmuró Lucy en mi oído.

- Eso no parece importarles –susurré con la voz entrecortada, no sabía cuánto iba a aguantar hasta estallar.

Arthur hablaba animadamente con su hermano, el cual tenía la boca de la rubia en su cuello. Yo era la primera que solía gritar amor libre, pero era una boda de alguien que ella no conocía, frente a muchas personas que ignoraban d su existencia hasta ahora, y en una mesa donde se va a comer. Daba asco y mucha grima.

- Por cierto –habló Chris-. Os presento a Willow Moore, mi novia.

Ahí ya me rompí, pensaba que la había llevado para no ir solo, pero no creí que saldría con alguien cuya conversación no salía de los tacones que llevaba puestos y de lo rico que era su 'papi'. Empecé a temblar de rabia, impotencia y tristeza, quería llorar, pero no podía hacerlo frente a ellos, no podía dejar que Arthur lo supiera.

- Willow –siguió el moreno-, ellos son mi hermano Arthur –comenzó, nombrando a todos los que se encontraban en la mesa, incluyendo a Owen, Luke y a Lucy-, y ella es Alyssa Wright, la hermana de la novia y la prometida de Arthur.

La simpleza con la que me había nombrado me había dolido, para él solo era eso, me había olvidado y se había decantado por una descerebrada. Esta sonrió muy falsamente y nos miró a todos con aires de superioridad, cuando su padre era un mindundi en el mundo empresarial.

- No sabía que le gustaban las pobres a los Lewis –comentó de pronto, y juré haber oído mal.

- ¿Perdón? –pregunté, alzando una ceja, flipando en colores.

- Sí, ya sabes, los Wright sois quienes sois por la publicidad, pero he oído que no tenéis un duro. –Suspiré frustrada, intentando calmar mi enojo.

- Bueno, pues has oído mal. Solamente lo que ingreso yo en un mes supera a la cuenta bancaria entera de tu padre, la cual está en internet y por eso lo sé –sonreí igual de falsa que ella, mientras que Willow fue cambiando su cara a una de rabia-. Y yo no sabía que a los Lewis les gustasen las ninis, ya sabes, porque no tienes estudios ni trabajas, y según he oído, tampoco tienes planeado hacerlo.

Lucy y Owen soltaron un «uoooo», apoyándome ante la estupidez de la rubia, mientras que Arthur me reprendió con un «¡Alyssa!». Sin embargo, Chris solo se me quedó mirando con cierta malicia, como si supiese algo que yo no. Willow arañó las uñas en la mesa y arrugó un trozo de mantel en su puño.

- Sí, porque así yo me puedo dedicar a estar guapa para mi Chris –masculló orgullosa, y yo quería vomitar ante tal afirmación.

- Pues eso es muy triste, que tu objetivo en la vida sea contentar a un hombre por tu aspecto físico y no llenarte a ti misma haciendo algo que te gusta –Me encogí de hombros y aspiré aire, símbolo de lo penoso de su situación.

- Mejor ser guapa a ser tan fea como tú.

- Como vuelvas a llamarla fea, puta imbécil, te arranco las extensiones baratas que me llevas y te quemo el pelo –dijo entre dientes Lucy. Jamás la había visto tan enfadada, y solo pude agradecerle con la mirada su intervención por mí.

- Y yo te tiro una copa de vino por el vestido, pedazo de cerda –habló Owen, con la copa entre sus manos, amenazante.

- Chicos, no hace falta ponerse violentos –comenzó Arthur, pero Chris lo interrumpió.

- Acaban de llamar fea a tu novia. ¿En serio no vas a decir nada? –preguntó incrédulo, y Willow comenzó a lloriquear.

- Se supone que me tienes que defender a mí, Chrisi –sollozó. Solo eran lágrimas de cocodrilo para llamar la atención.

- Es que la has insultado, Willow, y Alyssa es mi amiga. –Chris suspiró y a mí se me cayó el alma a los pies. «Amiga». Aun así, me estaba defendiendo ante su supuesta novia.

- ¡Ella me ha llamado nini! –exclamó, todavía llorando.

- Willow, has empezado tú, déjalo, ¿sí? –le dijo Chris, un poco frustrado. Vaya, vaya, no aguantaba a su novia de pacotilla.

- ¡Pues sus amigos deberían irse, que me han amenazado!

- En todo caso, te irías tú, que eres la única que no eres ni de la familia ni amiga de ninguno –mascullé enfadada-. La última en llegar, a la que nadie ha invitado, es la que más exige.

- ¿Y por qué no te vas tú, puta pobre? –preguntó ella, levantándose. Yo hice lo mismo.

- ¡Porque soy la hermana de la novia, imbécil!

- ¡Mi padre se enterará de esto! –gritó, llamando la atención de todo el salón-. ¡Te voy a arruinar la vida, hundiré tu empresa!

- A ver, niña mimada, que mis padres son de los más influyentes. Tu padre sería la cucaracha ante el león.

- Pero el padre de mi novio es el más rico de Estados Unidos –presumió, y me reí en su cara.

- Que coincide que es el padre de mi prometido –remarqué la última palabra para hacerla rabiar-. Te vuelvo a repetir, eres la última en llegar, y la que menos debe exigir. Y no utilices la riqueza de personas ajenas para obtener lo que quieres, que es muy ruin.

La música de ambiente ya no sonaba, el murmullo de las conversaciones había cesado, y la atención de todos estaba en la pelea verbal entre Willow y yo. Sentí a Arthur tocar mi mano y pedirme que me sentase, pero no cedería ante alguien tan patética como lo era la rubia mimada. ¿Quería guerra? Pues guerra tendría.

- Los Wright dais asco –musitó.

- Pues estás en la boda de una, si no te gusta, lárgate –la invité a marcharse, pero de pronto apareció mi hermana detrás de mí.

- Una Moore descalificando a otras familias, claro, es lo único que sabéis hacer –Hizo un falso puchero-. Pues fuera de mi boda.

- Evelyn, déjalo –pidió Chris-. Ya me encargo de que se calme.

- Como vuelva a insultar a mi familia, en específico a mi hermana, se va fuera.

Con esto, se fue a su sitio y yo me senté en el mío. Vi que Luke le susurraba algo a Christopher y que este asentía, con cara de cansancio. De pronto, me miró, y sus ojos pedían disculpas, a la vez que sonreía tristemente. Yo solo negué con la cabeza y me giré a hablar con Owen y Lucy, ya todo había vuelto a la normalidad, excepto que Willow seguía con su rabieta de niña de cinco años, era insoportable.

- No sé cómo puede aguantarla –comentó Owen, apretando los puños mientras miraba a la rubia.

- Yo creo que la ha traído para darle celos a Alyssa –dijo Lucy, y yo la miré como si estuviese loca-. La odio, pero no sé por qué me da que todo esto estaba pactado.

- Si así fuese, Chris habría defendido a Alyssa cual caballero con brillante armadura, y no ha sido así –Owen tenía razón, y yo asentí dándosela-. Lo que creo es que la Moore esta es para olvidarse de ti, Lis.

Suspiré derrotada, no quería que se olvidase de mí, pero tampoco podía exigirle que me esperase para siempre cuando yo me iba a casar con su hermano. Por esa parte lo comprendía. Pero me dolía como no me había dolido nada nunca. Desearía que todo hubiese sido diferente, que el día que nos conocimos me hubiese podido fijar más en él, y no en su hermano poco después. O, que en todo caso, él no hubiese conocido a Willow y hubiese traído a Natalie.

La comida se había terminado, los novios ya habían partido la tarta, y era el momento de su primer baile juntos como marido y mujer. Saqué el móvil para inmortalizar el momento, pero una figura se puso delante de mí, impidiéndome ver.

- Willow, ¿te puedes quitar? –pregunté entre dientes.

- No, que he pagado para verlo.

- ¿Pero qué dices? ¡Si es una boda! –exclamé, y antes de que empezase otra pelea, llegó Chris y se llevó a la rubia mezquina.

- Lo siento –me dijo, y yo le saqué el dedo del medio. Él no se lo merecía, pero estaba tan furiosa que podría arrancarle la cabeza a cualquiera.

Justo a tiempo, puse la cámara y comenzó la música, específicamente 'Can I Have This Dance' de High School Musical. Sonreí ante el hecho de que era una de los musicales de Disney favoritos de mi hermana, y grabé todo su baile para que lo tuviese siempre. De pronto, los brazos de alguien me levantaron cuando hubo terminado la música, y me alzaron hasta quedar frente a la persona. Recé para que fuese Chris, pero no, era mi novio.

- ¿Quieres bailar? –preguntó Arthur, sonriendo.

- Claro –asentí y tomé su mano, yendo a la pista de baile, es decir, la madera barnizada.

Me fijé en que Owen estaba bailando con Luke, mis padres y mis suegros también estaban allí, Lucy estaba con un primo mío al que acababa de conocer, y Chris estaba con Ian, hablando. No había rastro de la rubia nini, y yo estaba más feliz que una perdiz, quizá Chris la había echado, había roto con ella y la había mandado a tomar por culo.

Seguí un rato con Arthur, hasta que de pronto sonó una canción de una película que adoraba, El Gran Showman. La canción era Rewrite the Stars, interpretada por Zac Efrom y Zendaya, y vaya que amaba esa melodía.

El recuerdo de la letra y de la historia que trataba esa canción causó que mi corazón se estrujara. La parte de él decía que se querían, que ella lo empujaba y lo mantenía alejado de ella, pero que nadie podía pararlo si ella era su destino. Ella por su parte, cantaba que le encantaría ir con él, pero que había demasiados obstáculos en el medio, que solo podían ser ellos mismos entre cuatro paredes. Eran los discursos que habíamos dado Chris y yo, él teniendo esperanza en nosotros, mientras que yo no veía más que un horizonte negro.

Le miré justo en el estribillo que cantaba Zac, y él ya estaba mirándome con tristeza. La letra decía que qué pasaría si reescribiesen las estrellas, que estaban hechos para estar juntos, que el mundo podría ser de ellos. Él sonrió, y leí sus labios, que decían «Tiene razón». Yo negué y señalé al techo cuando cantaba Zendaya, expresando lo que yo pensaba.

Me separé de Arthur para acercarme a Chris, y Lucy, Owen y Luke, al verlo, me cubrieron hablando con él. Llegué a Chris, justo cuando la canción decía que nadie puede reescribir las estrellas, que todo los mantenía alejados, que no era ella la que estaba destinada a encontrar. Canté el estribillo, riendo amargamente ante la situación. Chris me cogió las manos y las puso en sus hombros, mientras que las suyas bajaron a mi cintura, para cantar juntos la siguiente parte de la canción mientras bailábamos al compás.

Ese trozo decía lo siguiente: «Todo lo que quiero es volar contigo, todo lo que quiero es caer contigo. Así que dame todo de ti». Luego continuaba con la duda de si era posible o no, para luego concordar en que sí, solo por un momento, pues ella volvía a alejarlo al final de la canción, tal y como hacía yo una y otra vez.

- Acabamos de vivir nuestra historia en una canción –murmuré, sonriendo tristemente.

- Pero sí que podríamos reescribir las estrellas, Alyssa –me dijo con suavidad, acariciando mi mejilla-. Zac Efron siempre tiene la razón –carcajeé ante su afirmación y me mordí el labio-. Está en nuestras manos, Lis, pero solo si quieres.

Estuve a punto de decirle que sí, que lo dejaba todo por él, que reescribiríamos las estrellas juntos, pero una voz chillona e irritante gritó llegando hasta nosotros y empujándome, mientras me alejaba de su novio.

- No te acerques a él –soltó como si fuese una víbora venenosa. Ups, lo era.

- Es mi amigo, tengo todo el derecho –bufé.

- Willow, no te pases –Chris suspiró y pasó una mano por su pelo-. Intenta no montar un numerito.

El momento mágico que habíamos vivido Chris y yo se había roto por culpa de Willow, pero en cierta parte, se lo agradecí, muy, muy, muy, muy en el fondo. Jamás lo admitiría en voz alta. Y es que, si hubiese dicho que sí, Chris sufriría las consecuencias de nuestros actos.

Me despedí del moreno con un movimiento de mano y una sonrisa triste, que él me devolvió. Volví con Arthur, al cual lo estaban mareando entre los tres mosqueteros, y yo llegaba como Dartañán para continuar el trabajo. Puse una mano sobre el hombro de Lucy, quien me hizo una seña de «luego hablamos», y yo asentí, volviendo a mi posición de antes con Arthur cuando los otros dos chicos se marcharon.

- ¿Qué pasaba ahí con Chris? –cuestionó Arthur, y yo retuve la respiración.

- Nos encanta esa canción a los dos, y queríamos bailarla juntos –inventé, y él simplemente asintió, aunque estaba segura de que esta vez, no se lo había creído.

- Ya, vale –asintió, y el resto de la noche, fue muy incómoda con él.

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