Capítulo 11
Me desperté con la sensación de alguien acariciando suavemente mi mejilla. Gruñí y oculté mi cara en la cómoda almohada, tenía sueño y quería que me dejasen dormir. Mi acción provocó que la persona a mi lado riese y pasase a acariciar mi pelo, a la vez que yo lloriqueaba para que me dejase dormir. De repente, los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí y sonreí, no era cualquier persona, era Christopher. Por ello, abrí mis ojos y me encontré cara a cara con el moreno, quien me sonreía cariñosamente.
- Buenos días, preciosa –dijo aún acariciando mi pelo.
- Buenos días, Chris –saludé de vuelta.
- Quédate aquí, ahora vuelvo.
Me besó en la frente para después levantarse y ponerse los calzoncillos; seguidamente, se marchó de la habitación dejándome confundida. Aproveché para acurrucarme más en su cama y cerré los ojos. El colchón era confortable, recogía mi figura y se adaptaba a ella; y las sábanas era realmente suaves. Me incorporé un segundo y busqué mi ropa interior y la camiseta que Chris me había prestado; me puse ambas prendas con rapidez y volví a la calidez de la cama del moreno.
Al de un rato, Chris llegó con una bandeja en la cual había dos zumos de naranja, dos tazas que supuse que eran de café, y un plato lleno de tortitas con lo que parecía ser caramelo. Se me hizo la boca agua, y me derretí ante el detalle de traer el desayuno a la cama. Arthur jamás lo había hecho, y nunca me dejó hacerlo porque decía que era antihigiénico. Sentí el peso de Chris a mi lado y colocó la bandeja en medio de ambos, para luego poner un mechón de mi pelo detrás de mi oreja.
- Espero que tengas hambre –comentó y yo sonreí con picardía.
- Ese es mi secreto, siempre tengo hambre –Chris soltó una carcajada y besó estruendosamente mi mejilla.
- Eres de lo que no hay –negó con la cabeza mientras se mordía el labio-. Pues empecemos a comer.
No lo dudé ni un segundo e hice lo que él dijo, refrescándome con el zumo de naranja. Poco después probé las tortitas, las cuales estaban deliciosas y me pregunté si las había hecho él. La conversación fue amena, como todas las que manteníamos, hasta que le pregunté la duda que tenía desde la noche anterior.
- Chris, ¿para qué querías saber si tenías posibilidades conmigo? –él me miró y suspiró nervioso, pasó una mano por su pelo y sonrió levemente.
- Posiblemente no te acuerdes de esto, pero nos conocimos hace cuatro años.
Me quedé de piedra ante eso, pues no lo recordaba. Intenté hacer memoria para ver en qué momento coincidimos antes de conocer a Arthur, pero no lo hallaba en mi mente. Chris notó mi frustración y continuó.
- No te acuerdas porque para ti no fue importante –fui a protestar, pero me cortó-. Lo digo en serio. Ahora entenderás por qué.
«Fue en el evento que se celebró en el Empire State debido a la subida de las ventas en Europa. Tanto la empresa de tus padres como la de los míos eran los principales beneficiados de aquello, y por ende, ambas familias nos encontrábamos allí.
«Por aquel entonces yo tenía veintidós, ya me había ido de casa, pero mi padre insistió en que fuera con ellos para no dar mala imagen a Falconfast.
«Estaba muy aburrido, no había nada interesante que hacer y la mayoría de empresarias allí presentes me doblaban la edad. Hasta que te vi, Alyssa.
«Estabas caminando junto a Evelyn, pero fuiste tú quien me llamó la atención. Llevabas un vestido rojo pegado al cuerpo, a juego con tus labios, y me quedé embobado pensando en lo preciosa que eras.
«Al principio no sabía quién eras, pero tanto Evelyn como tú os acercasteis a Jayden y Scarlett, y comprendí que eras una Wright. Tampoco sabía tu nombre, ya que ni tu hermana ni tú habíais sido nombradas como futuras herederas de la empresa todavía.
«Así pues, cuando tus padres estaban hablando con otra pareja y tu hermana había sido invitada a una copa por quien es ahora su novio, aproveché para acercarme a ti. Te pregunté por tu nombre, y tú, sonriente y llena de vida, me lo dijiste con la voz más armoniosa que había oído jamás. No pudimos hablar mucho más, ya que mi familia me llamó para observar a Arthur dar una charla sobre la nueva generación de móviles que iba a salir al mercado.
«Ni si quiera me dio tiempo a decirte mi nombre, es por eso que no te acuerdas, Lis. No te sientas mal por ello.
«Después de ese momento, investigué sobre ti y vi que tenías veintiún años y que todavía estabas en la universidad. Fui a todos los eventos con más ganas que nunca con la esperanza de encontrarte, pero no volvimos a coincidir hasta un año después, cuando Arthur te presentó como su novia.
«Se me rompió el corazón, mi hermano había vuelto a ganar incluso sin saber que era una competición. La chica a la que llevaba buscando un año estaba saliendo con mi hermano, y con sinceridad, no pegabais. Lo poco que había visto de ti me había mostrado tu jovialidad, tus ganas de vivir; mientras que Arthur era la marioneta de mis padres, serio y formal, todo lo contrario a ti.
«La noche del evento en el Empire State me dio confianza para dar mi primer paso, y el domingo que comimos en casa de mis padres me hizo darme cuenta de que Arthur no te merecía, y que tal vez, y solo tal vez, podía demostrarte que yo podía ser mejor que él.
«Ahora no pienses que te defendí por eso, me salió innato. Pero en la terraza estaba buscando algún indicio de que estuvieses dispuesta a dejar a mi hermano en algún momento.
- ¿Lo encontraste? –pregunté, cohibida ante la historia que acababa de contar Christopher. No recordaba haberme encontrado con él, pero mi corazón dio un vuelco cuando dijo que había estado buscándome un año entero.
- En lo más profundo de tus ojos vi que lo vuestro era únicamente rutina.
- ¿Cómo pudiste ver eso en mis ojos? –pregunté, alzando una ceja ante la idea.
- Porque te vi aburrida –se encogió de hombros-. Sin embargo, cuando empecé a flirtear contigo, entre toda la molestia, se atisbaba un pequeño rayo de emoción, de la jovialidad que presencié cuando te conocí por primera vez.
«Todo lo que sucedió después, me refiero a lo del hotel Pennsylvania, fue accidental. No había pensado llegar a eso tan pronto, pero simplemente ocurrió y aproveché para quedar contigo de nuevo y llevarte a mi café favorito. Viste mi parte más humana y humilde, Alyssa, y eso era lo que quería, que me vieses tal y como era y no como mi fama dictaba.
Mis ojos estaban llenos de lágrimas, no podía creer lo que me acababa de contar Christopher. Mi mano derecha tapaba mi boca y creí que iba a comenzar a llorar en cualquier momento. Chris era el ser más dulce que había conocido, y pensé que quizás el destino nos quería juntos, ya que, después de cuatro años, me había enamorado perdidamente de él.
Pasé mis brazos por sus hombros y lo atraje en un abrazo que él correspondió abrazándome por la cintura. Escondió su cara en mi cuello y yo le besé la coronilla, aún conmovida por la historia, nuestra historia.
- He podido comprobar que no eres nada de lo que dicen, Christopher –susurré en su oído-. Y no puedo estar más feliz de haberlo hecho –Chris se separó de mi cuello y me miró a los ojos antes de besarme.
- Y yo no puedo estar más feliz de poder estar contigo finalmente.
Al de un rato, recogimos la bandeja y nos sentamos en el sofá, pero no había nada en la tele. Así que Chris me propuso jugar al billar, juego al que yo no sabía jugar, pero le veía encantado de enseñarme, así que me animé. Una vez entendí la dinámica empezamos a jugar, y era realmente mala, pero nos echamos una risas ante mis intentos inútiles de tirar con decencia.
Una hora después, miré mi móvil y vi treinta llamadas perdidas de Arthur. Suspiré rendida, en algún momento debía volver a casa al menos a cambiarme de ropa, aunque la de Chris también me gustaba. El moreno estaba hablando por teléfono con alguien mientras yo revisaba mis mensajes, y cuando terminé, esperé a que colgara para hablar con él.
- Había pensado en ir hoy al Frisson Espresso –dijo sonriendo-. ¿Vienes?
- ¡Claro! –exclamé-. Pero para eso necesito cambiarme de ropa.
- Yo te veo perfecta –comentó Chris mirándome de arriba a abajo-. Mi ropa te sienta muy bien –su picardía me hizo reír y le miré divertida.
- Sí, pero no voy a ir así por la calle –él soltó una risilla y asintió.
- ¿Quieres que te lleve a tu casa a cambiarte? Posiblemente Arthur esté ahora trabajando, así que no te vas a cruzar con él.
- Bien –acepté, yendo a su cuarto a por la ropa con la que había ido la noche anterior, que ya estaba seca.
Me vestí y él se preparó para luego bajar e ir a su coche. Como de costumbre, me abrió la puerta del copiloto y después se fue a su asiento. Arrancó y yo puse la radio, con la cual ambos cantábamos a todo pulmón, y yo estaba realmente contenta de poder disfrutar la compañía de Chris.
Al llegar, me quedé unos segundos en el coche, no quería salir, pues, aunque sabía que Arthur estaba en el trabajo, no me apetecía entrar a mi casa. Chris notó mi dilema y posó su mano derecha sobre mi muslo, dándome ánimo. Yo me giré hacia él y le di un pico, después, me bajé del coche y le saludé desde el portal por última vez antes de subir a mi apartamento.
Puse en sonido el móvil, el cual había estado en silencio toda la noche y lo dejé sobre la mesa de café del salón. Me di una larga ducha y me vestí muy sencilla, pues con Chris no tenía que dar la imagen de gran empresaria, sino, ser yo misma. Volví al salón y cogí el móvil, me había llegado un mensaje de Chris, y por inercia, sonreí.
Christopher <3
Paso a buscarte a las cuatro, cariño.
13:08 p.m.
Era muy tarde para comer, aún así, me hice un sándwich y esperé a que fuese la hora para bajar a esperar al moreno en el portal. Debíamos aprovechar todo el tiempo que tuviésemos, que cada por momentos disminuía debido al trabajo de ambos, y Evelyn y yo teníamos cada vez más carga sobre nuestros hombros. Por si fuera poco, debíamos ir a espaldas de todos, sobre todo de Arthur, y eso nos quitaba aún más tiempo.
Por fin llegó la hora de salir, cogí mi bolso y bajé al portal a esperar por el moreno. Miraba a través del cristal, y al de dos minutos, avisté su coche, por lo que salí y entré a él.
- Buenas tardes –sonreí y le di un beso.
- Buenas tardes, Lis –saludó de vuelta y empezó a conducir de nuevo-. ¿No estaba Arthur, no?
- No, estaba sola en casa. Y menos mal.
- Si vuelve a pasar algo sabes que puedes llamarme –me miró un segundo y volvió su vista a la carretera.
- Sí –afirmé-, lo sé. Gracias por ello.
- No me las des, preciosa.
El resto del viaje fue silencioso a pesar de estar la radio puesta, aún así, me sentía cómoda. La presencia de Chris era muy relajante y era algo que me gustaba de él, pues así como Arthur vivía estresado, Chris no, por mucho trabajo que tuviese.
Al de un rato llegamos a la calle del Frisson Espresso, y cuando conseguimos aparcar, bajamos y nos dirigimos al local. Notaba al moreno más sonriente de lo normal, no le di mucha importancia, pero no podía evitar pensar que tramaba algo. Al adentrarnos al establecimiento, iba a ir a una mesa como de costumbre, pero Chris me cogió de la mano y me lo impidió, llevándome a una mesa donde se encontraba una chica que me sonaba bastante, pero no sabía de qué. Hasta que me di cuenta que era clavada a la chica del cuadro de la que me había hablado Chris la noche anterior.
- Hola, Nat –saludó Chris abrazando a la chica, que se había levantado al vernos.
- Hola, Chrisi –dijo ella, y yo me sentí algo incómoda ante el mote-. ¿Es ella? –me señaló, como si yo no estuviese.
- Sí –contestó el moreno, sonriendo y cogiendo mi mano para atraerme a ellos-. Alyssa, ella es Natalie, mi mejor amiga. Nat, ella es Alyssa.
Sonreí falsamente, no me esperaba esta encerrona por parte de Chris, que, sin avisarme de nada, me estaba presentando a su mejor amiga. Ella de la nada me abrazó y yo me tensé, no entendía por qué quería invadir mi espacio personal.
- Chris me ha hablado mucho de ti, tenía muchas ganas de conocerte –comentó ella, separándose al fin de mí.
- ¿Ah, sí? Pues él a mí de ti no –dije, sonriendo con inocencia ficticia, pero ella no se lo tomó a mal.
- Alyssa... -me advirtió el moreno, y yo solo me encogí de hombros-. Voy a pedir los cafés –anunció y se acercó a mi oído-. Y por favor, intentad llevaros bien.
Natalie me indicó con la mano que me sentase, y así lo hice, aunque estaba bastante incómoda. Chris me había dicho que para él era como su hermana, pero, ¿y si ella no lo veía así? Estuvimos ambas en silencio durante unos segundos, hasta que ella lo rompió.
- Veo que llevas el colgante que te regaló –señaló el collar, sonriendo, y yo solo asentí-. Me mandó una foto de él y pensé que era precioso.
- Sí que lo es –asentí, sonriendo de lado.
- Antes de que te montes tus paranoias –la miré ofendida y ella rio-. No te lo tomes a mal, solo escúchame. No me gusta Chris, nunca me ha gustado y dudo que me guste en la vida. ¿De acuerdo? –volví a asentir, un poco más tranquila-. Ya puedes bajar tus defensas.
- No tenía las defensas puestas.
- Claro, y yo soy albina –rodó los ojos y reí-. ¡Vaya, te he hecho reír! Es un inicio.
- Es que Chris no me había dicho que nos iba a presentar, no me esperaba encontrarte aquí –admití, y ella chasqueó la lengua.
- Ahora entiendo todo –negó con la cabeza-. Pero que sepas que no para de hablar de ti cada vez que quedamos –me sonrojé, no pensé que le gustase tanto a Chris-. Y no solo ahora, Alyssa, lleva así desde hace mucho tiempo.
- Ya me ha contado la historia, esta mañana de hecho –dije, y ella sonrió orgullosa, como si hubiese estado esperando a que me la contase-. Bueno, como habla tanto de mí y ya sabrás gran parte de mi vida –comencé y ella soltó una carcajada-, ¿por qué no me hablas sobre ti?
- ¿Qué quieres saber?
- ¿En qué trabajas?
- Soy contable en el banco JPMorgan Chase & Co. –me sorprendí y ella lo notó-. Sí, esa reacción la suele tener todo el mundo.
De pronto, Chris se sentó a mi lado y dejó los tres capuchinos en la mesa y nos sonrió a ambas. Cogió mi mano por encima de la mesa y los tres iniciamos una conversación. Natalie estuvo contándome historias vergonzosas de Chris en el instituto, y el pobre estaba más rojo que un tomate. Yo no paraba de reír, y aunque me daba pena por el moreno, necesitaba que la chica me contase más.
- Me acabo de acordar de otra –saltó de pronto Natalie, y yo esperaba atenta a que empezase a hablar.
- No, Nat, ¿no crees que ya basta? –la cortó Chris, pasando su mano por su pelo.
- ¿Qué pasa, Chrisi? ¿Te he avergonzado delante de tu novia? –se burló Natalie, y tanto Chris como yo nos tensamos. Ella lo notó y se puso pálida-. Perdón, perdón, perdón –repetía una y otra vez-. Sé que lo vuestro es complicado, se me ha escapado.
- No pasa nada –intenté quitarle importancia.
Chris y yo aún no nos habíamos etiquetado básicamente porque yo seguía en una supuesta relación estable con Arthur. Entonces, las palabras novio y novia eran tabú en lo que quiera que tuviésemos.
- Bueno, te cuento la historia –dijo Natalie, cortando la tensión-. Chris era el rebelde sin causa, como ya te he contado.
- Sí, con su chaqueta de cuero y su caja de cigarrillos –reí y el moreno me miró mal.
- Exacto –rio Nat también-. Pues, iba a clase en moto, porque era el más guay y el más genial, ya sabes.
- Iba en moto porque me gustaba más que el coche –intervino Chris, rodando los ojos.
- Déjale que piense eso –acotó la chica mirándome-. Sigo. Entonces, estaba esta chica, Maggie Miller, que era la capitana del equipo de las animadoras, y a Chris le gustaba –me podía imaginar hacia donde iba la historia, y estaba a punto de explotar de risa-. Pues al lumbreras se le ocurrió impresionarla con trucos de la moto, los cuales no controlaba para nada.
- Sí que los controlaba –volvió a interrumpir Chris.
- ¿Te puedes callar y dejarme contar tu penosa historia? –espetó la chica mirándolo mal-. Como decía, no los controlaba. Entonces, Maggie pasó por el aparcamiento, y aquí empieza lo bueno. Chris pasó con la moto a toda velocidad, y al intentar levantarla como si fuese una bici, se cayó hacia atrás delante de la pobre chica.
Las dos estallamos en carcajadas, me podía imaginar esa escena a la perfección, mientras que Chris estaba de morros porque Natalie no paraba de contar historias muy vergonzosas sobre él. Yo le di un beso en la mejilla y él me sonrió, abrazándome.
- Dios mío, qué monos sois –dijo Natalie, mirándonos emocionada.
El resto de la tarde transcurrió amena, con risas y anécdotas curiosas. Natalie me había parecido una chica genial, divertida y muy buena amiga con Chris, realmente sí parecían hermanos, incluso físicamente. Al final, fue buena idea presentarnos, pues a partir de ahí creció una bonita amistad.
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