Prefacio
—¿Cómo se prepara esa receta? —cuestiono la niña al ver los apuntes del libro.
El doctor dejo de moler los ingredientes por un momento, para ver la receta que señalaba su pequeña aprendiz.
—Requiere de otros ingredientes, unos que aun me falta por recolectar.
—¿Cuándo sale a buscarlos? —volvió a cuestionar, esta vez poniendo atención en como molía los ingredientes.
—No la llevare, si eso es lo que esta pidiendo —respondió el joven doctor.
—¡Porque no! —replico la pequeña.
Si que la niña había tomado plena confianza hacia el doctor, ya que solo con él hacia berrinches a la ligera.
—Porque no debe exponerse a peligros —respondió—. Es la princesa del imperio, y no es bueno que este vagando en las tierras externas o en el pueblo.
Observo de reojo como la niña cruzaba sus brazos y hacia un puchero. Claro significado de estar enojada.
Pero el doctor ya sabia como lidiar con eso. Busco el banquillo para colocarlo cerca de la mesa, cediéndole la mano a la princesa para ayudarla a subir.
—Acaso piensa que no me ayudara, le recuerdo que ahora es mi aprendiz. Por ello debe ayudarme en preparar los frascos para depositar el remedio.
La pequeña tuvo que obedecer, aceptando la ayuda que le brindaba el doctor. Pero en realidad ella jamás estaría enojada, siempre estaba feliz cuando el doctor imperial le permitía estar con él todos los días.
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