46: Final parte 2
Lisette
Existen los cuentos de hadas en los cuales la pareja de la princesa es un príncipe, pero también existe la otra versión. Supongo que, por eso, la pureza viene en varias formas y nada es como te lo relatan, hay muchas versiones.
Parpadeo algunas veces antes de abrir mis ojos por completo. Me inclino y observo que estoy en la habitación matrimonial. Me levanto, despacio, entonces voy hacia la puerta, pero cuando pongo la palma en la manija, descubro que estoy encerrada. No pierdo el tiempo y convierto mi mano en garra, así es como destruyo la cerradura, para poder avanzar. Sigo la mala corazonada de Anthony, por lo tanto, voy a la escalera. Hay una barricada con muebles, no entiendo lo que ocurrió aquí. ¿Era para que algo no pasase? Recuerdo que hay una puerta que da a un balcón interior, así que me dirijo allí, para volver a la sala de estar. Al romper otro cerrojo, avanzo, llegando al lugar mencionado.
Me encuentro con un monstruo en la planta baja, así que declino mi plan de saltar por el balcón. Me corrijo, no es cualquier criatura. ¡Es Anthony! Así es El Carroñero, se parece a un demonio, pero es gigante, tiene tres cabezas, su piel es negra con verde y sus nueve ojos son rojos. También parece que los demonios que atacó están atrapados bajo su piel, ya que se nota que intentan salir. Además, detrás de su espalda hay como varias enredaderas moviéndose para todas partes.
Visualizo sangre en el suelo, pero no parece que sea la del suegro. Él se ve diminuto en comparación de la pata de El Carroñero, pero está intacto al lado de la forma bestial de mi marido.
―¡¡Gaudel!! ―lo llamo por su nombre, ya que estoy indignada por la situación―. ¡¿Qué significa esto?! ¡¿De quién es la sangre?!
El hombre canoso alza la vista hacia el balcón.
―Es de Kiew, es que Anthony ve demonios e intenta matarlos, así que él trató de sacarte de su camino, y se hirió en el proceso, pero tu cuñado está bien, no te preocupes.
―¡¡Miente!! ―grito, angustiada―. ¡¡Anthony no me lastimaría!!
―Eres un demonio, está en su naturaleza.
―Pero...
―Ah, cierto, la vez que te encontraste con él, fue bastante íntimo, ¿verdad? Eso no es cosa de El Carroñero, solo fue parte del ritual que hicimos con tus padres para obtener esto. ―Me muestra el medallón.
Anthony tenía razón, el suegro ha estado tramando algo todo este tiempo, pero no entiendo qué tienen que ver mis padres en todo esto.
―¿Ritual? ¿Mis papás? ¿Cómo? ―expreso, extrañada y con angustia.
―Esto que ves en mis manos, es para controlar a El Carroñero. Como sabes, tus padres eran muy religiosos, así que había un trato más con ellos, uno que me beneficiaría. Los demonios dominan Norville, es su zona, solo hay lugar para sus crímenes, y la mafia nada más baja la cabeza, pero ya no más. Tengo al depredador supremo, obedeciéndome, para tener el dominio del pueblo. Hicimos un ritual, no solo te crearon porque querían salvar a su hijita, también decidieron mantenerte pura para "este ser" y así se formaría el "controlador". Muertos todos los demonios, se arregla el problema.
―¡¿Qué clase de mentira retorcida es esa?! ―chillo, nerviosa.
―No, mi niña, no estés en negación. Tú misma viste cómo expulsaste el artefacto, lo generaste junto a Anthony, y cavaste tu propia tumba, porque el ritual fue completado. Lo activaste, así que ya no te necesita.
Las enredaderas se acercan hacia mí y chillo, no reacciono, aun así, soy tirada hacia atrás, por lo tanto, mi cuerpo esquiva el ataque de El Carroñero. Mi trasero choca con el piso, entonces me encuentro con Kiew, oculto detrás de una pared y, agarrándose de su hombro, el cual sangra.
―¡Me has salvado! ―grito.
―Vamos.
Hace una señal, para que nos movamos a gatas y el monstruo no nos vea. Kiew se inclina con cuidado, apoyándose más en su brazo sano, y avanza lentamente, yo lo sigo detrás.
No puede ser. ¿De qué manera haré reaccionar a Anthony ahora? Voy a morir, sin siquiera volverlo en sí. Todo es mi culpa, nunca debí haber ofrecido intimar, pero, ¿cómo iba a saberlo? ¡Maldición! ¿Por qué fui tan tonta de confiar en Gaudel? Mi marido ya no está con nosotros, solo queda una bestia.
Nos movemos cerca de otro balconcillo, entonces Kiew apoya su espalda en la pared y prepara su rifle de francotirador.
―No estarás pensando en dispararle a Anthony, ¿verdad?
―No, tú los distraerás, así mataré a Gaudel y conseguirás el medallón. ―Se gira, poniéndose de panza al piso, posicionándose para observar por la mirilla―. Además, alguien tiene que hacer el trabajo sucio.
―Pero es tu padre.
―Ni tanto. ―Le saca el seguro al arma de fuego.
No cuestiono más, entonces decido hacer lo que me pide, pues Anthony para mí es prioridad, y al parecer, para él también.
Corro detrás de una pared, me quito la ropa y cambio a mi forma bestial. Mientras lo hago, avanzo a gran velocidad con mis patas traseras, entonces mis garras pisan el barandal, para dar un gran salto, así que el monstruo y quien lo controla, mueven su visión hacia mí. Kiew no pierde tiempo, oigo el disparo, el cual es certero, le da en la cabeza al viejo, por lo tanto, yo tampoco me tardo. Aquel medallón que gira en el aire, lo atajo con mi zarpa, apenas piso el suelo. Lo estrujo con fuerza e intento recuperar a Anthony.
Cuando noto que regresa a su forma humana, yo hago lo mismo, sin soltar la medalla, entonces nuestras miradas se encuentran.
―Un ángel ―murmura, aturdido.
―¡¡Anthony!! ―Corro a abrazarlo, sin liberar el medallón, ni por un instante.
―¿Qué pasa? ¿Por qué estás desnuda? ―cuestiona al reaccionar, luego se mira―. ¿Y por qué lo estoy yo? Y... oh, cielos. ―Ve al señor Gaudel, muerto en el suelo―. ¿Fui yo? Yo... ―Me corresponde el abrazo―. Ahora solo nos tenemos a nosotros dos ―expresa, angustiado.
―No seas melodramático. ―Llega Kiew, y nos tira ropa en la cara―. Aunque se podría decir que ya no hay familia Nikolav, faltando el falso progenitor que la sostenía.
―Hermano...
―¿Y ahora qué hacemos? ―Me aparto un poco, entonces empiezo a vestirme, luego me levanto, así que mi marido hace lo mismo―. ¿Nos vamos?
―Tú no puedes ―contesta Kiew―. Norville no deja que los demonios que llegan a su pueblo se marchen, tiene que ser algo muy extremo y que le importe, para hacerlo cambiar de opinión.
―¿Cómo sabes tanto? ―Me asombro.
Su semblante es serio, pero declara con superioridad:
―Soy el hijo mayor, soy el que tiene que conocer más. ―Se gira para irse―. Ya me largo.
―¡Kiew! ―Anthony intenta seguirlo, pero lo detengo.
―Déjalo ―pido, sintiendo sus emociones y le aclaro―. Le disparó a su papá, necesita estar solo.
Mi marido se gira a observarme, angustiado.
―¿Y ahora? ―Sigue aturdido.
Levanto la mano, entonces miro el medallón.
―No lo sé, esto te controla, ¿debería destruirlo?
Me estremezco cuando siento su mano y cierra mis dedos, para que lo siga sosteniendo con fuerza.
―Quédatelo, por si algo sale mal. Ahora eres la guardiana de mi vida.
Alzo la vista a mirarlo, entonces mis mejillas se ruborizan.
―Anthony...
―Se terminó.
Sonrío.
―Sí, somos libres.
De un segundo a otro, nos miramos tanto, que acabamos besándonos, en una sensación romántica. Puedo sentir como si fuera un cuento de hadas real. No hay más pureza engañosa, no hay más misterio entre nosotros, lo único que queda es el latir de nuestros corazones, los cuales se motivan uno con el otro, así que ya puedo decirlo.
Y vivieron felices para siempre.
El fin.
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