39: Una vasija en el silencio

Lisette

Despacito, muy lentito, de puntillas y... ¡Llegué! Salto, acto seguido Anthony me agarra del brazo y me tira para atrás de la pared.

―¿Estás jugando o viniste a hacer algo serio? ―me reprende.

―Perdón ―expreso por lo bajo―. Me metí mucho en el papel de espía.

―Ya no eres una niña, compórtate.

―Mira quién lo dice.

Nuestra discusión en susurros me hace reír y mi marido se golpea la cabeza en señal de desaprobación.

―Lisette, por favor. ―Hace una pausa y bufa―. Debiste haberte quedado en casa.

―Tú no conoces tan bien a Uxío.

―Tú tampoco, además debe ser huesos ahora.

―Depende, yo no sé la habilidad de Kireya. ―Miro al fantasma en busca de respuestas y este niega.

―No me veas a mí ―se queja el espíritu―. Estuve contigo todo este tiempo, y si hubiera tenido la habilidad de deambular, te aseguro que no sería cerca de ella.

Me río.

―Uxío repele a Kireya.

Anthony me observa celoso, pero no comenta nada. Cruzamos una puerta y disimulamos cuando pasan unos demonios. Él se mantiene cerca de mí, agarrando mi cintura, ya que huelo como ellos. Aunque un poquito sé que también es porque me quiere proteger. Me pone toda feliz la situación, y es divertido.

Al fin llegamos a la habitación dónde supuestamente está lo que queda de Uxío, o sea, la información de la fuente del suegro dice que es aquí. Entramos y no veo nada, solo una vasija. Bueno, puede ser que lo cremaron, ¿no? Es más fácil de transportar. Me da escalofríos pensarlo, pero al menos no es un cuerpo.

―No lo toques ―aclara, Anthony.

―¿Serán sus cenizas?

―No lo sé, pero hay que cerciorarse de que no haya ninguna trampa o alguna protección de seguridad.

Tira algún tipo de polvo, entonces veo los rayos laceres.

―¡Anthony! ―grito, impresionada―. ¡Eres genial!

Enarca una ceja.

―¿Puedes dejar de gritar?

Me cubro la boca.

―Perdón, no hablaré más.

Mi marido mantiene el silencio y, despacio, se decide a agarrar la vasija. Una vez que la consigue, me toma del brazo, entonces salimos del cuarto y yo sigo permaneciendo con mis manos en mi boca. Aunque todo el momento gracioso termina cuando nos cruzamos con Kireya en una sala enorme. Pensé que las alarmas no sonaban, pero supongo que era una silenciosa.

―Creí que era una broma de mis subordinados. ―Presiona el puño, furiosa―. ¿Cómo te atreves a llevarte a mi Uxío?

―Iugh, qué asco ―dice el mencionado.

―Tampoco es tan fea ―contesto, alejando mis manos de mi boca.

―Por todos los cielos, por favor, cállate ―se queja Anthony―. No es momento de jugar.

―Este es mi esposo ―se lo presento―. Como verás, no estoy enamorada de Uxío, así que deja de ponerte celosa.

―No es por eso que está enfadada.

―Lo sé, pero quería aminorar su odio. ―Hago puchero.

―Sugiero que corran ―propone el fantasma.

―¡¡La puerta está cerrada y estamos rodeados, el plan se fue al carajo!!

―¿De dónde sacas ese vocabulario? ―se queja mi marido.

―Películas, muchas películas.

―Nunca debí haberte dejado ver la tele.

Estamos perdidos, Kireya ganó y todo por mi insensatez. ¿Qué haremos ahora? Voy a llorar como estúpida.

Un grito desgarrador se escucha de repente, entonces se hace un silencio sepulcral. Se oye un golpe fuerte, luego visualizamos un cuerpo, el cual parece que ha caído del balcón del primer piso. Un demonio baja por las escaleras, está todo manchado en sangre negra y su tapado está arruinado con esta. Sus ojos brillan en un rojo fuerte, se apagan cuando llega hasta nosotros. Su cabello largo pasa los hombros. Me doy cuenta al estar más próximo, sin embargo, sigue su camino sin prestarnos atención. Sus ojos se ven humedecidos, pero se nota que lo ignora.

―¿Qué sucede? ―consulta Kireya.

―Pues mató a un hombre ―murmuro, asustada.

―¡¡Máster, detente ahora!! ―exige la pelirroja y este frena su paso―. Me acabas de interrumpir, mínimo quiero una disculpa o una explicación.

―No estoy de humor ―gruñe el mencionado sin mirarla.

―Es por tu comida podrida, ¿cierto?

¡¡Dijo comida podrida, le gusta una humana!! O es lo que entendí. Bueno, no, pues se gira furioso ante esa acotación, está lleno de molestia.

―¿Qué clase de asquerosidad estás diciendo? ―exclama con brusquedad.

―Te ves muy afectado. Te dijeron que se murió, ¿verdad? ―Mira el cadáver en el piso―. ¿Qué culpa tenía el mensajero? Y, de todas formas, te sacaste un problema de encima.

Puedo escuchar su gruñido gutural hasta aquí.

―Yo no me humillo de esa manera.

―¿Y entonces a dónde ibas? ¿A su funeral?

―Creo que lo está arruinando ―opino sobre la novela que estamos teniendo en vivo y en directo.

―Lisette, hay que aprovechar la distracción ―susurra Anthony.

―Tengo una mejor idea ―comenta Uxío―. Ponte de su lado, tengo entendido que es el jefe. Si él te deja salir, Kireya no podrá objetar nada.

Ay, mierda, ¿cómo lo pongo de mi lado sin arruinarlo todo? 

Se podría decir que esta es la primera aparición de Máster (en orden cronológico), aunque si estás leyendo la saga mientras la escribo, sabrás que no es la primera vez que lo menciono.

¡¡Pregunta!! ¿Era mejor aprovechar la distracción (el plan de Anthony) o pueden convencer a Máster (el plan de Uxío)? 

Saludos, Vivi.

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