34: El Carroñero

Lisette

Despierto en la noche al escuchar el viento. Me sonrojo, ya que estoy abrazando a Anthony. O sea, siempre lo abrazo mientras dormimos, pero desde que me percaté de las marranadas, no se ve muy correcto que él duerma casi desnudo. Quiero decir, huele muy dulce, lo siento apetitoso y es muy guapo, como todo un príncipe, sin embargo, estos pensamientos impuros no están bien. Oigo otra vez el sonido del viento, así que me sobresalto.

Decido levantarme a cerrar la molesta ventana e incluso investigo, pero no veo a Uxío en el bosque, por suerte. Sonrío de alivio, no quería encontrármelo otra vez. La paz se va cuando visualizo una sombra pasar por la puerta, ni siquiera me di cuenta de que estaba abierta. Voy a cerrarla también, no obstante, noto otra silueta en el pasillo y, esta vez, elijo seguirla.

Llego al living, entonces visualizo a Uxío, sentado en un sillón, así que frunzo el ceño.

―Creí que solo aparecías en el bosque ―opino.

―Debería ser yo el enfadado.

―Golpeaste a mi marido.

―Ah, te contó. ―Se ríe.

―Me costó que lo hiciera, pero lo logré ―expreso con orgullo.

―¿Viste? Está celoso de nuestra relación.

―¡¿Qué relación?! ―Me sonrojo―. Casi ni te conozco.

―Bueno, conexión ―se corrige―. Todavía más profundo.

―Soy una mujer casada ―le aclaro.

Se levanta del sillón y se pone delante de mí. Alzo la mirada para observarlo a sus ojos rojos, luego cuando me ofrece su mano, la bajo hacia allí. Supongo que quiere que la agarre, pero no lo haré.

―Ven conmigo ―me pide.

Doy un paso hacia atrás y vuelvo a mirarlo a los ojos. Trago saliva antes de contestar.

―No tengo la culpa de mis padres, lo siento.

―He esperado para hablar contigo desde que nuestra conexión creció, antes solo podía enviar pequeñas señales, las cuales nunca percibiste, ahora incluso puedo entrar a tu casa y estar en frente de ti. ―Agarra mi barbilla, entonces se acerca a mi rostro―. Hasta puedo tocarte.

Me aparto.

―Señor fantasma, eso es irrespetuoso.

―Ven conmigo al infierno, Lisette ―le agrega peligro a la frase.

―¿Por qué lo haría?

―Me lo debes, tú vives gracias a la tortura que padecí. Tus padres se creían buenas personas, pensaron que por torturar a un demonio eso no los hacía pecar. Perdí el aliento, y ahora todo el tiempo siento que me ahogo. Cada día recuerdo lo que sufrí como si hubiera sido ayer. ¿Acaso me lo merecía? ¿Acaso tenían derecho? Solo piénsalo.

―Lo siento mucho, pero no puedo morir.

Se ríe.

―Intento ayudarte, de todas formas, vas a morir, yo te estoy ofreciendo el mejor camino.

―¿De qué hablas? ¿Por qué dices eso?

Se aproxima a mi oreja.

―Anthony va a matarte ―susurra y chillo, alejándome―. No me creas, pero es verdad.

―Eso no tiene lógica, Anthony me ama.

Sonríe con malicia.

―Eso no importa, su naturaleza es matarte.

―¿Qué estás inventando? ―expreso, desconcertada.

―¿De verdad crees que es un humano? Sabes perfectamente que no lo es.

―Tiene un don, eso es todo.

―Sí, Norville lo protege, pero porque todavía no despertó.

―No entiendo ―digo con los labios temblando.

―¿Cómo te lo explico? Los demonios solo pueden lastimarse entre ellos, las armas tradicionales no les hacen gran cosa, pero hay una tercera opción para lastimar a tu raza.

―Sí, el componente de demonio que usan para crear las armas que los pueden herir. ―Asiento.

―No, hablo de algo mucho peor y más letal, otra criatura. Cuando Norville no puede controlar a sus demonios, les pone muchas trampas, pero algunos ni de esa manera lo obedecen, así que Norville tiene otro truco. Un ser sobrenatural que también puede herirlos, su misión en la vida es llevarse a los descarriados. Básicamente, él está arriba de la cadena alimenticia demoniaca, es un monstruo que caza demonios.

―¿Me estás diciendo que Anthony es eso?

―Sí, lo llamamos El Carroñero. Aunque Norville prefiere llamarlo "su hijo".

―No inventes ―me quejo―. Además, no he hecho nada malo para que un monstruo de ese tipo me dé caza.

Mantiene la sonrisa siniestra.

―¿En verdad?

―Yo no tengo la culpa de que mis padres te torturaran.

Se pone serio.

―No, pero tienes la culpa de mantenerme sufriendo aquí, ni siquiera has hecho el intento por ayudarme o desconectarte de mí.

―Yo no tengo idea de cómo averiguarlo ―declaro, preocupada.

―Entonces seguiré insistiendo en que vengas conmigo porque es la opción que tengo.

―Tiene que haber otra.

―Ni idea, solo soy un fantasma, mejor preguntarle al hijo de Norville. ―Desaparece.

―¡Oye! ―me quejo, angustiada.

―¿A quién le gritas? ―Veo a Anthony en la puerta del living y me sobresalto, él frunce el ceño―. ¿Uxío otra vez? Se esconde de mí el muy cobarde. ―Refunfuña.

Miro a mi esposo, detenidamente, entonces sonrío. No puedo creerle a Uxío, Anthony sigue siendo el mismo. No veo nada que indique que es un asesino de demonios. Menos uno que me quiera atrapar a mí. Solo puedo percibir buenas emociones cuando me observa. Amo que me vea de esa manera, no puede ser irreal.

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