3: Pensamientos del diablo

Anthony

Finjo estar de acuerdo con el compromiso delante de mi padre, pues, aunque crea que viviré una eternidad, no jugaré con mi suerte. No quiero que me den un balazo en la cabeza, nada más, por un estúpido papel de matrimonio. Cuando me quedo a solas con mi prometida, le aclaro los puntos, sin embargo, ella anda de ofrecida. Creí que era inocente, pero habla de comerme así de fácil, así que le doy lo que quiere y la beso. Sus labios tiemblan, se agarra de mi ropa con fuerza y se nota la tensión en su pequeño cuerpo.

¿Le entendí mal o le gustó demasiado?

Alejo nuestras bocas, saboreando la humedad que dejamos por aquella unión. Su rostro está todo rojo. Quizás sí lo malinterpreté, pero, ¿cómo? No puede haber otro significado para que haya dicho que quería morderme. La verdad no lo ha hecho, solo sé ha quedado quieta.

―Creí que ibas a morderme ―aclaro―. ¿Era en sentido sexual o te referías a lastimarme? ¿Entendí mal? ―Enarco una ceja.

Lisette reacciona, sobresaltándose.

―No, yo... ¿Sexual? ―Se queda un poco en pausa―. ¿A qué te...?

―¡¡Ah!! Parece que se están llevando bien. ―Regresa mi padre junto a mis hermanos―. Este es Kiew, el mayor.

―Hola ―dice, tranquilo, el castaño.

―Y él es Anatoly, el del medio.

―Ah, ¡¡qué bonita!! ―declara el pelinegro, como yo, pero con cabello más largo que el mío y es más alegre.

―¿Y por qué no te casas tú? ―Gruño.

―Porque ya estoy casado. ―Hace una mueca de burla, luego observa a Lisette―. Aunque no me molestaría tenerla de amante. ¡Auch! ―chilla cuando papá le pega en la cabeza.

―¿Y tú? ―Miro a Kiew.

―No me interesa. ―Continúa mirando su celular, el mayor.

―¡¡Anthony!! ―me reprende mi padre, al ofrecer tan fácil a la chica, a mis hermanos―. ¡¡Estás delante de tu prometida!!

La observo de refilón.

―Creo que es medio estúpida ―acoto, pero como el semblante de papá no cambia, decido corregirme―. Lo lamento.

―¿Eh? ―expresa, la rubia, luego sus mejillas se tornan en un pequeño rubor. Se enrosca un mechón de cabello y baja la vista tímida―. No importa, ahora somos familia.

¡Por todos los cielos, no la entiendo!

Como sea, no tengo que comprenderla ahora, si de todas formas me casaré con ella. Tarde o temprano la descifraré, o quizás la ignoraré, lo que ocurra primero estará bien para mí.

Lisette

Mis padres han sido muy fríos conmigo. Esta familia se ve muy animada, es tan diferente. Jamás alguien se había disculpado, normalmente, soy yo la que lo hace.

Me guían a una habitación, está en frente de la de Anthony. El señor Nikolav ha sido muy amable. Se ha presentado formalmente como Gaudel, pero me ha pedido que lo llame suegro, a pesar de que todavía no me he casado con su hijo. Dijo que luego de que cumpla la mayoría de edad y de la boda, compartiría cuarto con mi prometido. Lo que me daría tiempo de acostumbrarme a esta nueva vida.

Ha sido muy amable, el más amable de todos, demasiado. Lo que me hace cuestionar un poco, teniendo en cuenta que es el único que sabe de mi problema. No obstante, me intriga el cuarto contiguo que tiene mi pieza. Una vez estoy sola, lo abro. Tiene el mismo formato que el de mi casa.

Un lugar cerrado, para que me coma a mis víctimas.

Me da un escalofrío, entonces cierro la puerta pesada. Apoyo la espalda en esta, entonces suspiro. O sea, esta habitación me lo confirma, el señor Gaudel, conoce a la perfección sobre mi alimentación para nada normal.

No me gusta pensarlo, pero esta es mi maldición. No tengo idea qué hicieron mis padres, pero un demonio vive en mí, este se alimenta de carne humana. Ahora que tengo un poco más de libertad, puedo averiguar, puedo deshacerme de él. Aunque no debo olvidar que peligra todo el que esté cerca de mí. No recuerdo la última vez que me alimenté.

Me agacho en el suelo, ya que me ruge la tripa, y no dejará de molestar, hasta que asesine a alguien. Siempre me siento mareada, por tener tanta hambre, y recordar el aroma de Anthony, me vuelve loca.

¿Qué sabor tendrá su carne?

Cierro los ojos.

―Malditos pensamientos del diablo, qué hambre. 

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