27: La iglesia de Norville
Lisette
Me ha costado dormir, por culpa de mis pensamientos impuros, así que he decidido ir a confesarme, sin embargo, Anthony sigue durmiendo como un oso. Zamarreo a mi marido, seguidas veces, no obstante, ni un poco de atención me da. Lo peor es que no puedo atacarlo, pues prometí no hacerlo. Aunque no sé de qué se queja, si tiene un campo de fuerza o algo así.
¡Como sea, qué se despierte ya!
―¡Anthony! ―le grito mientras sigo agitando su brazo―. ¡Despierta!
Se reacomoda en la cama, bosteza y al fin se digna a abrir los ojos.
―¿Qué quieres? ―Me mira mientras refunfuña―. ¿Nunca me dejarás dormir?
―¡Quiero ir a la iglesia, levántate!
―¿Para qué mierda quieres ir a la iglesia? ―Se tapa la cara con la almohada.
―Quiero confesarme, expiar mis pecados.
―¿Cuáles pecados, Lisette? ―Se saca el almohadón de la cara y lo apoya en su espalda otra vez, mirándome extrañado―. ¿Matar? ¿No era que eso no es tu culpa? Yo qué sé, es alimentación o algo así, ¿no? Por mí no te preocupes, no hay problema.
―¡¡No, eso no!! ―Me sonrojo―. ¡¡Hablo de mis pensamientos impuros!!
En su rostro se forma una sonrisa.
―Ah, ¿sí? ―Enarca una ceja con confianza―. ¿Cuáles?
―Yo... yo... ―Mis labios tiemblan―. ¿Por qué debería contarte?
―Tal vez porque... ―Se inclina, aproximándose a mi boca―. Soy el culpable.
El calor que siento es impresionante.
―¿Por qué de repente estás tan... coqueto?
―Uh, cuántas palabras nuevas ―se burla y siento su respiración.
―No... no podía dormir, así que seguí leyendo. ―Mis mejillas arden, así que retrocedo un poco―. Anthony estás semidesnudo ―le recuerdo.
―Justo para tus pensamientos marranos.
―¡Empieza a dormir en pijama! ―lo reprendo.
Se da la vuelta, se sienta al borde de la cama y se estira, alzando los brazos.
―¿Por qué? Dormir en bóxer es más cómodo, y hasta ahora no te habías quejado. Qué terribles deben ser tus pensamientos marranos, pobrecita.
―¡Deja de burlarte! ―expreso, avergonzada―. ¿Por qué me hablas así?
―Si te hablo enojado te enfadas, si te hablo coqueto te enojas.
―No... no es cierto, solo no entiendo tus actitudes ―murmuro.
Se levanta de la cama, y sigo pudiendo admirar su buena espalda. Malditos pensamientos, los cuales no paran ni un segundo. No es justo, ¿por qué ahora soy yo la desvergonzada? No comprendo. Anthony se da la vuelta, así que ahora observo su torso tonificado. Juro que no miré abajo, lo juro. Por suerte, su sonrisa me distrae en desmedida.
―¿Por qué? Yo creo que anoche, tuvimos una muy buena conversación. Al fin charlamos de forma civilizada. Bueno, fue sobre el techo de la casa y yo estaba casi sin ropa, pero no nos encontrábamos corriendo ni gritando. ¿No lo crees?
―Ayer no hablamos, ayer nos besamos ―le recuerdo.
Se ríe.
―¿Fue lo único que te quedó de nuestra conversación? ―Vuelve a reír―. Eres una cochina. Bien, de acuerdo, me iré a duchar, y después te llevaré a la iglesia, ¿contenta?
―Sí ―expreso tímida y espero a que se retire.
Apoyo con fuerza mi cara en el colchón de la cama, entonces chillo, desesperada. ¡Ay, no! ¡¿A dónde se fue mi Anthony gruñón?! Quizás me ve como su igual, ahora que yo también tengo pensamientos cochinos.
¡Ay, diosito! ¿Qué haré?
~~~
Viajamos por Norville, hasta llegar a la iglesia. No la había visitado nunca, por aquí hay más casitas. Conocí a un párroco una vez, vino a casa de mis padres, también puede que esté el que nos casó o quizás nos encontremos con el cura que vino al velorio de Anatoly. Entramos a la capilla y en efecto, es este último. Será la primera vez que hable con él, supongo.
―Padre Scarman ―lo saluda mi esposo.
Lo tengo más cerca, así que me percato de que no puedo percibir sus pensamientos.
―¡Un demonio! ―chillo y hasta lo señalo.
La gente en las bancas se queda en shock, ante mi aclaración en voz alta, y mi esposo baja mi mano, despacio. Por su parte, el cura, de una forma extraña, se mantiene tranquilo y sonriente.
―Calmémonos, no ha pasado nada, así que deberían retirarse ―pronuncia el castaño y es como si el ambiente tenso hubiera desaparecido, como si yo no hubiera dicho nada raro, entonces toda la gente le hace caso―. Querida hija del Señor, en esta capilla no decimos blasfemias ―me da un sermón.
―¿Cómo...? ¿Cómo lo hiciste? ―Observo que ya no hay nadie, entonces cuando me giro a mirarlo, visualizo sus pupilas alargadas―. ¡Ah, lo sabía! Un segundo... ―Miro para todos lados―. ¿Y Anthony?
―Tengo la habilidad de dar órdenes, sin necesidad de comprar almas, él se fue con los otros humanos.
―¡¿Compramos almas?!
Se ríe.
―No, eso sería blasfemia.
―¿Te burlas de mí? ―Frunzo el ceño por su sarcasmo.
―Bueno, tú revelaste mi identidad, tengo derecho. No lo vuelvas a hacer o te irá muy mal ―advierte, aunque su tono es muy tranquilo.
―Señor Scarman...
―Dime Atrell.
―Atrell, ¿yo también tengo una habilidad? ―Me señalo―. Asthur Wedengraf dijo que sí, ¿lo conoce?
―Conozco a todos los demonios en el pueblo, aunque algunos no me conocen a mí. ―Se me aproxima al rostro y lo retrocedo―. ¿A qué has venido?
―Me vine a confesar, pero si conoce a todos, quizás pueda ayudarme. ¿Sabe quién es Uxío? Sé que murió por mi culpa. Necesito encontrar a su amigo, otro demonio, el que quiere atraparme o matarme. No estoy segura.
Sonríe, entonces veo sus miles de colmillos.
―Me pregunto si tienes mucha suerte o el fantasma de Uxío te quiere tender una trampa.
Pongámonos modo análisis: Tenemos tres cosas importantes que resolver en este libro, pues la trama romántica tardó, pero al fin se está ajustando. Primero, todavía no ha aparecido el amigo de Uxío. Segundo, no sabemos qué quiere su fantasma. Tercero y último, pero no menos importante, la conexión que hay entre Anthony y Norville. Este libro es tan difícil hasta para mí.
Saludos, Vivi.
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