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capítulo uno
A WHOLE CLICHÉ
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Las ruedas flameaban por el pavimento, acelerando su paso sin saber lo que provocaron, desde entonces fue un viernes oscuro que aquella persona no logró olvidarse más.

Inconscientemente me ordené despertar, mi mano derecha dirigida a mi pecho, mientras se expulsó todo el aire que retenía. Al tiempo que me senté en la cama con temor. Otra vez sucedía. Otra vez esa constante mierda de noche tras noche.

—¿Bryanne?—me llamaron luego de que los pases llegaran hasta mi dirección—. ¿Qué ocurre cariño?

Negué levemente junto a una sonrisa, que a decir verdad seguramente ni logró acercarse a eso. Pero me importaba más no preocupar a Joyce, porque merecía estar tranquila, no podía arruinar la poca paz que surgió luego de todo lo que paso.

—Nada...Estoy bien—mentí, luego de posar mi mano sobre la suya.

—Estás sudando—murmuró, ahora manteniendo el tacto sobre mi frente.

—No es nada tía, no te preocupes.

Me miró insegura luego de que dijera esas palabras, pero cuando pareció convencerse alejó cada una de las manos que examinaban mi rostro y sonrió.

—El desayuno ya está listo—palmeó mi pierna y se encaminó fuera de nuestra habitación.

Suspiré frotando mis ojos, la luz del día tiene al sufrimiento marcado sobre sí. Y ya que la rutina había vuelto me costó admitir que debía regresar a la secundaria. O más bien denominada en mi cabeza como la prisión.

Estiré mis brazos y cuando menos lo esperé ya terminé de colocarme la ropa, que constaba de unos mom jeans, un jersey de cuello alto y unos tenis cómodos. Y cómo me quedaba ir al baño a peinar mi cabello, empecé el recorrido al cuarto sin contar con que terminaría por encontrarme con Will.

—¿Todo en orden campeón?—pregunté con el ceño fruncido y una sonrisa confusa.

La sonrisa desapareció de mi rostro ante mi estúpida pregunta. ¿Cómo podría estar bien después de todo este año caótico?

—Sí...Sí...Todo está bien.

Seguí con la mirada los pasos que dió hasta su habitación. Y supe que eso era un devoto no.
Que no estaba bien y que al parecer no era la única que mentía en cuanto a sus pesadillas, pero tampoco quería presionarlo porque es lo menos que necesitaba.

Recogí la mitad de mi cabello en una coleta, no sin antes desarmar las ondas que se crearon en él con el paso del tiempo y que adornaban toda mi cabeza.
Ella volvió a mi mente en ese preciso momento.
Miré mi reflejo sin expresión, sabiendo que aunque sonriera frente a todos y lo fingiera tranquilamente; yo misma me sentía una idiota por hacerlo.

Negué con la cabeza, despejando cada pensamiento o recuerdo que divagara en mi cabeza al estar solo conmigo misma, y salí del baño una vez haber terminado todo.

Llegué a la mesa que me resultaba el pequeño lugar donde surgía la charla entre todos nosotros juntos y me coloqué en mi asiento, teniendo a Jonathan frente a mis ojos totalmente perdido en sus reflexiones mientras que sus dedos no dejaron de acariciar el lente de la cámara.

—Seguramente estas imaginando que el lente es Nancy—bromee divertida, sin que fuera sorpresa verlo atento luego de escuchar el nombre de ella.

Él podía estar ignorando todo pero si ella aparecía o la nombraban, él no podía hacer oídos sordos.

Me miró fastidiado y negó, y aunque bajó la mirada supe que sus mejillas se tornaron rosadas.

Llevé el vaso de jugo a mis labios, pero antes de darle el primer sorbo mi vista se centró en la imagen que decoraba el cartón de la leche.

—Lo has visto también—murmuró incómodo y con cierta pena en su voz.

No pude emitir palabra alguna, porque mirar el rostro sonriente de Barbara seguido de frases como "Perdida" o "¿La has visto?" u otras cosas similares, me hicieron sentir impotente.

—Es cruel...—sisee, tomando de la bebida como si así pudiera aliviar el nudo que apareció en mi garganta.

—Lo sé—respondió cabizbajo.

La señora y el señor Holland estaban viviendo una odisea que todos nosotros ignorábamos.
Y en algunos momentos no supe descifrar qué era lo peor, si saber la verdad tan cruel o no saberla.

—Barb...Iré a tomar algo—anuncié jugando con las puntas de mi cabello y mirando con desaprobación las latas de cerveza, porque hoy no quería tomar alcohol—. ¿Quieres que te traiga un poco?

—Estoy bien, Bree—sonrió, acomodando el marco de sus lentes sobre el tabique de su nariz.

Devolví la sonrisa y entre a la gran casa de Steve, buscando otra bebida que no sea una alcohólica.
No necesitaba emborracharme como todos los demás, no sabía bien qué hacía aquí pero Nancy me rogó que viniera y Joyce quiere que socialice con alguien más que no sea solo la hija mayor de los Wheeler. Al menos conocí un poco más a su amiga para matar el tiempo, mientras que Steve se encargó de quitarle la última pizca de inocencia a mi mejor amiga.

Giré sobre mis talones luego de servir agua en un vaso, pero antes de que pudiera volver a la piscina junto a Barb los dos amigos de Steve, que al parecer eran pareja, se encontraron frente a mis ojos.

—¿Hola?—reí burlona al verlos tan sospechosos.

—¿Puedes venir con nosotros?—preguntó apresuradamente la chica, que se llamaba Carol; según su colgante color plata.

Miré a ambos de hito a hito pero asentí despreocupada, dejando reposar el vaso en una mesa de madera, para que me guiaran a la planta superior de la casa Harrington. El chico abrió una puerta de madera clara que nos dejó al descubierto una habitación con una cama de dos plazas y luces tenues.

—¿Qué se supone que quieren?

—Así que son lentas las de Carmel—bromeó el chico, mientras que a sus espaldas su novia se dejaba caer en la cama.

—No sé de qué están hablando—murmuré nerviosa. Notando que tramaban algo.

Se echaron a reír mientras el único hombre de la sala dejaba caer su chaqueta al suelo, y se acercaba de a poco hasta a mí; dejándome acorralada entre la puerta y él.

—Ya lo sabrás—respondió coqueto mientras que jugaba con un rulo que cayó sobre mi ojo derecho—. Hoy más que nunca te divertirás.

Comenzó a bajar el cierre de la chaqueta grisácea que traía puesta por lo que separé sus manos de mi ropa, dispuesta a irme, sólo que tomó mis muñecas y me volvió a acorralar.

—Por favor...¿No crees que es divertido esto de experimentar nuevas cosas?—interfirió Carol mirándome divertida, ahora estando semidesnuda—. Tu amiga Nancy si que se divierte, todos sabemos que será así hasta que Steve se canse de ella ¿Por qué no nos podemos divertir los tres juntos?

No podía estar hablando en serio.

—Me acaban de conocer hace tres horas—masculle empujando al chico y señalando a ambos—. Ustedes dos, dan asco.

—Eres muy atractiva, lastima que seas toda una virgen.

Ahogué mis ganas de abofetear al novio de Carol, y me largué de allí con una furia increíble, escuchando sus risas un poco distorsionadas porque ahora ellos estaban encerrados.
Estos dos si que eran ideales el uno para el otro, su idiotez era compartida.

Llegué al patio buscando por todos lados a Barbara, no estaba en la piscina y eso fue lo suficiente para hacerme preguntar por qué se había ido si me dijo que se quedaría hasta que Nancy quisiera irse.

—¡Muy bien, hora de ponernos en marcha!

El anuncio de la tía Joyce acompañado de sus aplausos captó toda mi atención, tanto así que terminé el cereal de miel en un instante para luego llevar todo al lavabo de la cocina.

• • •

Escuela Secundaria Hawkins. Creí que nunca más leería el gran cartel que decoraba a la institución.
Negué entre un resoplo, y junté todas mis fuerzas por salir con la sonrisa más fingida posible pero no logré nada porque mis ojos pusieron en blanco y dejaron al descubierto mis ganas de dar la vuelta y salir de una buena vez.

Escuché a mi tía advertirle varias cosas a Will, pero no fui capaz de escucharla porque volví a centrar la vista en varios papeles pegados sobre los muros de la escuela con la cara de Barbara en ellos.

Maldije por haber alentado junto a todos los presentes en esa fiesta cuando ella estuvo por beber de la lata de cerveza, sólo así logró cortarse y sólo así desapareció de nuestras vidas.

—¿No vas a salir?

Pestañeé varias veces encontrándome con Joyce mirando expectante, era la única adolescente que no bajó de su auto.

—Cuando salga de aquí ya no sabré lo que es la felicidad—bromee con tono gruñón y me despedí de ella con un beso tronado en su mejilla.

Su auto se comenzó a alejar mientras que ella miró insegura a la dirección de Will.
Casi imposible pareció serle creer que estaba junto a nosotros.

Una mueca de desprecio se infundió en mi rostro al quedar cara a cara con la "prisión" estudiantil.
Chasquee mi lengua y antes de dar unos pasos para encaminarme a ella, un auto azul pasó tan velozmente que me hizo respingar.
Petrificada en mi lugar vi salir de allí a una pelirroja de aproximadamente la edad de Will y de sus amigos, con una expresión de enfado seguramente igual a la mía.

Y luego, del lado del conductor salió de allí un chico de melena rubia y un cigarro entre sus labios, luciendo sus prendas entalladas de mezclilla.

—¡Tú!—grité enfadada y con mi dedo señalándolo—. ¿Quién te crees que eres?

Me observó de arriba a abajo y soltó una carcajada que me resultó maniática, el humo que retenía luego de darle una jalada al cigarro me invadió las fosas nasales y rápidamente lo dispersé asqueada.
Tosí exageradamente, aunque sabía que no me hacía tanto daño como el que él estaba haciéndole a sus pulmones.

—Fuera del camino—calló inesperadamente para luego seguir—, enana.

—Es una escuela, estereotipo andante—recordé obvia—. Si manejas así podrías atropellar a alguien y si eso pasa...

—Ya, ya, ya—me hizo callar al tirar su cigarrillo al suelo y lo pisarlo—. Me importa una mierda lo que digas y lo que la escuela de este pueblo asqueroso diga ¿Estereotipo andante? ¿Quién te enseño a insultar? ¿Una monja?

Volvió a reír. Esa risa ya resultando insoportable.

—No debes saber lo que significa—respondí con autosuficiencia y cruzándome de brazos—. Pero eres eso, el chico malo que intimida a todos ¿Verdad? Lástima que no tengas una motocicleta, ahí estarías completo.

Me miró fastidiado con sus labios se formándose en una línea recta, y ante su mirada logró sentirme menos casi...Indefensa.

Noté que sus ojos eran azules y que su imperceptible barba lograba hacerlo ver mayor.

Al terminar de observarme siguió su camino, dejándome extrañada, pero fue lo que menos me importó porque aunque sea logré hacerlo callar y eso era lo único que necesitaba.

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