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capítulo once
THE PURE GIRL AMONG
THE IMPURITIES (2/2)
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No fue sorpresa que el ambiente apestara a alcohol, casi como si mágicamente le quitara toda la belleza a la casa con sólo un olor. Y el descontrol de la fiesta solo significaba que al otro día estaría arruinada.
—¡Hargrove quieren robarte el puesto!
El grito de aquel chico me hizo despabilar, y de tal forma comprendí que otro adolescente, que parecía tener unos quince años, nos escrutaba con la mirada manteniéndose al lado de un gran recipiente del que supuse que tenía cerveza.
Billy tensaba su mandíbula mirando hacia el par mientras seguía con el cigarrillo destilando humo.
Soltó mi mano pero luego de dar varios pasos lejos de mí pero retrocedió el camino, empujando a todos los borrachos en su recorrido, para quedarnos frente a frente nuevamente.
—Ve a defender tu puesto, Hargrove—me burlé, dejando que mi cabeza señalara a los dos de la planta baja—. ¿Te olvidas de algo?
—De hecho sí—murmuró con un tono coqueto a la vez que sus manos se posaron en mi cintura, haciéndome girar sobre mi lugar, hasta tener la espalda pegada a la pared. Sonreí antes de que sus labios se conecten a los míos en sintonía, dejándonos casi sin aire tras varios besos.
—Impresióname.
—Eso es pan comido—guiñó su ojo y bajó las escaleras con tranquilidad, como si ni siquiera pensara en las grandes cantidades de alcohol que entrarían en su cuerpo.
Dejé todo mi peso recargado en el barandal de la escalera mirando extrañada a Tommy, quien le susurró algo a Billy que el otro pareció ignorar.
Y no tardé en rodar los ojos al ver a la parejita del pecoso y a él venir a mí.
—Martin—canturreó el chico, colocándose frente a mí y con su brazo rodeando a su novia.
—No es un placer verlos—respondí tajante.
—¿Sabes? Me estaba preguntando...—habló Carol—. ¿Cómo es posible que una virgen como tú pueda conquistar a un chico como Billy Hargrove?
Suspiré cerrando mis ojos, tal vez creyendo que así me controlaría. Pero sabía muy bien que estaba a nada de preguntarles qué les importaba.
—Las vueltas de la vida.
—¿Estas segura de eso?—desafió Tommy.
Estaban tramando algo y yo era la única que no lograba entender su jugada.
—No voy a hacer esto—negué bajando los escalones que me quedaban.
Tommy me tomó de la muñeca, haciendo que los mire a ambos otra vez.
—No seas imbécil, Bryanne—masculló—. Abre tus malditos ojos.
—Los tengo bien abiertos, y no voy a escucharte ni un segundo más.
Me solté de su agarre bruscamente, sabiendo que mi respiración descontrolada se debía a la furia que esos dos lograron hacerme tener.
Pero también, por un minuto sentí que tenían razón.
—¡Todo es un trato!—exclamó Tommy, bajando las escaleras de par en par.
—¿De qué...?
Mi boca se abría ligeramente, dejando que todo mi aliento saliera poco a poco y mi corazón bombeara sangre a ritmos que nunca imaginé.
—Hizo un trato conmigo para que dejaras de ser virgen—río burlonamente—. ¿Realmente pensaste que sintió algo por ti?
Ese fue el momento en el que sentí que Billy siempre tuvo razón. Era una ingenua, que estaba atrapada entre dos tipos que jugaban con su virginidad y que nunca se había dado cuenta hasta que la noticia llegó como un balde frío.
—No llores bebé...Tal vez nos hizo un favor a ambos.
Su mano acarició ligeramente mi mejilla y lo único que respondió la palma de mi mano fue estamparse contra su mejilla pecosa.
Sin importarme el grito ahogado de los demás, corrí hasta la puerta principal con las lágrimas soltándose sin parar. Estaba rota y a quien menos necesitaba ver era a Billy Hargrove. Quien lamentablemente me había arrebatado la virginidad luego de aceptar el trato del maldito de Tommy. H.
Mientras el viento insoportable se encargaba de helarme la piel, recordaba la fiesta de Tina. La primera vez en que me había sentado en el Camaro de Billy, él estrechaba su mano con la de Tommy mientras que miraban hacía mi dirección.
¿Por qué el Californiano siempre estaba donde yo estaba? Era obvio. Porque quería cumplir con el trato que aceptó.
¿Por qué me hizo gastar tanto tiempo en una mierda como él?
O peor. ¿Cómo pude enamorarme de Billy Hargrove?
• • •
Cada paso que di pareció no cansarme, y pensar de que fue un largo camino por recorrer. Lo único culminante en la noche estrellada de Hawkins era el frío y, con tanto silencio por las calles, me avergonzaba pensar en que solo mis sollozos eran lo único audible.
No sentía nada más que odio y vergüenza.
Me sentí impotente. Una inútil. Sucia.
Una presa que acababa de darse cuenta que la persiguieron todo este tiempo. Mientras que todos lograban descifrarlo, la muy idiota creía estar a salvo. Pero no. Finalmente la destrozarían en mil pedazos por no abrir los ojos. Por no precaverse.
Suspiré mirando la casa de mi tía de hito a hito, en todo este tiempo no pensé en la reprimenda que recibiría. Y a falta de querer inventar algo me saldría desde el más profundo humor seco "Huí para acostarme con Billy Hargrove. Ah y sí, él sólo jugaba conmigo".
En el frente estaba aparcado un coche policial y de lejos percibí la luz de la sala de estar prendida, pero lo más extraño era la ventana hecha trizas.
Rocé mi dedo indice por el final de mi ojo derecho, al mirarlo descubrí un manchón negro difuminado y gotas mojarlo ligeramente.
Debía lucir fatal. Con los párpados negros por el rimel y la zona de ellos más roja de lo normal.
Sin pensarlo tomé el picaporte de la puerta, esperando torpemente que se encontrara sin cerradura, y extrañada entré a casa de un tirón.
Mi cuerpo se tensó y solté un grito ahogado cuando frente a mis ojos dos armas de fuego, un bate lleno de pinches y una resortera amenazaban mi presencia.
—¿Qué mierd...?
Las cuatro personas bajaron sus armas al reconocerme y un escalofrío me recorrió el cuerpo de sólo pensar en que pude haber perdido la vida.
Entre ellos apareció Joyce con una expresión sorprendida, y corrió a mí sin importarle que empujó a casi todos.
—¿Dónde estabas?—masculló con enfado.
El humor seco con el que pensaba responder desapareció y solo miré nuestro alrededor con temor.
—¿Me puedes explicar qué es lo que ocurre?—exigí con mi ceño fruncido—. Llego aquí y ya me están amenazando con un arma ¿¡Qué mierda es esto!?
—Te pedí que te quedaras aquí y me desobedeciste Bryanne ¿Tienes idea de lo preocupada que estuve al llegar aquí y no verte?—preguntó con un tono tan serio que me intimidó—. Te hago yo a ti la pregunta ¿Qué mierda te está sucediendo? ¿Dónde te fuiste?
La visión se me comenzó a distorsionar cuando sentía que los ojos se me volvían a llenar de agua salada otra vez. Allí terminaba mi estabilidad.
—Solo un favor te pedí ¿Qué fue tan importante como para irte?
Cerré mis ojos y por mi mejilla volvió a sentirse una lágrima resbalar, y mi cuerpo solo creyó que la mejor opción sería buscar refugio en los brazos de mi tía. No solucionaría nada pero lo necesitaba.
—No tuve que hacerlo...—me retracte en su hombro. Ya no me importaba que los demás me vieran en este estado, ya no me interesaba—. No tuve que irme.
—Tranquila, cariño—susurra y sorpresivamente noto que ella también llora—. ¿Qué ocurrió?
Dos manos se posaron en mis hombros luego de separarme de Joyce. Y al girar me encontré con Steve y Nancy preocupados.
—Yo...No quiero hablar de eso ahora—murmuré secando mis lagrimales—. ¿Cómo está Will?
Los tres se repartieron miradas inseguras pero la única en hablar fue Joyce.
—Él esta peor, debemos llevarlo a otro lugar para desaparecer un virus que tuvo todo este tiempo en él, un virus que lo está controlando—explicó—. Y debemos cerrar el portal.
—¿Cerrar un portal?—entrecerré mis ojos y ladeé mi cabeza—. ¿Cómo podremos hacer eso?
—Nosotros no lo haremos, pero ella sí.
Voltee a ver a Hooper, mantenía su arma en mano y el semblante serio, a la vez, se hizo a un lado para dejarme ver a quien menos esperaba.
—¿Eleven?—sonreí atónita y ella devolvió la sonrisa—. ¿Cómo...?
Lleve una mano a mi nuca y la rasque nerviosa aún pensando con la mirada gacha.
—Hay otro problema—inquirió Nancy—, no sabemos dónde llevar a Will, debe ser un lugar que no logre reconocer.
—Tengo el lugar—aclaró Hooper mientras se apartaba de nosotros.
Y en minutos nos encontrábamos preparando todo, y la culpa se volvió a presentar en mí cuando vi a Will envuelto en la manta que usé antes de irme. Se veía tan débil y yo no le presté ni un poco de atención durante este tiempo. De todas formas ayudé a buscar aparatos que pudieran transmitir calor, según mi tía eran imprescindibles para matar a lo que habitaba en Will, y por el momento había encontrado entre la cocina una pantalla de calefacción.
Salí de la casa al patio trasero, observando todos los elementos tirados que provenían del pequeño armario exterior y a mis dos amigos charlando por lo bajo, donde la incomodidad los sumía.
—Nance—la llamé al ver que no había notado mi presencia y luego del llamado le extendí el aparato—. ¿Irás con Jonathan y Joyce? Creo que esto servirá.
Mi amiga pareció buscar aprobación en el rostro de Steve, pero este sólo la ignoró mientras se encargaba de buscar más cosas.
—Es de gran ayuda, gracias Brynn—susurró entre una pequeña sonrisa tras aceptar lo que encontré—. Yo...Iré a prepararme.
Este ambiente no hacía más que empeorar y sin esforzarme descifre que esos dos ya no estaban en buenos términos. Así que una vez que Nancy me dejó a solas con Steve decidí hablar.
—¿Problemas en el paraíso?—rebusque entre las cosas junto a él.
—¿Se lo puede llamar así a algo dónde ya no queda nada?—ironizó con amargura—. Veo que te perdiste de mucho estando con ese Hargrove.
Suspiré y dejé lo que estaba haciendo para mirarlo atentamente.
—Créeme, eso ya lo sé Steve—hablé entre dientes.
—Entonces supongo que tú también tienes problemas en el paraíso—bromeó mirándome fijamente.
Más de uno. Obvio que sí.
—Paraíso le queda muy grande a Billy.
—Tu y yo debemos hablar sobre eso—dijo mientras me señalaba a mí y a él mismo.
Realmente necesitaba descargarme con alguien y ahora maldecir a Billy Hargrove me parecía lo mejor.
—Ven aquí—habló con la voz ronca mientras colocaba un brazo sobre mis hombros.
Sonreí tristemente y rodeé ambos brazos sobre su espalda, creando así un abrazo que logró hacer desaparecer el frío de la noche.
—¡Ustedes dos!—giramos con un susto evidente para ver a Dustin en una de las ventanas abiertas—. ¡Ya se van, entren!
Obedecimos al niño de rulos y miramos a Hooper explicarle algo a Jonathan, una vez de que nos encontrábamos en el frente de la casa. Vi a Steve mantener su mirada en Nancy cuando subió al auto que buscaría liberar a Will, de alguna forma sabía que se preocupaba por ella.
—Ten mucho cuidado—le rogué a mi tía mientras la envolvía en un abrazo a modo de despedida.
—Lo tendré—aseguró mientas guardaba el aparato de calefacción en el baúl del coche—. Que no les suceda nada a esos chicos.
Asentí con seguridad mirando al grupo de amigos de Will. Nos tocaría a mí y a Steve ser sus niñeras mientras los demás corrían riesgo de toparse con criaturas sobrenaturales.
[...] Junté todos los pedazos de vidrio esparcidos por el suelo pasando mi vista por todos mis compañeros de aventuras. Mike jugaba con un lápiz sobre la mesa, probablemente pensando en ideas; la hermanastra de Billy y Lucas miraban con atención cada paso que comenzó a dar él por toda la casa. Mientras que Steve y Dustin liberaban espacio en el refrigerador, el primero sostenía un Demo-dog (como los apodó Dustin) entre sus brazos.
—¿Es muy necesario?—se quejó el mayor—. Es decir...Por favor...¿Con qué sentido?
—¡Es un hallazgo científico revolucionario!—exclamó el de rulos con indignación—. No podemos enterrarlo como un mamífero, no es un perro.
—No creo que a Joyce le gusté encontrarse con esa cosa en su refrigerador—repliqué con obviedad.
Sin hacernos caso, Steve se rindió ante la terquedad de Dustin y guardó a la criatura en el electrodoméstico.
—Mike ¿Te puedes quedar quieto?
Escuché a todo oído el pedido de Lucas, quien miraba con exasperación al hermano de Nancy.
—No estuviste ahí Lucas, habían cientos de esas cosas en el laboratorio.
—El jefe la cuidará.
—Ella no necesita protección—corrigió Max, acercándose a Mike con Lucas a su lado.
—Si el jugador dicta una jugada, no se discute. Se hace—ejemplificó Steve con torpeza.
—No es un estúpido juego—bufó Mike—, y en rodo caso no estamos jugando. Estamos en el banco.
Tenía razón. Aquí no hacíamos nada que pudiera ayudar a los demás.
—¿Y qué más podemos hacer, Mike?—pregunté con esperanza de hallar una solución—. No podemos hacer nada más.
Nos miramos entre todos buscando una opción pero el único en tenerla fue Dustin.
—Eso no es totalmente cierto—comenzó a hablar—. Los demo-dogs tienen mente de enjambre, huyeron del autobús cuando los llamaron.
—Y si los distraemos...
—Liberáremos el laboratorio.
—¡Y luego todos morimos!—se negó Steve.
—No—corrigió Mike mientras comenzaba a caminar observando todos los dibujos—. Tengo una idea.
Seguimos su caminata a la par y señaló un punto entre todos los papeles.
—Aquí el jefe hizo un hoyo, por aquí podremos entrar a los túneles—volvió a caminar hasta señalar otro punto más alejado—. Esto es como una cueva, todos los túneles convergen en este lugar, si lo incendiamos...
—De ninguna manera—volvió a negar Steve.
—Si lo incendiamos el desuellamentes traerá a su ejército para detenernos.
—Y al llegar a la salida El cerraría el portal.
Realmente esos chicos eran unos cerebritos.
Pero aunque aceptáramos nosotros la excepción era Steve, quien estaba seguro en que era un plan directo a la muerte.
—Eso no sucederá, prometí cuidarlos idiotas y eso es lo que haré—derrocó la idea—. Nos quedaremos en el banco y esperaremos a que el equipo titular haga lo suyo ¿Está claro?
—Que no es un estúpido partido.
—Necesitó un "sí"—me miró—. Diles que es una locura Brynn.
Los cuatro niños me miraban expectantes mientras Steve parecía rogarme que lo apoyara.
—No es una locura, es nuestra oportunidad—respondí con cautela—. Vi como mirabas a Nancy cuando se fue, si los demo-dogs atacan el laboratorio luego irán por ella y luego vendrán por nosotros.
Que positivismo.
Steve suspiró con exageración llevando sus dos manos a la cabeza y caminando por los pasillos.Y cuando pareció querer reclamar mi pensamiento un motor sonó desde afuera.
Billy.
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