Quien golpeaba tu puerta, era un delgado tigre, era Abel.

-¿Cómo estas David? Estaba pasando por aquí, y decidí saludarte- dice sonriente.
-Oh, que sorpresa, pero¿cómo conoces mi casa?- dices sonriendo algo confuso.
-¿No recuerdas? Te traje después de aquella fiesta- ambos se sonrojan, rascas tu nuca nervioso.
-Jeje, lo siento, es que esa noche estaba muy pensativo. Después de eso...- él solo te sonríe tímidamente.

-¿Quieres pasar?- te corres a un lado dejando libre la entrada.
-¿No será una molestia? Antes de golpear escuché que estabas hablando con alguien- ahora si crees en lo que dicen de la audición de los felinos.
-No hay problema, eres bienvenido cuando quieras- sonríes alegremente.

El felino se sonroja. Te parece tierno.

Continuará...