21.
Lo inevitable.
Con Jamia en mi vida todo comenzó a seguir su curso natural. Volví a hablar con Mikey y junto a él, Bob, Evan y los chicos salí un par de veces. Me sentía tan bien conmigo mismo y se notaba. Volví a escribir y ya no eran sólo canciones deprimentes. Mi madre y mi hermana se dieron cuenta de mi cambio también, estaban felices por mí.
Y entonces descubrí que seguir encerrado en mi habitación durante todo el día no ayudaba nada en lo absoluto. Una barba que nunca antes tuve comenzó a crecer y también se sumaron unos kilos demás. Estaba comenzando a parecerme al hombre en las fotografías de mamá. Y realmente no quería ser una versión miniatura de mi padre.
Así que conseguí un trabajo.
Era en una pequeña cafetería que urgentemente necesitaba meseros y luego de un par de semanas pude dominar a la perfección el oficio. Las propinas eran buenas y el ambiente también lo era. La barba había desaparecido y había un nuevo brillo en mis ojos.
Finalmente estaba siendo útil.
Hasta que claramente algo tuvo que pasar. Fue un día lunes (siempre odié los lunes). El reloj marcaba cerca de las cuatro de la tarde y mi turno estaba ya por finalizar. El local estaba casi vacío hasta que de pronto entró alguien.
Y sí, ese alguien era Gerard.
Yo tenía un par de tazas sucias en las manos y sólo Dios sabe lo cerca que estuve de lanzárselas en la cara. Pero no quería que me las descontaran de la paga diaria, así que fui a dejarlas a la cocina, bebí un vaso de agua y luego regresé. Y él seguía ahí, sólo que ahora había tomado asiento. Mi jefe me dijo que fuera a cambiarme ropa, que ya podía irme y que él lo atendería. Pero yo me negué y le dije que no tenía problemas en atender una mesa más.
Me acerqué a él y me detuve junto a la mesa.
— Hola, Frank. ¿Trabajas aquí? —dijo él y me dedicó una sonrisa que me hizo temblar de pies a cabeza.
— ¿No lo sabías? —respondí con la mayor seriedad que había podido juntar. Él negó una vez y luego lanzó una carcajada.
Y yo seguía temblando.
— Bueno, sí sabía —agregó, y antes de decir algo más mordió su labio inferior. Esos labios que yo alguna vez besé—. Mikey me lo dijo.
Anoté mentalmente darle una merecida patada en las bolas a Mikey.
— ¿Vas a pedir algo o sólo vienes a saludar?
— Quiero un café helado —respondió él con el mismo tono que yo empleé, y mi estupidez me hizo sentirme culpable por haber provocado aquello.
— Estoy por salir del trabajo... si quieres podemos ir al parque y hablar, ¿Te parece?
Él asintió.
Le pedí el café helado a mi jefe y tomando su palabra fui a prepararme. Aparte de mi camiseta de trabajo tenía una de color verde y bastante desteñida, lucía terrible, pero no podía hacer nada al respecto así que me la calcé. Luego me puse algo de perfume y al darme cuenta que se me había pasado la mano corrí al baño a lanzarme agua encima. Y para cuando salí con mi mochila al hombro era un desastre verde y empapado.
Asombroso.
Mi cabello estaba pegado a mi cabeza y realmente lucía desastroso... y encontraste estaba Gerard. Con sus negros y ajustados jeans, con su bonita chaqueta de cuero y su perfecto cabello negro. Su rostro seguía siendo tan hermoso como siempre y estaba increíblemente delgado.
Gerard, tal y como antes, era todo lo que yo nunca sería.
— ¿Estás listo? —dijo volteando la cabeza hacia mí, y aunque me avergonzaba yo asentí. Él pagó el café helado que ni siquiera se había terminado y juntos salimos de la cafetería. No estaba demasiado lejos de casa y no sabía a dónde quería ir él así que tomé mi bicicleta y comencé a caminar a su lado, mirándole de reojo cada tanto.
— ¿Vamos al parque? —ofrecí, y él asintió.
— ¿Qué ha sido de tu vida, Frankie?
Preguntó luego de una larga, silenciosa y tortuosa caminata hasta nuestro destino. Mi bicicleta estaba acostada en el césped y bajo un árbol estábamos nosotros dos. Él con su espalda recta y perfecta, yo encorvado y asustado.
— Estoy trabajando... y, uh, a veces compongo canciones. Hace poco nos presentamos con unos amigos en un, uh, sótano y tocamos algunas canciones de los Foo y fue bastante genial.
— Asombroso —dijo él.
— ¿Y tú? —pregunté por cortesía.
— Nada muy interesante... sigo en New York, estoy trabajando como interno en un museo y gané algo de dinero así que junto a Bert nos fuimos a vivir juntos, él igual está trabajando y su banda está por grabar su primer disco, es genial. Aparte de eso conseguí una beca y entré a estudiar a la universidad de Artes Visuales.
Fruncí el entrecejo, eso era realmente genial. Muchísimo más genial que cualquier cosa que yo alguna vez pudiera hacer. Y no pude evitar sentir envidia, pero no por él sino que por Bert. Quizás si no fuera por él sería yo quien estaría viviendo en New York junto a Gerard, con una vida genial, un lugar genial y una banda que no iba a quebrarse por una mujer. Pero en lugar de eso seguía aquí, en Jersey, con un trabajo de mierda, una vida de mierda y una novia... al menos ella valía la pena.
El silencio volvió a cubrirnos y durante varios minutos me quedé mirando al césped y eventualmente alzaba la mirada y me lo encontraba mirándome sin vergüenza alguna y cuando nuestras miradas se encontraban él sonreía y yo intentaba hacer lo mismo pero a sabiendas que no podía volvía a mirar al césped... realmente no podía dedicarle sonrisas, seguía estando tan jodidamente molesto con él. Tanto.
— Vine a quedarme por unos días a casa de mamá porque pronto estará de cumpleaños —Gerard dijo de pronto—, ¿nos veremos de nuevo?
— Sí, seguro —asentí.
Tragué saliva y luego aclaré mi garganta. Alcé la mirada al parque, a la calle, a los árboles y finalmente volví a mirarlo a él, y él seguía luciendo perfecto.
— Y... ¿cómo has estado con él?
— ¿Con Robert?
— Sí.
— Bastante bien... creo, la verdad es que no mucho —bufó—. Es que él está tan ocupado siempre. Tiene trabajo por las noches y llega a dormir hasta las tres de la tarde y luego se va a ensayos y de ahí directo al trabajo y... ya nunca estamos juntos. Yo sé que no debería decirte esto, pero es que sigo considerándote mi amigo y realmente te tengo mucha confianza y...
— Adelante —dije con la hiel subiendo por mi garganta.
— Hasta nuestra vida sexual ha sufrido, es tan frustrante. Yo realmente amo tener sexo con él pero últimamente siempre está cansado y... incluso pensé que podía estar viendo a alguien más pero es imposible, él me ama y... no me haría eso, pero yo tengo necesidades, ¿entiendes?
Yo asentí. Aunque claramente no entendía una mierda. ¿Cómo entenderlo si mientras él tenía una vida sexual allá con Bert yo seguía aquí, totalmente virgen? ¡Mi única amante era mi mano!
— Podrías... intentar hablarlo con él, si te ama tanto como dices entonces va a hacerse un tiempo para estar contigo, ¿No crees?
Gerard frunció sus labios.
— He intentado hablar con él, pero me siento culpable... él se esfuerza tanto. Si lo conocieras lo amarías, es tan buen novio y...
— Lo imagino, es el mismo tipo que te había hecho sufrir, dudo que sea tan buen novio como dices.
— Es que tú...
— ¿Yo qué? No lo conozco pero te conozco a ti o al menos creo que lo hago. Él obviamente te está usando porque es fácil para él, también te conoce pero te está manipulando. ¡No creo él que te ame como yo te amaba!
Entonces me tragué la lengua y me quedé mirándolo. Sentía mi rostro quemar y mis músculos estaban duros como piedra. Como pude me puse de pie y tomé mi bicicleta. Él me siguió, pero yo fui más rápido y me apresuré en llegar a casa.
Y para mí suerte, él no intentó ir detrás del tonto que de forma tan patética le había escupido el corazón a los pies.
frank
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