33. Victoria
Me he tirado a la cama nada más llegar a casa. Llevo mirando al techo al menos una media hora. Creo que he empezado a desvariar porque he encontrado parecidos bastante extraños escondidos entre las gotas de pintura del gotelé. En el rato que llevo analizando cada milímetro de los dos metros cuadrados del techo de mi dormitorio, me ha parecido ver la cara de Bárbara con cierto gesto agrio, un par de gatos peludos e incluso unos manchurrones que se asemejaban al señor que presenta las noticias en el canal principal.
Ni si quiera me he desvestido. Estoy tan cansada que podría quedarme dormida tal cual estoy. El problema es que mi mente siempre va más allá que mi cuerpo. Y parece que hoy, aún me quedan un par de horas de batería cerebral.
Durante la búsqueda intensiva de figuras ocultas en la pintura, también he tenido tiempo de darle mil vueltas a estos dos últimos días. A Graham, al trabajo, a mi vida... y como ya es normal en mí, no he sacado demasiado en claro.
Decido olvidarme de todo por ahora. No puedo estar martirizándome a cada segundo de lo caótica que se ha vuelto mi vida últimamente. Así que me incorporo en la cama dispuesta a hacer algo que me ayude a no pensar.
Tengo el bolso a los pies. Lo acerco como puedo tirando de uno de los asas. Cojo el móvil para ver si alguna de mis amigas o Max me han escrito para proponerme algún plan y así salir a distraerme. Nada. No hay nada. Justo hoy cuando más lo necesito. Suspiro hondo.
Por un instante me quedo embobada mirando el bolso. Entre un millón de tickets de la compra, la cartera y un par de tampones sueltos, puedo ver la grabadora que Ian me ha traído. ¡Genial! Así no hay quien deje de pensar en ese maldito tipo sexy y engreído.
La tomo entre mis manos y como cuando estás estudiando o en el trabajo y no paras de juguetear con el bolígrafo porque estás pensando en otras cosas, empiezo a pulsar el botón de "play" y "pause" un millón de veces sin prestar atención.
Pero entonces algo raro sucede. Al pulsar el botón de inicio no se escucha la grabación de las entrevistas. Puede que se haya roto. Es una grabadora muy antigua, de esas que utilizan cinta de cassette. Sé que ahora puedes grabar con el móvil o incluso comprar grabadoras de las que llevan USB incorporado como la que utiliza Kristen, pero para esto soy la más purista. Me niego a dejar de utilizar el elemento más característico de un buen periodista.
Toco todos los botones y abro y cierro un par de veces la tapadera de la cinta para ver si está atascada. Parece que todo está correcto, lo que ocurre es que alguien ha debido de darle la vuelta a la cinta para grabar por el otro lado. No recuerdo haber sido yo. Qué raro.
Dejo la cinta por el lado en el que estaba, doy al "play" de nuevo y espero unos segundos. De repente la voz de Graham inunda mi habitación. ¡Ay Dios mío!
—Hola. Me llamo Ian Joseph Graham y si estás escuchando esto es que soy imbécil. —Dice. Después se oye una risa nerviosa y una pequeña pausa.
—Sí, mi segundo nombre es Joseph gracias al rey del pop. Michael "Joseph" Jackson. Mi madre se pasaba el día escuchando su música en los 80 y pensó que sería buena idea rendirle un homenaje. Al menos no escogió Jackson. —Continúa. Y después suspira.
—Hmmm... —Duda. —En realidad no sé por dónde empezar Giselle. Bueno, Gigi. —Pausa. —Joder, ya estoy metiendo la pata. —Dice en un susurro.
Instintivamente me sale una media sonrisa, aunque aún sigo sorprendida por lo que estoy escuchando. No sé si quiero continuar, una parte de mí ya se ha dado por vencida con Graham.
—He venido al parque de nuestra primera cita con una botella de vino aún más barata que la de aquél día. Llevo toda la tarde debatiéndome entre llevarte la grabadora solo para verte un segundo aunque estés enfadada o aceptar que soy el mayor idiota de Klein y desaparecer de una vez de tu vida. Si me estás escuchando es que al final he decidido ir y que por suerte no me has tirado el aparato a la cara. Conociéndote creo que la probabilidad de que esto llegue a tus oídos es casi cero. —Respira hondo, se pausa de nuevo y se ríe ligeramente.
Se le oye nervioso. Y no me extraña. Es la primera vez que parece estar hablando de forma sincera. Y lo que más rabia me da es que no esté frente a mí para responderle.
Oigo de fondo como toma la botella y parece tomar un trago. Después tose. Se ha debido atragantar. Puede que de los nervios o de lo malo que debe estar el vino.
—Conocí a una amiga de Brittany en una fiesta de la Universidad. —Continúa. —Se llamaba Victoria. Nunca había conocido a nadie como ella. Era guapa y divertida. Tenía la sonrisa más bonita que había visto en toda mi vida.
Ahora sí que no entiendo nada. ¿Me va a contar sus ligues de la Universidad?
—Empecé a quedar con ella. Un día, otro y otro. Era la primera chica con la que había pasado más de dos noches seguidas sin salir corriendo. Y sin darme ni cuenta, ni saber cómo había pasado, me enamoré. Sí, ya sé lo que estás pensando. ¿Por qué narices me está contando esto? —Bien, me lee la mente. —Pues porque Victoria es la culpable de que yo sea un cobarde. De que tenga miedo a sentir, de que salga corriendo cada vez que paso más de dos noches con la misma chica. De que el jueves me comportara como un verdadero imbécil...
En estos momentos un torbellino de sentimientos me está destrozando el pecho. ¿Qué tiene que ver esa chica? ¿Acaso no ha podido olvidar ese amor de la Universidad? No puedo dejar de escuchar la maldita cinta. Quiero saber ya qué le pasa por la mente al hombre que ha conseguido despertar en mí tanta cantidad de sentimientos y tan dispares. Que me hace odiarle y querer estar con el a partes iguales.
—Hace cinco años, le pedí que se casara conmigo, en la inauguración de nuestra primera tienda. Había estado planeándolo durante meses. Y solo el mero hecho de pensarlo me daba fuerzas para trabajar duro para la apertura de Monky. Pero entonces... —De repente, se queda callado. Después suspira. —No sé por qué te estoy contando esto. Ha sido una mala idea... —Dice, parece que recordar la historia le duele tanto que no quiere continuar. —No importa nada. Ya la he jodido contigo, es lo único que se me da bien. —Concluye. Y después se oye cómo pulsa el botón de parada de la grabadora.
¿Cómo? ¡Me va a dejar así! ¡Pero qué narices se ha creído! ¿Cómo puede venir a contarme una historia que no sé qué tiene que ver con lo nuestro y después dejarme a medias?
Sea lo que sea tiene que decírmelo. Quiero escucharlo, quiero poder juzgar por mí misma y decidir si justifica sus actos o no. Quiero decidir si se merece la oportunidad que lleva pidiéndome todo el día. Cuando estoy a punto de levantarme de la cama para ir a buscarle y que acabe de contarme su historia, la grabadora vuelve a sonar.
—Te he llamado unas mil veces. —Dice, parece que está grabado un tiempo más tarde. —Sé que no quieres hablar conmigo y lo entiendo. Eres tan terca y tan cabezota que a veces te mataría. Bueno, no literalmente claro. —Puntualiza después de una risa nerviosa. —Tú me entiendes. Sin embargo, esa es una de las cosas que me encantan de ti. Siempre luchas por lo que quieres y te da igual todo lo que se te ponga por delante. Tienes carácter y te haces la dura, pero luego no puedes evitar sonreír cada vez que te beso.
El corazón me va a mil.
—Me encantas Giselle Greene, por mucho que me empeñe en evitarlo. Todo lo que te dije anoche era mentira. Solo era la forma más fácil de negarme a mí mismo la verdad. Pero me he dado cuenta de que no puedo seguir así. De que no quiero perder a la mujer más increíble de Klein por aferrarme al pasado...—Suspira. —Aunque quizás ya sea tarde, pienso intentarlo...
La grabadora deja de sonar. Ahora sí que sí, la cinta se ha acabado. Y yo no puedo tener más claro lo que voy a hacer a continuación. Tengo que saber qué le ocurrió, tengo que saber por qué Ian Joseph Graham tiene miedo al compromiso, por qué tiene miedo a enamorarse. Me levanto de la cama, agarro el bolso y cojo el teléfono.
—Hola Tess, soy Gigi. Necesito que Brad me haga un favor...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top