29. Espejos y espejismos

Sigue la luz. —Dice una voz susurrando.

¿Estoy muerta? ¿Cuándo ha pasado? ¿Qué narices? ¡No quiero seguir la luz! Aún tengo que hacer muchas cosas en esta vida. ¡Queda Giselle Greene para rato!

—Sigue la luz. —Repite.

Un momento. Esa voz me suena familiar. Es la de Kate. Tranquilos, Kate Moss no ha venido a decirme que siga la luz. No está enfadada por haberle quitado el puesto de musa de los grandes diseñadores. Soy más bien una musa de andar por casa.

Es Kate. Mi amiga. La brasileña. Y no. No estoy muerta. Al menos, no de momento. Pero no puedo prometer no morir en los próximos dos minutos, que tienen pinta de que van a ser los más largos de mi vida.

Acabo de pisar la pasarela. Kate está sentada en primera fila a la derecha. Debe imaginar que estoy hecha un flan y piensa que seguir las luces del borde de la pasarela van a ayudar a que me concentre y no me caiga y muera y entonces tenga que seguir otro tipo de luz. No sé si la del cielo o la del infierno. Espero que San Pedro no me guarde mucho rencor por algún que otro pecadito que he cometido. Pero eso es otro tema. Ahora lo que tengo que hacer es intentar no hacer el ridículo aquí en la tierra. Graham confía en mí. Está justo al final del largo pasillo y parece incluso que está sonriendo. Seguramente sea un tic.

A ver Gigi. Derecha. Izquierda. Derecha. Izquierda. Left. Right. Muy bien. Parece que mis pies responden y que los tacones se están portando bien. Empiezo incluso a caminar al ritmo de la música. Algo raro sucede cuando alcanzo la mitad de la pasarela. Estoy disfrutándolo. Mis músculos se relajan y contoneo la cintura, imitando a las modelos de los desfiles que tantas veces he visto. El ritmo de la música se acelera, las luces cambian y llego al final de la alfombra. Miro fijamente a Ian que está a un par de metros en la misma dirección. Él hace lo mismo y se muerde el labio. Eso sí que no ha sido un tic. Ha sonreído. Mi cuerpo se estremece y hace que me venga aún más arriba, como aquel día que bailé por toda la casa en ropa interior. Me permito el lujo de hacer un giro y moverme seductoramente frente a él. Doy la vuelta y vuelvo triunfante hacia las cortinas. El humo del cañón me hace desaparecer entre aplausos y las ovaciones de Kate y Max, que han estado gritándome cosas durante los escasos dos minutos que ha durado mi paseo.

Estoy pletórica. Ha sido increíble. He recordado todas las sensaciones que la moda ha despertado siempre en mí y por lo que decidí hacer el máster.

Ray me espera al otro lado para felicitarme.

—¡Ha sido increíble! ¡Oh mi musa! ¡Espectacular! ¡Enséñame cómo se mueven esas caderas! —Dice exaltante.

No quepo en mí de gozo. Chúpate esa Brittany. Yo también puedo desfilar con mi altura de ratón y mi pelo de zanahoria y hacerlo de maravilla.

Después de eso, Steve Ray sale a la pasarela para saludar al público. Graham hace lo mismo y se coloca junto a él. La gente no para de aplaudir. Todas las modelos salimos una tras otra para dar una última vuelta y lucir de nuevo los estilismos. Ya no estoy preocupada por caerme, tropezarme o acabar haciendo el ridículo. Todo ha salido genial. Y eso en parte me molesta. Aún no he olvidado lo enfadada que he venido. Sigo dispuesta a desvelar lo que se traen entre manos Brittany y Graham.

Vuelvo al backstage a ponerme mis zapatos. Aunque he domado a estas fieras de quince centímetros durante el desfile, voy más segura sobre mis sandalias de siempre. Escucho que al otro lado de las cortinas está dando comienzo la fiesta. Las luces cambian, la música también y empiezo a oír a la gente charlando.

Salgo en busca de Kate y Max. Y también de Kristen. Necesito saber si ha acabado las entrevistas sana y salva. No me puedo olvidar que estoy aquí para trabajar. Necesito escribir un buen artículo para poder continuar con la columna.

La gente se agolpa alrededor de las mesas del catering, repletas de bandejas con todo tipo de canapés sofisticados y decorados con un gusto asombroso. Más que comida parecen pequeños bocados de arte. Pero yo tengo el estómago cerrado de tantas emociones, así que prefiero admirarlos desde la barrera.

Los camareros se pasean haciendo malabarismos con las bandejas llenas de cócteles. Uno de ellos me golpea la cabeza mientras ando perdida buscando a los chicos. Por suerte consigue equilibrarse y no derramarme nada encima. Lo único que me falta es arruinarle el vestido a Ray.

Aprovecho para coger lo que parece un San Francisco de la bandeja. Para eso sí que tengo espacio en mi pequeño cuerpecito. Y voy a necesitarlo para sobrellevar la larga noche que me espera por delante.

Por fin veo la cabellera de la brasileña y a su lado parece estar Max. Me mezclo entre la gente y llego hasta ellos.

—¡Has estado increíble! —Me dice Kate nada más verme.

—No dábamos un duro por ti. —Añade Max.

—¡Vaya! ¡Gracias! —Digo con retintín después de oír su comentario.

—Lo cierto es que si te hubieras caído hubiera sido muy gracioso. Tenía la cámara preparada para inmortalizarlo y colgar la instantánea en el cubículo de la oficina. —Dice aún ese maldito bicho mofándose de mí. Por suerte no le he dado el gusto.

—¡Max! —Digo con tono amenazante. —¡O cierras la boquita o le cuento a Kate la historia del día que fuimos a...

—¡Vale! ¡Vale! —Dice interrumpiéndome.

Sabe perfectamente a qué historia me refiero. Y es lo suficientemente vergonzosa como para que prefiera mantenerla en secreto, sobre todo delante de Kate. Solo os diré que implica a Max, unos pantalones blancos y un montón de helado de chocolate que acabó sobre ellos cuando fuimos a la convención de cómics de Klein.

—¿Qué historia? —Dice Kate curiosa.

—¿Qué historia? —Repite Max. —No hay ninguna historia. ¿Vamos a por unas bebidas?—Pregunta intentando desviar el tema.

—Está bien. Ya me la contarás otro día. —Dice Kate conformándose con la negativa. Después me mira y continúa. —¿Cómo has acabado subida ahí? No me habías dicho que desfilaras esta noche...

—Yo tampoco sé cómo he acabado ahí. Es una larga historia. ¿Has visto algo raro? —Cuestiono, refiriéndome claramente a Brittany y a Graham. El resto de infortunios que hayan podido pasar no me importan. Tengo a Kristen para anotarlos todos.

—Negativo. —Dice Kate. —No he visto a Brittany desde que desfiló y Graham andaba por ahí de un lado a otro saludando a los invitados. —Añade, y me quita el San Francisco para darle un sorbo.

—¡Vamos Gigi! ¿Brittany y Graham? ¿Qué mosca te ha picado de nuevo? —Dice sorprendido al entender mis pensamientos.

—¡Max! —Digo y le señalo a la bragueta para recordarle la historia y que así deje de meterse conmigo.

Suspira al verme. Kate se ríe.

—Y de Kristen, ¿sabéis algo? Espero que haya sido capaz de hacer alguna pregunta coherente a los invitados, o el artículo será una auténtica basura.

Antes de que puedan contestarme, la chirriante voz de la coreana me taladra los oídos desde atrás. Me giro y allí está.

—Olvidaré lo que acabas de decir zanahoria. —Entona con cierto resentimiento. —No he sido yo la que ha abandonado su trabajo para subirse a una estúpida pasarela. Pero ese no es el tema. He conseguido unas cuantas declaraciones bomba. ¿Sabías que Daniella Lewis ya no es imagen de la marca de cosméticos Celinne porque se negó a que Rupert Nolan la maquillase para un evento? No sabía que Nolan tuviera tanto poder en la marca. Creo que puede estar liado con el gerente...

Kristen continua con su palabrería, pero por un instante dejo de escucharla. Acabo de ver a Graham al fondo de la sala, entre la gente e inconscientemente mi cerebro ha priorizado su atención. Recorro con la mirada todos sus pasos.

—¿Zanahoria? —Dice Kristen, a la vez que mueve su mano de un lado a otro frente a mi rostro para intentar sacarme de mi ensimismamiento.

Lo consigue y vuelvo a mi ser para poner en su sitio a esa abeja zumbona que no para de revolotear a mi alrededor con sus palabras.

—¡Me llamo Gigi! ¡Deja de llamarme así! —Digo con un tono más fuerte. —Además, esa historia la sacó la revista de la competencia hace una semana. Nolan no está liado con el gerente. Eso es lo que Daniella ha ido diciendo a la prensa para justificar su despido. La despidieron porque llegó, digamos "algo contenta" a la grabación del spot. Por lo visto había estado de fiesta hasta un par de horas antes de la sesión y casi no se tenía en pie. Así que espero que ese no sea el bombazo sobre el que quieres que escribamos en el artículo, porque ya vamos tarde... —Concluyo tajante.

Kristen abre la boca asombrada. Max está perplejo y Kate no puede evitar que se le escape una risilla.

—¿Y tú de qué te ríes? —Le dice Kristen a Kate.

—Eres patética. —Responde esta sin tapujos.

Aquí se va a montar una guerra en la que no quiero participar, así que escurro el bulto y me voy a buscar a Graham. Vale. Puede que eso no sea muy correcto, "amiguísticamente" hablando. Pero estoy segura de que Kate se vale por sí misma y no me lo va a tener en cuenta. Además, Max acabará poniendo paz en el asunto.

Camino entre la multitud. No sé dónde narices se ha metido Ian. Le he perdido el rastro por culpa de la coreana charlatana. De repente la música sube de volumen, el DJ invitado ha empezado a pinchar y la gente se pone a bailar, complicándome aún más la misión. Un par de blogueras me deslumbran con un flash mientras intentan hacerse un selfie. Cuando recobro la vista, un grupo de youtubers que no paran de bailar como si estuvieran poseídos me hacen un corro alrededor y me animan para que haga lo mismo que ellos. Si no hago un movimiento estelar no podré escapar de allí, así que me invento un paso de baile ridículo y todos me vitorean cuando lo hago. Genial. Ahora habrá quedado inmortalizado para la posteridad en varios video blogs. Al menos dos de ellos estaban con cámara en mano.

Consigo salir de allí y al fin veo a Graham de espaldas. Esa cabellera es inconfundible. Su pelo castaño perfectamente peinado deja ver unos reflejos dorados con el paso de la luz de los focos. Algo se estremece en mi interior al recorrer su cuello con la mirada, ese que hace unos días estaba besando sobre el capó de un coche en mitad de la nada.

Entonces me percato de que no está solo. Puedo ver las largas piernas de la modelo al otro lado. ¡Maldita rubia! Brittany Clark ha sido más rápida que yo. Debe ser por las alas.

Su presencia no evita que me plante allí frente a ambos a meter mis diminutas naricillas en su conversación y poner, de una vez por todas, las cartas sobre la mesa. Con Giselle Green, alias "Gigi" no juega nadie.

—Buenas noches, Señor Graham. —Digo en primer lugar. A partir de ahora va a ser Señor para mí. No pienso mostrarle ningún tipo de afecto. Eso es lo que él ha querido desde el principio. —Señorita Clark. —Añado poniendo una media sonrisa. Falsa. Muy falsa.

—Buenas noches, Giselle. —Dice Graham, mostrando la misma distancia que yo.

—Hola. —Dice Clark algo seca. No ha debido gustarle la encerrona de la entrevista, de la que se ha escapado por los pelos.

—Espero no interrumpir nada. Solo quería felicitarle por la fiesta. Está siendo un éxito. ¡Enhorabuena! —Digo, con cierto retintín.

—Gracias Giselle. Supongo que es porque he tenido la suerte de tener a las mejores modelos y los vestidos no han podido lucir mejor. —Añade intentando complacernos a ambas. ¡Será posible! ¡En mi propia cara! Esto no va a quedar así.

Brittany le sonríe.

—Sí. Ya veo. Usted siempre se rodea de las mejores...—Digo mientras le taladro los ojos con la mirada.

De repente, Ray se acerca por la espalda de Clark y le dice algo al oído. Después nos mira a Ian y a mí y dice:

—¿Me disculpan? Tengo que llevarme un momento a mi musa.

¿Mi musa? ¿Cómo que mi musa? Pensaba que su musa era yo. Al parecer Ray, al igual que Ian, tiene un problema para elegir.

Graham asiente con la cabeza, disculpándolos. Yo vuelvo a soltar la sonrisa falsa de antes. Por una parte me alegra quedarme a solas con Ian para poder hablar, pero por otra me hubiera encantado que la rubia se enterase también del jueguecito que se trae entre manos el empresario. Al fin y al cabo, si está viéndonos a las dos, no creo que Brittany sea consciente de ello.

—Tenía ganas de que nos quedáramos a solas. —Dice entonces.

—Y yo también. —Digo. Aunque creo que mis ganas eran de otro tipo.

Entonces se acerca a mi rostro disimuladamente. Supongo que no quiere que la gente vea entre nosotros un acercamiento mayor del debido para la ocasión.

—¿Dónde has aprendido a mover así las caderas? —Me susurra al oído. —Espero que hayan grabado bien el desfile. Quiero verlo una y otra vez. —Añade, con cierto tono insinuante.

Me aparto rápidamente en cuanto termina y puedo ver su gesto de extrañeza.

—Le diré a Max que te haga una copia del video. Así puedes vernos a ambas, por última vez. —Suelto sin tapujos.

—¿A ambas? —Cuestiona aún más extrañado. No sé por qué intenta disimular. Está claro que el juego le ha salido mal.

—Oí a Brittany hablar de ti mientras compraba ropa interior. —Digo sin filtro. Gigi soltando toda su artillería en un instante. ¿Por qué no aprendo a dosificar? Las cosas me irían mucho mejor...

—¿Cómo? —Dice casi ojiplático.

—Vamos Graham, deja de hacerte el loco. Sé que tú y yo no tenemos nada, pero no pienso aguantar esto. Ya me engañaron una vez, y no va a haber una segunda... —Antes de que pueda terminar mi "reprimenda" de niña celosa (porque sí, es lo que soy), Ian me agarra por el brazo por segunda vez en la misma noche y me arrastra de nuevo a los probadores, donde se ha improvisado el ropero. Ahí la música se oye mucho más baja y se puede conversar mucho mejor que entre la multitud.

—Giselle, ¿qué narices estás diciendo? —Dice casi riendo. ¿Dónde está la gracia? ¿He contado un chiste? Si lo he hecho me meto a humorista, porque desde luego no me hace falta ni pensarme los monólogos.

—Que lo sé todo Ian. Que Brittany y tú estáis liados. Y aunque me cueste reconocerlo, es una tía guapísima. ¡Es un ángel! ¿Por qué demonios la engañas conmigo? ¡No pienso ser el segundo plato de nadie! —Añado francamente furiosa.

Ian suelta una carcajada. Creo que es la primera vez que le oigo hacerlo.

—No sé qué escucharías en esa tienda, pero desde luego estás muy equivocada. —Se atreve a decir. —Ya te lo dije en la reunión cuando escribiste el artículo. Brittany y yo solo somos amigos. De hecho, la conozco desde la Universidad.

Realmente no sé por qué se empeña en negar lo evidente.

—Entonces, ¿por qué se ha puesto tan nerviosa en la entrevista cuando le he preguntado sobre su vida sentimental?

Ian suspira.

—¿Le has preguntado que si estaba liada conmigo?

—Bueno, no exactamente. Pero se lo he insinuado.

—Brittany se está viendo con alguien, con quien no debería verse. Por eso fui con ella al partido de los Lakers, y por eso Ray se la ha llevado antes...

—¿Cómo? —Pregunto algo confusa. No entiendo nada. —¿Con quién?

—¿Conoces a Troy Ellis? —Me pregunta.

—¿El jugador afroamericano de los Lakers? —Cuestiono.

Claro que lo conozco. Se han escrito un millar de artículos en la OMG sobre él. Multitud de escándalos, fiestas, relaciones extramatrimoniales y un largo etcétera, que hasta ahora, se han pasado por alto en el equipo porque a pesar de todo, es el que más puntos ha anotado en los últimos tiempos. ¿Acaso Brittany es una de esas supuestas relaciones? ¡No puedo creérmelo! ¿Y Graham lo apoya?

Estoy boquiabierta e Ian lo ha notado.

—El mismo. —Dice. —Sabes que Troy ha pasado por una mala racha de escándalos y al parecer los directivos de los Lakers ya están algo mosqueados. Además acaba de divorciarse de su mujer y Brittany no quiere perjudicarle haciendo pública su relación.

—Por eso fuiste con ella a ver el partido, ¿verdad? —Vale. Puede que tenga algo de sentido, y que quizás haya sacado todo de contexto. Gigi, te estás luciendo.

—Eso es. —Dice. —Me pidió que le acompañase para no levantar sospechas. Y tú picaste, así que no lo hicimos demasiado mal. —Añade riendo.

Le golpeo ligeramente en el hombro.

—Lo siento Ian. He sido una estúpida. Yo...—No sé como disculparme. Me siento patética. He dejado una vez más que mi capacidad de montar historias de la nada me lleve a actuar como una niña.

Antes de que pueda acabar, Graham me rodea con sus fuertes brazos y en este momento, me reconforta más que cualquier otra cosa en el mundo.

—No deberías preocuparte tanto, Giselle. Quiero decir, Gigi. —Se corrige y me parece hasta tierno. —Es verdad que eres mi segundo plato. —Dice, con cierta sorna. ¡Un momento! ¿Qué? —Y el primero. Y el postre. Y mi copa de vino.

Creo que me va a dar un infarto. Graham diciendo algo medianamente romántico. ¿Quién le ha visto y quién le ve? Se me escapa media sonrisa. En realidad, me encanta que diga eso porque significa que quizás exista una remota posibilidad de que haya dejado de ser simplemente un juego y se haya rendido a los encantos de la Señorita Greene.

Le miro mostrando admiración y extrañeza a partes iguales. Él sabe que no estoy acostumbrada a oír esas cosas de su boca y que tampoco le estoy tomando muy en serio.

—¡Cómo te gusta hacerme de rabiar! —Susurro mientras me muerdo el labio.

Entonces baja la cabeza a mi altura y me besa con ternura en los labios. Sonrío.

—Antes has dicho que oíste a Brittany mientras comprabas ropa interior. —Dice, recordando mis palabras. —¿Qué te has comprado? —Pregunta pícaro mientras noto sus dedos sibilinos bajar por mi espalda y agarrar mi trasero.

Ya casi me había olvidado de que voy enfundada en lencería roja. Me ruborizo, pero en seguida me repongo.

—¿Quieres verlo? —Digo insinuante. Entonces se me pasan por la cabeza imágenes de la tarde que fuimos a ver a mi padre. Más bien de la vuelta a casa y la parada en el camino.

—No hay nada que me apetezca más. —Dice él.

Después me empuja hacia el interior de uno de los probadores que quedas vacíos y cierra la cortina detrás de él. Es un probador espacioso, nada desorbitado, pero está bien. Las tres paredes que forman el cubículo están cubiertas de espejo y hay un pequeño asiento almohadillado en una de las esquinas.

Graham me coge en volandas y me besa con fuerza. Su barba me araña suavemente el rostro y me encanta. Llamadlo fetiche extraño. Baja sus labios por mi cuello y llega al escote, devorándolo. Una corriente eléctrica me atraviesa.

Vuelve a ponerme en el suelo para quitarse la americana. Le tiro de la corbata y la desabrocho como hice la última vez. Desabotono lentamente la camisa y meto mis dedos después para acariciar su torso desnudo. Siento sus músculos, perfectamente dibujados. ¡Oh dioses, está cañón! Él por su parte, me desabrocha el vestido y lo deja caer al suelo. Se queda boquiabierto con mi nueva y llamativa lencería roja.

Comienza a besarme por todo el cuerpo, jugando y se detiene en mi pecho para hacerlo más lentamente. Le muerdo el cuello y le meto la mano por dentro de los pantalones. Se estremece. Acabamos de desnudarnos e Ian vuelve a cogerme en volandas para apoyar mi espalda contra el espejo de la pared del fondo, entonces volvemos a hacerlo. Sin control. Veo mi rostro reflejado en las paredes y me excito aún más. ¡Joder! ¿Por qué es tan irresistible? Ian Graham va a volverme loca...

De repente, mientras estamos haciéndolo oímos a alguien entrar a los probadores. Parece que es la chica encargada del ropero acompañando a alguien que quiere recoger su abrigo o su bolso. Graham me mira aún conmigo en brazos. Tiene una mano agarrándome el muslo y la otra sobre mi trasero. Aparta esta última para llevarla a su boca y hacer un gesto para que me mantenga en silencio. No puedo evitar sonreír, aunque sin hacer ningún ruido. Es emocionante la posibilidad de ser descubiertos.

Parece que las dos personas han encontrado lo que buscaban y se han marchado. Así que continuamos un rato más con lo nuestro. Terminamos exhaustos y llenos de placer. Ha sido divertido, realmente divertido.

Nos vestimos, nos peinamos ligeramente con los dedos y después de comprobar que todo está en orden, salimos de nuevo a la fiesta. Yo en busca de mis amigos y él para seguir como anfitrión de una de los mejores eventos en los que había estado últimamente.

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