22. ¿Astrología?
Martes. Dicen que los martes, ni te cases ni te embarques. ¿Quién se inventaría ese refrán? Supongo que alguien que se casó un martes en un barco perdido por el Atlántico y que por algún motivo acabó pasado por agua. De un modo u otro, está claro que esa persona no conoció a Ian Graham, porque si no, hubiera añadido al "ni te cases, ni te embarques" un "ni te montes, de nuevo, en ascensores con tu maldito jefe guapísimo".
De haberlo sabido, no lo hubiera hecho. Porque sí. Aquí estoy, otra vez con Ian Graham entre cuatro paredes. La buena noticia, es que esta vez no vamos solos. Max sube con nosotros hacia la oficina y se ha colocado estratégicamente entre ambos. El silencio es sepulcral.
Las puertas se abren mostrando los cubículos infernales en los que pasamos la mayor parte de nuestros días. Max, mueve sus pies fuera del ascensor.
—Buenos días, Señor Graham. —Dice al salir.
Me dispongo a hacer lo mismo.
—Buenos dí... —Noto los dedos sibilinos de Graham en mi trasero, dándome un pellizco. Pego un respingo y se me entrecorta la respiración de manera que acabo la frase con dificultades. —...días. Señor Graham. —Digo su nombre, remarcando cada sílaba y con gesto de falsa indignación mientras giro la cara hacia el ascensor que se cierra tras de mí. Veo su sonrisa maléfica y pienso en mil maneras de matarle. De matarle a besos...Porque siendo sincera, he pasado toda la noche dándole vueltas a lo que ocurrió ayer. A la reunión, a lo de Eleanor y Barbie, a la bronca de Kristen y Max, a la lengua de Ian rozando la mía... Me estremezco.
Vuelvo a mi ser y camino hacia mi escritorio. Me espera una dura mañana. Tengo que hacer mil correcciones y esperar a que el Comité me convoque en el despacho para darnos la decisión final.
Las horas pasan como si fueran minutos. Llevo ensimismada, mirando al muñequito de Mario Bros que tengo junto a la pantalla durante un buen rato. Mi mente está en otro sitio, y no en los puntos y comas que le faltan a la sección del horóscopo de esta semana.
La voz de Max me despierta del trance.
—¿Qué dice esta semana sobre los Libra?
—¿Qué? —Digo aún aturdida.
—El horóscopo Gigi. Que si dice algo bueno. ¿Voy a encontrar el amor de mi vida esta semana?
—¿En serio, Max? —Respondo asombrada. Todas las semanas me hace leerle el horóscopo. —Ya te he dicho mil veces, que esta sección la escribe Marcus, el becario que viene los jueves.
—¡Me da igual! Marcus me dijo que su tía abuela le enseñó a echar las cartas y a leer los posos del café. Algo entiende de astrología. Léemelo.
—No me puedo creer que con lo inteligente que eres creas en estas cosas absurdas inventadas por un veinteañero hormonado. Pero está bien. Veamos. —Digo mientras deslizo el documento en busca de su signo. —Aquí está Libra... "Esta semana vas a recibir una paliza de parte de una Aries." —Digo soltando una carcajada al final.
—¿Qué? ¡Vamos Gigi!
—"Libra, los nacidos bajo este signo como tú, sois personas encantadoras y sociables, por eso estás en buena racha tanto en lo sentimental como en lo profesional. La vida te sonríe. Ten cuidado con préstamos monetarios y ojo a esos dolores de espalda. Si no te cuidas, podrían ir a más." —Leo arrastrando las palabras. —Ya sabes Max, ¡la vida te sonríe! No tienes de qué preocuparte. —Termino medio riendo.
—Ahora que lo dices, sí que me duele un poco la espalda cuando giro el cuerpo hacia... —Max comienza a divagar, mientras hace posturas dignas de una clase de yoga. No tiene remedio. Dejo de escucharle y vuelvo a mi trabajo.
Me pregunto qué signo será Ian. Obviamente no creo en nada de esto del horóscopo pero su beso me gustó tanto que quiero saberlo todo de él. Y eso me da rabia. Porque él lo único que quiere saber de mí es el color de mi ropa interior.
De pronto, el sonido de unos tacones contra el suelo de parqué de las oficinas anuncia la llegada de la inigualable Bárbara Fraser. Algo me dice que lo que viene buscando está enfundado en unos vaqueros pitillos y tiene el pelo de color rojo. Sí. La misma.
—Giselle Greene.
—Sí. —Digo al instante.
—A la sala de reuniones. —Dice sin detenerse, cuando pasa por mi lado.
—De acuerdo. —Asiento. Me levanto y la sigo hasta el ascensor.
Subimos en silencio. Cuando las puertas se abren, Kristen ya está allí, esperando en la puerta. Bárbara entra en primer lugar. La señorita Lee y yo luchamos por ver quién entra primero. Ninguna de las dos quiere tener ese privilegio. Finalmente cedo y paso yo tras Barbie Fraser. Kristen detrás de mí.
El Comité nos está esperando. Todos sentados en las mismas posiciones que las últimas dos reuniones.
Tomamos asiento. Los ojos de los asistentes siguen todos nuestros movimientos y la tensión se puede cortar con un cuchillo. Ian me observa aún más fijamente.
Esta vez me aseguro de poner el móvil, que está en mi bolsillo, en silencio. No quiero volver a pasar tanta vergüenza.
—Bueno Señoritas. Como ya sabrán, nos hemos reunido para comunicarles la decisión. —Dice Hallway.
—Tras analizar los artículos detenidamente —Continúa Lucy. —hemos tomado una decisión, que inicialmente no contemplábamos.
¿Cómo que no habían contemplado? ¡Seguro que nos echan a las dos! Y no me sorprendería, ninguno de los artículos merece la columna.
—No podemos elegir entre las dos. —Añade Hallway. ¡Oh! ¡Sí! Lo que me temía. Le darán la columna al becario.
—Por lo tanto, ambas escribirán la primera columna. Trabajarán en equipo.
¡Qué! ¡Esto sí que no! ¿Kristen y yo trabajando juntas? ¡Y un cuerno!
—¿Cómo? —Dice Lee en alto. Su mandíbula está rozando el suelo.
—Ya lo ha oído señorita. Los dos artículos tenían fallos y aciertos. Creemos que si juntamos el talento de ambas podremos tener una columna decente para empezar. Iremos observando el trabajo de las dos y puede que tomemos decisiones en un futuro.
—¡Pero sólo iba a haber una ganadora! —Exclama Kristen.
—Si se niega, Señorita Lee, la columna será enteramente para Greene. —Sentencia Lucy Benson.
—No. No. —Dice la coreana. —Trabajaremos en equipo... —Añade complaciente, aunque puedo ver el fuego en sus ojos.
—¿Está usted de acuerdo Señorita Greene?
No. No lo estoy.
—Sí. —Digo. Aunque en mi fuero interno estoy maldiciendo a todos. ¿Cómo voy a trabajar con Kristen? Es inviable. Como juntar en una misma jaula un león y un corderito. Esto va a salir muy mal.
—Está bien. —Dice Hallway. —La primera columna saldrá en dos semanas. El Señor Ian Graham les explicará en qué consiste el artículo.
Ian se aclara la garganta. Ha permanecido en silencio durante toda la reunión.
—La semana que viene organizo un ShowRoom en la sede de la marca, para mostrar una nueva colección cápsula que ha diseñado Steve Ray para Monky. Alta costura a precios de prê- à-porter. Muchas celebrities, bloggers y caras conocidas del mundo de la moda estarán allí. Ustedes dos están invitadas. Quiero que cubran el evento y escriban una columna sobre él. Eso es todo.
Por su gesto, Ian parece saber que el plan de ir de eventos con Kristen no es lo que más me apetece hacer en el mundo. En otro momento y con otra compañía hubiera sido mi tema de conversación durante un mes. Moda, famosos y fiesta en una misma frase había sido mi sueño desde niña. Pero Lee o Ian, no estaban incluidos en esos planes.
Asentí para que supiera que había comprendido todo. Kristen hizo lo mismo.
—Les haré llegar los pases de prensa lo antes posible. —Añade Graham.
—De acuerdo. —Digo.
Salimos de la sala de reuniones. No sé si reír o llorar en este instante. Casi hubiera preferido que Kristen hubiese sido la elegida. Pero tener la oportunidad en las manos, aunque sea compartida, me hace ciertamente feliz. Al fin y al cabo voy a ser coescritora de una columna de moda.
Kristen me adelanta por el pasillo hacia el ascensor y me fulmina con la mirada.
—Ya hablaremos. —Dice en tono amenazante.
Solo deseo en mi interior que por una vez en la vida no pretenda quedar por encima y podamos llegar a un acuerdo entre ambas para que todo esto salga bien. Estoy harta de peleas de patio de colegio y de numeritos.
Me detengo un poco para evitar bajar con ella y tomo mi móvil para volver a ponerlo en sonido. Al instante veo un par de mensajes de Whatsapp del grupo con las chicas, un SMS recordatorio de mi cita para el dentista de mañana por la tarde y cuatro llamadas perdidas de un número desconocido.
Al observarlo me doy cuenta de que es el mismo que me llamó ayer. ¡Qué raro! ¿Quién será?
Doy al botón de re-llamada, justo cuando el resto del Comité abandona la sala de reuniones y me adelantan por el pasillo. Graham se detiene a mi lado y me hace gestos de que quiere hablar conmigo. Como si no hubiera visto que estoy ocupada llamando por teléfono. Su gran ego no le deja ver más allá de sus narices.
Se percata de que no puedo hablar y continúa su camino. Mientras el tercer tono de llamada se corta para dejar paso a una voz más que familiar. Rose. La mujer de mi padre. ¡Lo que me faltaba!
—Giselle. —Dice esa señora chirriante e insoportable.
—¿Eres tú Rose? —Pregunto para asegurarme de que no son solo imaginaciones mías.
—Sí. —Dice. —He estado intentando ponerme en contacto contigo. Tengo que decirte algo... —Añade.
Rose nunca me llama. Ni si quiera mi padre. Desde que me fui de casa el único medio de comunicación que tenemos es un Whatsapp de allá para cuando para felicitarme el cumpleaños o para desearme felices fiestas. No nos hemos visto desde hace cuatro años porque los dos somos igual de orgullosos. Los dos somos Aries. ¿Tendrá razón Max con eso del horóscopo? ¡Tonterías!
Empiezo a preocuparme.
—¿Ha ocurrido algo Rose? ¿Está bien papá?
En ese momento Ian se para en seco y se da la vuelta. Me mira. Ha debido escuchar la frase.
—No, Gigi. Tienes que venir...—Sentencia.
Por primera vez en mucho tiempo mi pequeño cuerpecito comienza a temblar. Pensar que le ha podido pasar algo a mi padre me hace estremecer. Puede que nuestra relación no sea la misma, pero le quiero como a nadie más en este mundo.
—¿Pero qué ha pasado? ¿Está bien? —Reitero, en busca de algo más de información.
—Ven. —Dice. Y me cuelga sin añadir nada más.
Estoy hecha un flan. Mi cara de póker me delata. Ian se acerca y me mira como nunca antes me había mirado...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top