14. Go Lakers!
Acabo de llamar al trabajo, con voz nasal, fingiendo un resfriado enorme, para poder escaparme durante un par de días. Aún no sé de dónde voy a sacar un justificante médico que me reafirme. El plan está en marcha. Nos vamos a Los Ángeles.
Por suerte Kate pudo encontrar un vuelo de última hora y conseguir los abonos de su padre. El avión no tarda mucho en llegar a nuestro destino. Hemos alquilado una habitación de hotel para las dos no muy lejos del Staples Center, el estadio de Los Lakers.
Llegamos allí con el suficiente tiempo como para dejar las maletas, darnos una ducha y arreglarnos para asistir al que iba a ser el plan más loco de nuestras vidas. Aún no sabíamos nada de lo que nos iba a deparar la noche.
Estoy frente al espejo de la entrada de la habitación del hotel. Me miro de arriba abajo. No parezco una reportera intrépida vestida así, pero con el poco tiempo que había tenido para hacer la maleta, la mayoría de la ropa decente se había quedado metida en el cesto de la ropa sucia, esperando a que llegase el día de poner la lavadora. Así que me había traído un par de vaqueros negros, unos botines del mismo color y una blusa de color beige con un estampado de cabezas de gatitos. Sí. Gatitos. Me gustan los gatitos. ¿Algún problema? Aparte de que tengo 29 años no veo ningún otro problema...
Veo a Kate salir del baño, donde lleva metida, la última media hora. Sale con un vestido ajustado de color azul marino y unos botines de tacón. Encima se ha colocado una especie de bomber de los Lakers. No sé qué parte de su outfit me desconcierta más. Desde luego va fabulosa, puede incluso servir como candidata para mi artículo.
—¡Lista! —Dice Kate entusiasmada.
Le sonrío y le hago un gesto para que nos dirijamos hacia la salida. Cuando estamos en la puerta del hotel llamamos a un taxi para evitar que Kate se rompa un tobillo de camino al estadio. Mira que yo suelo llevar tacones, y de hecho estos botines tienen un poco, pero lo de Kate es de otro mundo. Dignos de Louboutin.
—Kate, sigo sin saber qué vamos a hacer aquí. No tenemos nada planeado. —Digo mientras vamos sentadas en el taxi.
—Lo primero que hay que hacer es llegar allí y averiguar dónde están sentados Max y Kristen. El resto ya lo iremos improvisando. Tenemos que tenerles vigilados.
—Ya, pero eso no impedirá que haga las fotos o escriba el artículo.
—Max dijo que primero Kristen tiene que encontrar a Jessica Alba para darle la prenda de la marca de Graham. Si no se la da, no servirán de nada las fotos.
—¿Y si se la ha dado ya?
—¿Crees que tiene su dirección? ¡Deja de soñar! Seguro que vuestra amiguita se acercará a modo de fanática, con el plus de que conoce a no sé ni quién del círculo de la actriz, para aprovecharse y hacerle el regalo. Solo tenemos que impedir que eso ocurra.
Suspiro. Kate siempre tiene las ideas más descabelladas, y por lo general, le suelen salir bien, pero no estoy nada confiada esta vez. Espero que hoy el karma esté de mi lado, o si no estaré jodida.
Llegamos al estadio. Todos los alrededores están llenos de gente esperando la cola para entrar. La gente con abonos, que no tiene que enseñar la entrada, tiene otra puerta especial para que no tengan que esperar para entrar, así que Kate y yo somos de las primeras en llegar a nuestros asientos.
El estadio es impresionante. Nunca había estado allí en persona. Estaba claro que lo había visto millones de veces por televisión, sobre todo durante la ceremonia de los Grammy o tristemente por el funeral de Michael Jackson. Piero también solía ver de vez en cuando algún que otro partido, pero el baloncesto no era mi fuerte. Ni el baloncesto ni ningún deporte en concreto, siendo sinceros. ¿A quién le puede gustar sudar? Agg.
Me fijo en las primeras filas, las que están justo a pie de pista. Ahí es donde los famosos suelen sentarse. Nosotras aunque estamos a media altura, podemos apreciar bastante bien cada uno de los asientos que poco a poco se van llenando. De momento ni rastro de Jessica Alba, de Kristen o de Max.
—Venga, llama a Max. —Dice Kate.
Y sigo sus órdenes.
—¿Sí? —Responde Max al segundo tono.
—Soy Gigi. Estamos en el Staple. ¿Qué tal ha ido el viaje? ¿Dónde estáis?
—¡Oh! Sí, hola mamá. —Disimula. Supongo que tendrá a la arpía al lado escuchando cada una de sus palabras. —Hemos llegado bien. Kristen ha reservado un hotel muy cerca de aquí. Acabamos de entrar al estadio.
—¿Cuáles son vuestros asientos? —Pregunto.
—No, mamá, no pienso contarte esas cosas. Eso es algo privado. Ya sabes que no me gusta que te entrometas. Aún no acepto que sigas haciendo cosas como esta...—Max no se había quedado muy conforme con nuestro viaje. Él quería ayudarme pero no de esta manera. Le encanta Kristen y no quiere fastidiar su "escapada romántica" con ella. Además, si Kristen me ve, sabrá que Max nos lo ha contado, pero si no consigo que mi supuesto mejor amigo me diga dónde están no podré hacer nada para impedirlo.
—¡Vamos Max! Te prometo que no me verá. Solo quiero saber dónde estáis para ver cuando Kristen le da la bolsa de Monky. No quiero estropearte tu día, solo necesito el puesto. Lo sabes perfectamente...
—Voy a colgarte. —Dice. Y se oye a Kristen por detrás pidiéndole que cuelgue, que no sabe muy bien dónde se encuentra el sector 105. ¡Gracias Karma! Te prometo que te lo pagaré alimentando a gatitos callejeros o ayudando a cruzar la calle a ancianitas desvalidas durante un mes. Se oye a Max suspirar, al darse cuenta de que probablemente la he oído.
—La he oído Max... —Digo soltando una carcajada. —Tranquilízate por favor. No va a pasar nada.
—Adiós, mamá. —Dice con tono de desesperación y cuelga.
—Lo tengo. —Le digo a Kate. —Están en el sector 105.
—¡Genial! Está a nuestra derecha, unas veinte filas por debajo. —Dice. Y seguidamente saca unos prismáticos del bolso.
—¡Guau! Vienes súper preparada.
—Ya sabes que me encantan las novelas de acción y detectives. —Dice riendo.
—Vale, ¿y ahora qué? —Digo mientras ella sigue inspeccionando el sector.
—¡Mira! ¡Mira! ¡Mira! —Dice Kate casi chillando. —¡No me lo puedo creer!
—¿Qué? ¿Qué ocurre? —Digo algo asustada.
—¡Es Kim Kardashian! ¡La mismísima Kim K.! ¡Con Kanye West!
—¡Kate! ¡Me habías asustado! Deja de cotillear y céntrate. Que eres la culpable de que esté aquí al borde del infarto. Tengo el corazón a punto de salirse por mi boca.
La gente continua llenando el estadio. A nuestro alrededor empiezan a sentarse aficionados cargados de merchandising de los Lakers: manoplas, camisetas, gorras... También hay algunos de los Denver Nuggets, el equipo contra el que juegan hoy. De vez en cuando oímos a unos cuantos gallitos discutiendo por ver cuál es el mejor equipo.
—¡Denver Nuggets! ¿Pero qué nombre es ese? —Dice uno.
—¡Os vamos a llenar de salsa barbacoa! —Dice otro.
—¡No tenéis nada que hacer contra nosotros! —Contraataca uno de los Denver.
Me siento verdaderamente extraña en ese ambiente. Me gusta mucho más el aspecto de las filas de abajo, donde la farándula pasea sus mejores looks frente a los jugadores en lugar de llenar todo de palomitas, cerveza y gritos.
—¡Mira! ¡Ahora sí! Allá van Max y Kristen. Acaban de sentarse.
Le quito los prismáticos a Kate, pero no consigo ver dónde están.
—¿Dónde?
—¡A la derecha! En el sector 105.
—¡Eso ya lo sé! —Digo mientras sigo con esa cosa pegada a los ojos. Debemos ser las únicas que aún seguimos de pie. El hombre de detrás está empezando a impacientarse y acabo de notar cómo una de sus palomitas rebota directamente en mi nuca. Me giro dispuesta a pegarle un rugido, pero entonces una voz un tanto peculiar inunda mis oídos.
—¿Señorita Greene? —Dice.
Mi corazón pega un vuelco, y yo con él. Giro la cara en busca del dueño de la voz, aunque por supuesto ya sé quién es...Ian. Ian está en el partido de los Lakers. ¿Alguien más se apunta? ¡Vamos! ¡Que aún mi corazón aguanta un par de sustos más! ¡Estamos de rebaja! Lo único que me falta es que aparezcan también Bárbara, Hallway y Julian el sudoroso hombre de mantenimiento.
Me quito inmediatamente los prismáticos de la cara e intento esconderlos detrás de mi trasero para que Ian no los vea y acabe de pensar que soy tan rara como él. Que lo soy, pero hay que disimular.
—¡Ho-Hola, Ian! —Digo casi tartamudeando.
Ian está en el pasillo que divide los diferentes sectores de las gradas. Nos separan dos aficionados.
—¡No sabía que te gustaban los Lakers! —Grita algo emocionado. —¡No me dijiste que venías!
Me resulta divertido verle así, aunque va vestido de forma más informal que a la oficina, no pierde el punto elegante que le caracteriza.
—¡Ya sabes Graham! ¡Tú nunca preguntas! Pero, ¡premio! lo has averiguado...—Digo disimulando.
—Disfruta del partido. —Dice.
—Sí...¡Vamos Lakers! —Digo y levanto el brazo haciendo como que vitoreo. ¡Mierda! Es el brazo de los prismáticos...
Me ha visto. El plan está muerto. ¿Cómo podía esto salir bien? Era imposible...
Bienvenidas al mundo de Gigi Greene. A la que el karma, la casualidad y el universo siempre le ponen las cosas aún más complicadas...
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