XXI. Punto Ciego

—Entonces, si ese fuera el caso, por supuesto que participaría en un saqueo masivo, hay tantas cosas que quiero, es que vi una chaqueta preciosa que me dice "me necesitas para este invierno"...

Yoongi pone su completa atención en Jimin, quien habla entusiasmado, gesticulando y haciendo esa expresión adorable de frustración por la prenda que ahora no puede obtener con la misma facilidad de antes. Menciona que si tan solo hubiera una noche de caos desmantelaría aquella maldita tienda en la que fueron atrapados.

—Estoy seguro que tienes varios abrigos.

—Pero no ese —resopla con un puchero que hace que el mayor pellizque suavecito el labio inferior abultado—. Recuerda que si alguna vez hay noche de Purga tenemos que ir a saquear juntos.

—Jimin-ah, ¿te das cuenta que me estás proponiendo ir a nuestra propia muerte?

Su dongsaeng ríe entre dientes, estrechándolo más fuerte en un abrazo, insistiendo que no, porque tiene un novio lo suficientemente inteligente para idear un buen plan y conseguir armas. Yoongi se apega más a Jimin para buscar la calidez que irradia su cuerpo, ideal para los días fríos.

Están en el parque en plena tarde invernal, la temperatura es baja y la brisa lo bastante helada como para demandar el uso de bufandas. El chico pálido lleva aquel pañuelo rojo que su novio le regaló la primera vez que fueron juntos al centro comercial después de la escuela cuando la posibilidad de enamorarse no estaba ni siquiera en el mapa. De aquel tipo de cosas que no se piensa que van a suceder hasta que ocurren.

Es que si Hoseok le hubiera dicho a Yoongi aquel día que le mostró el video de Jimin bailando en el escenario de la escuela, afirmando que pasaría el invierno abrazando a ese hoobae, le habría preguntado de dónde sacaba tanta creatividad para imaginar cosas imposibles.

Las cosas cambian de una estación a otra. 

De una semana a otra. 

Incluso de un día a otro.

El cambio de estación les ha hecho reemplazar los cafés fríos por calientes, el pasto bajo la sombra de los árboles por las duras bancas de madera. Solo en días despejados optan por panoramas al aire libre acompañados de un sol tímido que a duras penas entibia, pero por lo general buscan estar rodeados de paredes, techo y calefacción, en especial si llueve.

Los panoramas invernales se están transformando en los favoritos de Yoongi, a quien le encanta envolver a Jimin con sus extremidades y anclarlo a la cama para una larga siesta perezosa. También hay tardes de películas envueltos en una manta.

Los abrazos son muy bienvenidos en invierno y Jimin tiene la excusa perfecta para rodear constantemente a su hyung con la excusa de abrigarlo.

Ninguno quiere que acabe nunca la estación helada, porque conlleva el fin de las cortas vacaciones y un semestre separados.

Bueno, saben que no se terminará lo suyo, solo que los abrazos y las tardes perezosas en cama tendrán que esperar un tiempo. Jimin intenta ver el lado positivo, diciendo que tendrá el pretexto perfecto para ir más seguido a la capital.

—Supongo que estás asumiendo que tendrás que ver películas conmigo a distancia.

—Será nuestra cita de fines de semana —afirma Yoongi.

Porque así como recién le estaba conversando la forma en que veía películas con Jungkook, cámaras y micrófono encendido, empieza a hacerse la idea del rumbo de los panoramas que tendrá con Yoongi.

Ambos tienen presente dos cosas: pueden perfectamente lidiar con un año de cercanía intermitente y distancia física a periodos. La segunda, es seguir estrujando el tiempo que tienen ahora.

Lo han hecho, casi a finales de octubre sus padres revocaron las medidas de restricción y su madre recuperando el sentido del humor, de forma ácida y sonriendo ladina le dijo que podía tomarlo como un regalo de cumpleaños atrasado —debe reconocer que sus calificaciones hicieron mérito para ablandar a sus padres, además de evitar por todos los medios meterse en problemas—. Desde ahí, han aprovechado de pasar horas y horas disfrutando de la compañía del otro; dentro de lo posible, pues cada uno también tiene obligaciones, pasatiempos y amigos.

Aunque Yoongi se mostrara despreocupado, aún así a lo largo del año dedicaba con disciplina un par de horas de estudios y preparación para la condenada prueba de admisión que le robaba la paz al alumno promedio de instituto. No se desvivía por ello, pero no por eso lo dejaba de lado. 

Jimin, por su parte, continuaba con sus clases de danza, le ha comentado a Yoongi que tomará clases de reforzamiento más que nada por complacer a sus padres y para acompañar a Tae en el suplicio.

Taehyung también lo acompaña en el pesar de una futura relación a distancia, porque al igual que Yoongi, Hoseok irá a Seúl, ya envió un video para postular a una academia de danza y dentro de pocos días tiene una audición presencial. Su amigo está al colapso de los nervios, aunque trata de disimularlo para no poner más presión en su novio.

Jimin lo entiende, estuvo más tenso que el mismo Yoongi antes del examen de admisión. Incluso lo llamó esa mañana para decirle "fighting!" y garantizar una invitación a comer una vez que terminara la sesión de estrés que decide el futuro académico de tantos.

Desde ahí, el chico pálido tuvo más tiempo para su novio de mejillas adorables. Ahora que los fines de semana en su mayoría son para panoramas compartidos, a Yoongi le gusta cocinar para su dongsaeng, quien insiste que quiere engordarlo y el mayor riendo afirma con un "sí, sí y después comerte, como en los cuentos". Aquel intercambio de diálogos suele terminar en besos y manos buscando la recorrer piel bajo las prendas de ropa.

La verdad es que como ya no puede hurtar cosas que le gusten a su novio ha decidido cocinarlas y Jimin parece más que feliz con ello. Suele agregar que esas mejillas no se mantienen así por si solas y su misión es conservarlas rechonchitas.

En algún punto de tanto transitar entre una casa y otra, la madre de Yoongi preguntó sin pelos en la lengua si acaso estaban saliendo —ya sabe de qué parte del árbol genealógico sacó el chico pálido esto de ser directo como buen francotirador— y Jimin se delató solo al sonrojarse hasta las orejas.

Fueron tan obvios, que incluso cuando entre rodeos Jimin le contó a sus padres y hermano sobre su primer novio, ellos le respondieron que no era una novedad y que lo tenían asumido. Recuerda casi haber estallado en carcajadas cuando su madre le dijo que debería ser un chico ordenado y bueno como Min Yoongi.

Eventualmente dejó de ser materia de chisme en la escuela a medida que aparecieron otros rumores nuevos. Los alumnos de tercero entraron en un hermetismo el último periodo debido al examen de admisión que las notas anónimas e infantiles junto a las burlas estúpidas se atenuaron. Yoongi chasqueaba la lengua molesto cuando se topaba con ellas, no le gustaba pensar que a Jimin todavía le quedaba un año más en ese circo de escuela católica, el menor prefería restarle importancia.

En realidad aquello de las burlas no tiene relevancia, lo que a Jimin le quita el sueño no es su último año, sino en pensar cómo lo sobrellevará con Yoongi lejos.

—Recuerda no meterte en problemas o de seguro tus padres no te dejarán ir a visitarme —le dijo una tarde que abrazaba a Jimin por la espalda y besaba sus hombros desnudos.

—Creo que me llega a saltar un ojo cada vez que tengo que morderme la lengua y apretar los puños, he superado mi récord, estoy seguro —contestó, removiéndose con cuidado para quedar frente a frente—. A futuro tendré una úlcera, contenerse tanto no puede ser sano.

—Si fuera otro contexto, sería el primero en hacerte barra y gritar "¡Jimin-ah, rómpele la cara!" o "¡dale con la silla!", pero quiero pasear por Seúl con mi novio —acotó antes de anular la distancia que lo separaban de sus labios.

Aquello lo tiene más que presente, aunque las vacaciones de invierno han venido bien para evitar problemas. Jimin se mentaliza con anticipación al esfuerzo que tendrá que dedicar en la escuela para no pelear con otros estudiantes y discutir con profesores, espera que el estrés propio del último año mantenga el molesto flujo de atención de sus compañeros insoportables en el examen de admisión universitaria en lugar de los chismes y la vida sexual ajena.

Eso sí, ahora puede darse por completo aludido si alguien insinúa que se ha dejado follar por Yoongi —al revés también, pero solían asumir que su rol pasivo era una especie de premisa inamovible—. Han aprovechado los instantes a solas para experimentar con entusiasmo y torpeza. De las manos curiosas pasaron a los besos por todas partes, luego se dieron una pausa informativa, recopilando experiencias, consejos y sugerencias para evitar imprevistos incómodos.

Es que Jimin había estado determinado en hacerlo antes de que Yoongi partiera a Seúl. Fue bastante directo al pedirlo mientras miraba hacia arriba cuando estaba con el rostro entre las piernas de su novio. "Quiero esto, dentro", dijo bajito, susurrando sobre la zona caliente y sensible, el mayor brincó por la sorpresa, luego se retorció bajo el efecto de la boca que lo devoraba ávido.

Aunque no fue tan fácil como lo hacían parecer los relatos sacados de internet, en películas y el porno amateur, quizá las anécdotas de sus cercanos le hacían un peso más justo a los desastrosos primeros intentos.

El intento número uno fue con condones y lubricante a la mano. Jimin tuvo que apretar el puño y sacar los pensamientos de buen ladrón de su mente cuando vio el tubo en el estante y pensó "podría llevármelo, es tan pequeño que cabe en el bolsillo". Su estómago se contrajo y fue una batalla interna extenderlo a la encargada de turno y pagar por él.

—Tenemos la casa a solas hasta mañana. —Aquel día Yoongi le advirtió a sus amigos que se olvidaran de la mala costumbre de aparecer sin aviso frente a su puerta porque estaría muy ocupado.

Se quedaron un momento con la vista frente al otro, esperando a ver quién iniciaba, riendo bajito y preguntando qué era lo gracioso. La veces anteriores, especialmente cuando querían ponerse al día y la ansiedad los quemaba por dentro, no había pausas, se besaban brusco, tropezando cuando avanzaban a la habitación del chico pálido y se arrancaban la ropa a tirones toscos. Tal vez estaba esa confianza y todo era fluido porque se trataba de un terreno seguro, disfrutar y tantear a lo que podrían llegar, pero sin dar el último paso.

Yoongi le susurró cálido en su oído que nadie los apuraba y Jimin quería decirle que sí, el tiempo que le queda para estar así de cerca, no lo dijo porque aquellos labios en su cuello iban cubriendo sus pensamientos con cosquillas placenteras.

—¿Seguro, Jiminnie? —preguntó suavizando su voz.

Asintió y balanceó las caderas para sentir todavía más esos dedos largos que tenía dentro. Resbalaban con tanta facilidad con ayuda del lubricante que pensó que sería sencillo y más placentero cuando fuera otra cosa abriéndose paso en su interior, porque si ya así con las yemas haciendo presión rozaba las estrellas, sus expectativas le prometían un paraíso.

Y justo cuando Yoongi trataba de ponerlo, su cuerpo contraía cada músculo en rechazo, Jimin comenzó a frustrarse. Se dio cuenta que no era tan simple como lo hacían parecer —meter y sacar, usar lubricante para que fuera más fácil— y que se armó expectativas demasiado altas. Le comentaron que dolía y luego uno se acostumbraba, pero se planteó si acaso su umbral de tolerancia era demasiado bajo porque apenas sentía que estiraba forzoso, la respuesta involuntaria era alejarse.

—Si duele podemos intentar otra cosa —propuso Yoongi con las manos acunando su rostro caliente.

Jimin con la terquedad bullendo por su sangre, negó e insistió que quería seguir, aunque fue un fracaso.

Un doble fracaso, porque cuando Yoongi sugirió cambiar de roles, también terminó por escapar del dolor cuando el menor se ubicó entre sus muslos pálidos y metió la punta después de unos minutos de preparación a base de lubricante y dedos. Ambos acabaron frente al otro desnudos y mejillas rojas, riendo y retomando los besos entre medio de frases como "no está funcionando" y "esto es un desastre".

Siguieron otros intentos con juegos previos más extensos y preparación más minuciosa, aún así si Jimin tuviera que describir cómo fue la primera vez, resumiría que fue literal un dolor en culo que lo acompañó hasta el día siguiente y subsiguiente.

Eventualmente el grado de dolor fue disminuyendo y en algún punto comenzó a sentirse muy bien. Claro, tras varios intentos. Lo peor era estar contra reloj, porque los nervios de que apareciera la madre de Yoongi antes de la hora prevista le impedía relajarse y por consiguiente su cuerpo se tensaba ante el más mínimo ruido.

Y así como le gusta cuando su novio sujeta sus caderas y se hunde profundo mientras reparte besos por su cuello y el rostro, también le encanta cuando monta su regazo. Yoongi desnudo es lo que más le gusta tener encima y aunque sus manos sean pequeñas, la cintura estrecha del mayor queda muy bien bajo el tacto de sus dedos.

La verdad es que Jimin piensa que Yoongi entero está hecho para ser dibujado y pintado a mano, manto terso por el que puede trazar caminos sinuosos con las yemas, a veces patrones ordenados, otras tantas se deja llevar por recorridos espontáneos y desordenados.

Le gusta tanto sentir su piel suave que apenas lo piensa, extiende la mano para sujetar la otra más grande y fría que la suya. Deja un pequeño apretón cariñoso y Yoongi le dedica una de esas miradas afectuosas que lo entibian por dentro.

—¿Qué quieres que cocine hoy? —pregunta ligero antes de desviar los ojos a su vaso de café y beber el último resto.

Es que son ese tipo de frases que hacen que Jimin se quiera aferrar como koala a su novio consentidor. Rara vez su madre le pregunta si desea que le prepare algo en particular para saciar sus antojos —muchísimo menos desde aquella simpática anécdota cuando fue a buscarlo a una comisaría—. Se infunde ánimos reduciendo a que "solo será un año", un año puede pasar volando.

Las vacaciones de invierno han pasado como si fueran apenas un par de días. Mientras más quiere que el tiempo transcurra lento para disfrutar a Yoongi, las horas se diluyen, no puede agarrar los minutos y extenderlos.

—¿Estaremos solos hoy? —Jimin tiene la esperanza que su hyung le confirme que su madre no estará en casa. Aquello tiene un nivel de prioridad más alto que pensar en comida.

—No, esta semana no contaría con ello.

Y la siguiente semana Yoongi ya estaría arreglando sus cosas para viajar a Seúl y continuar con los trámites para ingresar a la universidad.

De todas formas, el plan es quedarse en casa de su novio. Los abrazos y besos no faltarán, pero otras cosas tendrán que quedar para después. Quizás en la mañana cuando la madre de su hyung parta al trabajo. Le gustaría poder llevarlo a su habitación y coger con ganas en su cama, que el recuerdo quede entre sus paredes, en su espacio, el aroma del shampoo ajeno impregnado en su almohada; pero es tan difícil cuando siempre hay alguien por los alrededores. Solo una vez convenció a su hermano, pagando entradas al cine para él y su amigo y así alejarlos un par de horas.

Jimin envuelve a Yoongi por la espalda, avanzando sin soltarlo apenas comenzaron a caminar. No es cómodo, siente que podría tropezar en cualquier momento —es bueno en ello— y empujar al mayor, aún así, se apega más a su cuerpo y busca esconder el rostro contra su cuello.

—Creo que esto es de las pocas partes que que gustan del invierno —menciona avanzando a paso lento, guiando a Jimin, observando el suelo para evitar irregularidades bajo sus pies, por ende, salvar a su novio de ellas.

A Yoongi le gustan mucho esos abrazos cálidos, se vuelven más necesarios que nunca.

—Tampoco es como que te guste el verano.

—Lo que no me gusta es sufrir con la inclemencia de ambas estaciones —aclara con la vibración de una risa que no alcanza a tomar fuerzas.

Ninguna es tan mala, el verano tiene aquel sabor a sal en la piel, Jimin ligeramente bronceado, cafés fríos, malteadas y agonizar juntos buscando aire acondicionado o cerca de un ventilador. Los centros comerciales eran agradables para refugiarse del sol y obtener cosas. El invierno ha sido un contraste de brebajes tibios, narices frías y muchos abrazos.

Yoongi quiere disfrutar cada estación del año junto a Jimin.

—El próximo verano deberías acompañarme a Busan —comenta dejando un fugaz roce de labios sobre la piel caliente bajo el pañuelo rojo—. Conocerías al gato gordo que me recuerda a ti.

Asiente con un ruido ronco que emula un "sí". Se llevará como motivación para su primer semestre la fantasía de ambos en la playa, seguramente Jimin tiraría de su mano para arrastrarlo al agua. Imagina las caricias ásperas porque la arena se cuela en todas partes.

Quiere seguir con Jimin en distintas estaciones y espacios. En la playa, centros comerciales, parques y entre las paredes de sus habitaciones. En Daegu, Seúl, Busan o cualquier parte del mundo en la que se encuentren los dos.

—¿Vendrás conmigo a Seúl la próxima semana? ¿Ya hablaste con tus padres? —pregunta bajito. Todavía hormiguea la zona de piel donde Jimin dejó un beso.

—Estoy haciendo méritos para que cuando lo pregunte me tengan que decir que sí —responde determinado—, o sino me las ingeniaré para escapar, puedo pedirle a alguien que me cubra o simplemente salgo muy temprano por la mañana con la mochila al hombro y te espero en la estación.

—¿Qué hay de esto de no meterte en problemas?

—Seguro que cuando nos podamos ver mis padres ya habrán bajado sus barreras, solo necesito buenas notas y ser hacendoso —dice con una sonrisa suficiente.

Yoongi, aunque no haya volteado a verle, sabe que porta esa expresión traviesa que le fascina, mirada destilando exceso de confianza al igual que sus labios al estirarse. Ha registrado varios gestos que acompañan la entonación de Jimin, seguro que hasta podría describirlos con los ojos cerrados.

—¿Deberías asustarme de tener a mi lado a un dongsaeng tan hábil y manipulador?

—No, hyung~ —insiste alargando las vocales, su voz se endulza—. Quiero conocer el campus donde estudiará mi hyung favorito —agrega apretando un poco más los brazos a su alrededor antes de soltarlo ahora que han dejado atrás el parque y están a pocos pasos de cruzar la calle.

—Trataré de venir seguido.

—Trata de disfrutar tu experiencia de chico universitario —dice Jimin con cariño.

No es que no quiera verlo seguido. De hecho, desea con mucha fuerza que así sea, pero otra parte de él quiere que su hyung no se sienta forzado a compensar la distancia, a lo agotador de los viajes seguidos. Quiere que Yoongi conozca gente agradable, se mantenga sano y el estudio no lo agobie. Y si venir tan seguido a Daegu va a privarlo de ello, entonces prefiere prolongar y acumular ganas para encontrarse. Cuando se lo ha dicho, su novio se ha limitado a responder "haré lo que quiera y querré verte" y Jimin tratando de aligerar la conversación le guiñaba un ojo pronunciando un "te mandaré fotos".

Prefiere no retomar las conversaciones que incrementa en ambos el monto de ansiedad. Esa frase cliché sobre vivir el aquí y el ahora suena bastante coherente para Jimin que percibe que su cuerpo se enfría tras haber despegado su pecho de la espalda de su novio.

Aquí y ahora Yoongi está a su lado, con el amago de una sonrisa, mejillas y nariz rojita por el juego de temperaturas. El futuro inmediato se compone de horas de mimos y pereza. Quiere aferrarse y disfrutar cada minuto de lo que tiene, ya vendrá el tiempo de extrañar lo que le falta, después. 

En este instante siente que lo tiene todo.

Vuelve a lo que ya conoce tan bien, al tacto familiar de sujetar su mano, sabiendo que cinco minutos después se cambiará de lugar para entibiar la otra. A Yoongi le causa gracia que haga eso.

—Se me antoja algo dulce, quiero hotteok.

—Eso podríamos comprarlo.

Nooo, quiero los que me preparaste la otra vez, esos que tenían relleno de almendras. —Jimin le dedica su mejor sonrisa tierna y ojitos de cachorro—. Le pusiste almendras porque sabes que me gustan y a ti te gusta consentirme.

—Eres terrible.

—Así y todo me quieres.

—Sí, quiero mucho a este dongsaeng terrible —confirma apenas en un murmullo.

A veces a Yoongi se le escapan esos "te quiero" involuntarios y Jimin los agarra y no los suelta.

—Dilo de nuevo.

—Sí, Jimin-ah, pondré almendras en el relleno de tus panqueques.

Jimin entiende que esa es la forma de expresarlo. Gestos. Yoongi es más de gestos que palabras. A él le gustan las palabras, así que ignorando que van caminando por la calle y el mayor está colorado hasta la orejas, se acerca hasta casi rozar sus labios al susurrar como si se tratara de un secreto: —te quiero, hyung.

Disfruta de como Yoongi se estremece y si pudiera enrojecer más, seguramente lo haría. Nota como esos dedos largos aprietan un poco más fuerte su mano. Sus palmas ya no están frías.

—Si quieres te lo puedo decir de nuevo.

Yoongi empieza a avanzar más rápido, a paso torpe como si intentara huir del repentino ataque de timidez y la sonrisa traviesa de Jimin. No puede escapar de ninguna de las dos porque sigue sujetando su mano y arrastra al menor con él, quien emite un par de carcajadas alegres y vuelve a pronunciar un "te quiero" un poco más alto.

Muerde su labio inferior con el "también" luchando por salir.

El te quiero del chico de ojos gatunos se tradujo en el relleno de almendras. En los besos en la frente cuando dejó el plato con panqueques frente a Jimin. En pasarle su suéter favorito cuando el menor se quejó que sentía frío.

Los te quiero de Yoongi están, no son explícitos, tratan de pasar desapercibidos de las cámaras, pero ocurren y se roban los suspiros de Jimin.

Lo justo sería afirmar que el enamoramiento de ambos tuvo la misma lógica. Llegó de a poco, disimulado, señales repetitivas como sus robos hormigas tratando de eludir los puntos de vigilancia. Un ritual que se instaló silencioso y de incidencia diaria. Algo que toma y hace lo que quiere. Cada gesto, cada intercambio, desde las miradas hasta las barritas de caramelo. Cada conversación, cada salida. Todo.

Todo entre ambos fue un silencioso camino a caer por el otro, aún cuando cada uno pensaba tener en orden los factores de sus vidas, sus deseos e intenciones.

Porque para Yoongi no fue como haber tomado su corazón y extenderlo en ofrenda hacia Jimin, su dongsaeng simplemente vino y lo tomó sin que se diera cuenta, luego alzó la mirada y ahí estaba ese astuto ladrón sonriendo tan bonito y triunfante hasta que no le quedó más remedio que admitirlo.

Jimin tampoco sabría decir desde cuando Yoongi empezó a infiltrarse en él con tanta fuerza, si cuando le susurró sobre las alarmas o cuando le entregó esa barrita. Si fue cada vez que se sintió simbólicamente sostenido por su presencia en momentos complejos y emociones revueltas. Interacciones que no se le ocurrió pensar que eran camino seguro a enamorarse hasta que bueno, sí, lo fueron. Pasó y no fue consciente del proceso minucioso. Hizo su recuento de inventario, había algo que no cuadraba y todo encajó al admitir que le gustaba su hyung pálido.

Te quiero, Jimin-ah.

A veces a Yoongi le gusta ser explícito al momento de robarse los suspiros de Jimin, quien además de emitir un ruido ahogado, casi se atraganta con la textura áspera del azúcar y las almendras, queriendo regañarlo porque esas frases no debieran llegar en los instantes menos propicios y causar estragos en su sistema, además del casi humillante carraspeo.

Los ojos gatunos tienen un destello alegre y esa palma amplia golpea su espalda un par de veces.

No debería sorprenderle, después de todo, su noviazgo empezó en una celda.

Básicamente su relación podría ser un transcurso de anécdota tras anécdota. Se permiten fantasear con muchos años por delante y poder recordar lo que pasa en los puntos ciegos, los besos en los probadores y la secuencia de torpezas que han marcado la historia de su romance que surgió un verano y esperan que atraviese varias veces cada una de las estaciones.
  
  
   
  
  
  
  
  
  
  
 
 
 
 
 
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Inicio de mes y fin de historia 🥺. 

Aunque mi primera parte de año está siendo alta dosis de estrés (ya no me gustó, me quiero bajar x'D) y a momentos me quedaba en blanco mirando el esqueleto de los capítulos, a nivel general disfruté escribiendo esta historia y les agradezco un montón que me hayan acompañado en ella. 

Gracias también por la paciencia ;u; espero haberles dado un poco de fluff y amor a sus almas uwu

En fin, necesitaba terminarla porque tengo otros bebés a medio gestar que no les puedo dar más atención por esa ansiedad de concluir lo que ya tengo en emisión.

A cada persona que se tomó el tiempo de leerme, que sepa que le mando kilos de amor 💖

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