XX. No es suficiente
Siempre hay episodios en la vida que son un antes y un después, incluso podrían serlo cada día, cada momento, pero son pocos los que se ganan un título memorables por dejar huellas inolvidables.
Ese antes y después.
En algún punto de su vida pudo ser cuando se llevó su primera barrita de chocolate y supo que con astucia y completo descaro podía tomar cuanto le apetecía, atravesando la barrera de lo incorrecto y las normas que inculcaron en él.
Pudo ser también el cambio de ciudad y cada persona relevante que fue entrelazándose a su vida.
Claro que para Jimin su primera vez en una comisaría es una experiencia de esas que dejan una huella. Memorable. Tan fea, incómoda, desagradable como absolutamente romántica, al grado que reía como bobo al acordarse.
Bueno, no es que pudiera decir que su vida rebosara de instantes románticos.
Jungkook resaltó su escasez de momentos románticos cuando fue a la primera persona que llamó con el teléfono móvil secundario que escondía cada vez que sus padres requisaban a modo de castigo —consecuencia— el que usaba habitualmente y le contó acerca de cómo empezó a salir oficialmente con Min Yoongi, riendo y destacando lo especial que fue todo.
Su novio Min Yoongi.
Sonríe cada vez que la frase hace eco en su cabeza.
Pequeña euforia cosquilleando en su vientre que logra aplacar, no a totalidad, el ambiente tenso que hay en su casa desde hace más de una semana.
Todavía es muy pronto para apelar a que sus padres olviden todo. De seguro no lo olvidan nunca, pero el resentimiento debiera disiparse eventualmente y ser una más de las experiencias bochornosas que la mayoría de familias cargan con alguna de sus ovejas negras.
Han puesto las medidas restrictivas que ya esperaba. Tiempos limitados, fines de semana en casa, no teléfono, computador solo para deberes y su uso en la sala de estar.
La angustia casi lo hundió cuando su madre lo amenazó con cortar las clases de danza, pero a su padre se le ablandó el corazón y logró convencerla, aludiendo que ya había pagado el semestre completo.
Al menos puede seguir asistiendo a la academia.
También su hermano procura darle pequeños consuelos a su tiempo aburrido. Lo adora por eso y más. El sábado pasado tuvo que cuidarlo y Jihyun fue considerado al elegir uno de sus juegos favoritos e invitar a Taehyung a una partida online.
Al final entre tantas preguntas que le hicieron sus amigos sobre el porqué del repentino castigo de sus padres, terminó por confesarlo todo en medio de un receso compartiendo bocadillos en el patio de la escuela, soltó un sencillo "me pillaron robando en una tienda" y fue sorpresa para todos, salvo para Seulgi, la segunda en saber qué y cómo pasó, incluyendo su inicio de relación.
No ha dicho que está saliendo oficialmente con Min, más que nada porque contó su parte de los hechos, incluso a sus padres les mintió al decir que lo hizo solo, omitiendo por completo a Yoongi, porque a la hora que les decía "ah, sí, mira que nos gustaba robar juntos, la chispa de nuestra relación", sus padres rechazarían a su yerno siquiera antes de saber la noticia de su primer novio.
No les ha dicho a menos que su novio pretenda contar que salían a robar juntos.
Sus amigos hicieron el doble de preguntas, curiosos de saber cómo lo hacía, cuántas veces se había salvado y qué tan horrible era la experiencia de estar en un calabozo de comisaría. Ninguno se las dio de moralista con él y lo agradeció internamente.
Solo hubo curiosidad, apoyo y planes para ayudarle a pasar más tiempo con Yoongi, porque aquello de su enamoramiento era más que sabido por su grupo a tales alturas.
De a poco espera que toda esta etapa se convierta en una anécdota que lo haga reír y pueda decir que era de esas locuras de juventud dentro de algunas décadas más.
Ahora aguarda paciente a que el silencio reine en su casa y una vez preparado para dormir, sacar su celular y escribirle a Yoongi. No le importa sacrificar un par de horas de sueño para mensajes y conversaciones a susurro.
Por lo que le ha contado su hyung, su madre no prueba estrategias exageradas de refuerzos y castigos, más bien menciona que tiene encima el peso diario de su mirada decepcionada y a veces se lo expresa verbalmente. Aunque su novio trata de aparentar que la situación roza la indiferencia, Jimin lo escucha triste y resignado cuando habla de ello.
Consecuencias, decía él y Jimin con una risita frustrada le respondía que esa palabra le recordaba a sus padres.
Una vez que apaga la luz, se sumerge bajo la cama tapado hasta la cabeza, el brillo de la pantalla del teléfono es tenue, lo ha reducido al mínimo para no quedar ciego, busca el contacto de Yoongi y presiona el ícono de llamada.
—Jiminnie
Es que pronuncia su nombre con esa voz ronquita y cariñosa y Jimin siente que se le eriza la piel.
También lo atacan las cosquillas en el estómago.
Lo invaden unas inmensas ganas de tenerlo a su lado escondido bajo el cobertor, compartiendo besos y risas.
—Yoongi hyung —susurra su nombre casi como si lo cantara alegre—. Verte en los pocos minutos de receso y al almuerzo no es suficiente —se queja frustrado.
Y eso los lleva a la triste conversación sobre tener paciencia y esperar que se calmen las aguas.
De momento se tiene que conformar con la ayuda ofrecida por Taehyung, con quien se quedará supuestamente a estudiar el viernes cuando la intención final es pasar un par de horas junto a Yoongi.
Frente a la carencia de planes e instancias para estar a solas, es lo único de lo que disponen: recesos, almuerzos y que sus amigos lo cubran con suerte un rato breve después de clases.
Jimin cuenta las horas, ansioso como él solo.
Su hyung le habla sobre su día casi aburrido, que si algo lo salvó fue lo gracioso de ver a Hoseok asustado cuando una cucaracha subió por su pierna.
Es frustrante. Escuchar la risa suave de Yoongi es insuficiente frente a la experiencia completa observarle con los ojitos entrecerrados cuando algo le causa gracia.
También es frustrante querer besarlo y casi no disponer momentos para ello. Apenas ha conseguido probar la boca de su hyung un par de veces cuando se coordinaban en un mismo bloque de clases para pedir permiso al baño, entonces se encerraban en un cubículo y Jimin no despegaba sus labios de los ajenos hasta la falta de aire.
Imposible no regresar renovado después, hasta con ganas de participar cuando el profesor hacía preguntas en voz alta.
Las hormonas revueltas y felices hacen milagros en el estado anímico.
Tan buen ánimo que si algún compañero insoportable se metía con él para insinuar su relación en términos obscenos con Yoongi —el chisme que se resiste a ser reemplazado—, ni siquiera se molestaba en negarlo.
Lo ve como algo que pasará eventualmente, cuando puedan. Apenas han tenido tiempo para besarse, llegar a más escapa del radar de posibilidades a corto plazo.
La verdad es que muere de ganas y dispone de material archivado en su memoria para darle mayor realismo a sus fantasías desahogadas con la mano bajo ropa interior, aunque sigue sin ser suficiente.
La llegada al viernes es un transcurso ansioso, sumado a lo difícil que fue convencer a su madre, suspicaz y preguntando cada detalle sobre para qué asignatura era el trabajo y de que se trataba. Aprovechó de agarrar un proyecto para ciencias que comenzaron en el semestre, así si ella llevaba su recelo más lejos y llamaba a su amigo no lo pillaría desprevenido.
Espera a su hyung fuera de la escuela y pese a que lo ha hecho tantas veces antes, ahora hay un cosquilleo agradable que ataca a su cuerpo, asume que es porque se trata de una cita, con todas sus letras e interpretaciones. No una salida cualquiera a dónde sea, sino una cita con su novio.
Cuando aparece, cree que se podría desvanecer apenas la mano presiona su cintura, dejando una caricia cortita, disculpándose por la demora, pero el profesor estaba tan entusiasmado con la clase que ignoró la campana y la desesperación de los alumnos.
Jimin piensa en lo atractivo que es ese sujeto de ojos gatunos y cabello oscuro ligeramente desordenado, su novio.
No puede evitar reír alegre. Es que hace un rápido vistazo a todo lo que lleva de año y lo absurdo que habría resultado imaginarse esto a comienzos del semestre pasado cuando se paró en el escenario y el destino lo cruzó con Yoongi en el mismo salón de detenciones.
—¿Qué? ¿De qué ríes? —le pregunta sujetando su mano.
Jimin la estrecha y tira de él para comenzar a caminar.
—¿Te habrías imaginado que acabaríamos así a principios del semestre pasado?
—No pensé ni siquiera que llegaríamos a hablarnos. —Yoongi busca la mirada risueña del menor—. Me alegro haberte susurrado que las ropas tenían alarmas, porque desde ese día me miraste muchas veces.
—Bueno, cómo no hacerlo, uno de mis compañeros de escuela era otro ladrón de tiendas, era como compartir un secreto.
—Me alegro aún más haberme sentado a tu lado en las detenciones y que me regalaras media barrita de caramelo.
Jimin siente que quiere —necesita— besarlo. Es que decirle "estoy feliz" no es suficiente, quiere traspasarle la euforia, que el calor se desparrame en Yoongi así como se expande por su pecho y su vientre.
Podrá ser una situación de mierda entre el castigo y tiempo restringidos con su hyung, pero basta con que él le sonría y hablé bonito para que a Jimin se le reinicie la vida.
No tiene tiempo para estar frustrado cuando por fin Yoongi sujeta su mano.
El plan para la tarde es sencillo, irán por café para llevar y luego al parque. Jimin tiene en su mochila paquetes de galletas saladas y su novio barritas de caramelos. Ambos guardan a escondidas en sus habitaciones provisiones de golosinas robadas.
Cada vez que visitaba un supermercado, incluso acompañando a sus padres —antes del caos— y veía de las galletas que le gustaban a su hyung, escondía un paquete. También tiene granos de café cubiertos en chocolate, los guarda para otras de sus citas.
Bueno, no cabían tantas cosas en su mochila porque una chaqueta de cuerina doblada hace bastante bulto entre sus cuadernos, incluso teme a que las galletas estén rotas.
Camino al parque su hyung le cuenta que sus profesores ya lo tienen cansado con los discursos motivacionales y sentimentales respecto a rendir el examen de admisión. Un recordatorio para Jimin que el tiempo se escapa rápido.
—Creo que lo último que necesitamos es que a cada hora del día nos recuerden lo que nos espera a finales de noviembre.
—Entonces, hablemos de otra cosa —propone con la intención que su novio deje de recordarle que verse casi a diario va en cuenta regresiva.
No suena tan mal tampoco, piensa en cómo Jin y Jungkook llevan lo suyo, aunque vale acordarse que ellos iniciaron desde la distancia y verse poco es parte de los acuerdos implícitos de su relación, por lo menos hasta que su amigo de Busan se gradúe de la escuela.
De todas formas, está empecinado en hacer que funcione y cree que Yoongi también.
—Me gusta este parque.
—Nuestro parque —aclara Jimin todavía sonriente.
—No recuerdo que lo hayamos comprado.
—¿Quién dijo que lo compramos? Es nuestro.
"El parque del primer beso", porque sí, para Jimin ese par de torpes roces de labio caen en su definición de beso.
—Que cursi, Jimin-ah.
—No puedes negar que es el lugar en que querrías repetir las citas conmigo justamente en honor a los recuerdos.
No solo los besos, también la cantidad de veces que fueron a ordenar el botín obtenido y beber café en vasos desechables —dolor al medioambiente— y comer lo que sea que hubieran comprado en un puesto callejero o sacado de un supermercado.
—Y porque nos queda relativamente cerca de nuestras casas —destaca Yoongi alzando los hombros, haciendo valer la lógica solo para ver aquel adorable mohín en su dongsaeng.
Buscan un sitio con pasto pulcro y bajo la sombra de los árboles, de preferencia alejado de donde pasa la gente. Por la hora hay personas paseando a sus perros y algunos niños en juegos metálicos al otro lado del camino.
Jimin juguetea ansioso delineando el cierre de la mochila mientras Yoongi saca las barras de caramelo cubiertas de chocolate, advirtiendo con una queja que podrían estar a medio derretir.
—Por un momento me alegré que ese día no obtuvieras esa chaqueta.
Yoongi levanta la mirada hacia su novio como esperando una aclaración, la cual llega, pero no con palabras, Jimin extiende la prenda que fue su pase directo a protocolos policiales y horas tras las rejas, además de su desastrosa confesión. Aquella chaqueta que tanto le gusta justo en sus manos y aquel tierno chico que adora sonriendo con los ojitos cerrados.
¿En qué minuto la consiguió?
—Apenas la vi, pensé que era perfecta para ti, así que la conseguí, ya sabes, métodos poco honestos y esperaba el momento para regalártela —comenta mientras observa a Yoongi acariciar la prenda y sonreír—. Ese día solo quería decirte que no lo hicieras, que buscaras otra cosa.
Yoongi quiere decir que ese día debieron abortar misión, pero aquella frase no tiene el poder mágico de retroceder el tiempo.
Con cuidado dobla en dos la chaqueta, el vestigio de todo aquello que hacían juntos, un recuerdo de su última vez, y la apoya sobre su regazo antes de sujetar la nuca de Jimin.
—Gracias, Jimin-ah —pronuncia suave sobre sus labios, seguido de un beso ligero, presión blanda y corta.
—No es suficiente.
Para ninguno de los dos. Migajas de todo lo que desean hacer.
—Se me ocurre algo, pero será después de comer —dice estirando una barrita hacia Jimin.
Tal vez no tendrá ese festín de caricias con el que Jimin fantasea, pero disfruta del sencillo placer de las sonrisas de su hyung, galletas aplastadas, golosinas y los dedos largos tocando sus labios para quitar restos del chocolate. Dedos acariciando su cuello, su mejilla y suena su celular de emergencias.
Es Taehyung avisándole que su madre acaba de llamar. No puede culparla por desconfiar después de la sorpresa que se llevó cuando fue por él a la comisaría y el oficial de turno le explicó la situación, no había excusa posible para zafar. Solo resignación y tratar de atenuar las cosas —porque no pensaba confesarle que llevaba años haciéndolo—.
—Me llamó recién para preguntar por ti, le dije que estabas en el baño y que estaríamos listos en una hora más.
Una hora.
Es tan poco.
Podría ser menos. Podría ser peor.
—Vamos a una tienda de ropa.
Jimin muerde su labio inferior, pese a que no suena como una buena idea, no duda en aceptar. Las buenas ideas no son exactamente lo suyo.
Se le olvida que es una mala idea cuando Yoongi lo besa en uno de los probadores. Aferra las manos a sus caderas mientras su novio hunde los dedos entre su cabello castaño. Por fin puede degustar su boca, derretirse con el calor, ahogarse con la humedad sofocante de una caricia que demanda su aire, ansiada por horas, días.
Siente la presión entre sus piernas y el hormigueo se expande desde la zona del roce al resto de su cuerpo. La temperatura aumenta y es imposible controlar las respuestas fisiológicas que agitan sus latidos y envían el flujo de sangre a áreas específicas.
Su cara arde cuando nota que Yoongi baja la mirada y sonríe travieso.
—Podemos hacerlo rápido —propone el chico pálido con los dedos en el borde del pantalón ajeno.
Jimin asiente. Tiene que ser rápido, el tiempo pasa y tiene que volver en menos de una hora.
Han bajado la ropa a tirones torpes, sin mirar, labios que no se separan, ojos cerrados y manos que tantean donde la piel está húmeda y febril. Yoongi le hace voltear y apoya su mejilla en el espejo, nota el calor en su espalda y la presión del pecho al empujar. Las manos tibias amasan sus nalgas, lo percibe tan duro que un escalofrío baja por su espalda.
—No vamos llegar tan lejos en un probador —susurra en su oído y aquello relaja a Jimin mínimamente, dentro de lo que cabe, porque la adrenalina de hacer lo que no deberían en un lugar público tiene sus sentidos más alerta que nunca. Punto favorable, porque está tan receptivo y sensible que basta con el aire caliente en su cuello para estremecerse.
Todo se siente intensificado. Tiene que apretar los dientes para reprimir el ruido que vibra en su garganta cuando Yoongi lo envuelve con una de sus manos mientras la otra sostiene fuerte su cadera.
Su hyung ha elegido una tienda conveniente, antes era tan fácil robar ahí porque no siempre había alguien contando las prendas al entrar al probador. Hoy sí, pero el encargado está más atento a su teléfono que la gente que entra y sale. Su único par de preocupaciones se reducen al tiempo contado y a no gemir en voz alta.
Está temblando con las rodillas débiles, respirando agitado. Todo se siente muy bien, los dedos largos lo tienen al borde de acabar.
Los labios contrarios en su cuello, un vaivén enérgico y la tensión acumulada bajo su vientre se libera. Ansiado orgasmo, mucho mejor que los que obtiene a base de fantasías cuando es Yoongi quien los provoca directamente.
—Vamos, hyung, no tienes que probar hoy tu aguante —dice bajito—. Hazlo, quiero sentir que te corres encima.
Yoongi jadea ronco y empuja enérgico un par de veces más, Jimin lo siente escurrir por su piel. Su hyung permanece varios segundos con la frente apoyada en su hombro.
Solo por consideración a los empleados es que rebusca entre las cosas en su bolso un pequeño paquete de toallas húmedas para limpiar el desastre, lo último que quiere es dejar restos de su ADN repartidos por ahí y que otra persona tenga la triste tarea de ocuparse de ello. Le tiende una a Yoongi también para que seque su mano.
Terminan de arreglar sus ropas y acomodar el cabello desordenado, que no parezca que tuvieron una sesión de toqueteos descarados.
Jimin se asoma primero para asegurarse que el pasillo estrecho está despejado, sale primero como si nada y devuelve las prendas que ni siquiera se probó. Un minuto después aparece Yoongi, todavía hay un ligero color rosado en sus mejillas, eso y la expresión relajada lo hacen lucir precioso.
Quisiera estar tan relajado como el mayor, pero los nervios lo delatan y tiene esa sensación de que en cualquier segundo un guardia apoyará la mano en su hombro y le dirá que sabe lo que hizo. Incluso al cruzar los sensores en la mampara su estómago se aprieta, aunque esta vez no lleve nada escondido más que el recuerdo de meterse mano en el probador.
No ocurre nada. Nadie los detiene, el guardia ni siquiera les presta atención. Vuelve a saborear el acto de salir victorioso después de una fechoría y casi teme que esto de las conductas sexuales en espacios públicos se convierta en un reemplazo aceptable —cuestionable— al vacío que deja el no volver a robar.
—Creo que es lo más lejos que llegaremos dentro de un tiempo —suspira Yoongi sujetando la mano de Jimin.
—Sigue sin ser suficiente, hay varias cosas que quiero hacer.
—¿Cómo te gustaría hacerlo?
—Supongo que como lo hemos hecho todo, ya sabes, turnos, un día me acompañas a casa, otro yo; imagino que será algo similar.
Yoongi ríe con ganas ante esa explicación torpe. Le gusta como suena. Tan mutuo, recíproco.
—Entonces, ¿quién primero?
—Yah, hyung, no lo sé, me haces pensar en eso cuando no hemos podido tener un espacio a solas prolongado para hacer más cosas.
—¿Qué cosas, Jiminnie?
Es que Jimin no puede evitar sonrojarse cuando tiene tantas imágenes mentales invadiendo su cabeza. Varias. De cada parte que quiere tocar y probar, de cada lugar donde desea el tacto de Yoongi.
—¿Las estás pensando? Me encantaría escucharlas.
—Por la noche cuando te llamé, podrás saberlo —Jimin le dedica una sonrisa traviesa y se despide con un rápido beso sobre sus labios.
Tiene que volver a casa cuanto antes porque comprueba que tiene que correr si quiere llegar justo en el plazo.
Logra estar en casa antes que sus padres. Solo un desfase de minutos. Apenas llegan, su madre lo examina con suspicacia, incluso le pregunta casual cómo le fue con Taehyung y para qué materia era el trabajo que hacían. Menos mal que preparó bien su coartada, ya que sabe que es una pequeña trampa.
Le dedica una sonrisa amable a sus padres y se excusa con que tiene que estudiar, después de todo, las buenas calificaciones siguen siendo la moneda de cambio y aquello que lo ayudará a aplacar el enojo de ambos.
Aunque, honestamente, en este segundo no le preocupa, todavía tiene el efecto sedante alegre de un buen orgasmo y las ansias de que sea de noche, las luces se apaguen y la llamada que le hará a su hyung.
La falta de tiempo y la necesidad son buenos incentivos a la creatividad. Yoongi podría quejarse, porque realmente extraña lo fácil que era salir con Jimin después de clases, pero debe admitir que disfruta mucho las conversaciones por las noches.
Desde que empezó a observar curioso al chico de mejillas llenitas y barritas de chocolates en los bolsillos trataba de tomar cada pieza de información, unirlas y ver el juego de colores y matices. Se encontraba con contrastes y elementos inesperados.
Luego empezaron a hablar, las piezas aumentaron y se complejizaron, pero también encajaban mejor.
Jimin no deja de sorprenderlo, mucho menos de remover emociones en su pecho.
Quiere explorar cada dimensión.
Quiere que Jimin lo sumerja en sus pensamiento, impregnarse en su imaginación y en sus deseos. Formar parte de sus fantasías. Entonces su anhelo se vuelve realidad cuando su chico de ojitos risueños murmura con voz aterciopelada cada una de las ideas lascivas que pondrán en práctica algún día; Yoongi se derrite, sus emociones se vuelven una amalgama caliente recorriendo su cuerpo.
Un drástico sube y baja, en un instante está embriagado y eufórico, termina la llamada y piensa en todos esos "algún día", el tiempo y la distancia. Choca con la nostalgia y la realidad que tiene próxima: el término de la escuela y su madre que apenas lo saluda.
Todavía está resentida y Yoongi puede entenderlo.
Ella ha decidido no contarle a su padre y a su hermano, le ha exigido que tampoco lo haga, además de preguntarle desde cuándo y él respondió "hace un tiempo", porque era mejor no ser específico. No recibió un castigo más allá de la reducción del dinero mensual, dejándole dos opciones si quería ingresos: trabajo de medio tiempo o vender aquellas cosas que robó. El resto ha sido incomodidad y mayor frialdad. Miradas decepcionadas cada vez que sus ojos se cruzan.
No le quitó el teléfono e insistió que no era algo que tuviera que saber alguien más de la familia, "es que esto es vergonzoso, Yoongi", le había dicho.
Ha decidido seguir parte de la sugerencia, como quiere ingresos inmediatos ha buscado algunas prendas nuevas, de esas que se llevó sin mayores ganas que el placer de obtener algo gratis, así como también otras que ha usado poco para venderlas. El trabajo de medio tiempo lo tomará una vez que haya rendido la prueba de admisión.
Está ordenando la ropa que sacó del closet para tomarle fotos, meditando si realmente quiere vender esto o lo otro con la idea de "podría usarlo algún día", luego se acuerda que el dinero es apremiante y debe aprender a desprenderse de la acumulación innecesaria.
Recuerda haberle comentado a Jimin, quien erróneamente pensaba que no se llevaba cosas poco prácticas, que sí lo hacía, solo que era lo bastante ordenado para que todo cupiera en su respectivo lugar, lecciones de vida que alguna vez le enseñó el tetris.
Revisa la hora una vez más, está a poco de que sea el cumpleaños de Jimin, como buen novio tiene la ambición de ser el primero en saludarle. También tiene un regalo preparado en una bolsa amarilla con el rostro de Chimmy que no pasa desapercibida en ninguna parte.
Piensa que su regalo bordea lo excesivo, pero está seguro que a Jimin le gustará.
Suena una alarma corta, una ventaja de la tecnología que le dice que debe hacer su llamada enseguida si no quiere que alguien más se le adelante.
—Felicidades por tu inminente envejecimiento —dice con una sonrisa amplia apenas escucha a Jimin pronunciar con cariño su nombre.
—Yah, hyung, eres más viejo que yo —reclama a bajo volumen y en medio de un quejido.
—No lo niego, envejecemos cada día, pero solo se celebra oficialmente una vez al año.
Jimin resopla y Yoongi imagina el puchero adorable en sus labios gorditos.
—Feliz cumpleaños, Jiminnie, puedes cobrarme el abrazo en la escuela.
—¿No crees que un abrazo es muy poco?
—¿Cuántos quieres?
—Muchos.
—¿No recuerdas lo que dije sobre cifras claras? Tres abrazos podrían ser muchos para mí.
—Tres abrazos son una cantidad miserable —se queja el menor conteniendo la risa—. A menos que sean muy largos y tal vez podría conformarme momentáneamente con eso.
No es una conversación cargada de hormonas y calor como noches anteriores, más bien es dulce, demasiado azucarada para Yoongi, pero de todas formas tiene que reconocer que no ha dejado de sonreír en todo el rato que llevan hablando sobre cuántos abrazos, la cantidad de tiempo que debieran durar y si viene adicionado con algún beso como mínimo.
Jimin exige más y más, a Yoongi le gusta negociar solo porque disfruta de sus quejidos, aunque con la disposición de darle cuanto quiera. Le dice que los abrazos podrían agotarse y debería aprender a racionarlos. Al final termina admitiendo antes de cortar que lo abrazaría todo el día.
De solo acordarse de la conversación siente que sus mejillas arden. No se reconoce siendo y hablando tan dulce con alguien. Esto de estar enamorado tiene bastantes más efectos secundarios de los que esperaba.
De cualquier forma, le gusta. Le gustan aquellas sensaciones intensas que provoca Jimin en él. La facilidad con la que le arranca sonrisas de la nada.
Al día siguiente lo primero que ve es la llamativa bolsa amarilla, como no quiere que se arrugue prefiere llevarla en la mano. También guardó un par más de las barritas de caramelo que esconde en una caja en su closet —todavía puede alimentar a Jimin con ellas un par de semanas más—.
Iniciaron un chat sin Jimin para coordinar una pequeña celebración, ya que a diferencia del año pasado con el horario impuesto por sus padres ya no podrán salir después de clases al cine y a comer como suelen hacerlo en otras ocasiones cuando alguien está de cumpleaños.
Tiene que esconder el celular apenas nota que el profesor pone el ojo encima de él un par de veces. Lo último que necesita es una anotación que presentarle a su madre por no prestar atención en clases, en otro entonces le habría dado igual, pero ahora que los ánimos están sensibles prefiere no meterse en problemas.
Durante el almuerzo se reúnen en la mesa habitual en la cafetería, esperan al chico del cumpleaños con un pastel y velas que encienden cuando están seguros que ningún profesor los observa.
A Yoongi le gusta ver como su novio sonríe alegre, más después que en el primer receso se quejara apenado que sus padres ni siquiera lo saludaron, aunque destaca que su hermano lo despertó a primera hora en la mañana y lo sorprendió con un cómic nuevo para su colección.
Sabe que lo hizo sonreír amplio cuando escondió una barrita de chocolate en su bolsillo y al siguiente bloque de clases le escribió un:
"Gracias, Yoongi hyung <3".
"Te quiero más de lo que me gustan estas barritas".
Ahí se sintió morir. Un pequeño cortocircuito en plena clase de matemáticas.
No es hasta terminar la rutinaria jornada escolar que sujeta su mano para frenar su andar hacia la salida, alzando la bolsa amarilla.
—Quiero ver tu cara cuando lo abras, ¿cuánto tiempo puedo retenerte?
—Mi mamá llega dentro de media hora, tengo que estar en casa antes que ella.
Yoongi tira suave del agarre para guiarlo hacia el jardín. Hubiese preferido ir al parque bajo la sombra de los árboles y la tranquilidad de estar lejos de los ojos curiosos que varias veces caen sobre la pareja. Ellos tampoco intentan disimular nada y les da igual darle material concreto a los rumores.
Se sientan en una banca y Jimin se apega a su costado, mirándolo como diciendo "¿puedo abrirla ahora?". Asiente y los ojitos entrecerrados de su dongsaeng brillan alegres, sonríen por sí mismos. Imposible no quedarse con la atención absorta en ellos.
—Si pareces un mocoso en navidad —comenta bajito enternecido.
—Es que son muchos —dice con entusiasmo sacando cada figura y artículo de Chimmy—. Creo que podré tener una vitrina de coleccionista —agrega tomando con cariño uno de los peluches en versión bebé que lleva pijamita.
—Ese y el vaso para café son de procedencia honesta, el resto lo fui recolectando en el transcurso de nuestra relación y las visitas a las tiendas, juntos o por mi cuenta.
Porque su relación empezó más concretamente desde la media barrita de caramelo y se reforzó con el ritual de intercambios. Algunos los tomó en sus visitas solitarias o cuando pensaba en tener algo a la mano para sus juegos de regalos mutuos. Fue tomando más de la cuenta, haciendo memoria de los que recordaba que el menor ya tenía en su baúl de tesoros.
Ver algún Chimmy en alguna parte es sinónimo de pensar en Jimin.
Jimin lo abraza fuerte. A Yoongi le da igual estar a la vista de todos, cierra los ojos y estrecha firme su cintura, escondiendo el rostro contra su cuello. Tan cálido y huele tan bien que no quiere soltarlo. No mentía cuando anoche le dijo que lo abrazaría todo el día.
—¿Tantas veces pensaste en mí? —pregunta en un murmullo conmovido, pues cada objeto de esa bolsa era su hyung acordándose de él y las cosas que le gustan, al igual que con las golosinas que le regala.
—Creo que no te imaginas la cantidad de veces que lo he hecho y lo hago. —Tiempo presente, ya que Yoongi lo tiene grabado en la memoria, está ahí, alimentando ilusiones, gatillando oleadas de emociones y calor derramándose.
Disfrutan el abrazo que se prolonga segundo tras segundo porque llegará el momento en que ambos saben que los abrazos tendrán que esperar semanas.
Ahora lo tienen y eso es lo que cuenta.
Un abrazo largo, aunque Jimin quiere más.
***
Después de un periodo de estrés, desmotivación y crisis existenciales xD, he regresado con el penúltimo capítulo. Siento la demora u.u (cerca de un mes, nunca maaás ;A; )
Muchas gracias por leerme ;u; 💖
Pd. Dulzura que inspiró esta historia.
Las golosinas serán mi muerte prematura 😂
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