XIII. Ladrones de chocolates

El calor es una tortura. No es que Jimin se considere una persona de invierno, pero sentir que el entorno se ha vuelto un horno, que caminar por la acera y mucho concreto es como la alfombra roja al infierno, le hace desear que la nariz se le congele y el frío le cale hasta los huesos.

Bueno, eso último tampoco lo desea realmente, solo quiere una temperatura amena.

Eso extraña de Busan y haber vivido cerca del mar. La brisa la sentía fresca y aliviaba un poco el tortuoso calor del verano, además de lo fácil que era avisarle a Jungkook o algún otro amigo para un buen baño en agua salada y arena pegada a la piel. 

Frescas tardes de verano sin tener que moverse demasiado lejos para pasear por la playa.

Ahora no tiene brisa de mar, solo calor enrojeciendo la piel, sudor caliente y una bolsa que acomoda en su brazo cada tantos pasos.

Pero no todo es negativo, destaca que los calurosos días de vacaciones han traído consigo la frecuente presencia de Yoongi y no únicamente salidas a robar cosas de las tiendas y tardes conversando mientras ordenaban las recientes adquisiciones. Los panoramas se han vuelto espontáneos y tranquilos como su hyung diciendo "quiero alguna maratón de anime" y Jimin respondiendo "ven a mi casa esta tarde". Y así, a veces era el menor quien visitaba a su amigo pálido, incluso se había quedado a cenar en más de una oportunidad con él y su madre.

La primera vez que conoció a la madre de su reciente amigo fue cuando lo acompañaba a casa tras una tarde de figuritas nuevas, su hyung le regaló un llavero de Chimmy y él le entregó uno de Shooky, argumentando que sentía que era un personaje que calzaba bastante bien con el mayor —su ritual de intercambios se ha resistido a terminar o, más bien, ninguno ha querido dejarlo morir—. En la puerta y con una de esas sonrisas que a Jimin le gusta mirar, Yoongi le dijo un sencillo "quédate a comer" y cómo rechazar comida —y la compañía—. Al final, cuando se hizo tarde y aún iban a mitad de saga de películas, llamó a sus padres para avisarles que se quedaría a dormir afuera.

Aunque en aquella ocasión no hundió su rostro en la fragante almohada como la noche de la fiesta de Jackson, sino que estuvo en el cuarto de invitados, que en realidad era la habitación del mayor de los hermanos Min.

Hoy, durante el almuerzo estuvo intercambiando mensajes con Yoongi. Un "tengo antojo de malteadas" y "podríamos ir por una", para finalizar con Park escribiendo con una sonrisa de oreja a oreja "ven, podríamos prepararlas"; lo cual los llevó a una pequeña travesía por el supermercado en busca de helado.

El helado lo compraron honestamente a diferencia de las galletas y bolsitas de snacks que vienen adicionales por cortesía no voluntaria de la tienda.

—Si sigues comiendo el helado a cucharadas no va a quedar para las malteadas —se queja el chico pálido, acortando la distancia para quitarle el pote.

Jimin llena la cuchara y sin siquiera considerar que básicamente sería compartir cubierto y saliva, la acerca la boca de Min para que se deleitara con la textura fría y sabor dulce. Mirándolo a tan poca distancia, nota los efectos del sol, hay zonas un poco más rojas en la nívea piel de su hyung. El cuello, las mejillas y la nariz parecen ser las más afectadas; no lo medita antes de poner su mano helada sobre el rostro afiebrado.

Entiende por qué evita el sol.

Yoongi brinca ligero por el tacto frío y la sorpresa, pero no rehúye, prefiere permanecer quieto y disfrutar de los dedos helados, trayendo consigo una especie de alivio y un nuevo problema en su estómago. Cosquillas.

—Tengo un gel muy bueno para las quemaduras —comenta bajito sin quitar la mano.

—Si más tarde sigo siendo más cangrejo que ser humano, te lo pediré.

Jimin asiente cortito, volviendo a ir por otra cucharada de helado antes de un nuevo regaño. La última vez que vio aquella delicada piel entintada de rojo fue el día que lo acompañó al parque de diversiones junto a Jungkook y Seokjin. Fue un caos por diversas razones: partiendo desde lo menos tangible como sus emociones y sentimientos encontrados, hasta lo palpablemente incómodo como los gritos, la gente y el calor que implicaba la temporada alta y una ola de turistas. Largas filas al sol y de tanto en tanto reaplicaba bloqueador una y otra vez, a sí mismo y a Yoongi, más al ver su piel resintiendo los efectos adversos de la radiación.

Aún así encontró un punto en que lo disfrutó, concordando sin palabras con Min que no había nada de vergonzoso en estrujar sus manos cuando el mundo se ponía de cabeza o frente a los lentos ascensos a grandes alturas y bruscos descensos, apretando a más no poder, pero lo curioso de la adrenalina es que bajas cuotas de dolor y el pegajoso tacto de piel sudada quedaba en segundo plano. Mirar la expresión alegre en el rostro de su amigo pálido —a tales alturas más rosado que blanco—, provocaba una extraña sensación similar al vaivén del juego del barco mecánico.

Cayó en cuenta de lo fácil y común que se había vuelto que la sangre encontrara una ruta expedita hacia sus mejillas gorditas. De repente se percataba que Yoongi estaba muy cerca y sosteniendo la mirada en él y listo: se sonrojaba, sentía el ardor hasta en las orejas.

Hubo un momento en que no supo distinguir si el calor y la adrenalina era por su intento de esconder golosinas de la tienda de obsequios o por el cuerpo de Yoongi rozando el suyo, su hyung lo tapaba mientras llevaba a cabo su pequeña fechoría. Se excusaba con que era un regalo del parque por haber subido sin un ápice de consideración los precios en temporada alta.

Antes de despedirse, dejó entre las manos de su hyung una caja de caramelos de sabores y se sintió tonto al sonrojarse después que Yoongi lo hizo —o quizás fue una impresión falsa y esas mejillas estaban coloradas producto de la insolación—.

Asume que esto de los sonrojos y sensaciones raras han estado siendo recurrentes desde la salida al parque hasta ahora que Yoongi limpia su mejilla con crema batida con el pulgar, tacto que de inmediato llama al rojo vivo, es todo a causa de lo que dijo Jungkook sobre su tipo de chico ideal.

Porque no ha dejado de pensar en ello y le sienta extraño.

Incluso lo piensa ahora que disfrutan de la sombra en el jardín de su casa, sentados el pasto al lado de sus vasos con restos de malteada, Yoongi está recostado con la cabeza sobre uno de sus muslos y Jimin enreda los dedos en su cabello. Trata de alejar la nube de pensamiento, de centrarse en cualquier otra cosa, como las raíces castaño oscuro mezcladas con el negro, casi se confunde, pero con la luz de sol puede apreciarlo, un ligero matiz que hace la diferencia.

—Pensé que tu cabello era negro —susurra bajito, sin dejar de cepillar, abriéndose camino entre las hebras.

Yoongi apenas emite un ronco ruido de agrado, como instándole de forma no verbal a continuar.

—Casi, lo teñí negro luego de haberlo tenido decolorado las vacaciones de invierno anteriores —responde con los ojos cerrados, centrado en las caricias que se traducen en hormigueos que van desde la cabeza y terminan por hacer eco en su vientre—. Desde que lo hice puedo jurar que está creciendo más lento.

—Te creo, el cabello teñido demanda cuidados.

—Necesito una crema para el pelo o algo —menciona batallando con el relajo en cada músculo, sugiriendo que dormir es una buena idea, porque el muslo de Jimin es una almohada excelente.

—No se siente seco, pero podemos ir más tarde cuando no haga tanto calor. —Enreda con cuidado un mechón entre los dedos, midiendo el largo del cabello de Yoongi—. ¿Tienes sueño? ¿Quieres dormir?

—Un poco.

Jimin permanece en silencio, si su hyung quiere dormir un rato no será él quien lo impida. Lo único que no pretende dejar de hacer es jugar suavecito con su cabello, hay algo hipnótico que no entiende en deslizar los dedos y ver como se pierden entre los mechones oscuros.

—Jimin-ah, si sigues así me quedaré dormido.

—Puedes dormir si quieres.

—No quiero, háblame, pregúntame cosas, cuéntame lo que sea —dice antes de bostezar perezoso. La idea de una siesta suena realmente tentadora, pero quiere permanecer con los sentidos puestos en la compañía de Jimin.

Cada segundo.

Cada segundo con la sensación tibia que traspasa la tela delgada del pantalón, de los dedos que cepillan gentilmente su cabello y su voz amena.

—Entonces —dice Jimin, alargando un poco más las vocales—. ¿Alguna vez has robado algo que no sea en una tienda? ¿A alguien? ¿En tu escuela? —pregunta curioso.

—A mi hermano, traía golosinas y las escondía, ¿cómo no me convidaba? A mí, su pequeño hermanito que lo cubría cuando quedaba a cargo de cuidarme y se escapaba a tener citas por ahí o traer chicas a casa. Era un niño obediente y me encerraba a jugar en mi pieza en tanto él se entretenía en meterle lengua en el sofá a alguna de sus compañeritas —relata con la sonrisa extendiéndose en su rostro—, mientras él hacía eso, yo me comía sus reservas de chocolates y caramelos, supongo que ahí comenzó mi carrera delictual.

—Hemos hablado de muchas cosas, pero nunca te pregunté antes por qué lo haces.

—Mi agonizante economía lo agradece.

—Bueno, es parte de porque uno continúa haciéndolo, pero cómo siguió, cómo escaló de robarle chocolatitos a tu hermano a las tiendas.

—No fue mucho después de eso, recuerdo que pasábamos una situación económica difícil desde que la empresa en la que trabajaba mi papá se fue a la quiebra, mi hermano me invitaba a pasear con frecuencia al parque, pero sabía que era para no escuchar las discusiones hasta que terminó en la decisión más sana que fue divorciarse. —Yoongi es consciente que está tomando el camino largo para su respuesta, que perfectamente podría resumirla en frases cortas, pero quiere que Jimin tenga el panorama completo. Quiere compartir pequeños fragmentos de su historia—. También me acuerdo que en ese entonces empecé a recibir varios "no" y "no hay dinero para eso", se puso más difícil cuando mi papá se fue de casa, lo veíamos a lo lejos, algún fin de semana al mes o para festividades; mi hermano buscó trabajo de medio tiempo después del instituto y mi mamá tomaba turnos extras, entonces así terminé siendo un acogido en la casa de los Jung.

»A veces sentía ganas de esconder la carne cuando me invitaban a cenar para llevarla a casa. Un día escondí mi porción de pastel cumpleaños de la hermana de Hoseok, mi mamá me regañó, advirtiéndome que no hiciera cosas que la avergonzaran delante de los Jung, pero mi hermano lo aceptó feliz. —Los dedos de Jimin continúan paseando entre su cabello y sostiene la mirada curiosa sobre sus ojos—. Había otra cosa que iluminaba mis días, cuando mi papá enviaba dinero era sinónimo de quedarse con lo que sobraba y comprar baratijas y golosinas, me encantaba cuando mi mamá nos enviaba a mi hermano y a mí al supermercado, la sensación de llevar un carrito lleno y pelear por cuál sabor de frituritas envasadas era mejor.

—¿Qué baratijas te gustaban? ¿Cuál sabor de frituras envasadas? —pregunta Jimin con voz tranquila y una sonrisa suave que apenas estira la comisura de sus labios.

—Más que algún sabor, solía escoger las que traían algún regalo al interior de la bolsa, pero esa felicidad momentánea se desvanecía cuando mis compañeritos presumían sus cosas geniales y lápices con diseños, hasta que un día me enviaron solo a comprar, dinero justo y mi enorme decepción por no poder gastar el vuelto en alguno de esos lápices geniales que tenían los demás...ya imaginarás el resto.

—¿Te llevaste solo un lápiz?

—Dos, venían dos en la caja y un paquete de caramelos, recuerdo que todo el tiempo pensé "me van a descubrir, mi mamá me va a retar, debí llevarme más cosas para que valga la pena el regaño". Después dejé de querer lápices geniales y me volví más ambicioso, me negaba a usar la ropa vieja de mi hermano.

»No tanto tiempo después, a mi mamá la ascendieron de puesto y mi papá encontró un buen trabajo y se asentó en Seúl, mi hermano se mudó para estudiar allá y yo, bueno, seguí. No es que ahora pueda abanicarme con un fajo de billetes y despilfarrar como se me dé la gana, no creo que llegue a eso cuando no he logrado deshacerme de esa especie de fantasma familiar de los Min: "no hay dinero". Aún tengo esta sensación de que todo puede ser tan frágil, en un momento estás bien y un par de situaciones puede venir a desarmar con tanta facilidad.

Yoongi nota que la mano pequeña de su dongsaeng aún está entre su pelo, apenas haciendo movimientos suavecitos. Guarda silencio un momento para digerir todo lo que acaba de contar, recordando situaciones en apariencia sencillas, pero que a él le hicieron apretar los dientes, como el hecho que su novia gastara en cosas que no valieran la pena y por impulso, diciendo después de arrepentirse: "no te preocupes, solo es dinero", el tipo de frases que impacta directo en su pasado y la memoria fresca de los rostros exhaustos de su madre y hermano mayor, de las muchas veces que quiso algo y era imposible obtenerlo, fantaseando que llegara el día en que pudiera tener de todo y sin preocuparse de que fuera a faltar para algo.

—Muchos objetos son permanentes —susurra apartando los dedos de su cabello. Ni siquiera lo piensa cuando las yemas tocan por encima del lunar en su mejilla, apenas un roce—. Quizás se desgastan con el tiempo por estar mal cuidados, pero están, los puedes tocar, romper y reemplazar. El resto de las cosas no funcionan así de fácil. Los objetos tienen una forma definida y sabes que hacer con ellos o consigues un manual gratuito de uso por internet, mientras que las personas y el azar pueden ser impredecibles.

La falta de control es el terror chocando directo con la naturaleza ansiosa. Cuando Yoongi continuó robado experimentaba —y aún lo hace— la exquisita mezcla de poder y tener, jugando a ser más listo con la adrenalina a flor de piel y ciertos riesgos previsibles, pero no deseados.

Es algo relativamente manejable.

El terror de ser atrapado es mucho más ligero al de cualquier noticia imprevista y catastrófica.

Todavía tiene esos lápices con estampado de caricaturas.

A veces también se lleva cosas poco prácticas de Kumamon. Algo que a Jimin le sorprendió porque la mayor parte del tiempo suele esconder artículos útiles.

No dejará de hacerlo hasta que lo atrapen. Luego seguirá el curso esperado: trabajar para tener dinero, sabiendo que sus caprichos volverán a reducirse, por lo que prefiere aprovechar mientras pueda.

¿Jimin tocó su mejilla? Todavía está la sensación fantasma de un roce en la piel.

—¿Qué hay de ti Jimin-ah? ¿Hasta dónde ha escalado tu nivel de cleptomanía?

—Yah, no podría afirmar que lo mío escala a ser un trastorno.

—Dicen que el primer paso es aceptarlo —afirma en tono de broma, buscando su mirada.

—Quién sabe si se termina transformando en uno —dice bajito, apretando los labios—. A veces creo que lo tengo bajo control.

—Esa es como frase promedio de un adicto que no se asume como tal —continúa sin apartarse de los bonitos ojos de Jimin—. Si le pudieras poner un porcentaje a tu nivel de control, ¿cuál sería?

—Sobre sesenta, no lo sé, es que depende, sabes que hay sitios donde no siento culpa en hacerlo y también hay contextos. Si voy con mis padres u otro amigo a una tienda suelo contener el impulso, a veces fracaso y me llevo algo pequeño cuando creo que el peligro de ser atrapado es mínimo, aunque nunca nulo y eso lo hace...emocionante. Por ejemplo, si acompaño a mi abuela a las compras ni siquiera pienso en intentarlo.

»Por otra parte, si se trata de cosas de alguien más, con nombre y apellido, de alguna cara que reconozca, simplemente no puedo. Si voy a la casa de alguien, por más que vea algo que me gusta y sé que tomarlo es tan fácil, no lo hago, ahí sí me sentiría culpable.

Yoongi asiente, entendiendo su punto, aunque deseando saber un poco más. Más de esas piezas que desconoce.

—¿Por qué comenzaste con esto?

—Porque era un mocoso caprichoso que quería un chocolate.

—¿Por qué lo dices en pasado? —La tentación de risa lo invade cuando ve que el labio inferior de Jimin sobresale en un tierno puchero.

—Ok, sigo siéndolo —admite—, pero es eso, así partió, estaba encaprichado por un chocolate.

—Creo que hay más que solo un mocoso caprichoso en esa historia.

—Es triste decir que probaron el conductismo y los refuerzos positivos conmigo, buenas notas y tenía un premio. Entonces me esforzaba mucho porque me gustaban los premios, todavía me gustan los premios, a veces chocolates y si el logro era mayor podía ser algún juguete. Un día me dijeron que no me comprarían el chocolate que quería y estaba frustradísimo porque puse mucho empeño para tener notas altas, incluso cancelé un par de salidas a jugar con Jungkookie solo para después obtener un "no". Pensé "si ellos no me dan mi chocolate, me lo regalaré yo mismo".

»Ahora que lo digo en voz alta me siento tan...tonto.

—¿Por qué?

—Porque esto suena solo al reclamo de un mocoso caprichoso que no sabe aceptar que le digan que no.

—Cuando imagino a un pequeño Jimin de mejillas regordetas, además de provocarme ternura y diabetes, también me da pena, digo, tener que posponer jugar para responder a expectativas adultas...después de todo, fueron ellos quienes te enseñaron a trabajar en función de premios.

»Jiminnie, transmites esta aura de niño perfecto, pero imagino cuán desgastante debe ser tratar de ajustarte a las expectativas ajenas, a veces los padres pueden ser un poco injustos —dice con voz ronca y apacible. Entonación que para Jimin es una especie de placer auditivo—. Eres jodidamente brillante, que nadie te apague, ni siquiera tú mismo, haz lo que quieras, si quieres estudiar danza solo hazlo y así con lo que sea que te propongas, que sean tus metas y no las de alguien más. —Yoongi piensa que acaba de perder el filtro que media entre pensamientos y boca, voltea un poco el rostro como queriendo ocultar que el calor se concentra en sus mejillas.

Jimin también siente que las palabras hicieron efecto en su rostro. La sonrisa se extiende y nota algo cálido y agradable en el pecho. Ese "Jiminnie" y "brillante" hacen eco en su cabeza.

—¿Siempre sabes que decirle a la gente?

—Honestamente no, no te acostumbres —masculla aún con el sonrojo presente.

No es el único, Jimin también sabe que su cara ha de estar encendida de carmín.

—Estar contigo es reconfortante —menciona bajito, volviendo a dejar un par de caricias en el cabello que se transforma en un jugueteo nervioso con un mechón entre los dedos—. Me haces sentir bien, incluso si no dices nada o lo dices todo.

Yoongi permanece con la mejilla recargada en el muslo de Jimin, ojos cerrados, intentando decirle a su cuerpo que suavice las reacciones anormales, como esos latidos bruscos y la tensión en el estómago. Es por eso que le incomoda todo aquello que implica sentirse enamorado. Pasan aquellas cosas que escapan de su control. Es algo que llega, no lo ves, hasta que está ahí haciendo estragos y tomando cuanto quiere de ti.

Es tierra insegura.

Nada le dice que Jimin vaya a fijarse en él de la misma forma.

No quiere seguir pensando en eso. Estaba bien cuando ocurría en su punto ciego, cuando no era consciente que todo elaboraba un camino directo a caer ante el chico de mirada sonriente.

Prefiere disfrutar del presente y la voz suave de su dongsaeng relatando un episodio en que le robó una enorme caja de lápices de colores a un niño cuando cursaba la escuela elemental, pero especifica que se trató de un acto de justicia, porque ese pequeño mocoso abusón rompió uno de los juguetes de Jungkook, además de fastidiar a otros de sus compañeritos.

¿Cómo no le va a gustar tanto Jimin?

Un pequeño Jimin de mejillas regordetas aspirando a ser una especie de Robin Hood, repartiendo lápices de colores. Chiquillo con cara de angelito metiéndose en problemas en secreto.

Le encanta.
  
  
  
  
  
  
  
 
  
 
Cuando el sol está en camino a esconderse, ellos toman rumbo a un supermercado, deciden no ir al más cercano porque estuvieron ahí comprando helado y robando galletas. Optan por otro a un poco más de media hora, cuyo transcurso se siente corto entre las divertidas anécdotas que Jimin relata animado.

Pasean entre las góndolas, calculando qué y cuánto llevar. Yoongi ha metido de forma disimulada una botella con crema para el cabello que decía en la etiqueta especial para los daños provocados por el sol.

Es extraño sentir como si el tiempo se detuviera al segundo que un par de brazos rodean su cintura y Jimin recarga el mentón sobre su hombro. Su corazón decide que es buena idea agitarse nuevamente.

—Yoongi hyung, un guardia nos ha estado siguiendo a lo lejos, hay que abortar misión. —El aliento tibio es una caricia. Los labios de Jimin casi rozan su piel.

Está nervioso, no por el aviso, sino porque todavía siente cosquillas en la oreja. Jimin tan cálido no se despega de su cuerpo. Entonces le hace caso, saca de su mochila rápidamente el par de cosas que había guardado. Por el camino su dongsaeng también vacía disimulado sus bolsillos. Entonces como si nada, paga un par de cafés fríos enlatados al pasar por la caja.

Luego ocurre lo que ambos veían venir, el guardia en la entrada los detiene, les exige que vacíen los bolsillos y a Yoongi que enseñe el interior de la mochila. Bufa cuando lo hace.

Jimin vuelve a sujetar su brazo y apegarse a su costado, nota que el sujeto no solo los observa con reproche, también hay algo en su expresión que puede traducir como desagrado. Quiere comprobar si es por lo que piensa, por lo mismo toma la confianza para rodear la cintura del menor.

Es eso. Los mira con disgusto justamente por eso. No solo por sospechar de ellos robando en su tienda, no solo por exhibir una muestra de afecto que no alcanza a ser inadecuada, sino porque son dos chicos y aquello es el agravante.

—Nos ha hecho pasar un momento muy incómodo —Jimin comenta con su voz dulce que desborda amabilidad—, quizá debiera ser más cuidadoso en su trabajo para evitar hacer pasar a otros por lo mismo.

Yoongi se muerde el interior de la mejilla para no reír. Le encanta Jimin, justo esa sonrisita traviesa y ojitos risueños, entonación suavecita mientras el guardia dirige su mirada fulminante en ambos y el rostro rojo por la impotencia. Si no reacciona es porque un par de señoras están mirando curiosas la escena.

La misión habrá sido un fracaso, pero ha soltado carcajadas con ganas una vez que se han alejado del recinto. Cuando quiere parar de reír, mira a Jimin contagiado también y no puede.

—Eres todo un caso.

—Quizá podría cambiar la danza por la actuación.

—Puedes con ambas cosas, agrega el canto y podrías ser un artista bastante completo.

Jimin se deshace por dentro. Estar bajo ese extraño estado le hace no pensar y hacer tontería sin propósito, como apoyar la lata fría de café en el cuello de su hyung, quien se sobresalta con un quejido.

—Hace calor —se excusa.

—Se nota, tu cara está roja, Jimin-ah.

—Ten. —Le entrega el café ignorando la tensión en su vientre—. Puedo acompañarte a casa.

—Hoy me toca a mí acompañarte a casa.

—¿Lo hacemos por turnos, hyung? —Jimin quiere morderse la lengua. Está seguro que su tono de voz salió más juguetón que de costumbre y la frase podría interpretarse de tantas formas. Así bromea con Taehyung, no con Yoongi. Vergüenza.

—Supongo, ¿fijamos turnos?

—Yah, desde la próxima vez, porque lo dije primero.

—Bien, Jimin-ah, acompáñame a casa —afirma con una semi sonrisa—. Vamos, sé caballeroso y ofréceme tu brazo.

Yoongi no entiende desde cuando se permite seguir juegos y coqueteos. Nunca fue bueno en eso.

El problema es que es un riesgo para sus emociones revueltas y si no entiende los límites del juego podría salir dañado, quizá. Algo le dice que en la vida hay que tomar riesgos, ceder el control, ser espontáneo.

—Mañana me juntaré por la tarde con mis amigos, podrías venir —propone Jimin, agitando la lata antes de abrirla.

¿Jimin quiere integrarlo a su círculo de amigos cercanos? Es raro, pero se siente importante por ello.

—¿Se puede sumar alguien más? —También es una buena oportunidad para devolver el empujón que le dio Hobi tiempo atrás—. Podría avisarle a Hoseok, imagino que a tu amigo le gustaría verlo.

—Sería genial.
  
  
  
  
  
  
   

 
  
  
  
  
  
   
   
Al final Yoongi termina en la puerta de la casa de la amiga de Jimin no solo en compañía de Hoseok, también Wendy y Namjoon, este último tras escaparse de las agobiantes clases de reforzamiento —a su juicio roza la crueldad restar tiempo de vacaciones con más estudio—, a su amigo se le terminará por fundir la cabeza si no toma una pausa sana para divertirse.

Jimin los recibe y Roseanne afirma que mientras más mejor, invitándoles a entrar. Su dongsaeng le comenta que llegaron justo a tiempo porque están eligiendo los ingredientes para las pizzas que pedirán a domicilio.

Es extraño, atraviesan esos segundos de miradas confundidas y curiosas de parte de los otros amigos de Jimin, quienes los miran como si hubieran llegado de otro planeta. Es mutuo, Nam también se remueve incómodo tras un corto saludo, Wendy prefiere romper rápido el hielo y se acerca a quien más conoce, Seulgi, su compañera de salón. Hoseok busca con la mirada a Taehyung, Yoongi le dice que su impaciencia ha de notarse a kilómetros y Jimin sonriendo, dice bajito que viene en camino.

—Me siento una mala influencia —comenta Wendy hacia Seulgi—. Veo refrescos sanitos y yo con una botella de soju en el bolso.

—No te preocupes, nosotros trajimos cerveza que se está enfriando —responde la chica de cabellos negros, reacomodando su flequillo con cuidado.

A Yoongi se le está antojando una de esas cervezas heladas, quizás así desaparece esa tensión que lo invade cuando está en ambientes con persona que escasamente conoce. Hoseok desaparece de su lado cuando Taehyung llega.

Hobi es un sol irradiando calor y alegría, sonrisa extensa y dedos que desordenan el cabello del otro chico, también feliz y torpe.

—Más evidentes imposible.

—Confirmo —dice Yoongi con un pequeño asentimiento hacia Nam—, pero Hobi todavía está en plan de "ay, no sé, me gusta, pero quizás estoy malinterpretando las cosas" y todo ese rollo mental innecesario.

—Para ser justos, todos tenemos rollos mentales innecesarios, quizá no con temática amorosa.

Ahora no lo confirma en voz alta, pero siguiendo líneas justas, es un especialista en armarse rollos cuando le da por rumiar mentalmente con algunas ideas que se instalan cómodamente sin intenciones de darle paz. Por eso prefiere tomar distancia cuando nota que quieren abrirse paso.

Por eso prefiere dar saltos bruscos entre un pensamiento y otro cuando lo que siente por Jimin quiere ganar protagonismo. Sabe que está ahí, pero hace como que no lo ve, por más que el sol no se pueda tapar con un dedo.

Porque es más seguro mirar sus ojitos entrecerrados cuando se acerca sonriendo alegre con un par de latas de cerveza a fijar la vista en sus labios y que alimenten el deseo semi dormido.

Namjoon recibe la cerveza agradecido y Yoongi responde al brindis de Jimin en honor a unas buenas vacaciones de verano.

Al principio Jimin estaba preocupado de haber puesto a su hyung en una situación incómoda, sabiendo de antemano que los panoramas que implican gente y ruido no suelen ser de su gusto, pero se relaja al ver que conversa con Hyejin y Wheein sobre música, sujetando una de las alitas de pollo picantes.

El ambiente es cómodo. Wendy y Roseanne encuentran puntos en común hablando de las diferencias culturales y lo extraño que es tener dos nombre: —me costó bastante acostumbrarme a escuchar mi nombre coreano sin mirar a los alrededores hasta convencerme que el profesor me llamaba a mí —comenta la amiga de Yoongi.

—¡Sí! —afirma Roseanne con un movimiento efusivo—. O la edad, llegar aquí y saber que tienes un año más.

Namjoon se une a la conversación, pues también tuvo su experiencia de choques culturales cuando pasó un periodo viviendo en Nueva Zelanda.

Seulgi se acerca a Jimin quien elige entre comer un palito de ajo, una alita picante o una rebanada de pizza, claramente pretende probar las tres cosas, pero no sabe por cuál partir. La chica apoya el mentón en el hombro de su dongsaeng.

—Pensé que Joohyun noona vendría.

—No, tenía una salida con sus compañeras de universidad —dice tranquila, apartándose solo para desbloquear su teléfono y mostrarle la foto que le mandó la chica en una mesa con diversos platos de comida. Seulgi fotografía como muerde su rebanada de pizza y se la envía a su novia—. Estuvimos mucho tiempo juntas, ahora necesitamos nuestros espacios.

—Quiero una selca contigo para mis recuerdos de las vacaciones de verano.

Ella asiente, se acomoda a su lado y hacen muecas frente a la cámara frontal para capturar la más divertida. Toma una segunda foto con sus mejores ángulos.

—Me alegro que hayas invitado a Yoongi y sus amigos —comenta Seulgi antes de sacar una segunda rebanada—. Mira a Tae-Tae que agoniza de felicidad y tú también te ves bastante feliz.

—Me gusta pasar tiempo con Yoongi hyung, supongo que es normal que si alguien te agrada quieras que a las otras personas que son importantes para ti les simpatice.

—A mí me agrada y si te hace sonreír como ahora, aún más. —Jimin se encoge un poco en su lugar frente a la mirada inquisitiva de su amiga. Como si quisiera decir algo. Como si fuera a insinuar algo de la misma naturaleza que la frase de Jungkook todavía metida en su cabeza—. Está bien si te gusta.

—¿En qué sentido lo dices? —Bien, eso acaba de sonar como si se delatara. Ni siquiera sabe qué es exactamente.

O lo intuye, pero no quiere salir de una cosa para entrar en otra similar. Bastante trabajo es asumir y tratar de dejar ir sus sentimientos no correspondidos por Seokjin.

—¿En qué sentido lo estás interpretando?

—Yah, quieres confundirme.

—No me culpes, te confundes solito.

—Me gusta estar con él, es un hyung genial y disfruto pasar tiempo a su lado, es eso, solo eso.

—Y eso está bien, te hace bien que alguien te haga sentir feliz. No te compliques.

Jimin bebe un largo sorbo de cerveza, queriendo ignorar que su pulso ha incrementado su frecuencia. Seulgi continúa sonriendo como si quisiera ser más directa con sus insinuaciones —o quizá no insinúa nada y él mismo se encarga de alimentar el embrollo en su cabeza—. Prefiere hacerse el desentendido y sugerir llevar comida a los demás.

Llena un plato con más alitas picantes y trozos de pizza para ofrecerle a su hyung.

La reserva de cervezas comienza a escasear, pero Wendy agita su botella de soju, tiempo de hacer protagonismo. Roseanne trae una segunda botella que saca del mueble donde sus padres guardan alcohol para momentos especiales. Ella señala que este es un momento especial.

Por lo general Rosé tiende a invitar a amigos que se queden en su casa u organizar juntas con su pequeño círculo cercano, en varias oportunidades ha comentado que se siente bastante sola desde que su hermana mayor volvió a Australia, sumado a que los frecuentes viajes de sus padres han incrementado.

Terminan por hacer del acto de beber una consecuencia de fallar en diversos juegos. Como aquellos que son desafíos a la memoria y mientras más soju se ingiere, más difícil es concentrarse. Jimin nunca se había sentido tan ignorante en geografía hasta que su mente quedó en blanco en la enumeración de países del continente americano.

Demasiadas risas en el aire y botellas que se van vaciando. En medio del calor y el ambiente alegre, Jimin desinhibido permanece cerca, muy cerca, de Yoongi, recargando el peso en su costado. Le gusta que su hyung no se aleje y le permita sostenerse, porque sabe que el mundo se agitará apenas se levante.

Piensa en lo que dijo el mayor aquella noche desastrosa, sobre no tolerar bien el alcohol, si presta mayor atención nota que sus mejillas suavecitas están rojas y arrastra un poco algunas palabras.

La embriaguez no es impedimento para que Yoongi, Wendy y Rosé preparasen un delicioso ramyeon y tortilla cortada en rollitos para combatir el bajón grupal de medianoche.

Jimin sujeta el brazo de su hyung cuando lo observa tambalear.

—¿Dónde está el baño?

—Por aquí —responde cantando las sílabas, guiándolo por el pasillo.

Yoongi mira al menor que continúa parado al costado de la puerta.

—¿Qué? ¿Quieres entrar primero?

—No, no, esperaré a que salgas.

—Yah, no es como si me fuera a perder —responde el mayor con la sonrisa que extiende sus labios.

—Prefiero prevenir. —Le dedica un guiño, acompañado de un empujoncito.

Cuando sale se encuentra con Jimin apoyado en la pared frente a la puerta. No sabe si es la comida y el alcohol o es esa mirada traviesa de su dongsaeng lo que revuelve su estómago de una forma casi agradable.

Avanzan uno cerca del otro, Yoongi procura dar sus pasos con cuidado, sabe que está justo en ese límite en que apenas controla su cuerpo y aún conserva cierta claridad en su mente para censurar cualquier locura.

—Prometiste llevarme sano y salvo a casa si me emborrachaba. —Recordar una promesa con una sonrisa juguetona no es una locura.

—Y puedo hacerlo —afirma Jimin con determinación.

—¿Puedes? —Lo pone en duda, no ve que su menor esté en mejores condiciones que él.

—Claro, incluso en brazos, te puedo cargar en brazos si te cuesta caminar.

—Lo dudo.

—¿Estás poniendo a prueba mi fuerza, Min?

Entonces Yoongi trata torpemente de escabullirse cuando Jimin intenta alcanzarlo. Siente que podría morir cuando su dongsaeng lo envuelve y se reacomoda para elevarlo del suelo, un brazo por su espalda y otro por detrás de sus rodillas. Movimiento ágil, su vientre se aprieta como si estuviera en una montaña rusa y su amigo lo está levantando con facilidad.

¿Cómo un mocoso ebrio puede ser tan rápido? Tal vez sus reflejos están muy lentos.

En todo sentido cree que podría morir, porque su dongsaeng es tan cálido y huele bien, está tan cerca que piensa que derretirse es una posibilidad real. Por otra parte sus pasos tienen un equilibrio sospechoso y ya lo imagina tropezando; una escena de ambos desparramados en el suelo, dignos de aparecer en esos programas de las mil maneras de morir.

—Yah, bájame ahora —reclama sin alzar la voz, debatiéndose entre removerse y terminar ambos en el piso o esperar quieto que Jimin obedezca.

Al final se deja caer con Yoongi encima en uno de los sofás de la amplia sala de estar.

—O podríamos quedarnos aquí —sugiere con esa voz suave y aterciopelada que estremece al mayor.

Yoongi cae en cuenta que el cómodo lugar donde se encuentra sentado es el regazo ajeno, además Jimin mantiene un brazo encima, rodeando su cintura. Siente que el palpitar de su corazón hace eco en sus oídos.

Tanta cercanía es peligrosa. Alimenta todo aquello que prefería mantener débil y dormido. Aquello que le dice "podrías besarlo", "qué pasaría si te mueves suavecito justo ahí donde estás" y la simple idea causa un hormigueo en descenso, un tironcito ligero en la entrepierna, apenas un aviso de lo que podría pasar.

—Ah, sí, escribiré para avisar —menciona de manera torpe, bajándose de encima antes de las consecuencias indeseadas. Saca el celular del bolsillo y redacta un escueto "me quedaré con Jimin hoy".

De todas formas permanece cerca, arrimado a su costado, preguntándose si acaso ese mocoso es una especie de imán. O simplemente es él que no quiere alejarse y aún conserva las ganas de probar sus labios mullidos.

Jimin apoya la cabeza sobre su hombro murmurando que tiene sueño. Yoongi quizá ha dejado de pensar en cada una de sus acciones y se permite hundir la nariz entre el cabello castaño de su dongsaeng.

—Creo que quiero un abrazo —pide el menor con voz dulce.

—Creo que podría dártelo o busco a alguien más para ti.

—No, tú, un abrazo tuyo.

¿Cómo resistirse? Es una petición sencilla, pero mientras lo rodea y empuja contra su cuerpo, siente que colapsa por dentro. Acaba de olvidar su soliloquio mental sobre los límites y los peligros.
  
   
  
  
   
  
  
  
  
  
Al mañana siguiente a Yoongi lo despiertan los rayos del sol y no sabe cómo fue que se quedó dormido con Jimin encima babeando su pecho. Sus músculos están acalambrados con el peso contrario que lo aprisiona a la superficie del mueble blando y su cabeza reclama con molestas punzadas.

En algún momento alguien los cubrió con una frazada y en otro sofá más pequeño Hobi duerme acurrucado a Taehyung envueltos en una manta de colores pasteles.

Vuelve a cerrar los ojos e ignorando las quejas de su cuerpo, decide que nada importa y vuelve a rodear a Jimin con uno de sus brazos.

Manda al diablo la sugerencia mental de mantener distancia y se permite disfrutar de lo bien que se siente tener al chico de mejillas bonitas durmiendo sobre él.
  
  
  
  
  
  
  
 
 
 
 
 
  
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2/2
¿Les he dicho que esta autora las quiere? Pues sí, les arrojo amor
(。・ω・。)ノ♡

Muchas gracias por el apoyo. ¡Feliz domingo e inicio de mes!

🥺

Por cierto, otro meme que me hizo pensar en Jimin xD
Esto hubiera pasado si le hubiera dicho a Seokjin que le gustaba uwu (feliz de que la rae agregara mi precioso uwu).

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