VII. Compañero de travesías
—Deberíamos hacerlo de nuevo.
Jimin sabe que esa frase que dijo hace unos días en la parada de autobús es la puerta abierta a una relación. Ese tipo de complicidad que se comparte con un compañero de aventuras y locuras —delitos menores, en este caso—. Las palabras brotaron en medio de la euforia y la confianza que fluía por sus venas, su pulso apenas estaba recobrando normalidad y sus mejillas continuaban calientes; necesitaba hacerle saber a su sunbae que deseaba más momentos como esos.
No es como si no lo hubiera pensado a medida que iba aumentando la cercanía con el chico pálido cada tarde que compartían caramelos y conversaciones durante los bloques de detención. Más de una vez quiso sugerir la posibilidad de ir juntos al centro comercial, pero se frenaba al pensar que una propuesta como aquella estaría excediendo los niveles de confianza y lo poco que compartía con Yoongi.
Hasta que arrojó una indirecta, el sujeto pálido la captó y dijo justo eso en lo que pensaba hace días.
Luego Jimin, sin nada que perder y mucho que ganar, ya en tierra segura, expresó sus ganas de intentarlo otra vez. Se divirtieron bastante juntos, ¿por qué no repetirlo?
¿Cuándo? No lo sabe. No hablaron de eso.
Tampoco hablan por los pasillos, apenas se saludan con gestos que podrían pasar desapercibidos. Si hablan lo hacen en el tiempo y espacio de sanción o por chat en las noches, pero no acerca de cuándo podría ser el siguiente paseo al centro comercial.
A veces conversan como si fueran amigos de toda la vida y sentir ese repentino nivel de cercanía con alguien con quien antes apenas se limitaban a mirarse, le resulta extraño y curiosamente cómodo.
Aunque extraño sigue siendo la mejor palabra para definir todo aquello.
—Hoy me atreví a decirle a Hoseok sunbae que el último video que subió de su ensayo de baile fue increíble —comenta Taehyung con una sonrisita enamorada jugando con la comida en su bandeja—. Aunque ahora me arrepiento porque pienso que soné como una especie de acosador —se lamenta—. O sea, de todas forma, me dijo "gracias" con una de sus sonrisas bonitas, quizá piensa que he visto todas sus fotos y videos, que por cierto es así, pero...
—Si subió su video es para que las personas lo vean —menciona Hyejin como si fuera obvio.
—No le des tantas vueltas, cuando subo un video de mis prácticas es porque me gusta compartir mis avances de los que estoy orgulloso. —Se suma Jimin, volviendo su atención dispersa a la conversación de sus amigos, pensando en la posibilidad que Hoseok lo hiciera por razones semejantes.
—Mejor piensa en lo seguido que te ha estado saludando Hoseok sunbae —dice Rosé con un corto guiño, provocando que las mejillas de Tae empiecen a tomar color rojizo.
Taehyung siempre contaba de forma animada cuando el golden sunbae le saludaba o tenían conversaciones cortas. Hiperventiló cuando hace varios días atrás le regaló un caramelo.
Y los caramelos lo llevan de vuelta a Yoongi.
No le ha mencionado a su grupo de amigos sobre el frecuente intercambio de golosinas, tampoco que de repente encontró a un posible compañero de travesías en la sala de detención y, mucho menos, acerca de haber salido juntos el sábado —a robar ropa y baratijas de las tiendas del centro comercial—. Aunque Seulgi se ha dado cuenta, tiene esa expresión de extrañeza cuando comparte saludos disimulados con el chico pálido de su clase. Ella lo vio alzando la mano por lo bajo y hacia dónde apuntaba su mirada: Min Yoongi. Su noona no dijo nada, solo mantuvo los ojos en él como esperando una aclaración.
Contarle a Seulgi implicaría revelar información. Ella sabe que él lo hace, pero no que Yoongi es otro candidato a una correccional juvenil y no quiere andar de chismoso, al menos no cuando no lo involucra, o sea, sí, porque lo hicieron juntos una vez; de todas formas cree que no le corresponde ventilar los secretos de su sunbae.
Es extraño. Una ansiedad en escala menor —si lo compara a la que siente cada vez que Seokjin lo invita a compartir un panorama o a la espera que responda mensajes en las conversaciones por textos—, pero la percibe recorrer su cuerpo ante la idea de entrar en el salón de detención, que Yoongi se siente a su lado e intercambiar algo.
¿Con qué llegaría esta tarde? ¿Qué sabor de caramelos?
Hoy hubo un pequeño cambio, su sunbae —aunque lo llamó hyung en medio de la emoción, preguntándose si debiera continuar demostrando esos niveles de confianza— puso sobre su escritorio un set de marcadores en tonos fluorescentes de BT21. Parpadea sorprendido y asume de inmediato que ha buscado una ofrenda que esté en proporción al pañuelo rojo.
—Noté que te gustan las cosas de papelería —dice con cierto retazo de timidez tras un pequeño carraspeo.
Le parece adorable, el gesto y su voz insegura. Esa imagen de Yoongi es adorable, hasta el punto de preguntarse: "¿este es el chico malo de los rumores? Nah".
Jimin piensa que es un adolescente abundante en sarcasmo, pero aquello no quita lo agradable que puede llegar a ser. No lo dice porque Yoongi desborde palabras amables, sino que fue una certeza grabada a fuego cuando hablaban limpiando las gradas y pudo notar una mirada comprensiva que le hizo temblar.
—Gracias —responde con una sonrisa de ojos cerrados. Realmente le alegró el día.
Otro cambio fue al terminar. Por lo general cada uno toma su mochila y separa su camino, Jimin suele volver con alguno de sus amigos a casa, pero esta vez salen más tarde porque es su turno de barrer y ordenar. Yoongi le dice como si nada, como si no hubiera un muy ligero quiebre en su entonación por los nervios, que podría acompañarlo parte del trayecto.
La conversación es fluida, ahora sabe que el mayor toma el autobús y vive a menos de veinte minutos de la escuela, caminando suele tardar de cuarenta a una hora dependiendo la velocidad, pero que prefiere irse sentado, escuchando música, que más de alguna vez se ha pasado de parada por quedarse dormido. Jimin sonríe y niega despacito, mencionando que llegando tarde seguirán encontrándose por las tardes en detención. Yoongi se encoge de hombros.
—Eso no es un problema —afirma en voz baja, entonación suave acorde a la brisa ligera y los tonos cálidos del atardecer.
Jimin sonríe jugando con el dobladillo de su ropa, queriendo indagar de forma juguetona "así que...¿soy una buena compañía?". No lo dice, con sus amigos se atreve a coquetear, en cambio con su compañero de cabello oscuro todavía hay barreras en ese sentido.
En un punto ambos dirigen de forma no premeditada la mirada al supermercado que está desviando la ruta por la calle hacia la izquierda, pero continúan recto. Jimin cada vez más cerca de casa y Yoongi se detiene en uno de los paraderos a esperar su autobús. El chico de mirada sonriente se sienta a su lado y continúan hablando de sus lugares favoritos en la ciudad. Ninguno menciona centros comerciales.
El autobús llega, Yoongi se despide alzando la mano y un "hasta mañana" que se entrecorta cuando la puerta se cierra. Jimin continúa su camino.
Se encuentra solo, hay una nota que le avisa que debe ir a recoger a su hermano menor de las clases de taekwondo, haciéndole bufar por lo bajo cuando la pereza lo invade con fuerzas, tal vez contagiada por la mirada letárgica de Yoongi. La parte de atrás del papel señala que supervise a Jihyun terminar sus tareas.
Se apiada de su hermanito, sus padres se han vuelto mezquinos con sus tiempos libres porque sus calificaciones han disminuido. Jimin lo defendía aludiendo a la transición de contenidos, pero no hubo caso. La regla es que si quiere permisos tiene que subirlas.
La flojera ataca sus extremidades que exigen dejarse caer sobre la cama. Aún tiene media hora a su favor.
Termina desparramado en el sofá, revisando su celular. Hay un mensaje pendiente de Seokjin, pese a la pequeña punzada en el pecho, lo contesta, afirmando que por supuesto lo irá a visitar el domingo.
Se queda unos minutos mirando el intercambio de mensajes. Hace pocos días le devolvieron de forma permanente su teléfono —claro hasta que vuelva a meterse en problemas, advirtieron—, por lo cual apagó el que guarda para emergencias y lo escondió junto a otros tesoros en un pequeño baúl viejo bajo llave.
Solo por curiosidad y distracción va a mirar el perfil de Yoongi, se da cuenta que el mayor no es de compartir demasiadas cosas a diario. Apenas hay selcas y la mayor parte de las fotos son subidas por sus amigos quienes lo etiquetan. Aunque lo que más le gusta es cuando sube cortos videos con fragmentos de composiciones y registro del proceso creativo.
Deja de mirar cuando tiene que ir por su hermano, preguntándose si debería visitar mañana el supermercado cercano en compañía de Yoongi o quizás esperar que fuera el mayor quien tomara la iniciativa de preguntar.
Mientras su vista se pierde en el techo luego de su rutina habitual, cae en cuenta que la única variación novedosa ha sido las interacciones con Yoongi. Antes de eso, la planificación y la posterior ejecución del espectáculo que hicieron en la celebración del aniversario escolar. El resto ha sido lo mismo a lo que está acostumbrado: clases, compañeros estúpidos, danza, tiendas, Seokjin; pocas veces se introducía algo distinto.
Yoongi es ese algo distinto. Podría serlo todavía más, porque la idea de pasear nuevamente por algún centro comercial le hace sonreír de solo pensarlo.
Cuando el celular vibra revisa los mensajes pendientes, luego una cosa lleva a la otra y termina gastando más de una hora de su vida revisando las redes sociales, fotos y videos divertidos que compartían sus amigos. Así sus intentos por querer dormir temprano quedan en nada, en tiempo que se diluye procrastinando.
Aunque algo hizo que enterrara uno de los codos en el colchón y se enderezara con la vista fija en la pantalla de su teléfono, deteniendo su recorrido por las publicaciones al instante que captó un detalle del cual nunca se había fijado: Jungkook comentó una de las fotos de Seokjin.
"Eso es nuevo" o tal vez no tanto, pero recién cae en cuenta que dos de sus amigos convergen y que el dicho "el mundo es un lugar pequeño" nunca tuvo tanto peso como ahora.
Un montón de preguntas llenaron su cabeza e intentando buscar respuestas empieza a rastrear toda la información posible que le permita entender cómo y desde de cuándo se conocen. Le incomoda esta sensación que lo asemeja a una especie de acosador y con un molesto vacío en el estómago retrocede y bloquea la pantalla.
No quiere seguir, pero su mente pareciera mandarse por su cuenta, intentando encajar piezas con el poco material que encontró.
No es que hubiera tantas interacciones, nada que le dé a pensar que...
Ni siquiera quiere armarse ideas sin fundamentos.
La información más concreta es que ambos juegan online y Jimin especula que seguramente se conocieron en alguna plataforma, el resto son fantasías que trata de bloquear cuando quieren abrirse paso.
"El mundo no puede ser tan pequeño", intenta convencerse de lo contrario.
No hay información que le permita especular más opciones. Tal vez ni siquiera las hay. Se llevan bien porque juegan las mismas cosas.
Solo eso.
No tiene que pensar demás.
Por supuesto que terminó pensando demás con las luces apagadas, ojos cerrados, sin poder dormir, por más que intentaba frenar: "suficiente, Jimin, te haces problemas por nada".
En consecuencia, en la mañana frente al espejo del baño, le implora a la crema con efecto fresco que logre aminorar las ojeras debido a malos hábitos de sueño y noches de promesas incumplidas en forma de "hoy dormiré temprano".
Ayer en el almuerzo Roseanne les hablaba de lo beneficioso que es para la piel tomar agua y las recomendadas ocho horas de sueño.
Toma agua, pero le faltar un mejor horario para regular su ritmo circadiano.
El cansancio acumulado lo hace más susceptible a la irritabilidad. Por lo que al primer comentario de burla de un compañero que pasa por su lado, responde enterrando el codo en las costillas ajenas, mascullando un "no jodas". Avanza rápido y molesto, aunque dispuesto a pelear a primera hora.
De forma sorpresiva un par de brazos envuelven su cuello, percibe el peso de Taehyung que se cuelga frenando sus pasos, al borde de perder el equilibrio. La molestia se suaviza frente a la mirada de cachorro de su amigo. No alcanza siquiera a decirle buenos días y ahora el más alto lo arrastra tirando de él camino a las escaleras en dirección a las salas de los alumnos de tercer año.
—Espera...
—Por favor, hyung, acompáñame, necesito apoyo moral —pide Tae juntado sus manos en gesto de súplica.
—¿A qué? —indaga en medio de un bostezo.
—Es que —comienza nervioso— ...es que tengo que entregarle unos cómics a Hoseok sunbae, ayer preguntaba si entre sus contactos alguien tenía los últimos números y recientemente los compré en papel, entonces le dije que los traería.
—Vamos. —Jimin frena para acomodar un par de mechones desordenados del cabello de Taehyung—. Procura sonreír con confianza, a todos nos gusta tu sonrisa y dudo que Hoseok sunbae sea la excepción.
Su amigo asiente con convencimiento y las mejillas rojas.
Todavía faltan cinco minutos para entrar a clases, Hoseok está apoyado contra una muralla a pocos metros de la puerta de su salón, riendo con ánimos, a su lado Yoongi que reclama para que deje de burlarse de su desgracia y se suman unas carcajadas más agudas de una chica de melena castaña.
—Buenos días, Hoseok sunbae —Tae saluda con una pequeña reverencia tímida, interrumpiendo a los tres mayores.
Un par de pasos más atrás está Jimin, modulando un "buenos días" silencioso a Yoongi antes de sonreír. Su sunbae pálido sonríe de vuelta.
Una de esas sonrisas suaves que le parece bastante bonita.
—Taehyung-ah, buenos días —responde alegre sosteniendo la mirada en el menor.
—Traje los últimos números. —Saca con cuidado las historietas de su mochila.
—Muchas gracias, Tae-Tae. —El aludido pareciera deshacerse cuando Hoseok revuelve su cabello castaño con cariño.
De camino a su aula Taehyung es un enredo de palabras y felicidad, partiendo por el "me dijo Tae-Tae", seguido por la "sonrisa que le recordaban a los corazones" y terminando con la "caricia en el pelo".
Jimin no se aventura todavía a incrementar las esperanzas de su amigo, prefiere observar con calma cuál es el escenario, pero las señales que va captando le gustan. Esa mirada cariñosa que le dedica el golden sunbae a Taehyung cada vez que se saludan por los pasillos se aprecia como un buen augurio. Hay brillo en los ojos oscuros y mejillas sonrosadas en el par, si viera aquel encuentro en pantalla cual drama de televisión, pensaría que esos personajes sienten algo el uno por el otro.
Aún así, no alimentará las ilusiones ajenas. Sus amigos lo hicieron un poco con él y Seokjin sin malas intenciones, solo apoyo ingenuo. Le señalaban las veces que su hyung le dedicaba miradas y gestos cariñosos, más cercanos que al resto de personas que saludaba sonriente. En algún momento pensó que era especial.
Honestamente es especial para Jin, lo sabe. Sabe también que no lo es de la forma que quisiera, pero que su hyung lo aprecia como a un buen amigo.
Prefiere convencerse de lo que señala su intuición, aquel sentimiento que nace desde el estómago, pesado e incómodo; por más que Seulgi y Roseanne insistían que quizá estaba interpretando las cosas de forma errónea, que era probable que Seokjin sonriera por cualquier otro motivo y no necesariamente tenía que ver con que alguien le gustara.
—Mi madre bromea con que de seguro hablo con la chica que me gusta cuando en realidad miro videos de animalitos tiernos —comentaba Rosé para argumentar su punto. Taehyung y Seulgi asentían de acuerdo.
A Jimin le gustaría que fuera así. Estar mirando la realidad con filtros fantasiosos y películas mentales sin sentido —como imaginar a Jin teniendo un romance a distancia con su amigo de la infancia—, sin embargo, prefiere el malestar temporal que supone prepararse de antemano para cualquier desenlace posible. A veces, las decepciones duelen un poco menos cuando son previstas. "Bueno, lo sabía" y así se obtiene la ilusión de tener mayor control sobre la tristeza de un fracaso. Un consuelo de creerse clarividente.
Durante las clases Taehyung continúa irradiando alegría. Es contagiosa, siente que permea por su piel y olvida por un rato aquellas proyecciones pesimistas sobre su carente vida amorosa.
No es terrible, se sostiene de tantas otras cosas importantes; enamorarse y ser correspondido no termina siendo el principio regente en su vida. Es solo una experiencia de tantas que le gustaría sentir.
Lo que sí siente es la alegría de una sorpresa, cuando por la tarde se topa con una caja de peperos sabor fresa en su pupitre y Yoongi desparramado, dormitando en el puesto de al lado. Ha decidido no despertarlo hasta que llegue el profesor.
Se acomoda en su asiento, inclinándose a la superficie de mesa, recargando la cabeza entre sus brazos, mirando hacia su compañero pálido. Varios mechones de cabello azabache se desparraman desordenados por su frente, traza un camino visual por el resto de su rostro, deteniéndose en su nariz, la cual tiene una curva que luce suave. Nunca le puso atención con anterioridad a lo llenas y tersas que son sus mejillas, al punto que quiere apretarlas entre los dedos.
Controla cualquier impulso invasor del espacio personal —principalmente si involucran toquetear esas mejillas que parecen malvaviscos— y pronuncia su nombre, apenas moviendo su hombro cuando no reacciona al primer llamado.
Yoongi sostiene una mirada cansada y vidriosa posterior al bostezo que cubre con una de sus manos.
"Sip, son iguales", piensa en referencia al gato gordo de su abuela. Cada vez se convence más.
—Gracias por los peperos —dice Jimin, estirando la caja recién abierta para ofrecer antes que el profesor de turno comience a pasar la lista.
En algún punto de las conversaciones a susurros, Jimin se entusiasma comentándole con detalles la última serie de animación japonesa que vio junto a Taehyung, ganándose un breve regaño y una advertencia de parte del maestro. Yoongi sonriendo deja una pequeña nota en un papel doblado en su mesa:
Después me sigues contando, cuando salgamos.
Jimin lo toma como una invitación a volver juntos nuevamente, por lo que le dedica un asentimiento con la cabeza y Yoongi sonríe.
Tiempo atrás no habría imaginado que Yoongi sonríe tanto, no es que lo haga varias veces al día, pero tenía una imagen demasiado seria y apática de ese sujeto, por lo que creía que era un gesto escaso. La frase precisa haciendo ruido en la cabeza de Jimin es: "no hubiera imaginado que estaría sonriéndome".
Al terminar y saca su teléfono y envía un rápido mensaje a todos sus amigos, avisando que no lo esperen, recibiendo un par de preguntas curiosas y mensajes insinuando algo donde no lo hay.
Jimin nota algunas miradas de compañeros cuando avanzan por el pasillo a la salida. Miradas y murmullos que fallan en ser disimulados. Quiere advertirle a Yoongi que hacerle compañía es sinónimo de rumores y si estos escasearon al tratarse de Seokjin fue solo porque era un sunbae adorado por la gran mayoría de estudiantes que lo defendían a capa y espada de cualquier comentario malintencionado. El hyung que está a su lado no correría la misma suerte.
A la vez piensa que Yoongi parece ser del tipo de persona que le resbalan los comentarios ajenos. También se ha convencido que no le parece tan conflictivo como lo pintan, sí, tiene una lengua afilada y agilidad para frases mordaces que de seguro lo meten en problemas, pero no tiene el desplante de alguien que se líe a golpes seguidos. Es más, Jimin se atrevería a afirmar que él ha estado envuelto en más peleas que el chico delgado y pálido que camina a su lado con las manos en los bolsillos y andar despreocupado.
Bajo esa expresión dura y cansina que parece escrutar y juzgar a todo el mundo, cree que Yoongi es suave y potencialmente gentil.
—Me gustaría pasar al supermercado —menciona casual.
Jimin está seguro que lo estuvo planificando todo el tiempo y no se atrevía a pedirlo. Incluso no es una petición directa, pero entiende la parte implícita, la silenciosa pregunta en su mirada ansiosa: "¿vienes conmigo?". Por supuesto.
—Estabas tardando en proponerlo, Min.
Comparten una pequeña sonrisa cómplice y desvían el camino hacia su objetivo.
Jimin hace una pequeña venia con la cabeza al guardia al entrar, desbordando amabilidad; Yoongi simplemente avanza, es de aquellos que parecieran camuflar su presencia.
Las veces que observaba al mayor en acción, su estrategia solía ser movilizarse ágilmente, confundirse entre los clientes y desaparecer con rapidez. La suya, en cambio, es más de simular y resaltar su imagen de buen chico, del tipo de personas que no imaginarías haciendo lo que hace.
¿Cómo pueden mezclar dos estilos diferentes? ¿Qué estrategia podrían buscar para potenciarse?
Un hormigueo recorre su cuerpo y quiere reír con el entusiasmo a flor de piel.
"Esto es tan extraño", piensa mordiendo su labio inferior.
Así como no imaginaba la posibilidad que Yoongi le dirigiera sonrisas, mucho menos pensó en acabar cubriéndose mutuamente las espaldas mientras paseaban por los pasillos del supermercado.
El curso de su relación ha sido rápido como el descenso de una montaña rusa. Cerca de un mes atrás se limitaban a intercambiar miradas y ahora tapa disimuladamente a Yoongi, quien esconde barras de chocolate en la mochila.
La seguridad del recinto es baja, pocas cámaras y apenas un par de guardias distraídos, salvo los fines de semana que está ese tipo grande que sigue a gente sospechosa por los pasillos; Jimin ha tenido que abortar misión rápidamente cuando ese par de ojos estaban encima.
De todas formas una regla de oro es no caer en la peligrosa sobreconfianza, por lo mismo permanece atento a cualquier movimiento a su alrededor y le hace una pequeña señal a Yoongi cuando un par de clientes ingresan al pasillo de las golosinas.
Pensar que todo partió aquella noche tras llegar frustrado, dándole vueltas a la idea de que "Seokjin está enamorado de alguien más". Recordó esa barrita que devoró con avidez luego de un asalto al refrigerador. Entonces, no sabía qué pasaba por su cabeza cuando se le ocurrió escribirle un corto agradecimiento por endulzar el amargor que tenía en la boca y por todas partes. No esperaba que Yoongi respondiera, imaginaba que su mensaje quedaría en visto y que no implicaría un acto clave en el curso de su prácticamente inexistente relación.
No. Si lo observa más a detalle, fue antes. Fue gracias a la solicitud, si Yoongi no la hubiese enviado, no le habría escrito.
Tampoco sabe de dónde sacó el valor y una pequeña dosis de descaro para decirle que le gustaba el sabor a fresas en un mensaje sin mayor contexto que los caramelos de mango que rechazó apenado —del universo de sabores y comidas, los mangos están por completo descartados y si los acepta por cortesía, los termina regalando—. Quiso escribir un "lo siento", pero terminó sonando casi como un crío demandante.
No tantos días después Yoongi, para su sorpresa, trajo caramelos de fresas.
De a poco le dieron forma a un ritual de golosinas que tenía lugar en cada bloque de detención. Una especie de diálogo azucarado sin palabras que a Jimin le parecía curioso y a la vez le gustaba, preguntándose qué sabor tocaba cada tarde.
Todavía se pregunta con qué puede sorprender a Yoongi y cómo será sorprendido.
Hoy fue con los peperos de fresas.
Aunque si hay algo que le gusta tanto o más que el intercambio de cosas hurtadas que le ha dado vida a sus interacciones —y al aburrimiento de lo rutinario—, es aquello que trasciende a la imaginación, es lo increíblemente sencillo que resulta conversar con él, como si el tapón que atascaba las palabras hubiera sido retirado sin saber en qué momento y ahora que no está, todo es un fluir.
Cuando llega a casa, saluda a la distancia a su madre y ella le avisa que la cena estará lista dentro de una hora más. Va directo a su habitación a esconder en los sitios estratégicos su botín de golosinas y baratijas variadas. Primero las de su mochila, luego vacía sus bolsillos y le causa extrañeza sentir que hay algo que no escondió. Toma el objeto que a base de tacto identifica como una caja plástica. Curioso lo pone al alcance de su vista: es Chimmy. Un adorable bolígrafo de tinta decorado con la figura del perrito.
Aprieta los labios para contener la risa, cuestionando en qué segundo, mientras acompañaba a Yoongi al paradero, su hyung deslizó el lápiz. Cómo fue que ni siquiera lo notó.
Está sonriendo extenso, busca su celular entre las barritas de caramelo y tiras de goma de mascar que hay sobre su cama. Necesita escribirle.
[Me sorprendiste]
[Supongo que eso es algo bueno]
Claro que lo es, después de todo Yoongi es aquel elemento novedoso en sus días aburridos y en medio de sus pequeñas frustraciones. Una especie de alivio a los pensamientos que antes carcomían su cabeza.
Todo parece quedar relegado cuando mira el lápiz entre sus golosinas.
[Gracias, creo que terminarás siendo mi sunbae favorito].
[Vaya, qué honor]
Imagina la entonación sarcástica, pequeños ojos risueños y la sonrisa divertida que estira sin fuerzas las comisuras de sus labios rosados. Una expresión que ha logrado reconocer cuando el mayor bromea.
Gracias de nuevo, porque esa noche no piensa en Seokjin y Jungkook creándose escenarios extraños y posiblemente improbables, sino más bien evoca aquella adrenalina de su visita al supermercado con Yoongi, posiblemente su nuevo compañero de travesías.
***
La estrategia de este Jimin y la mía.
Gracias por llegar hasta aquí, se les quiere 🥺
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