V. Señales

Es el día.

Justo ese que ha estado esperando. 

Es que Seokjin le propone algún panorama y a Jimin lo carcome una feliz ansiedad que causa cosquillas en su estómago.

Despierta con energía incluso antes que suene la alarma. Algo poco usual, considerando que el día anterior se acostó exhausto después de una práctica de danza. Sabe que tiene que hacerla durar, después de almuerzo tiene otra sesión de clases en la academia y luego irá a ver a Seokjin actuar, pero antes de todo eso, debe cumplir con la sanción impuesta: servicio comunitario a la escuela.

La verdad es que no le anima saber que tiene que presentarse un sábado tan temprano, pero lo que hará después le permite darse ánimos para sobrellevar una aburrida jornada mañanera limpiando pisos, vidrios, puliendo escritorios o quién sabe, tal vez si tiene mala suerte lo mandan a limpiar baños.

Una vez le tocó ir un sábado junto a Taehyung y se dedicaron más a jugar con la mopa y las escobas hasta que el profesor los regañó por no estar dejando el suelo del pasillo reluciente, además de recordar con voz tajante que estaban ahí por problemas de comportamiento. 

"¿Quieren venir otro sábado más? ¿Más semanas de detención?" Jimin imita la voz del hombre dentro de su cabeza. "¿Las personas como ustedes siempre son así de problemáticas? Deberían buscar ayuda profesional". Aquel día la rabia quemaba subiendo como lava por su garganta, pero Tae apoyó la mano en su hombro, negando, diciéndole de forma no verbal que no aumentara el embrollo. A Jimin le irritaba aquella mirada despectiva y notaba el amargor en su boca de tener que tragarse el reclamo.

Los reclamos suelen ser una de las razones que lo llevan al despacho del director y la misma que lo tiene un sábado por la mañana en la escuela.

Los reclamos —justos o no— parecían ser sinónimo de problemas de comportamiento. Jimin no dejaría de hacerlo mientras viera conductas despreciables.

Después de darle varias vueltas, pros y contras, debe admitir que no se arrepiente de haber montado un espectáculo, pese a las consecuencias y mañanas de sábados desperdiciando su preciado tiempo libre. 

Lo que más lamenta es la ausencia de Taehyung compartiendo castigo a su lado, habría hecho de la instancia todo risas.

Ahora está tan solo.

Se siente un poco perdido sin la compañía de alguno de sus amigos o, por último, caras conocidas con las que se llevara medianamente bien. Supone que los profesores asumieron que él fue la cabecilla de todo y por eso la ración de sábados no fueron repartidos a su círculo cercano que participó en el espectáculo.

Mira a los otros chicos problema caminando hacia uno de los salones, por inercia los sigue. Asume que ahí se designarán las tareas. No sabe si los grupos los armará el profesor de turno o surgirán espontáneos, solo espera quedar con compañeros tranquilos e indiferentes, de esos que no miran a quien tienen al lado y puedes ignorar sin problemas.

—Esto no debería ser legal.

—Mi padre me decía que en sus tiempos había castigos físicos.

—Una prima lejana iba a una escuela rural y me contaba que hasta no mucho tiempo atrás todavía golpeaban las manos con una regla...

Jimin escucha cuchichear a dos chicas detrás suyo. Comparte la afirmación, no debería ser legal. No recuerda que al ingresar a la escuela le hubieran mostrado un asentimiento informado que señalara que el incumplimiento de normas se pagaba con jornadas de trabajo los sábados. Da igual, aunque hubiese estado estipulados, sus padres son quienes firman el consentimiento y a ellos les daría igual, después de todo, es un establecimiento prestigioso cuyos alumnos suelen asegurar una plaza en buenas universidades.

El ínfimo detalle es que sus padres todavía no son conscientes que la danza es mucho más que un sencillo pasatiempo. No quiere tener esa conversación que implicará una tediosa discusión con ambos.

Los zumbidos de varias conversaciones en voz baja saturan la sala y lo sacan de su encierro mental, el profesor a cargo observa el reloj de su muñeca como contando los segundos antes de empezar con la lista.

Entre los últimos estudiantes en llegar aparece Yoongi con una cara de odiar al mundo. Luce como más sueño que persona.

Quiere que se acerque, que camine hacia su dirección. Dentro de aquel grupo de personas es a quien más conoce. Bueno, así como quien conoce a un amigo...no, pero está seguro que sabe detalles que pocos manejan o el chisme ya habría estado circulando en el aire —seguramente le daría más fuerza a su aire de bad boy—.

Sabe que saca cosas sin permiso de nadie y a riesgo de mucho.

Técnicamente puede describir que su pasatiempo es llevarse ropa de colores oscuros, accesorios como cadenas y argollas. También suele ser de elecciones prácticas, no lo ve llevarse trastos inútiles como figuritas de cerámica o lápices con animalitos —Jimin se ha llevado baratijas inútiles solo porque son adorables— o cosas similares. Yoongi es de los que opta por buscar hojas de afeitar, pasta dental, quesos costosos, golosinas y, si la oportunidad es propicia, café —de esos caros y en granos supuestamente seleccionados— del supermercado.

La última vez metió en su bolsillo uno de esos pequeños cargadores portátiles para celular antes de escapar al primer descuido del guardia de turno.

Uno puede conocer bastante de la gente por las cosas que compra —o hurta, en este caso—. No por nada hay carreras universitarias dedicadas a fomentar el consumismo leyendo las necesidades de un público heterogéneo.

Puede especular que es una persona ágil y observadora por la forma en que entra, se mueve rápido y desaparece en el momento más oportuno.

También se puede aprender de alguien por sus técnicas.

Todo esto le permite afirmar que Yoongi es una persona práctica. Además de que posee una buena capacidad de análisis y manejo de emociones. Atraviesa las mamparas como si nada, ni un solo músculo en su rostro se inmuta, a veces se camufla entre la gente. Tan rápido. Humo.

Lo ha observado a detalle en acción porque siempre se puede aprender algo —del tipo de enseñanzas que sus padres jamás querrían que su preciado Jiminnie aprendiera—, pero lleva ese gustito por lo incorrecto en las venas, le encanta sentir que el corazón se le agita y el riesgo alterando sus emociones, al límite de lo que puede controlar. Una relativa exposición al peligro —lo peor que puede pasar es acabar detenido y con un enorme castigo o consecuencia encima—.

Puede que a Yoongi le guste eso también. Sería parte de los puntos en común de los que podrían hablar.

"¿Te emociona salir de una tienda justo con lo que quieres? ¿Pasar por el lado del guardia mientras el corazón salta en tu pecho y el frío recorre tu espalda?".

Yoongi tampoco pareciera ser de los que lo hacen por absoluta necesidad basado en carencias extremas y "ese pobre muchacho no tenía más opciones".

Jimin cree que comparten bastantes similitudes.

Aquella secuencia de pensamientos le permite justificar la necesidad, por asuntos de estrategia, de hacer equipo con él, o sea, limpiar.

Prefiere limpiar un baño sucio con el chico azabache de mirada adormilada y odio a la humanidad, que estar al lado de algún imbécil monumental, hay algunos presentes y ni siquiera ha querido toparse con ellos, mientras más lejos, mejor.

Espera que Yoongi lo mire como las variadas veces que sus ojos se encuentran con aquellos de aspecto gatuno y letárgico. Un gato perezoso. Como el gato de su abuela. Solo que Yoongi es considerablemente más flaco que el felino en cuestión, sin embargo, cree que son parecidos.

Jimin se arriesga a buscarle con la vista, Yoongi corresponde el gesto en tanto avanza lento y disimulado hasta llegar a pocos pasos. 

Debe apuntar que las probabilidades de intercambiar miradas son bastante altas. Ha vuelto a comprobarlo una vez más.

Cree que debe ser las pocas personas con las que potencialmente Yoongi se podría llevar bien dentro de ese conjunto variopinto de estudiantes desordenados.

Se saludan con pequeños asentimientos de cabeza y monosílabos. O al menos Jimin lo interpreta como un saludo.

"¿Tan difícil es decirme: buenos días?", se tienta a interrogar, pero no lo hace, ya que de seguro es una pregunta de doble filo, le llegaría de vuelta y Jimin no sabría qué responder. Tampoco entiende por qué sus palabras no fluyen al lado de Yoongi.

Aún así están parados uno al lado del otro esperando que comiencen a repartir los quehaceres.

Los envían junto a dos chicos más a limpiar las aulas del segundo piso. Deciden ser prácticos y repartirse en dúos. Jimin y Yoongi acordaron, sin necesidad de preguntar, formar equipo.

No puede afirmar que limpiar pisos y vidrios sea el mejor panorama una mañana de sábado, de hecho, es horriblemente aburrido, pero tranquilo. Yoongi le transmite calma y los envuelve un silencio agradable, interrumpido solo cuando mueven los pupitres, para señalar manchas en las ventanas o pedir que el otro le alcance algún utensilio de aseo.

Cuando mira el reloj  colgado en la pared, se da cuenta que entre moverse de un aula a otra y el dolor de brazos de tanto fregar mesas y vidrios, las horas han pasado rápido.

Mira a Yoongi estirarse con la flojera acumulada en cada centímetro de su cuerpo. El mayor bosteza y se queja al ver que queda pasar la mopa por la mitad de la sala. Jimin lo ayuda reacomodando las sillas y mesas. A veces se distrae con algunas cosas que escribe la gente ya sea románticas o torpedos con las fórmulas de física con letra muy pequeña en la esquina inferior. 

Tiene que morderse el labio inferior para no reír, recuerda que Taehyung lo intentó una vez y antes que el examen comenzara, el profesor reubicó a todos de lugar.

Quiere reír compartiéndolo con alguien. Se tienta en comentárselo a Yoongi —omitiendo el nombre de su amigo y refiriendo a un genérico "un compañero una vez..."—, se contiene así como lo hace con la carcajada que contrae su garganta.

Al terminar Yoongi se sienta sobre una de las mesas, murmurando con su voz gruesa algo sobre necesitar un descanso.

—Jimin —lo llama de forma que suena bastante seca. Ni siquiera añade un sufijo que amenice. Solo un "Jimin" que le hace sostener una mirada confundida ante la interrupción repentina del silencio entre ambos—. Gracias —pronuncia un poco más suave, aunque se remueve como si se sintiera incómodo y mete la mano a uno de sus bolsillos—, por el caramelo de naranja del otro día —especifica— y por la media barrita.

—Está bien —responde aún aturdido, pero una sonrisa estira apenas sus labios.

—Ten. —Saca una barra de caramelo cubierta de chocolate—. No me gusta sentir que le debo algo a alguien.

—No lo hice con la intención de que te sintieras en deuda, Yoongi sunbae —niega con sinceridad, incómodo también, con la tentación de añadir "fue solo un par de golosinas, no es para tanto".

—Lo sé —responde ya un poco más torpe y a Jimin le parece tierno como se traduce en su voz titubeante y el pulso que tiembla mientras mantiene el brazo estirado—. Solo acéptalo, no sé, como un presente. ¿Se derritió?

—Creo. —Jimin la guarda en su bolsillo, llegará a meterla al refrigerador y problema solucionado—. Gracias —añade antes de sonreír aún más extenso y Yoongi baja la mirada a sus pies.

Diría que ha sido la conversación más fluida hasta la fecha con Yoongi luego de todo el tiempo que lleva en la escuela. Quizá fueron muchas palabras y como diría Taehyung acerca de los equilibrios cósmicos, tiene sentido que el silencio vuelva a reinar entre ellos. Claro, hasta que la voz perezosa del mayor nuevamente atraviesa sus oídos —tiene que admitirlo, es agradable—, dejando un comentario al aire. Una queja a quien sea que quiera escucharla, en este caso Jimin y las paredes.

—Tengo que buscar una forma de no dormir en clases.

"Y yo de no meterme en problemas", piensa, pero parece ser incompatible con sus decisiones habituales.

—Uh, por eso es que siempre llevo caramelos, el azúcar ayuda un poco a mantenerse despierto —sugiere mirando de soslayo esos ojos gatunos perezosos.

—Creo que lo intentaré también —dice al bostezar de nuevo, perdiendo parte de la modulación al término de la frase. Luego de varios segundos musita algo sobre la necesidad de dormir sana para el ser humano.

Una vez finalizada la jornada de explotación, Jimin vuelve a casa con las extremidades cansadas, preguntándose de dónde sacar fuerzas para su práctica de danza. Tal vez del almuerzo que comparte con su padre y hermano; a su madre le tocó turno de trabajo.

El menor de los Park le pregunta qué tal estuvo su sábado en la escuela y encogiendo los hombros dice un escueto "aburrido", pues no hay nada novedoso que contar, pese a que el pequeño continuaba indagando sobre que se hacía los días de castigo.

—Limpiar hasta que duelan los brazos.

—Podrías hacerlo en casa también —dice su padre jocoso.

—Pero sí lo hago —reclama. Hacer aseo es una buena carta para canjear permisos y pequeñas regalías.

—Más seguido.

Su hermano, muchachito inteligente, se hace el desentendido, sabiendo que las charlas de tareas domésticas suelen ir para ambos.

—Pensé que contarías algo más entretenido —se queja y después cambia el tema de conversación. Les comenta acerca de un compañero de entrenamiento que es muy fuerte.

Lo más interesante fue la barrita de caramelo, podría haber contado Jimin.

"Mira, hoy Yoongi, un sunbae, me regaló una barrita de caramelo y chocolate derretida, seguramente robada de algún supermercado"

Eso le recuerda que debe guardarla en el refrigerador antes que sea solo una masa dulce y revuelta dentro de un papel brillante.
  
  
   
  
  
  
  
  
  
   
Debe ser la ansiedad lo que al final funciona como inyección de energía y torpeza, porque se enreda varias veces con sus propios pies durante el ensayo y la profesora le señala que traiga su mente de dónde sea que esté viajando.

Apenas se despide de Seulgi al terminar y su amiga le grita un "fighting!" mientras Jimin corre a la parada más cercana a la espera de un autobús o un taxi, lo que pase primero.

Usa la camisa celeste en la que estuvo pensando hace días y un pantalón negro ajustado que enmarca muy bien sus muslos. Argollas, anillos, ligera sombra marrón a ras de las pestañas y el infaltable bálsamo de cerezas que mete en el bolsillo.

Guarda el llavero de RJ versión bebé en una pequeña bolsa de regalo y avisa que volverá por la noche.

Se siente extraño entrando a la actual universidad a la que acude Seokjin, además de desorientado, ya que el mapa no especifica cómo llegar a uno de los auditorios de la enorme facultad de artes.

Desde que conoce a su hyung, el chico ha sido participante activo de un grupo de teatro compuesto tanto por estudiantes universitarios y de instituto. Varias veces ha tenido el honor de ser espectador de su actuación en las tablas.

Es como un privilegio que Seokjin, estando rodeado de amigos, piense justo en él para integrarlo en algo significativo como compartir una pasión.

Se sienta junto a Namjoon, el amigo del Jin, se han saludado al toparse en los pasillos de la escuela, pero las interacciones no pasan de eso. Aparece también la madre y el hermano de su hyung, con ellos si ha conversado muchas más veces cuando ha ido a su casa. No puede evitar sonrojarse cuando la señora Kim le dedica un par de cumplidos y añade que extraña que los visite.

—¿Vendrás a cenar después con nosotros?

—Me encantaría —responde con una de esas sonrisas extensas que hacen que sus ojos formen dos líneas felices.

A veces cree que no puede sentirse más encantado por Seokjin hasta que lo ve tan alto y atractivo bajo las luces. Se deleita con su figura esbelta, desplazándose con tanta naturalidad al igual que sus gestos acompañando cada diálogo.

Está inmerso. Lo único que lo conecta al asiento y a la realidad son los cierres de cada acto. Le gusta perderse en el arte que ofrece Seokjin y sus compañeros. Le gustan los resultados que se plasman en los escenarios cuando a las personas les apasiona lo que hacen.

Su hyung, sin necesidad de exagerar, le da vida a alguien; presta su cuerpo, voz y gestos, transformándose para enseñarle una historia.

La obra pasada fue un musical y estaba embelesado con la voz del mayor. A veces sonriendo le pedía que cante algún fragmento de alguna canción cualquiera y Seokjin respondía "siempre y cuando cantes conmigo".

Una parte de sí mismo quiere protegerse y le ruega que no se eche a volar lejos basado en ilusiones que no tienen mayor sustento. Se obliga a mirar el curso de su enamoramiento y la cantidad de situaciones concretas que le permitieran a su intuición evaluar si Seokjin le correspondía siquiera mínimamente.

Una señal que aludiera a un afecto un poquito más allá de una amistad.

Teme no encontrarlo.

A veces quiere que deje de gustarle como lo hace. Que mirarlo no sea sinónimo de un enjambre de avispas en el vientre.

No puede cuando su hyung sonriendo amplio le dice: —Me alegra que estés aquí.

Y Jimin no sabe cómo decirle que su invitación lo mantuvo de buen humor gran parte de la semana.

La verdad es que no le molesta ni un poco envolver el cuello de Seokjin y percibir el sudor de su nuca mezclado con un perfume agradable. Su amigo le da un par de palmadas en la espalda, riendo y reclamando que lo está estrujando muy fuerte.

Aunque sea un poco. Quiere impregnarse del aroma y la cálida sensación de un abrazo antes que llegue el momento que sus ilusiones se caigan a pedazos.

La señora Kim los invita a un restaurante de comida tradicional y termina sentado frente a Seokjin. Le gusta verle comer, es de esas actividades sencillas y cotidianas que su hyung hace con ganas y devoción, comenta que cuando sea famoso grabará un especial que se llamará "Eat Jin", en el cual dará rienda suelta a cocinar y a la glotonería.

—Hyung, ¿por qué piensas que alguien te querría ver comer? —pregunta Namjoon levantando las cejas.

Jimin tiene el suficiente autocontrol para no decir: "no me perdería ningún capítulo".

—Soy encantador y carismático —responde Jin sin una pizca de humildad—, eso es suficiente para que las personas quieran saber si esta cara bonita es capaz de devorarse un tazón gigante de fideos —agrega acunando sus mejillas con sus propia manos, sonriendo de forma tierna.  

"Adorable". El aegyo de su hyung es demasiado para su corazón.

—A la gente le gusta perder tiempo. —Namjoon ríe, negando con resignación.

—Y su pérdida de tiempo podría ser ganancia para mí —dice sin dejar ese aire coqueto e infantil, buscando contacto visual con Jimin, quien inmediato corresponde—. Además sé que Jimin sería un fiel espectador de mi programa.

El chico aludido se sonroja, pero asiente con un movimiento cortito y tímido. La señora Kim le reclama a su hijo que no haga comentarios que apenen al menor, aunque concuerda que sería el fundador del club de fans cuando alcance la fama.

Jimin tiene que apoyar sus dedos fríos en las mejillas calientes como si aquello le ayudara a nivelar la temperatura, a desaparecer el rosado intenso y persistente. Recordaría, en función de ser más consecuente, no volver a decirle a Taehyung que es alguien tan evidente. 

A tales altura, no debería sorprenderle si Jin ya sospecha que su dongsaeng gusta de él. Espera que no. No quiere que las cosas sean incómodas.    

Debate su atención entre observar disimulado a Seokjin y seguir la conversación de Namjoon acerca de una película que le hizo cuestionar su existencia.

Quizá también acaba de recibir una clara señal que le hace cuestionar su existencia. Tal vez no tan extremo, pero sí, al menos, el suelo que está pisando y sus ilusiones alimentadas de amistad.

Seokjin lleva varios segundos sonriendo con la vista fija en la pantalla del celular que apoya sobre el regazo.

Siente como si estuviera frente a un espejo y observara la misma cara que él tiene al mirar a su hyung. La misma que pone al recibir uno de sus mensajes y el mismo tipo de sonrisa con ojitos risueños.

"Joder. Maldita vida".

Es como ese tipo de cara de bobo enamorado.

Su pecho se aprieta un poco y su garganta apenas le permite tragar el arroz.

Se pregunta quién será ese chico o chica que ha captado la atención de su amigo.

Puede ser un chico. Ese fue el único elemento concreto que le permitió asentar su enamoramiento. Aquel tipo de señal que interpretó como "puede que tenga una oportunidad", ya que, obviamente, los chicos hétero siempre han estado fuera de su radar.

Un chico es lindo y es hétero, sabe de sobra que ahí no hay nada que buscar más allá de amistad y camaradería.

Todavía tiene fresca en su memoria la sensación de los dedos tibios de Seokjin quitándole una lata de cerveza de la mano, añadiendo que era un pequeño dongsaeng que no debería estar bebiendo alcohol. Jimin respondió que él tampoco tenía la edad legal, riendo el chico más alto se sentó a su lado en uno de los sofá de la casa de la compañera de escuela que tuvo la grandiosa idea de invitar a cuanto adolescente pudiera mientras su padres viajaban.

Jimin tragó saliva cuando percibió como el hombro contrario empujaba el suyo y su hyung sonreía alegre con el efecto embriagante de la cerveza, mejillas rojas y lengua suelta, hablando mucho más de lo habitual, más disperso y confiado.

Confesiones azarosas entre sorbo y sorbo. Ya no le importaba recuperar su trago, disfrutaba mucho más de la voz animada y del calor que se traspasaba del cuerpo ajeno al propio. 

No esperaba que le confesara, muy en plan "guarda este secreto de tu hyung", mencionando que alguna vez le gustó un amigo a quien conocía desde que eran niños —Jimin intuía que se trataba de Namjoon al referirse a hoyuelos bonitos, inteligencia y torpeza en la descripción—. Todo fue para reafirmar convencido que el enamorarse de alguien iba mucho más allá de lo que una persona tuviera entre las piernas.

Ahí. Ese fue el momento clave, su primera fiesta en Daegu, en una casa que no conocía, habiendo perdido de vista a Taehyung y Seulgi. Seokjin apareció, lo llenó de su compañía y expuso ese fragmento de información que le permitió decir:"sigamos con esto" y dejarse envolver por el afecto que tomaba forma, alinéandose con las fantasías en torno a sus labios mullidos y piel tersa. Imaginarse envolviendo sus hombros y besándole cuando se le antojara.

Seguro a Jin se le antoja hacer eso con otra persona.

Duele.

Duele querer que Seokjin lo mire así, justo como mira la pantalla del celular.

Intenta seguir comiendo aunque su garganta quisiera bloquear cada cosa que ingiere. Namjoon lo mira con algo que pareciera ser preocupación, la señora Kim le ofrece más y Jimin acepta forzando una sonrisa mientras percibe la tensión en su garganta y en los músculos faciales. Seokjin continúa alegre, robando un trozo de carne de su plato antes de mirarlo risueño.

Jimin mantiene sus labios estirados, aunque no se siente particularmente feliz. Está frustrado, consigo mismo, con aquel tipo de preguntas vacías y dañinas: "¿no seré lo suficientemente atractivo para sus estándares? ¿Qué me falta?". Tal vez un alma condescendiente quisiera responderle que está bonito así como es, acompañado de discursos sobre amor propio, pero a alguien que recién está en proceso de digestión de un rechazo, aquel tipo de palabras resbalan.

Su celular vibra, no es un mensaje, es el aviso de alguna notificación. Decide mirar y distraerse. Tanta autocompasión le molesta todavía más. No quiere sentirse así en un momento especial para Seokjin.

No puede culparlo por no fijarse en él. Nunca tuvo las probabilidades a su favor o en contra. Enamorarse no suele ser un terreno seguro, un "me gusta y por ende le gusto también, ya que soy amable y hago gestos lindos para que se fije en mí". Aprendió —con Jungkook— que las cosas no funcionan de tal modo, que no es justo poner en una situación incómoda a un amigo demandando que manifieste interés amoroso donde no lo hay.

Nota como si respirara algo espeso. Como si sus pulmones quisieran más aire. Como si su cerebro necesitara más oxígeno para terminar de convencerse que no le gusta a Seokjin de vuelta.

Simple.

Suficiente.

Seokjin le pregunta un bajito: —¿todo bien? —Jimin asiente. Todo está bien...con la comida, con lo demás no mucho. Sigue procesándolo, con la parte optimista de sí mismo diciéndole que quizá su hyung sonreía así de ilusionado por otra cosa...

La intuición le dice un claro "no" y un soberbio "recuerda que nunca me equivoco".

Abre las notificaciones pendientes. La última es una solicitud de Min Yoongi, quien lo ha agregado a una de las redes.

Si hablara de probabilidades, eso definitivamente no lo esperaba.

Pensaba que era más probable que Seokjin se fijara en él antes que Yoongi le enviara una solicitud. 

Una que no duda en aceptar.

"¿Por qué?".

   
  
  
  
  
  
   
 
 
 
 
 
***
Feliz jueves 💖, gracias por el apoyo a este bebé 🥺

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top