III. Polluelo amarillo

Escruta a la distancia a Jimin pasar por la caja del supermercado, está pagando un par de botellas de agua saborizada y una tira de goma de mascar, aunque sabe que dentro de su mochila y en sus bolsillos lleva al menos cuatro barras de caramelo, otro par de barras de proteína y un paquete de hojas de afeitar.

A Yoongi le resulta inevitable sentir curiosidad. Mirar a Park se le asemeja a esos programas de televisión sobre animales salvajes, un grácil depredador al acecho, paseando elegante por su hábitat natural entre los pasillos de las tiendas. Tomando y escondiendo apenas tiene la oportunidad segura.

Parte por contrastar el modus operandi. Yoongi es de los que prefiere ingresar rápido y escapar silencioso, pasar desapercibido como brisa ligera. Jimin aprovecha su encanto nato, sonríe con dulzura de esa forma en que sus ojos se cierran, saluda al entrar y se despide al salir. De todos modos, ¿quién sospecharía de aquel chico educado de mejillas abultadas y mirada alegre?

Para Yoongi, Jimin es un ser intrigante. No es que pase su existencia atento a qué hace y deja de hacer, pero cuando la vida se lo pone por delante no puede evitar observarlo, ya que nunca se sabe cuando algo novedoso saldrá de esa caja de sorpresas que alguna vez tuvo llamativa cabellera rubia. Lucía igual a un polluelo asustadizo —esa fue la primera impresión, una que ha ido cambiando con el pasar del tiempo—.

Su compañero de escuela ha salido triunfante con su botín, él va camino a obtener el suyo en el corredor de las golosinas. Fue por los caramelos favoritos de Jennie, sabe que tiene que hacer méritos. Ya había acumulado suficientes sanciones por dormirse en clases, pero es que resultaba imposible cuando el aburrimiento estaba presente en el aire, en la voz monótona del profesor atravesando sus oídos. Le sugirió al señor Kang la oportunidad de un excelente emprendimiento: hacer grabaciones y venderlas a personas con insomnio. La idea no le pareció bien y aumentó los días.

El problema se ramificó: además de estar en detención, también le sumaron un par de sábados de servicio comunitario. Por si fuera todavía peor, se había comprometido con su novia para asistir al elegante almuerzo de celebración del aniversario de sus padres.

Intentó mediar la situación, diciendo con total tacto no muy frecuente de su parte: "nos podemos ver después, llegaría un poco más tarde", pero la chica contestó con un tajante "mejor no llegues".

¡Fue un compromiso, Yoongi! —finalizó irritada la discusión. Cuando estaba molesta no decía oppa con esa voz dulcecita que le parecía tan agradable.

Sospecha que los caramelos no serán suficientes, por eso tiene una bonita pulsera con dijes que Wendy le ayudó a elegir, cruzando los dedos para que sirvieran de atenuante al enojo de su novia.

Busca entre sus cosas algún papel de regalo o cualquier elemento semejante, supone que una bolsa de papel café no luce tan mal. La intención es lo que cuenta o eso reza el dicho.

Jennie lo ha ignorado desde el lunes y ya es jueves. ¿Cuánto más puede durar su enojo?

Suspira frustrado, recordando cuando le decía a su amigo que estar en una relación "puede ser como un grano en el culo", pero también tiene su parte agradable —o no estaría en una—. Hay conversaciones largas, mimos, manos suaves mesando su cabello y por qué no decirlo: el sexo. Antes de ella era un fiel compañero de su mano y no imaginaba que el placer de compartir roce de pieles, sudor y fluidos podría sentirse tan bien. Se fundían en un abrazo y el perfume dulce de la chica se impregnaba.

La verdad es que siempre se sintió tímido y torpe en cuanto a acercarse a chicas, ni siquiera lo intentaba, no se sentía particularmente atraído hacia ellas —tampoco hacia chicos, porque una cosa no implica inmediatamente la contraria—. Algunas caras bonitas, algunas personalidades llamativas, pero nada que le inspirara a mover un dedo por buscar un romance de película o menos que eso.

Tampoco es como que las chicas se le acercaran con facilidad, ahora es más factible porque está con Jennie y sus amigas le hablan con frecuencia. Ellas le dicen que es un buen confidente, claro, porque habla poco y solo asiente con roncos "hum"; a veces da su opinión franca y creen que han escuchado una revelación impresionante, Yoongi piensa que es debido a que las personas pueden llegar a ser ciegas con sus verdades.

Está convencido que la gente no se acerca con facilidad porque carga con una imagen de chico malo que no sabe de dónde demonios salió, aunque le parece bastante cómoda hasta la fecha para mantener a los otros a raya, así que no es algo que le genere molestias realmente y, por lo mismo, no hace nada por intentar cambiarla.

Quizá sea por la vez que armaron un espectáculo de lucha libre el año pasado. Se metió en un ameno pleito a golpes para defender a su amigo Hoseok de un bobo lío amoroso en que lo involucraron sin siquiera saberlo. "No sé desde cuándo empecé a salir con ella", le había dicho su dongsaeng gimiendo por el dolor en el labio y otras zonas del cuerpo. Yoongi se ganó un moretón el ojo, pero debía reconocer que ambos le dieron buena batalla a los chicos de esa otra escuela.

También estuvo en algunas cuantas peleas más, pero se excusa diciendo que no las inició. Bueno, una de ellas sí, cuando los argumentos verbales dejaron de funcionar. 

Ahora se reconoce a sí mismo como un ser bastante más civilizado a comparación de su primer año de instituto, cuando debía mantener los límites de su espacio de los tipos abusivos que nunca faltaban.

Si a eso le sumaba la cantidad de ocasiones en que ha sido tosco y franco con compañeros y profesores, pasando por maleducado, fue que terminó de cimentar una imagen que siente que no concuerda en realidad con cómo es.

Yoongi, quien se pelea con otros chicos de otras escuelas y pleitos amorosos que inventa la gente. 

Solo toman una parte incompleta de él y la tergiversan a su gusto. Por eso es que debe darle el crédito a Jennie que pudo atravesar su capa ácida y mordaz, sin tomarla como una exageración, sin exacerbar el imaginario de chico malo.

Yoongi debe reconocer que casi la juzga cuando Hoseok le insistió en salir con la chica que le gustaba en ese entonces y su amiga. Ambas del equipo de animadoras, quienes hacía pocos días atrás armaron un embrollo al expulsar a una chica lesbiana de primer año de sus filas.

Supo que Jennie discutió con la coach por defenderla.

Le sorprendió lo fácil que fue llevarse bien con ella, además de descubrir que tenía escondido tras esa vocecita dulce un sentido del humor ácido como el suyo. 

Los rumores fueron algo que dejaron de influir en lo que pensaba. Especialmente cuando empezaron a salir.

Son bastante injustos con el personaje que se arman de su pareja, quien le ha puesto los cuernos al menos diez veces en el imaginario colectivo.

Ni hablar de los segundos y terceros novios de Jennie. O de los que creen que él y Wendy son amantes ocasionales.

Se han prometido que el día que les guste alguien más hay que hablarlo. Jennie se lo tomó tan al pie de la letra que un tarde le comentaba que uno de sus compañeros del equipo de básquetbol le parecía muy atractivo. Yoongi pensándolo de forma tan literal preguntó: —¿Quieres estar con él? —Tratando de procesar lo corta que fue la relación.

—Solo digo que es guapo, no que quiera estar con él —dijo riendo antes de rodear su cintura con el brazo delgado y firme—. ¿Alguna chica de mi escuadra te parece bonita?

Asintió mencionando a una animadora de cabello corto y castaño, cuyo nombre nunca le interesó averiguar.

Compatibilizan bien. Saben que no es "un para siempre", ya que son demasiado jóvenes y ambos no son precisamente sentimentales, pero le gusta lo que tienen juntos.

Actualmente la relación ya cumplió un año, pero atraviesa una fase extraña, una especie de señal que a Yoongi le da a entender que no todo va bien como tiempo atrás, aunque no sabe exactamente qué es. Tampoco pone mayor esfuerzo en buscar respuesta, se lo pregunta directamente, ella dice que "no es nada" y la simple y llana verdad es que no quiere complicarse más de la cuenta, alimentando la ansiedad que cuando quiere surgir aparece como un monstruo.

Prefiere mantenerla a raya, a la ansiedad.

Aunque hay un poco de ella circulando por su cuerpo cuando no logra reunirse con Jennie en los recesos y no le queda más que buscarla a la hora de almuerzo.

No suena exactamente feliz cuando le corta el paso por el pasillo, recibiendo en respuesta un seco "permiso". Jennie se dispone a avanzar, diciendo algo sobre tener poco tiempo, almorzar rápido y reunión con el equipo de animadoras.

Yoongi insiste que será corto, un par de minutos. Su novia asiente y caminan al patio, buscando un lugar menos concurrido, lejos de los oídos y bocas chismosas.

—No es que quiera apaciguar tu enojo con esto —comienza, aunque por dentro se dice "sí es lo que quiero"—, pero cuando la vi pensé que quedaría bien en ti, también quiero endulzar un poco tu vida, es válido si quieres seguir molesta —agrega torpemente tras sacar la bolsa de papel que contiene la pulsera y un par de cajas de caramelos, esperando que la chica no le diga que está a dieta nuevamente.

Jennie lo mira con curiosidad, quiere seguir enojada, pero los gestos y los ojos de gatito arrepentido de su novio la ablandan. Como señal de paz saca la pulsera y le pide a Yoongi que la coloque en su muñeca.

—Nos vemos después, Yoongi oppa —se despide sonriendo.

"Oppa", al menos ya no está molesta. O no lo suficiente, no le dio el beso en la mejilla que suele ser habitual tras un presente. Lo más seguro es que en algún momento de debilidad ella dirá: "ah, sí, me acuerdo cuando Yoongi oppa se comprometió a acompañarme en el aniversario de mis padres y no fue, lo sancionaron por dormirse en clases".

Más tranquilo puede seguir con su día, nunca deja de ser algo incómodo cuando sabes que alguien está molesto contigo, especialmente si cometiste el error que gatilló todo. Episodios sobran a causa de su sinceridad sin filtro y el sarcasmo, aunque nunca va a olvidar uno de los momentos de mayor angustia cuando su mejor amigo no le habló por semanas.

La primera vez que Hoseok se enojó seriamente fue como a los doce, porque Yoongi se pasó de la raya con las bromas y no creyó que su amigo se lo fuera a tomar tan a pecho. Sus primeros intentos por remediarlo fueron como apagar el fuego con combustible. Después estuvo haciendo méritos, buscando estrategias con las uñas carcomidas y ofreciéndole sus figuritas favoritas. Incluso lloró a moco tendido en el regazo de su madre, sollozando que por tonto había perdido a su dongsaeng favorito.

Muchas personas podrían ir y venir de su vida, pero Hoseok no, es su mejor amigo y se aferra a la idea que permanezcan juntos. Del tipo de personas con la que se ve al lado en diez, veinte y más años, con vidas estables y, de preferencia, con sueños cumplidos, satisfechos y montones de recuerdos compartidos.

También considera a Wendy dentro de este panorama. A esa chica la conoció en su primer año de secundaria, ambos se escaparon de una clase de deporte y desde ahí se ha convertido en una buenísima amiga y un buen referente cuando se trata de aprender acerca de las mujeres.

—Claro, algún día tendrán novias, más amigas, quién sabe si una hermana menor, sobrina o hija; entonces me agradecerán conocer los diferentes tipos de compresas y tampones—les decía un sábado que veían películas y la chica se quejó de la visita repentina e irregular de su periodo. 

Yoongi y Hoseok llegaron con tres paquetes diferentes. Wendy reclamó que fue muy específica al decir tela suave y con alas. "¿Qué?". También les enseñó acerca de medicinas para la intensidad de los dolores e infusiones que podían ayudar con los cólicos.

Lección enormemente agradecida. Un día que Jennie avergonzada le encargó un paquete, Yoongi se sintió el mejor novio del mundo, orgulloso de sí mismo, al decirle que no tenía que sentir pena de pedirle ayuda con eso, le sirvió una infusión de manzanilla y, un cuarto de hora después, llegó con el pedido correcto, además de una barra de chocolate para los antojos azucarados. Claro, todo salió gratis.

Los dulces suelen animar a su novia con o sin menstruación del por medio. 

Yoongi no se considera un aficionado a los dulces, pero no puede negar que el trocito de barrita de caramelo que le dio Jimin también le animó cuando sentía que se quedaría dormido en cualquier segundo.

Quizá se auto-regale algunas golosinas en su próxima visita al supermercado. Podría sacar una para Park, considerando una vuelta de favor. Un barrita por otra.

Jimin sabría perfectamente lo que escondía el inofensivo caramelo. El riesgo que hubo al obtenerlo. De seguro lo apreciaría, así como Yoongi lo hizo dos tardes atrás.

Pensar en ello fue directo a su estómago reclamando alimento. Busca a sus amigos para almorzar. Con la bandeja en las manos camina a su mesa habitual, Wendy y Hoseok siempre le guardan un puesto. Recibe un par de saludos antes que retomaran sus conversaciones con los otros compañeros de su grupo.

Namjoon le entrega un libro de composición musical y Yoongi agradecido lo guarda con cuidado, no quiere ensuciarlo con comida sin querer.

El resto de su jornada escolar transcurre sin novedades. Lo habitual y su esfuerzo descomunal por no caer dormido en clases. Siempre después de almorzar es peor, la batalla es más dura, como si su organismo asociara la digestión con el sueño. Bosteza varias veces y sus ojos se empañan, debiendo secarlos con el dorso de su mano.

Muere de ganas por desparramarse en su pupitre. Mismas ganas que lo acompañan en el salón de detención asignado. Camina hacia la mesa que ha ocupado los últimos dos días y como el profesor de turno todavía no aparece, se permite apoyar la cabeza y cerrar los ojos. Quiere dormir, pero no lo hace, está atento a cada ruido a su alrededor. Sin necesidad de mirar, sabe que la persona en el escritorio de al lado es Jimin, quien tiene la amable consideración de moverse con cuidado, apenas emitiendo sonidos ligeros al correr la silla.

Abre los ojos cuando la voz gruesa del profesor reparte instrucciones básicas respecto a silencio y buen uso del tiempo. Asume que no podrá flojear a gusto, pues algunos maestros se toman esto de las detenciones para sacar a tirano interno y hacer lo que se les antoje. 

Al señor Kim le gusta repartir ejercicios de matemáticas a todos, trae guías destinadas para cada nivel, así que es inevitable que un par de hojas acaben sobre su pupitre con la advertencia que nadie se va hasta terminarlas.

Solo por curiosidad voltea disimulado, Jimin escanea concentrado la guía y escucha un tenue resoplido de desánimo. Yoongi lo entiende, no es un gran amigo de los números y las palabras se le dan muchísimo mejor, pero tampoco es el peor. Mediocre, ha dicho el profesor a los estudiantes con calificaciones como la suya: ni altas, ni bajas —si no caen en picada es porque Nam tiene paciencia de oro para enseñarle—.

Algo en su estómago se remueve cuando el menor le mira también. El cruce con sus ojos pequeños y oscuros le hacen desviar la vista enseguida como si lo hubieran atrapado en algo. Casi la misma adrenalina fugaz de la sospecha de un guardia de seguridad encima.

Empieza a hacerse la idea que Jimin será su compañero de puesto algunas semanas. Ayer se sentó a su lado y el día anterior a ese también, incluso le ofreció aquella mitad de barrita de caramelo, de esas que saca con descaro de los estantes del supermercado, por lo que para Yoongi saben mejor.

La primera vez que lo vio lo había subestimado, pensaba que era un torpe muchachito camino a meterse en un gran lío por hacer lo que no debía.

En aquel entonces su cabello era rubio y se acuerda haberse percatado de cómo examinaba el espacio apilando ropa sobre el brazo. Notaba cierto nerviosismo en su caminar y en su rostro, ese algo que expresa "hago lo que no debo y soy culpable", el secreto consistía en parecer un cliente como cualquier otro, sin culpas, se tentó en avisarle. Pobre.

Estaba seguro que no era un pseudo cliente habitual de la tienda y probablemente no conocía las pequeñas tretas para pescar culpables, aunque una vez conocidas, era un lugar sencillo al que se podía volver.

No lo había visto esconder alguna prenda, pero sabía que andaban en lo mismo. Novato, pensó. Wendy le había dicho que uno reconocía a los de su especie, Yoongi bromeó preguntando si se refería a que ella identificaba a otras chicas que le gustaran chicas, recibiendo un codazo en las costillas acompañado de un "Yoongi-yah, eres un tonto".

Wendy fue también quien le advirtió que esa tienda ponía una segunda alarma dentro de las ropas, ya que ella fue descubierta y con una vergüenza enorme para no meterse en problemas pagó por la prenda que se intentó llevar y juró jamás volver —a la tienda, no a robar—.

Por lo general él no se involucraba cuando reconocía a otros de su especie y todavía no sabe porque sus pasos lo guiaron a ese perdido polluelo amarillo para advertirle antes de salir, tan cerca que sentía su calor como si le traspasara adrenalina hirviendo. Un poco más cerca, sin llegar a tocar, procurando no hacer las cosas más incómodas, susurrando sobre las alarmas.

Luego se fue y lo dejó a su suerte. Su gesto caritativo fue avisar, solo eso, no pretendía ser atrapado también.

Hasta ahora siente curiosidad por saber cómo se libró de la situación, porque cuando estaba caminando cerca de una de las paradas del autobús lo vio agitado, secando el sudor de su frente y celular en la mano. ¿Con descaro y todo se largó a correr? Sonrió negando ligero con la cabeza antes de retomar lo suyo.

Fue una sorpresa verlo en su escuela. Nueva carne de cañón para los abusadores, casi se apiadó de él, inclusive casi se arriesgó a intervenir, pero se llevó una sorpresa todavía más grande cuando el chico con el labio roto estrelló el puño directo en la cara del otro sujeto, seguido de otro golpe aprovechando el aturdimiento.

Se dedicó a disfrutar del espectáculo. No siempre podía ver al capitán de su equipo recibiendo una paliza.

Aquel chiquillo parecía una pequeña fiera iracunda, forcejeando y maldiciendo. Habría sido una ofensa de su parte intervenir cuando parecía querer probar su orgullo y fuerza a toda costa.

No era el único espectador, había un círculo a su alrededor y todos miraban con diversión y morbo la escena. Park Jimin sobre el regazo del tipo a punto de descargar la furia que brillaba en sus ojos hasta que aparecieron un par de profesores a frenar todo.

Bueno, no todo, la furia seguía en esos ojos casi cerrado, un rostro que le recordaba a las películas de guerra y enfocaban el semblante manchado de rojo y herido del protagonista. Jimin tenía esas manos pequeñas empuñadas y su labio inferior temblaba.

Le gustó esa imagen: Park modo fiera. Resultaba extrañamente inspiradora.

Un par de días después escuchó una charla en el probador. Su entrenador se dirigía con voz firme, transmitiendo la molestia y decepción al capitán. Obviamente el regaño no era por acosar a un chico como el matón que le gustaba ser a ojos ajenos, sino porque se arriesgaba a lesiones antes de partidos importantes, ni hablar de la imagen que le daría al equipo y si acaso así quería captar el interés de patrocinadores que buscaban atletas competentes. "Una completa vergüenza", repetía el hombre. Todo el énfasis puesto "por su falta de compromiso con el equipo". ¿Acoso y comportamiento abusivo? Eso parecía darle lo mismo.

Yoongi sintió asco, pero no era una novedad. En la escuela se hacía vista gorda a muchas cosas.

Las semanas transcurrían y no podía evitar, de vez en cuando, poner un pequeño porcentaje de atención cuando el nombre o viva imagen de Park Jimin aparecía en alguna parte.

Al principio notaba que era un chiquillo solitario y guardando una furia silenciosa como olla a presión. Luego llegaba la ocasional compañía de Seokjin y parecía iluminarse como arbolito de navidad con una sonrisa de ojos cerrados. Se preguntaba si se conocían de antes, si bien Seokjin se comportaba amable con todos, no era de acercarse a los novatos de primero así sin más. Quizás eran primos, ambos emitían ese aire de bonitos principitos de cuentos felices: atractivos y miradas de niños buenos.

Una vez se lo preguntó a Seokjin en una fiesta, pero la cara más atractiva de la escuela —como lo habían designado en votación popular—, riendo respondió que solo era un dongsaeng adorable.

Asintió con un monosílabo y continuó con su cerveza.

Jimin dejó de limitarse a ser, según su descripción mental, un delincuente juvenil en la más baja posición de la escala o un chiquillo con furia en los ojos y buenos puños. Tampoco era un gay escandaloso —según escuchaba, sumado a otros rumores sobre a quienes les prestaba el culo y ahí su atención moría, porque no era algo que le importara—. A Yoongi le parecía llamativa su forma de hacerle frente a situaciones injustas. Veía a un sujeto que se preocupaba por los demás, tan determinado como amable.
  
  
  
  
  
  
   
   
No ha cambiado su impresión y tampoco sus interacciones cortas. Miradas mutuas, media barrita de caramelo, "gracias" y monosílabos.

Si le preguntaran cuál es su impresión del menor lo resumiría como "curioso sujeto, me cae bien".

Ha visto varios fragmentos de él, tan diferentes unos de otros, solo piezas sueltas, pero a momentos quisiera entender cómo encajan en un todo. Conocer a Park Jimin. Luego se pregunta ¿para qué? Es su último año después de todo y, a diferencia de personas como Hobi o Seokjin, a él le agota pensar en un amplio círculo de personas cercanas y por quienes sentir preocupación.

Está bien así.

Jimin guarda los lápices en el estuche y ordena las hojas cinco minutos antes de que terminara el tiempo de detención. Parece ser bueno en matemáticas, porque cuando el profesor revisa la guía asiente conforme. Hace eso porque un par de tontos intentaron engañarlo respondiendo cualquier cosa y el hombre levantando las cejas preguntó si les apetecía empezar a venir los sábados.

Así murió su intención de entregar la guía a medio hacer y con respuestas pobres. Todavía le queda un cuarto por resolver y mucho tedio acumulado, además del sueño que pesa en sus párpados. Mantiene los ojos en Jimin, quien voltea a su dirección —¿habrá sido una especie de telepatía? Su idea es boba y tiene que apretar los labios para no reír—. Su hoobae parece dubitativo, aunque de todas formas hace un pequeño movimiento con la cabeza que interpreta como una despedida y se tienta en responder "hasta el sábado", ya que el viernes tiene práctica con el equipo y a cambio de eso repone la detención con trabajo comunitario en la escuela, trato unilateral que su entrenador coordinó sin siquiera preguntar su opinión al respecto. Yoongi habría negociado extender las detenciones sumando más días con tal de no tocar su fin de semana sagrado.

Resopla bajito y regresa a los ejercicios pendientes. Apenas entiende sus números esbozados poco prolijos. La primera hoja luce muy bien y ordenada, pero a medida que avanza es un desastre. No hace nada por trazar el lápiz de forma menos perezosa, manchando el costado de su meñique con el grafito.

Al mover su brazo su codo bota algo al suelo. Se agacha a mirar y ve que se trata de un caramelo de naranja. 

Jimin lo había dejado en su escritorio.

Aprieta los labios conteniendo una sonrisa y lo guarda en el bolsillo del pantalón.

El celular vibra en el mismo bolsillo que el caramelo, lo más probable es que sea Jennie esperando que vaya por ella porque terminaron la práctica. Es lo mínimo que puede hacer después de haber roto con el compromiso de acompañarla en el aniversario sus padres.

Además le viene bien un agradable momento a solas.
  
  
  
  
  
  
   
   
   
   
      
Al final no tiene un momento a solas. Todo fue un panorama improvisado que resulta en una visita a la cafetería cercana a la escuela junto a su novia, Hoseok, Jaebum, Momo y Nayeon; esta última abatida por la ruptura con su novio.

Yoongi le pregunta en un susurro disimulado a Jennie si acaso ellos no habían vuelto hace muy poco —menos de una semana si su memoria no falla—. Su novia alza los hombros y dice: —su relación siempre ha sido así y espero que ahora sea ruptura definitiva —apenas un murmullo para que la chica en cuestión no escuche.

No es su especialidad consolar gente, así que ni siquiera lo intenta. Siente que pierde el tiempo escuchando quejas que no le interesan sobre un tipo muy desagradable y sin poder contenerse termina soltando una pregunta franca que enmudece a sus amigos.

—Entonces, ¿te gusta pasarlo mal o qué? ¿Por qué continúas volviendo con él?

Recibe un pequeño pisotón de parte de Jennie. Yoongi sabe que lo hizo porque pronunció la frase sin un ápice de amabilidad, como expresando que se trata de algo tan obvio. Nayeon solloza y su otra amiga acaricia su espalda intentando animarla.

No quiere mirar a Jennie a los ojos y enfrentarse a un reproche silencioso. A veces han iniciado cortas discusiones por situaciones similares.

La campanita de la entrada resuena entre las conversaciones diversas de las mesas contiguas. Un grupos de estudiantes de su escuela se acercan riendo al mostrador de pastelillos.

Aquel chico de mirada sonriente se enfoca un par de segundos en su mesa.

Ha vuelto a pasar.

Aquel intercambio recurrente de miradas con Jimin.

Piensa que debería darle las gracias por el caramelo de naranja y lo hace a su forma, esperando que el mensaje sea interpretado como quiere. Señales de humo al jefe de la otra tribu. Sonríe un poco y el otro chico le devuelve el gesto. 

Sonrisas que duran menos de dos segundos y cada uno sigue en lo suyo.

Casi como siempre, antes eran miradas. Ahora han dado otro mínimo paso, de esos que Yoongi piensa que no los lleva a ninguna parte en concreto.

No se queja. La sonrisa de Park es agradable de mirar.
  
 
  
  
  
  
  
  
 
 
 
 
  
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Como siempre gracias por llegar hasta aquí 💖 uwu
Hasta el próximo jueves ;D
Cuídense, tomen awita y laven sus manitos.

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