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El curioso YoonGi que estaba sentado en una gran hoja verde producto de una planta del frondoso pasto.

El ruido de esa extraña máquina sonaba alrededor de él dejándole oler el rico olor de pasto recién cortado, era bastante atractivo el olor y muy refrescante, pues la noche anterior había caído una leve lluvia que hizo que esa mañana estuviera fresca y algo cálida por el seguro calor que tomaría rumbo en aquella tarde.

Con su típico trajecito marinero, el lindo pálido balanceó sus pies y miraba a los lados en busca de una aventura de su "gran" tamaño, quería acción y eso estaba en sus metas.

Aburrido de estar buscando un "algo", se encontró a si mismo siendo cautivado por un dulce chico que hacía presencia en su campo visual. Tan lindo como el Sol, dulce como aquella flor de vainilla y olor del dulce jazmín, su cuerpecito siendo cubierto por otro traje marinero como el suyo y delicado como un trébol de cuatro ojas, que como eso, el chico era difícil de encontrar.

El rubio era alguien bastante atractivo pero muy despistado, un día podrías verlo y a la semana pensar que estaba pérdido en todo el extenso lugar de color verde y otros colores como manjares para comer. Así de difícil era encontrar a su amor verdadero, (por que sí, este era el suyo) pero tenía la certeza de volverlo a ver a pesar que su corazón latía desesperado en su búsqueda.

Como fiel cuidador de la linda flor que era aquella vainilla, YoonGi nunca dejaba que el menor sufriera por el Sol y lo dañara, más bien, cada que tenía oportunidad dejaba una hoja lo bastante grande pero no pesada para él y lo colocaba en la entrada de su hogar que era un pequeño champiñón que estaba cerca del gran árbol donde se ubicaba la ciudad de las diminutas personitas curiosas y preciosas. Su casa (que era un tetera) no quedaba lejos que la del pequeño jazmín y por eso aprovechaba en dejar la hoja en su entrada, y ese día no fue la excepción.

Una gota cayó encima de él que luego se convirtió en pequeñas chispitas de brillo y su cabello brillo por ese instante, la planta debajo suyo igual aumentó de tamaño al ser tocado por ese polvo mágico. Una risa se hizo escuchar y el sonrojo en sus mejillas fue prueba de su vergüenza.

- Mi dulce señor, tanto tiempo sin verlo. -La voz dulce del menor se hizo sonar como la campanita de la dulce compañía de Peter Pan.

- Veo que ahora no te perdiste, mi dulce caramelo. -Le respondió. Alzó una ceja después de estornudar (producto del polvo que había caído por su nariz gracias a la gota que cayó en su pelo de nuevo y aumentando el tamaño de la planta, ahora estaba más arriba del dulce rubio con olor a jazmín. - Veo que tu pérdida duró poco.

- ¿Tan grata es su sorpresa?

- Para nada.

- Lo supuse. -Dió un pequeño salto para alcanzar la mano del peliazul que se había arrodillado en ese momento. Con una linda sonrisa sin mostrar sus dientes pero que provocó cerrar los ojos le había dedicado al tierno chico que tenía su mirada inexpresiva ante él. - Mi dulce caballero, el día de hoy la hoja me acompañó al lugar tan dulce como la miró y cálida como un día de verano. Gracias a usted, la noche anterior no sufrí para nada la inquietud de estar empapado y triste por la posible enfermedad que podría haber tomado. Le agradezco de antemano su ayuda.

- No hay de que, vainilla.

- JiMinnie.

- Mi JiMinnie... ¿a dónde será tu paradero el día de hoy?

- Como cada encuentro nuestro, le digo que a su corazón.

YoonGi bajó de la planta posicionandose en la misma hoja en la cual estaba su querido JiMin, quien en ningún minuto retiró su mano de la suya. Con una calma se acercó al menor y plantó un beso en los carnosos labios que este poseía gracias a la linda y amada Madre Naturaleza. Con gusto el menor le correspondió ocultando ambos rostros por debajo de la hoja verde que le había sido otorgada unos días atrás, siendo antes de su partida de su caminata que duraba hasta casi una semana pero que había llegado hoy antes para ver a su lindo hyung peliazul y también por el hecho de que el puente (una pequeño que construyó una niña pensado que existían personitas como ellos) había sido destruido por la tormenta que había ocurrido un día antes de su penúltima caminata, así que triste volvió a su hogar con el sueño de ser consolado por su amor diminuto y el anhelo de pasar un ratito con él.

- JiMin, el olor al pasto recién cortado me dio antojo de algo. -YoonGi separándose de los labios del menor, comentó.

- ¿Cómo que?

- En mi tetera quedan unos trozos de pan y té de manzanilla.

- Vamos.

- Si, será una larga noche para los dos, quiero una pijamada contigo, de esas donde las crías de los humanos hacen cosas como comer y hablar.

- ¡Sería genial! Vamos, quiero iniciar eso ya.

Tomando ambos sus manos, se dirigieron al hogar de YoonGi siendo cubiertos por la hoja del rubio del Sol que parecía seguir a las dos criaturas enamoradas.

El mayor agradecía que HoSeok hubiese tirado el puente por error después de estar jugando con su pareja TaeHyung con aquella pelota gigante que le pertenecía a un bebé humano.

Ahora tendría a su lindo JiMin junto con él toda la noche y podría acurrucarse con él como en sus libros que leía que había encontrado una vez perdidos.

Era pequeñito pero muy soñador y amado por su parejita y, de seguro, por estos lectores, incluyéndome.

Y colorín colorado, este mini one-shot se ha terminado.

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