8. Las hormonas me dominan.
Los hombres siempre nos han
culpado de hechizarlos con nuestros encantos,
p
ero han sido los primeros en la historia en coquetear
y
lograr de nosotras los deseos
más impuros.
Hacía un día hermoso, y todos los hombres de mi querida casa fueron a jugar tenis y mi madre me hizo la visita en mi habitación para animarme. Quería que le acompañara y decidí hacerlo, después de todo no tenía ningún otro plan mejor así que me coloqué una mini faltada blanca deportiva, un pulóver Polo en color lila, mis zapatos deportivos y nos marchamos rápidamente llegando a la sociedad en menos de treinta minutos. Después de registrarnos en recepción, un chico rubio vestido con un uniforme blanco nos trasladó en un pequeño carrito hacia donde estaban los miembros de mi familia.
Como era de esperarse, estaba allí, el perfecto y oscuro Alessandro Rinaldi, estaba totalmente concentrado por lo que aún no había notado mi presencia. Creo que en el fondo sabía que le harían venir como a mí, como método de unirnos por parte de nuestras familias. Lo veía jugar un partido de uno contra uno contra Gabrielle. Me acerqué a mi hermano que se encontraba sentado debajo de la carpa cubriéndose del sol. Le dejé un beso en el cabello y aunque quisiera evitar mirarle, mis ojos insistían en contemplar a Alessandro.
Era hermoso. Atlético. Su cabello estaba empapado de sudor. Su rostro igual. Llevaba un pulóver deportivo azul oscuro combinados con unos shorts blanco, medias deportivas al igual que sus zapatos. No podía dejar de desearlo. Llevo días haciéndolo. Es que su cuerpo. Su rostro. Dios, si no fuera tan.... Se me secan los labios. Se queda observándome unos minutos mientras yo estoy perdida en él. Desvío rápidamente la mirada cuando le veo sonreír y tomo asiento frente a mi hermano. Joder, Valentina, puedes ser menos indiscreta. Me encuentro con la mirada y la sonrisa de Matteo, me analiza con esa expresión de "Algo tramas". Y la verdad, lo único que deseo tramar es ver a Alessandro Rinaldi completamente desnudo. Creo eso mejor lo borro de mi cabeza. Putas hormonas.
— ¿Qué? — le pregunto sonriente.
— Nada, solo te observo. — coloco los ojos en blanco y aparto mi mirada por un momento hacia Alessandro, estaba bebiendo agua en medio de la cancha mientras dejaba caer un poco por todo su torso.
Se me vuelven a secar mis labios y aparto la mirada. Joder, que ganas tengo. Mi hermano seguía observándome. Tengo que disimular un poco más.
— ¿Qué tanto me miras? Me pone nerviosa.
— Observo lo obvio, hermanita.
Me quedo un poco confusa, él se levanta agarra su raqueta y me anima a jugar contra él con la mirada. Creo sería bueno apartar mi atención de mi cabeza caliente, un partido de tenis bajará mi calor interno. Mientras nos acercábamos, mi hermano caminó hacia Gabrielle, yo caminaba hacia Alessandro que me sonreía con esa maldad que le caracterizaba. Joder, cuando dejaré de desearle.
— Buenos días, futura señora Rinaldi ... — me susurra con una sonrisita provocadora al pasar por mi lado haciendo que me recorra una ola de calor por todo el cuerpo.
¿Señora Rinaldi? Dios mío. Me volteo aún confundida y le veo sonreír, lo ha hecho intencional. Se acercó a nuestra carpa, agarró una botella de agua y seguía observándome con esa sonrisita malvada. Puto cabrón. Mi hermano llama mi atención, y comenzamos el juego. Al principio me encontraba bastante distraída, no puedo negar que su mirada fija en mis movimientos me ponía nerviosa, por lo que Matteo anotó varios puntos a su favor, pero poco después pude ganarle el partido. Siempre hemos sido contrincantes en el tenis, ambos somos lo bastante buenos.
Nos acercamos hacia la otra pista al terminar, se encontraban nuestros padres inmersos en una conversación animada. Le busco con la mirada y le pude ver sentado junto a ellos. Reía. Me acerqué saludando a todos y pude ver como mi madre y su madre jugaban en la pista cercana. Eran mujeres grandiosas. Volví a contemplar mi entorno. Todos reunidos, como una mu gran familia, mientras se escuchaba como su padre, el mío, mi hermano y Gabriele hablaban sobre deporte anímicamente. Sus ojos azules volvieron a mi rostro así que no pude evitar borrar la sonrisa de satisfacción que me daba vernos todos unidos. Me devuelve la sonrisa y le vi levantarse después de su asiento al contestar la llamada telefónica que interrumpió nuestro placentero contacto visual. Lo seguía observando con disimulo mientras fingía que leía algo de una de las tres revistas que descansaban sobre la mesa. Para mi asombro, se encontró con mi atención cuando me observó de reojo y sonrió, evité la mirada para que no se percatara que me he sonrojado. Segundos después se alejó desapareciendo de mi campo visual. ¿A dónde habrá ido?
Después de veinte minutos me acerqué hacia el baño de la sociedad. Abrí la puerta un poco distraída por la música en mis auriculares. Música, ducha fría, eso sí que calmará a mis hormonas. Me acerqué a una taquilla, abrí con mi llave asignada, o se encontraba nadie en el lugar ya que es zona VIP y puedo desnudarme tranquilamente. Agarré la esquina de mi pulóver y me deshice de esté por encima de mi cabeza, ya comenzaba a asfixiarme. Escucho balbuceos y me giro quitándome los auriculares.
— ¡Joder! — digo asombrada tapándome los pechos con el pulóver que llevaba aún en las manos al ver sus ojos azules a casi un metro de mí.
— Te estaba avisando que estaba para que no... — me observa la parte desnuda de mi cuerpo.
— Perdón, no podía escucharte... — me coloco despaldas colocándome el pulóver otra vez.
Volví a girarme dirigiendo la mirada hacia su cuerpo, estaba completamente desnudo, solo se tapaba su miembro con lo que intuyo que es el pulóver azul oscuro que llevaba antes. Las gotas de agua por su piel me demostraban que recién salía de haberse bañado. Los músculos en su cuerpo estaban marcados. Los tatuajes en su brazo izquierdo le hacían la piel aún más clara de lo que ya era. Espera, ¿qué hago aquí?
— Perdón, no quería... — él no sabía que decir, solo sonreía apenado. Yo no sabía qué hacer, mi cuerpo ardía y mis manos temblaban. — Mejor me voy. Perdón otra vez.
Me marcho caminando hacia las canchas nuevamente por lo que me tomó un tiempo llegar, esta vez estaban nuestros padres jugando. Nuestras madres se encontraban sentadas bajo la carpa almorzando. Mi hermano y Gabrielle no estaban por todo el lugar. Me quedé de pie bajo la sombra de un árbol mientras calmaba mis nervios. Podía ver desde aquí a nuestros padres. Joder, estaba desnudo y me he quedado como una tonta observándole.
Tuve que fingir que no sonreía al verle vestido de traje bajar de uno de los carritos y venir caminando hacia a mí al mirar hacia atrás. Me quedé quieta, tratando de controlar mi respiración y así demostrarle que lo que ha ocurrido no me afectado para nada. Siento su presencia cada vez más cerca como si mi cuerpo tuviera instalado un radar para indicarme que debo estar alerta, y así fue, ya que no tardó mucho en acercarse a mi cuerpo por detrás. Se coloca a mi lado en silencio sin observarme. Le dediqué una miradita, tranquila y corta. Luego, ambos dirigimos la mirada hacia el juego de nuestros padres.
— Juegas mejor de lo que pensé. — rompí el silencio incómodo entra los dos.
— ¿Le he sorprendido, señorita Ferrano?
Lo observo, ya que su tono de voz me ha parecido provocador. Me sonreía de medio lado. ¿Se refería a lo sucedido hace apenas minutos o a su destreza jugando tenis? Sonrío. Aparta la mirada de mí, y le imito.
— Mañana iré a ver unas propiedades que me han recomendado. ¿Quieres acompañarme?
Le dedico una vez más la mirada, pero esta vez de asombro. ¿Alessandro Rinaldi quiere que tengamos una cita? Bueno, no sería una cita oficial, después de todo será la casa donde viviré. No me observa, se queda con la mirada fija hacia donde mismo estaba antes, pero sabe que le observo, noto un poco de rubor en sus mejillas. Por dios, este hombre me va a volver loca. Hay tantas sorpresas en Alessandro Rinaldi.
— Si... — respondo.
Siento un calor que recorre mi rostro y esta vez es él quien me observa asombrado. Dirijo la mirada hacia el frente ocultando que yo también me he sonrojado. Así nos quedamos en silencio, y sé que sonríe, puedo verle por el rabillo del ojo derecho. Joder, hace más calor que de costumbre.
— No hagas planes en la mañana. Te recogeré temprano. — nos observamos. — Que tenga buena tarde, señorita Ferrano.
— Igual para usted, señor Rinaldi.
La noche entera sin poder dormir, no me malinterpreten, estaba un poco emocionada en elegir lo que iba a ser mi futura casa. Así que es imposible no estar despierta temprano en la mañana. Demasiado temprano, aclaro. Ayudé a colocar la mesa para el desayuno y poco después... Una mierda con el poco después, me acabo de dar cuenta que los miembros de mi familia se despiertan los sábados más tarde de lo que me hubiese imaginado. Me enciendo un cigarrillo sentada en la terraza trasera mirando a la piscina esperando que alguno despertara de sus dulces sueños, quedándome un poco perdida en mis pensamientos.
¿Cómo es que dentro de pocos meses estaré viviendo con un desconocido? Por más que no quiero pensarlo para no atormentarme, Alessandro Rinaldi es un completo desconocido para mí. Solo conozco lo que otros han comentado, y eso específicamente no era algo bueno. ¿Y si no era así? ¿Y si no podemos con esto?
— ¿No crees que sea muy temprano para pensar? — escucho la voz de mi hermano.
Estaba a pocos metros de mí, llevaba un cigarrillo encendido en los dedos, un chándal blanco y una camiseta de tela muy ligera de color gris. Pasa por detrás de mí, deja un beso en mi cabello y toma asiento a mi lado. Le observo un poco, pasa por encima del pie izquierdo el derecho y ahí lo deja. Me sonríe, deja sobre la mesa su teléfono junto a su paquete de cigarrillo y su mechero para devolver la mirada hacia la piscina.
— ¿Por qué te preocupa tanto? — lo observo. Él también lo hace. Es imposible que cualquier otra persona pueda adivinar lo que estoy pensando, pero es a mi hermano quien tengo al lado. Él sabe cosas.
— ¿Crees que hago lo correcto?
Se tomó unos segundos para responder. Suelta el humo del cigarro como si lo ayudara a pensar, y me responde.
— Creo que nadie sabe si es completamente correcto justo antes de hacerlo. — nos observamos. — Yo solo creo que serás feliz, hermanita... — lo observo extrañada. — Sí, piénsalo un poco. Levantarte en la mañana y provocarle con tu presencia para verle enojado, ¿no te causa placer?
— La verdad es que sí. — dije riéndonos juntos.
Me besa de nuevo el cabello, me aprieta un poco contra su cuerpo simulando un pequeño abrazo que provoca con una de sus manos y le dejo un beso en el hombro cuando me suelta mirando luego su rostro. En ocasiones puede ser irritante con el tema de protección, pero sé que lo hace porque me quiere, aunque muy pocas veces me lo demuestre.
— Vas a ser muy feliz, te lo prometo. — susurra.
Me observa, llevaba una mirada extraña. Esa mirada de que está seguro de que no se equivoca en lo que dice pero que puede que en el fondo le diera un poco de tristeza, justo así, y creo que hizo que mi corazón se estrujara ya que comencé a sentir que mis ojos se llenaban de lágrimas.
— Te voy a extrañar... — se me quiebra un poco la voz y me agarra del rostro acercándose un poco.
— Eh, bestiolina, siempre estaré cerca. ¿Recuerdas? — sonrío triste al recordar aquella anécdota cuando niños. — Esto es como aquella ocasión. Solo tienes que montar la bici y mirar hacia adelante. No mirar hacia el suelo. No mirar hacia atrás. Solo hacia delante, y recordar siempre que tu hermano estará cerca.
Solté par de lágrimas cuando vi que sus ojos también se cristalizaron un poco. Sabíamos que esto es peligroso y a pesar de eso, no dejaba de cuidarme. Me abrazó muy fuerte contra su pecho, cerré los ojos y vinieron recuerdos a mi mente. Mi primera vez en bici, mi primera carrera en motocicleta detrás suyo, mi primera vez disparando, casi todas mis primeras veces ha sido él. Creo que siempre he sido tan rebelde para demostrarle que puedo sola. Que puedo sin él, pero lo más cierto es que podía tirarme de un paracaídas sin miedo porque estaba segura que él iba a estar justo ahí para salvarme. Supongo que el amor entre hermanos es así, ¿cierto? Saber que tienes un cómplice para toda la vida. Es arrojarte a lo más profundo del mar sabiendo que, por más que te falte la respiración, terminarás en la superficie. Era mi salvavidas.
— Señoritos Ferrano, el desayuno está servido, y sus padres los esperan en la mesa. — el mayordomo dijo con voz pausada y clara.
— Muchas gracias, Elio, enseguida nos uniremos a ellos. — respondió mi hermano con la misma suavidad.
Me seco las lágrimas, y nos observamos con una sonrisa. Me acaricia el rostro con una de sus manos y es como si me acariciara el corazón en un solo gesto, cerrando los ojos lo disfruto un poco más para luego marcharnos hacia dentro de la casa. Después del desayuno lo esperé, pero Alessandro no llamaba, ya casi eran las once con treinta minutos de la mañana cuando me arrojé al colchón de mi cama agotada de tanta espera. Solo transcurrieron pocos minutos mirando el cielo de la habitación cuando mi teléfono comenzó a sonar en ese tono molesto que justamente hoy odiaba más que nunca.
— ¿Hola? — contesto la llamada.
— ¿Habla la señorita Ferrano? — escucho una voz masculina conocida y me reincorporo en la cama tomando asiento con las piernas cruzadas prestando mucha atención a quien me hablaba.
— Sí.
— ¿Podría usted concederme una cita? — me quedo un poco confusa tratando de adivinar quién me llamada. — Que rápido te has olvidado del hombre con el que has dormido en el suelo de una florería.
Solo me costó un minuto para reconocer quien llamaba. Me emociona oír su voz, Dante, sonrío y me preparo para seguirle el juego.
— ¿Qué desea usted caballero? — le contesto.
— De desear, puede que me apetezca una cita con la señorita Valentina justo en menos de treinta minutos en ese café que siempre nos gusta visitar. — me hago un poco la de rogar un poco. — Te prometo un rato agradable.
— Vale, acepto.
— ¿Puedo pedir una cosa antes? — me suelta.
— Ok, sólo una cosa. — finjo desánimo.
— Trae un vestido de flores. Me hace mucha ilusión tener una cita que vista un vestido de flores. — escucho un ruido como si estuviera caminando.
— Lamento decirte que no podré complacerse en su petición, señor Dante. — le miento caminando hacia mi armario.
— Eso es imposible, todas las chicas tienen uno. — protesta un poco.
— Lamento decirte que no soy como todas las chicas. — sonrío.
— Está bien, te espero en donde siempre.
Termina la llamada y con manos apresuradas registro todo mi closet, por donde puedo porque admito que es algo extenso. Recuerdo tener más de una prenda, pero no logro encontrar ninguna.
— ¡Joder! — protesto un poco enfadada sentada en el suelo con todo desordenado.
— ¿Puedo ayudarte? — escucho la dulce voz de mi madre en la entrada de mi closet. Me ofrece una mano y agarrándome a ella me levanto del suelo. — ¿Qué buscamos con tanto desespero?
— Un vestido de flores, el que compramos en Brasil hace dos vacaciones. — dije observando todo el desorden que había causado.
— Creo que sé justo donde está.
Mi madre se adentra con dos pasos y sin desorganizar nada más, abre dos cajones, y en el segundo intento ya me lo muestra. Tiene una gran habilidad para encontrar cosas perdidas. Me emociono tanto que doy brinquitos y le dejo dos besos en la mejilla antes de irme al baño para cambiarme.
— ¿Una cita? — le escucho preguntar desde el closet.
— Si.
— ¿Alessandro Rinaldi?
¿Cómo es posible que le tenga tanto aprecio? Dios, otra más que cae en sus encantos baratos. Me ha dejado plantada y pensar en eso me pone furiosa, así que no dejaré que me amargue el día. Borrar recuerdo agregando una nota, "Nunca volver a confiar en la palabra de Alessandro".
— No. — me coloqué en la puerta y le veo doblar con sus delgadas manos algunas prendas. — Un amigo. Aún me queda bien, ¿cierto?
— Estás hermosa. — lo dice con tanto amor que me lo creo.
— Gracias, mamma.
Le dejo un beso en la frente justo antes de comenzar a peinarme. Hablamos un poco de Dante, le comenté que se dedicaba a la jardinería, y que lleva junto a su abuela, una florería hermosísima. Me preguntó que hace cuánto nos conocíamos, por lo que le respondí que hace muy poco, y que solo coincidíamos en varias ocasiones para beber café, algún aperitivo, hablar de nuestros asuntos menos importantes y poco más de dos copas de vino. Omití el hecho de haber dormido juntos en su florería y lo de salir de una fiesta de lujo y emborracharnos tanto para terminar bailando en plena plaza con cientos de turistas observándonos en plena madrugada. No quiero preocuparla.
Bajé del taxi, y solo me tardé en encontrarlo un minuto para verle levantarse de la mesa que había reservado a las afuera del sitio justo como en la otra noche. Me recibe con los brazos abiertos y me apresuro un poco para que me estreche contra su cuerpo como si lleváramos meses sin vernos, como si nos conociéramos de toda la vida, y la verdad era que solo nos bastó una noche, una botella de champán y un baile para llegar a este punto.
Tomamos asiento en la que recuerdo que fue nuestra mesa por los minutos que duró nuestro baile aquella noche y me ofrece un pequeño ramo con dos flores hermosas. Le agradezco con una sonrisa justo antes de introducir mi nariz en ellas.
— Son hermosas. — le sonrío.
— Lo sé. — se queda en silencio mirándome y le tomo la mirada con cuidado. No dejaba de sonreírme como si verme le hubiese alegrado el día. — ¿Quieres algo de beber? — suelta cambiando su mirada hacia la hoja del menú que llevaba enfrente. — Ya que esa noche nos faltó tiempo para probar algo más que aquel champán, hoy podemos disfrutar del lugar como dos personas civilizadas.
Ambos nos sonreímos. Era un hombre hermoso. Su cabello rubio brillaba y sus ojos se contemplaban más claros de lo normal. No llevaba ninguna sombra de barba, su piel se veía suave y delicada al tacto. Su olor se había quedado en mi nariz desde el abrazo de bienvenida y era tan agradable que no logro distinguir a que perfume me recordaba porque ya lo tenía impregnado en la ropa. Uf, estoy rodeada de hombres apetecibles. Es que Dante normalmente se mostraba tranquilo, se le notaba que había estudiado en alguna Universidad y que no estaba adaptado para nada a los tipos de situaciones en los que yo estaba habituada a convivir. Pero, hoy, justo ahora, llevaba algo con él que me hacía sentir tentada. Sí, me provocaba y no cosas tranquilas y bonitas. Me transmitía sexo, profundo y algo sucio.
Por favor, Valentina concéntrate.
— ¿Café o jugo? — me suelta. — ¿o Vino?
— Café, por ahora. — le respondo.
— Por ahora. — me guiña un ojo. — Si nos volvemos a poner borrachos como la otra ocasión, por favor no dejes que haga ninguna locura como bailar en público.
— En mis recuerdos lo hacías increíble. — le respondo. — Aunque admito que la mejor parte fue despertar en el suelo de la florería. — bromeo. — Por cierto, no recuerdo cómo fue que llegamos a ese punto.
— Míralo por el lado positivo, no recordar que hice el ridículo después de ese baile te hace estar sentada justo a mi lado. — ambos reímos y mi teléfono comenzó a sonar dentro de mi bolso. El nombre de "Señor Rinaldi" relucía en la pantalla, coloqué el teléfono en modo vibración intentado ignorar la llamada insistente, pero creo que hasta él lo ha notado. — Creo que deberías contestar... — me sonríe mostrándome que para él no era ningún problema. — Voy a buscar nuestros cafés.
Se levanta de la mesa y le veo entrar al local justo cuando se termina la llamada de Alessandro. Vuelve a vibrar el teléfono indicándome que estaba volviendo a llamar y le contesto la llamada.
— ¿Qué quieres?
— ¿Dónde estás? — le escucho enojado.
— No tengo que darte explicaciones. — no dice nada y escucho pequeños sonidos como si estuviera tratando de contener su enojo.
— Valentina Ferrano, te había dicho justo ayer que te recogería temprano.
— Creo que no entiendo tu significado de temprano. ¿Sabes qué hora es? — observo mi reloj y ya era pasado del medio día.
— ¿Dónde estás? Voy a recogerte en cinco minutos.
— No puede ser.
— ¡He, cucciola!
Llama mi atención Dante desde la entrada del local indicándome que si me apetecía algo para comer y le he dicho que sí solo con movimientos de mi cabeza.
— ¿Estás con alguien? — le escucho desde el otro lado del teléfono.
Me habían asegurado que era mejor no tentar al diablo, y en esta ocasión el diablo se parecía mucho a Alessandro Rinaldi, como niña buena debería mentirle y le decirle que solo había salido par de minutos para distraerme, pero no, no me apetecía en lo absoluto. Estaba enojada, y no me importaba para nada los comentarios que había escuchado sobre el famoso hijo de los Rinaldi. Justo hoy me importaba mucho menos hacerlo enojar. Después de todo soy una Ferrano, y precisamente nuestros antepasados no llevaban muy buenas relaciones que digamos.
— Sí, y estoy muy ocupada, así que espero que tengas un buen día, señor Rinaldi.
Terminé la llamada. Sé que ha dicho algo antes pero no le he escuchado, no quiero arruinar lo bien que me siento ya que casi lo ha logrado. Me obligo un poco a sonreír, dejo mi teléfono en la mesa y agarro las flores para volver a meter mi nariz entre ellas y calmarme un poco. Joder, que olor tan delicioso. Algo vibra sobre la mesa y veo que me ha llegado un mensaje suyo.
Señor Rinaldi: "En 10 minutos estoy ahí"
Veo que ha adjuntado una ubicación al mensaje, observo el nombre de las calles en donde estoy y maldigo entre dientes. Joder, que facilidad tiene para sacarme de quicio.
— Dos cafés, y una ración de croquetas especiales. — suelta Dante junto a mi dejando la comida sobre la mesa. Yo le ayudo un poco, y él toma asiento. — ¿Todo bien con el chico?
— No muy bien. — suelto observándole. Se queda analizándome. — Teníamos que resolver un asunto pendiente en la mañana, y puede que esté en llegar en minutos.
— Vale, no hay problema. — dice probando su café. Saborea y gime un poco. — Tienes que probar este café, está exquisito.
Reí. Se llevó una de las croquetas a la boca y me la ofrece. La pruebo, y vuelvo a reír.
— ¿Puedo hacer una pregunta? — lo observé mientras me devolvía la mirada animándome a hablar. — Cuéntame algo más sobre ti. ¿A qué te dedicas?
— A las flores, eso ya lo sabes.
— Sabes de lo que hablo. Se nota que no solo te interesan las flores, que no le encuentro nada de malo, no me malinterpretes. Me parece algo muy interesante, pero a veces siento que hay algo más. — me observa, luego se ríe dirigiendo la mirada hacia otro lugar.
— Sí, estudié la universidad en Londres, pero solo eso te diré... — suelta animando aún más mi curiosidad con una sonrisa.
— ¿Por qué?
Protesto un poco y finjo hacer puchero. Él no paraba de reírse, me agarró el rostro y me dejó un beso en el cabello. Luego me ofreció una de las croquetas con un tenedor para distraerme del tema, no quiere hablarlo y le doy su espacio.
— Creo que tienes un gran admirador. — lo observo extrañada mientras bebía de mi café. — El chico de enfrente no deja de observarme, siento que moriré de un disparo si vuelvo a tocarte.
Levanté la mirada asustada de mi bebida, sabía que bromeaba, pero estoy segura que si supiera todo lo que he tenido que vivir en los últimos días no lo dijera solo de broma. Aparté la mirada de su sonrisa y comencé a buscarle, a los segundos lo encontré al terminar la calle, justo a mi izquierda. Alessandro se encontraba en un gran auto en el asiento de atrás del conductor con la ventanilla a medio subir. Esta vez me observaba directo a los ojos, y juraría que llevaba un poco ahí observando lo que hacíamos. Le vi colocarse unos lentes oscuros y disimuló estar mirando hacia otro sitio. Joder, creo que estoy en problemas.
— No tienes que asustarte. — le escucho decir con una sonrisa en los labios mientras desvía su mirada del auto justo hacia mis ojos.
Alessandro si sería capaz, lo sé. Volví a observar hacia el auto, Alessandro deslizó con un solo gesto los lentes oscuros por su nariz refinada para observarme y tomarme la mirada. Por un minuto entero supe que ya era hora de irme. ¿Cómo le digo a Dante?
— Dante, yo... — le quise decir, pero me interrumpió.
— Es él, ¿cierto? — le observo directo a los ojos. En el fondo no quería irme, pero supongo que tengo obligaciones. Le respondí con solo mover mi cabeza. — Después de todo, tenía que tener algo malo, ¿cierto? — me dedica una miradita. — ¿Mal genio?
— Ni que lo digas. — no apartábamos la mirada de nuestros ojos.
— Es guapo, el chico.
— Tú me lo pareces más. — le sonreí.
— ¿Acaso quieres enamorarme para tenernos a ambos? — bromea.
— Tal vez. ¿Nos ves futuro? — le sigo el juego.
Le dedica una mirada a Alessandro y me observa de nuevo con una sonrisa.
— Veo una convivencia algo complicada... — exploto de la risa al ver su expresión y al imaginarme la escena. — Pero sí creo que tienes potencial para complacernos a los dos.
Volvemos a explotar de la risa juntos mientras nos levantamos de la mesa. La verdad es que sí, estaba rodeada de hombres hermosos, y dos de ellos eran Alessandro Rinaldi y Dante. Tan diferentes. Tan opuestos que era imposible compararles. Cada uno pertenecía a mundos diferentes, mundos que no deberían mezclarse y justo yo me encontraba en el medio de ambos.
Que complicada llevas tu vida Valentina Ferrano.
Agarro las flores y mi bolso, me acomodo el vestido esperando para despedirme de Dante que tomaba una bolsa que se encontraba junto a sus cosas en su silla. Se acerca con movimientos suaves hacia mí que me encontraba a unos pasos del borde de la calle. Se tomó una pausa para volver a observar por encima de mi hombro hacia el carro donde se encontraba Alessandro.
— Te tengo una propuesta. — nos observamos a los ojos y volvía a sentir esa tensión sexual que salía de su cuerpo. Joder, estos hombres. Llevaba las manos en su espalda como si no quisiera que aún viera lo que estaba dentro de la bolsa. —Iba a esperar un poco para dártelo pero.. ya sabes... — ambos miramos al auto.
Volví a girarme hacia él. Él volvió a dedicarme la mirada directa a los ojos.
— Lo siento.
— No te preocupes. No será nuestra última cita. — me guiña un ojo y ambos sonreímos. — Esto es para ti.
Termina mostrándome la bolsa de regalo negra con detalles en dorado que me fascinó. Enseguida la tomé asombrada y asomé mis ojos dentro. Era un libro, pude ver un poco su portada y volví a dejarlo dentro.
— Es hermoso, gracias.
— Lo he visto esta mañana y he comprado dos ejemplares para leerlo a la vez. Así tendremos una excusa para vernos la próxima vez. — le escucho decir mirándole el rostro.
Noté que se encontraba un poco nervioso y ese gesto me pareció tan hermoso que retuve las ganas de agarrar su rostro y llenarle la piel de besos sanos. Besos tiernos sin ninguna maldad escondida.
— Me parece perfecto. — le sonreí observando luego la bolsa otra vez. — Es hermoso.
Digo tan emocionada que me sale como un susurro y luego le abrazo tan fuerte que siento que su cuerpo se tambaleó un poco evitando que ambos termináramos con el rostro de calcomanía en el suelo delante de todos.
— Espero que no lleves nada sexy debajo de ese vestido porque tu chico nos matará a ambos. — vuelve a bromear en mi oído riendo.
Me devuelve el abrazo apretándome aún más fuerte a su cuerpo y río a carcajadas, estando a su lado soy tan feliz que a veces no quiero irme nunca. Una de sus manos me tiene agarrada por la cintura, la otra la tiene entre mi cabello y para terminar el abrazo me levanta un poco del suelo y al dejarme, me acaricia con la otra el cuero cabelludo con sus dedos. Nos soltamos con par de sonrisa en nuestros labios y coloca una de sus manos en mi cintura y la otra en mi rostro para acercarse a mi oído. Me dejé llevar, lo siento. Era feliz.
— Gracias por el vestido. — me susurra. Se aparta un poco para observarme el rostro con una sonrisa, y a apenas puedo pronunciar palabra. Quita la mano de mi cuerpo y su mirada corre distraída de mis labios hacia mis pupilas. — No dejes que te amargue el día, ¿vale?
Le respondí con una sonrisa.
— Cuídate mucho, tontolino .
— Igual tú, cucciola.
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